Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 19 de mayo de 2011

EL SIMBOLO DE ECATEPEC- EDOMEX, LA CEREMONIA DE LAS FOTOS


El símbolo de Ecatepec

Octavio Rodríguez Araujo

El lunes, en Ecatepec, estado de México, se mostró que la coalición de partidos Unidos Podemos Más no es una frase hueca. Ahí estuvieron Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard, los dirigentes de los partidos coligados (PRD, PT y Convergencia) y varios más que hace unas semanas no parecían ponerse de acuerdo en muchas cosas.

En un país de símbolos y señales elípticas, la foto del despegue de campaña de Alejandro Encinas en la entidad mexiquense es más que una imagen. Los políticos de esa izquierda que tenemos en la vía electoral al fin parecieron entender que mantener sus divisiones ya tradicionales y conocidas desde hace décadas no beneficia a nadie, ni a ellos ni a la población que se quiere organizar para cambiar el país por otro mejor. La unidad que se quiso demostrar en el mitin de Ecatepec, ignorada como era de esperarse por los principales noticiarios en televisión, contiene un doble mensaje implícito a la nación: 1) las izquierdas también son capaces de unirse y disciplinarse por una razón superior a los individuos que las componen, y 2) los votos que obtengan, por ahora en la elección de gobernador de esa entidad federativa, no serán la suma aritmética del arraigo popular de cada partido coligado, sino los del entusiasmo que en la gente de a pie, con o sin partido, motiva la unidad de la única oposición que enfrenta a los mismos que desde hace ocho décadas se han heredado el gobierno del estado de México.

Si la unidad –que los líderes y dirigentes de las izquierdas electorales han mostrado en torno a Encinas– se mantiene después del 3 de julio, gane o pierda su candidato (que espero gane), los comicios presidenciales de 2012 serán un escenario altamente competitivo, sobre todo entre el PRD y aliados y el PRI y sus también aliados. El PAN, gracias a Calderón y su criminal guerra contra el crimen (la redundancia es deliberada), ya está en tercer lugar y ahí se quedará por un largo tiempo.

Algunos críticos y analistas con los pies en la tierra han señalado que la foto de Ecatepec es sólo una imagen. Pero en política, como dijera el extinto político veracruzano, la forma es fondo, y tenía razón. Los símbolos, una vez más, son también el mensaje, como bien lo sabían los antiguos mexicanos, y su credibilidad depende, sobre todo, de quienes lo digan, con imagen o con palabras.

No estoy sugiriendo que entre los que rodearon a Encinas en Ecatepec no haya diferencias. Desde luego que las hay y se han expresado en el pasado y posiblemente se expresen de nuevo en el futuro. Pero mi interpretación de la imagen es que esas diferencias han sido pospuestas, por voluntades personales, en aras de conseguir lo que una gran fracción de mexicanos desea: cambios en el manejo del país y un ya basta al despeñadero en que vivimos (incluida la inseguridad que a tantos preocupa).

Otros críticos, sobre todo anarquistas o cercanos a esta ideología (aunque no lo sepan), desestiman o desestimarán el símbolo de Ecatepec, porque –piensan– todos los políticos son iguales y porque las izquierdas están empecinadas en hablar de distribución de la riqueza, de empleo, de educación y esas cosas que –según ellos– no toman en cuenta la zozobra en que viven millones de mexicanos víctimas de la inseguridad, de los asesinatos y secuestros, etcétera. Estos críticos suelen vestirse con el ropaje de la traída y llevada sociedad civil, y piensan, equivocadamente, que lo que ellos llaman clase política está compuesto por extraterrestres y no por personas que simplemente se dedican a la política como otros a los negocios, a la ingeniería, a la medicina o a buscar trabajo.

Lamentablemente, estos críticos han sido víctimas de lo que el gobierno de Calderón quiso provocar: el miedo y la protesta por las consecuencias de sus políticas y no por las causas. Es obvio: entre más muertes se den, y ya andamos por 40 mil, más deudos habrá, más gente que llora a sus familiares, que involucrados o no en el narcotráfico, han muerto por las armas de éste o de quienes dicen perseguirlos con la licencia del gobierno mexicano en una guerra que nadie pidió.

No estoy diciendo que se guarden su coraje ni su sufrimiento, sino que bien podrían darse cuenta de que lo que está ocurriendo no hubiera pasado antes, cuando el Estado era Estado y controlaba la totalidad del territorio, y cuando el crimen tenía sus espacios más o menos tolerados como la prostitución los ha tenido desde que se inventó ese oficio o la venta de bebidas alcohólicas desde antes y después de la fracasada prohibición. Estos críticos parecen olvidar que antes de los gobiernos panistas ya había narcotráfico y criminales de toda laya, pero, como dijera muy bien Sócrates Rizzo, ex gobernador de Nuevo León, antes los presidentes eran verdaderos jefes de Estado y no sólo gobernantes, por lo que ellos fijaban las reglas y las hacían respetar con toda la fuerza (unificada) del aparato estatal. El Estado nacional –sugirió Rizzo– tenía control del territorio a cambio de ser permisivo con las cañerías de tránsito de drogas, que finalmente iban a dar, en su mayoría (igual que ahora) a Estados Unidos. Puede sonar cínico de parte del ex gobernador, pero no por ello menos cierto: el narcotráfico se dedicaba a su negocio y la población civil no sufría masivamente, como ahora, sus consecuencias. Fue, sobre todo, la ineptitud de Calderón, y sus ansias de legitimación no lograda en las urnas, lo que puso al país de cabeza y a quien le deben los ciudadanos las muertes de sus parientes y el acarreo de jóvenes sin futuro a las filas del narcotráfico, los secuestros y otros delitos similares.

Aunque fuera sólo por lo anterior, el país se merece otros gobernantes y, sobre todo, otras políticas que fortalezcan el Estado (fortalecer el Estado no es sinónimo de autoritarismo), que recuperen la nación y su territorio para sus habitantes, que den seguridad (en sentido amplio) a los mexicanos y no sólo tranquilidad para andar en la calle, que saneen la administración pública y los cuerpos policiales y castrenses, que realmente se basen en la Constitución y no en cómo adecuarla a los intereses de unos cuantos.

Y estos otros gobernantes que puedan implantar políticas públicas como las descritas no podrán ser del PRI, ni del PAN, ni de los aliados de ambos partidos, sino de las izquierdas encabezadas por quienes aparecieron, como símbolos de unidad, en Ecatepec. Si el neopriísmo y el panismo han conducido el país al desastre, habrá que derrotarlos. El símbolo de Ecatepec puede ser una buena señal si pasa de ser una foto a convertirse en una realidad. La oferta política no podría ser mejor. De nosotros depende aprovecharla o desdeñarla.


Edomex, la ceremonia de las fotos
Jenaro Villamil


MÉXICO, D.F., 17 de mayo (apro).- Si de mostrar el músculo se trataba, en el arranque de la "madre de todas las campañas electorales" el PRD ganó el primer round al PAN y al PRI en la ceremonia de las fotos en el Estado de México.

Alejandro Encinas logró la unidad escenográfica de sus principales liderazgos, pese a la disputa tras bambalinas, en tanto que el PAN dejó claro que ni su dirigente nacional está dispuesto a apoyar a Luis Felipe Bravo Mena, y en el PRI las ausencias pesaron más que las presencias en el mitin de Eruviel Ávila, un hijo no deseado de la dinastía Atlacomulco.

La "nota" fotográfica del mitin de Ecatepec fue, sin duda, la presencia de los dos candidatos presidenciales más votados en la historia de la izquierda mexicana: Cuauhtémoc Cárdenas, quien no se aparecía desde hace más de una década, al lado de Andrés Manuel López Obrador.

Ambos documentaron un fraude electoral en su contra. Ambos gobernaron el Distrito Federal. Y a ambos las rutas de la disputa electoral los separaron, en medio de fracturas que alcanzaron niveles de disputa marital entre sus equipos y seguidores.

En la foto, junto a Cárdenas y AMLO, el tercero en el escenario del 2012: Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno capitalino, ex colaborador de López Obrador e impulsor efímero de una alianza con el PAN.

La felicidad que refleja Encinas en la imagen es indudable por partida triple: es el único de las tres figuras que no militó en el PRI y colaboró con ellos de manera destacada; en lugar de aparecer al lado de los panistas, el ex candidato a gobernador en 1993 logró que ahora lo apadrinaran las figuras más destacadas en la historia reciente del perredismo, y en los territorios de Eruviel demostró que se puede convocar lo mismo a la nomenklatura que a las bases de la izquierda.

Es inevitable recordar que hasta 2009 el PRD gobernaba Ecatepec, pero sus divisiones y errores contribuyeron al retorno del PRI con Eruviel Ávila al gobierno del municipio más poblado del país.

¿Unidad escenográfica? ¿Juntos, pero distantes? En el caso del PRD --y de cualquier partido político-- no es poca cosa lograr esta conjunción de personalidades. Es la imagen que dice mucho más que miles de spots. El PRI, hasta ahora, no ha logrado siquiera una fotografía con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, juntos, y en el PAN ya vimos que a donde acuda Santiago Creel se ausentará Gustavo Madero.

Lo fotografía del PRI evoca más el inicio de una precampaña presidencial que una contienda para gobernador: no fue Eruviel Ávila el protagonista, sino Humberto Moreira, el dirigente nacional priista que ya acapara reflectores, versiones estenográficas y polémicas, de manera más destacada que el propio Enrique Peña Nieto.

Lógica la ausencia de Peña Nieto para guardar las apariencias, las ausencias de dos ex gobernadores demostraron que la unidad no es un platillo que se coma fácilmente en el Estado de México. Ni Arturo Montiel ni Alfredo del Mazo González estuvieron presentes en el mitin con Eruviel Ávila. Ambos ex gobernadores, ambos pertenecientes a la dinastía Atlacomulco, pero con cargas simbólicas diferentes.

El primero, Arturo Montiel, pretende resurgir de las cenizas de sus escándalos de corrupción, pero todo indica que lo mantendrán en el clóset político para no afectar a su sucesor y sobrino. El segundo, Alfredo del Mazo González, ha insistido tanto que apoyará a Eruviel Ávila en aras de la "unidad y la disciplina", que su ausencia sólo confirmó lo que todo mundo sabe en Atlacomulco: al perder su hijo –el alcalde de Huixquilucan– la nominación priista, perdió también la gracia del grupo que durante décadas ha dominado la real politik y los negocios en el Estado de México.

La foto más triste y desangelada, por la ausencia de las masas, del confeti y de las evocaciones míticas, es la de Luis Felipe Bravo Mena. Ex candidato a gobernador en 1993 –como Alejandro Encinas–, ex dirigente nacional de su partido, ex secretario privado de Felipe Calderón, sólo estuvo acompañado por Santiago Creel, senador y precandidato presidencial mejor posicionado en las encuestas, a pesar del propio Calderón.

La ausencia de Gustavo Madero, dirigente nacional del PAN, sólo acentuó la orfandad de una candidatura que originalmente se construyó desde Los Pinos para fracturar a la izquierda perredista y al priismo mexiquense, con la idea de replicar el "fenómeno Malova" en los territorios del dominio tricolor. Calderón perdió esa batalla y también algunos de quienes acompañaron a Alejandro Encinas en su primer round fotográfico.

La ceremonia de las fotos dio inicio a sólo 45 días de campaña formal, en medio de cinco años de dispendiosa precampaña presidencial de Peña Nieto. Ahora en el palacio de Toluca comienzan a evaluar que hay imágenes que pueden más que millones de pesos en spots.

www.homozapping.com.mx

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