Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 12 de mayo de 2011

FELIPE NO SABIA- EL MIEDO COMO DISTRACTOR- ENTREGUISMO E IMPERTINENCIA POLITICA


Astillero

Felipe no sabía

Placidez consumidora en EU

Ugalde ataca de nuevo

Le amanece al Dia

Julio Hernández López

Como en película de terror, en momentos sombríos aparece un rostro generador de los peores recuerdos y las peores insinuaciones: Luis Carlos Ugalde, el responsable histórico de la conducción facciosa del proceso electoral de 2006 y de la instalación fraudulenta en Los Pinos de un personaje que ha llevado el país al desastre, asoma para reprochar al congreso federal que por no designar a tres consejeros del IFE esté causando daños morales a tan egregio instituto. El extraño retorno del señor Ugalde es una especie de retorno al lugar del crimen, no en términos geográficos sino de acompañante: el imparcial Luis Carlos, insistentemente acusado de haber favorecido a Felipe Calderón, acompañó al ahora ocupante de Los Pinos a la más reciente gira por Estados Unidos, específicamente a un almuerzo con el Consejo de las Américas. Allí, en tal estado de gracia, el ex presidente del IFE arengó a proteger al instituto y garantizar que los ciudadanos tengan una institución libre de intervenciones políticas (por instrucciones de la autoridad, se prohíben las risas grabadas).

Cómica, si no fuera tan trágica, la nueva contribución calderónica en tierra gringa a la enciclopedia de los enredos fúnebres (diariamente trata este tecleador astillado de eludir el abordamiento de otros Casos de Alarma con cargo a la cuenta felipista, pero el Señor de la Tierra se esmera en abollar tales ánimos de diversificación al generar frases y proponer interpretaciones que fuerzan su inclusión crítica en estas parcelas periodísticas rehenes de las declaraciones ajenas). Pues resulta que, cuarenta mil muertos después, el esposo de la señora Margarita exhorta a los gringos consumidores, y a su gobierno administrador, a que sean congruentes y no jueguen con legalizar allá lo que él, solemnemente guerrero, combate acá con terrible saldo rojo local. ¡Carajo, matanzas y horror en México, mientras en Gringolandia los artistas de jolivud y los estudiantes de elite forjan su churro con elegancia y se dan sus toques de mota con absoluto desparpajo, ¿quién se iba a imaginar eso?!

Desdoblado, ajeno a sí mismo, crítico de quien él llama presidente Calderón, el lic. Felipe casi regañó a los gringos por colocarlo en la situación de ser injusto con los mexicanos y de colocar al país en riesgo (hipotético, supuesto, nomás para efectos de análisis virtual) de convertirse en paraíso de los criminales en el mundo (cosa que, como todo mundo sabe, no ha sucedido, sino todo lo contrario: el México de Calderón es el paraíso de la legalidad, el respeto a los derechos humanos, la seguridad pública y el consumo de vasitos de esquite en las plazas pueblerinas). SuperFelipe en acción, que no quiere ser obligado a exportar sus poderes justicieros si los demás países no cumplen su parte: ... si ahora estoy venciendo a criminales de Apatzingán, pues no sólo voy a combatir a éstos, sino también a los de Afganistán y de Pakistán y de todo el mundo.

Frente al diván por sí mismo instalado, adelantándose al juicio histórico que así él mismo acepta, dijo ayer el lic. Calderón: Es muy injusto que yo detenga a campesinos mexicanos por producir un cuarto de hectárea de mariguana y aquí se produzca industrialmente o que deba detener mariguana que sé que viene a consumidores que, como en las películas, todos están muy alegres, usted vea las películas de Hollywood y consumen mariguana y cocaína, y los artistas más fuertes y las actrices más guapas se mueren de risa cuando fuman y es una cosa muy bonita.

Luego se lanzó contra las tradicionales friegas de la Juanita contra las reumas y mezcló el tema de la fumada con el de la tomada (gulp extraoficial): mucho daño ha hecho que se hable del uso medicinal de la mariguana, e incluso eso le recordó al declarante lo que en México es muy popular, que es el uso medicinal del tequila: Si tienes gripa tómate un tequila y si no se te quita la gripa se te olvida. Pero bueno. Cerró su disertación médico-cultural con el señalamiento de que en cualquier universidad gringa los muchachos que son más atractivos y más sofisticados fuman mariguana. Eso sí, que no pase un pobre tratando de fumar un cigarro porque entonces sí lo linchan.

Por último, al recibir un premio de liderazgo internacional, a juicio de una organización derechista hispana, el asombrado descubridor de las plácidas costumbres consumidoras de los gringos mientras él desata una guerra en México, solicitó al país vecino que mantenga un apoyo constante a las hostilidades en el traspatio humeante. ¡Salud, con tequilita pa’ la gripe o, de perdis, pa’ olvidar!

Astillas

Luego de las tormentas que amenazaban con oscurecer al Dia, ayer reapareció tal membrete aglutinador de los pataleos y emboscadas de la izquierda electoral mexicana. Con el aliancista en receso, Manuel Camacho, como eje, los dirigentes del PRD, el PT y Convergencia instalaron una mesa de trabajo para definir el curso de su proceso de postulación de candidato único a la Presidencia de la República. No hay más que dos aspirantes en condición de competencia: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubon y, según lo que se asegura en ese ámbito, un acuerdo entre ambos que ha sido respetado y hace pensar que no habrá fracturas más delante. Tomando como puntos de referencia la realización de encuestas y cuando menos dos debates, representantes de esos partidos tratarán de diseñar una propuesta cuyos detalles buscarán impedir disensos por malas interpretaciones y que el diablo de las divisiones meta la cola a partir de detalles mal reglamentados. Ya se verá si tan positivos propósitos llegan a buen puerto...

De pronto, un personaje público se porta amable con sus seguidores, entre algunos de los cuales se mezcla y con los que comparte felicidad burbujeante; al otro día, cumple la promesa de firmar autógrafos y por la noche era de esperarse un extraordinario regalo musical. ¡Ah, cuánto bien hacen las buenas noticias!...

Y, mientras Monterrey sigue viviendo balaceras mortíferas, ¡hasta mañana, en esta acalorada columna!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

Entreguismo e impertinencia política

La gira del titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, por Estados Unidos, que se desarrolló desde el pasado martes, estuvo marcada por una inocultable actitud de entrega del control de sectores estratégicos para el país, la cual, además de contraria a los intereses nacionales, resulta inconveniente para México y contraproducente en términos políticos.

Por principio de cuentas, el viaje presidencial ha sido el contexto para que Calderón reavive, frente a empresarios del vecino país, sus empeños por privatizar parcial o totalmente la industria petrolera nacional: así quedó de manifiesto con el anuncio de una reforma legal para modernizar Petróleos Mexicanos (Pemex), que considere las experiencias de empresas como la noruega Statoil o Petrobras, de Brasil y en el contexto de la cual la venta de acciones (de la paraestatal) podría ser una alternativa.

Tales señalamientos, además de ser contrarios al espíritu y la letra constitucionales en materia de hidrocarburos, carecen de pertinencia política en el momento presente: desde 2008, una porción mayoritaria de la sociedad mexicana manifestó con claridad su rechazo a la privatización petrolera; reclamó que ésta se mantuviera íntegramente como propiedad exclusiva del Estado; demostró una amplia capacidad de movilización para impedir la entrega de Pemex a particulares y rebatió suficientemente los criterios y argumentos mediante los cuales el grupo en el poder vuelve ahora a la carga en sus afanes privatizadores. Por añadidura, la Presidencia de la República y el partido en el poder acusan hoy una debilidad política mucho mayor que en 2008 y a ello se suma la exasperación social provocada por la guerra contra el narcotráfico en que Calderón embarcó al país hace cuatro años –por más que ahora niegue haber enarbolado esa bandera–: estos factores, en conjunto, hacen que las posibilidades de imponer el designio privatizador sean hoy mucho más acotadas.

A la reactivación del designio privatizador de la industria nacional de los hidrocarburos se sumaron, en el contexto de la visita presidencial a Nueva York, las afirmaciones del propio Calderón Hinojosa de que las regulaciones en materia de competencia en las telecomunicaciones deben estar orientadas a frenar las prácticas monopólicas de las empresas propiedad de Carlos Slim: tal advertencia resulta inaceptable, porque constituye un guiño a los intereses empresariales que pugnan por incursionar en el mercado nacional de las telecomunicaciones y hegemonizarlo, y porque permite ver la doble moral y el manejo oficial faccioso y parcial en ese ámbito: planteamientos similares debieran ser dirigidos –así fuera por elemental congruencia con el pensamiento neoliberal y con el espíritu de la libre competencia– al duopolio que controla, en condiciones mucho más cerradas que las que privan en el mercado de la telefonía, las concesiones sobre frecuencias televisivas.

En suma, la visita de Calderón a territorio estadunidense se presenta ante la opinión pública como una gira de ofrecimiento para que los intereses económicos de ese país se involucren en rubros de importancia central para el nuestro, y como una provocación a los distintos actores sociales, políticos y empresariales de México. Tal actitud disipa cualquier posibilidad de acuerdo nacional que el propio Calderón ha reclamado en torno a los temas de la agenda política y económica: si hasta antes de esta visita el país asistía a un creciente distanciamiento entre la actual administración y la sociedad como consecuencia de los desastrosos resultados de la estrategia de seguridad pública vigente y los empeños gubernamentales por mantenerla, los pronunciamientos realizados allá por Calderón introducen factores adicionales de tensión”.

Flaco favor se hace el titular de una administración cuestionada en los distintos ámbitos de su quehacer, deficitaria de legitimidad desde su origen y ahora acosada en distintos frentes políticos –la demanda social por la destitución del titular de Seguridad Pública, Genaro García Luna, es una muestra clara de ello–, cuando en vez de procurar la necesaria conciliación nacional atiza las diferencias de forma tan innecesaria, peligrosa e inoportuna.



El miedo como distracción

Octavio Rodríguez Araujo

El año pasado escribí en estas páginas que la política del miedo es deliberada. Y citando a Furedi, decía que es un proyecto manipulador que intenta inmovilizar la inconformidad pública, por lo que se inventan o se exageran miedos como una pandemia de gripe, el calentamiento global como fatalidad que acabará con el planeta, la obesidad o el tabaco como epidemias que matarán a millones de personas, o el narcotráfico y el terrorismo que amenazan nuestra vida cotidiana y nuestra paz y tranquilidad. Para Hobbes –señalaba Furedi–, uno de los principales objetivos del cultivo del miedo era neutralizar cualquier impulso radical de experimentación social a futuro. Para lograr este objetivo Hobbes argumentaba que la gente debe ser persuadida de que entre menos desafía el estado de cosas y al poder, mayores ventajas habrá para la comunidad y para los individuos. Esto es, la aceptación y no la protesta, el conformismo y no la búsqueda de cambios (porque éstos también dan miedo). En 2006 se usó la expresión es un peligro contra México, en referencia a López Obrador, con la misma intención de provocar miedo, al personaje y a sus propuestas de cambios, y para afirmar en la población la aceptación de su circunstancia (mala pero conocida), es decir su conservadurismo conformista.

La estrategia del miedo suele ser empleada por los gobiernos para sumar apoyos en una perversa lógica de unidad nacional. Bush usó esta estrategia a partir del 11 de septiembre de 2001 y gracias al miedo que generaron los cuestionados ataques terroristas de esa fecha se pudo imponer, con pocas protestas en su contra, la Ley Patriótica, que ha disminuido considerablemente las libertades ciudadanas en ese país al mismo tiempo que ha aumentado la discriminación activa a los árabes y musulmanes o quienes parezcan serlo.

En México Calderón quiso usar la misma estrategia al lanzarse a una guerra contra un enemigo supuestamente común de todos los mexicanos: el narcotráfico, y para no quedarse atrás de Bush, lanzó su iniciativa de Ley de Seguridad Nacional (todavía no aprobada por el Congreso de la Unión). Pero en tanto el gobierno de Washington creaba un enemigo externo Calderón magnificaba un enemigo interno. La diferencia no es menor: allá se invadía a otras naciones y los muertos han sido en su mayoría extranjeros en sus respectivos países. Acá los muertos son mexicanos e inmigrantes centroamericanos de paso por nuestro país, y por más que el titular del Ejecutivo y sus secretarios se desgañiten diciendo que gobierno y sociedad deben trabajar juntos para abatir al crimen organizado y que la seguridad concierne a todos (Blake), amplios sectores de la población no les creen pues los muertos forman parte de ellos mismos y no son extranjeros en países lejanos.

Sin embargo (y aquí está el punto central), la insistencia en la unidad nacional no ha menguado, como tampoco la política del miedo como fórmula distractora para que la sociedad, si acaso, proteste por sus muertos y la inseguridad, pero no por su situación estructural de pobreza y ausencia de expectativas.

La estrategia es diabólica: entre más muertos haya, más vivos se sentirán afectados en carne propia o en la de sus familiares o amigos. Doloroso, sí, pero el miedo, en los cálculos del gobierno, crecerá, está creciendo, y si hay protestas –como las ha habido– éstas serán por la inseguridad, la impunidad de los criminales, la corrupción de los funcionarios, la indefensión de los ciudadanos en las calles y hasta en sus casas, pero no por las políticas públicas que han favorecido el crecimiento de la pobreza y la desigualdad. No parece casual que en las grandes marchas que ha habido en contra de la inseguridad, desde la de 1997 en la que participaron Calderón y su esposa con un banderín azul que decía ¡Ya basta!, hasta la más reciente (mucho menos numerosa que las de 2004 y 2008, convocadas por las derechas), se haya hablado de unidad nacional, de un México unido y en contra de los partidos que dividen a la población. Incluso Javier Sicilia, que es considerado de izquierda en ciertos medios, habló en una entrevista de la necesidad de un candidato de unidad nacional, tal vez ciudadano (Milenio, 08/05/11), y acusó (elípticamente y como especulando a petición de su entrevistador) a López Obrador de dividir al país, como si no hubiera diferencias evidentes y constatables entre su población. Los cambios necesarios y un nuevo y distinto proyecto de nación para beneficio de los más y no de los menos, no han sido temas centrales en estas expresiones de protesta. Un cierto conformismo, conservador en el fondo, es el que está detrás de las protestas por la inseguridad del país que, siendo real e insoportable, no es el principal problema de los mexicanos.

El antídoto contra el miedo es la protesta. Pero para que ésta sea efectiva debe distinguirse con claridad quién ha provocado la política del miedo y para qué. Calderón pensó que con su política estimularía la unidad nacional en torno a su ilegítimo gobierno, que ganaría legitimidad combatiendo al crimen organizado y limpiándole el patio trasero (como nos ven) a Estados Unidos. Si no se distingue el para qué de la política del miedo provocada por Calderón como una estrategia de unidad nacional, de legitimidad y de distracción, se corre el riesgo de caer en la trampa de pedir la renuncia del secretario de Seguridad Pública (García Luna) y no la de Calderón (jefe del primero y responsable de lo que haga o deje de hacer), como exigían a gritos centenas de manifestantes el pasado domingo y frenados por el propio Sicilia con el argumento de que no se quiere más odio.

El miedo se ha usado siempre desde el poder como una medida de distracción frente a los problemas estructurales de mayor profundidad y alcance, y que muchos dan por normales cuando debieran ser los motivos de la protesta. No basta exigirle al gobierno protección ciudadana y seguridad, que desde luego debiera garantizar, sino políticas de desarrollo nacional que disminuyan la desigualdad, la pobreza, la falta de educación y empleo, la corrupción y la injusticia en general. Si Calderón no quiere o no puede, que renuncie. El problema es político, no de odios ni de simpatías (si acaso éstas existen).

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