Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 16 de mayo de 2011

MUEREN INDIGENAS POR FALTA DE MEDICINAS- EMBATE DEL GOBIERNO EN MONTES AZULES- CALDE-RON GARANTIZA LA TIERRA EXPROPIADA

México SA
¿Capitalizar? No, privatizar
Los beneficiarios aplauden
Pemex, la banca y los Cap’s

Carlos Fernández-Vega




La más reciente obra teatral del inquilino de Los Pinos (intitulada obsesión) tuvo su primer acto el 9 de mayo de 2011 en la ciudad de Nueva York, cuando anunció la venta de acciones de Petróleos Mexicanos, algo, dicho sea de paso, totalmente ilegal. El segundo acto lo encabezó el propio Felipe Calderón con el sector empresarial (es de suponer qué tipo de empresarios) el pasado viernes, cuando el primero reiteró tal venta y los supuestos representantes del segundo aplaudieron a rabiar la brillante idea del autodenominado Churchill autóctono, no sin antes proponerle que de plano bursatilice (coloque acciones en el mercado de valores) a todas las empresas del Estado para aprovechar los ahorros acumulados en el país, principalmente de pensiones y seguros (que no son de los empresarios, sino de los trabajadores). Y todos ellos esperan el tercer acto, en el que el Legislativo tendrá el papel protagónico.
De hecho, uno de los más oscuros cabilderos de los grandes empresarios que operan en el país, Claudio X. González Laporte, presidente del Comité de Estrategia del aún más oscuro Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (la mafia empresarial congregada en ese organismo), dijo que la citada “es una buena alternativa para hacer eficientes a las paraestatales… se tendrán que buscar las empresas que requieran ese tipo de apoyo, además de imprimirles disciplina y rigor de los mercados y la gobernanza que exigen, para que sean efectivas, eficientes y productivas”.
Acostumbrados a no arriesgar un solo centavo propio, los grandes empresarios (los clientes predilectos en la venta de garaje que ha significado la política privatizadora) se aprestan a seguir con sus pingües negocios a costillas de los ya escasos bienes de la nación que sus gerentes en Los Pinos no han terminado de desincorporar, como suelen llamar a la descarada privatización. Así, esperan que el autodenominado gobierno les entregue las paraestatales que quedan (Pemex y CFE, fundamentalmente) sin invertir un peso en infraestructura, con un mercado garantizado, con precios y tarifas de ensueño, y por medio del mercado de valores para que los impuestos los paguen otros. Negocio dorado.
Felipe el obsesionado no quiere dejar Los Pinos sin antes meter a Pemex una bala en la nuca. Vicente Fox no pudo hacerlo, por mucho que lo intentó de la mano del sector bursátil del país (integrado por los mismos que prácticamente se quedaron con lo mejor de la privatización de empresas del Estado). En noviembre de 2004, a solicitud expresa de los empresarios de la Bolsa, el de las ideas cortas y la lengua larga pretendió bursatilizar Pemex y la CFE por medio de cambios a la Ley del Mercado de Valores, los cuales, entre otras cosas, legalizaban la emisión de certificados de aportación patrimonial (Cap´s) hasta por 20 por ciento del valor de ambas paraestatales. El Congreso no lo autorizó.
Meses después, en febrero de 2005, el entonces director de Pemex, Luis Ramírez Corzo, propuso que inversionistas privados participaran en la capitalización de la empresa con una proporción que podría llegar hasta 20 por ciento del valor total de la paraestatal. Para ello propuso un instrumento de inversión que denominó títulos con derechos económicos, algo similar a los certificados de aportación patrimonial propuestos en la fallida nueva Ley de Mercado de Valores de Fox e idénticos a los utilizados por el gobierno del ex presidente Miguel de la Madrid para reprivatizar 34 por ciento del capital de la banca expropiada en septiembre de 1982.
Tales valores, explicó Ramírez Corzo en aquella oportunidad, serían ofrecidos a través del mercado accionario. Los compradores obtienen como garantía una parte proporcional al valor del título del capital de la compañía, y esta opción es una posibilidad de inversión para los mexicanos. No hacerlo es estar negando una posibilidad para Petróleos Mexicanos de sanear sus finanzas y para el pueblo mexicano de tener una inversión sana y rentable, según el citado ex funcionario. Tampoco fue aprobado por el Congreso.
Ahora llega Felipe Calderón y quiere (ilegalmente) vender acciones de Pemex. De inmediato le aplauden los mismos que en 2004 celebraron las (fallidas) modificaciones a la Ley del Mercado de Valores, que en 2005 se congratularon por la (fallida) propuesta de Ramírez Corzo, y, en fin, los que se quedaron con la tajada más suculenta de la privatización de las empresas del Estado en tiempos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. De nueva cuenta aplauden, porque todavía exigen un filón adicional con la presunta bursatilización de todas las empresas del Estado (que son dos).
En efecto, todas las empresas del Estado se limitan a Pemex y la CFE. Lo demás ya no existe. Sólo esas dos. Resulta suficiente revisar la relación de entidades paraestatales que la privatización ha dejado vivas: de las 205 reconocidas como tales por la Secretaría de Hacienda, el grueso son institutos, colegios, hospitales, centros especializados, fideicomisos y entidades en proceso de desincorporación. No se ve por dónde le pueda interesar al gran capital, a menos que les resulte atractivo bursatilizar a los Talleres Gráficos de México, el DIF o el Fondo de Cultura Económica. Quedaría también ASA, pero sería un pésimo negocio para ellos, pues ya son dueños de todos los aeropuertos del país.
Entonces, eso de bursatilizar a todas las empresas del Estado no sólo es un pésimo chiste, sino una descarada mentira: van por Pemex y por lo que resta de la CFE. Llámese venta de acciones, certificados de aportación patrimonial, títulos con derechos económicos o como se quiera, el objetivo es privatizar a esas dos sobrevivientes. Miguel de la Madrid utilizó el mismo mecanismo para regresar la banca estatizada a manos privadas: comenzó con 34 por ciento del capital social a principios de 1987, por medio de los citados Cap’s; a comienzos de octubre de ese mismo año su precio se había incrementado 600 por ciento, tras una feroz especulación en el mercado de valores. Los poseedores de tales valores no eran otros que los ex propietarios de la banca expropiada, quienes utilizaron sus casas de bolsa para tal fin. ¿Y la capitalización de la banca? Brilló por su ausencia. De ahí a la privatización plena de las instituciones bancarias sólo transcurrieron tres años, cuando tales ex propietarios acumulaban 60 por ciento de los Cap’s.


Las rebanadas del pastel


Y ahora quieren capitalizar a Pemex. ¿En serio?



Columna semanal del periodista Miguel Badillo



* Embate del gobierno en Montes Azules
* Calderón garantiza la tierra expropiada
*Mueren indígenas por falta de medicinas
En el corazón de los territorios del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el gobierno de Felipe Calderón intenta perpetrar un golpe más contra los pueblos indígenas y su autonomía bajo la bandera de la protección ambiental de regiones estratégicas para el país.
En otra de las “batallas” de Felipe Calderón – tal vez menos pública e intencionalmente menos mediática –, su gobierno busca debilitar a las comunidades autónomas en la región de Ocosingo y eliminar obstáculos a la propiedad en una zona considerada clave para liberar, entre otros, los proyectos de captura de carbono, comprometidos por México ante el gobierno de Estados Unidos, específicamente con California.
Pero más allá del mercado de bonos de carbono y de la pretendida reforestación de bosques, subyace el interés por garantizar el acceso irrestricto a una de las zonas más ricas del mundo en biodiversidad y recursos naturales.
El problema es que Calderón pretende hacerlo sin que medie un debate nacional, por conducto del Poder Legislativo y de la sociedad civil, que decida cómo aprovechar estos recursos: más de 22 mil especies de plantas y micro organismos con los que cuenta el país y que el gobierno de Barack Obama considerada estratégicos para un futuro sustentable.
Se trata, además, de uno de los compromisos y acuerdos firmados por Calderón en Cancún durante la celebración en noviembre pasado de la Cumbre del Cambio Climático, COP 16. De esta forma, Calderón, otra vez, empeñó la palabra de México sin consultar antes a los afectados. A cambio, recibió en Nueva York, a principios de este mes, el premio “Campeones de la Tierra”, que otorga anualmente el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Sin embargo, los escenarios para Calderón en el terreno de sus promesas ambientales en el exterior también se están complicando por la resistencia de las comunidades indígenas en Ocosingo.
Así, fue el 8 de mayo de 2007, antes de cumplir su primer año al frente del Poder Ejecutivo, cuando Calderón publicó el decreto que expropiaría en pleno municipio de Ocosingo y “por causa de utilidad pública” una superficie superior a las 14 mil hectáreas.
Dicha extensión en la zona lacandona se destinarían, según el decreto de Calderón, “a la constitución de una nueva área de protección de los recursos naturales tendiente a la preservación, restauración y aprovechamiento sustentable”.
Expandir, en otras palabras, el área natural protegida de Montes Azules, pero con una explotación explícita al quedar bajo la tutela del gobierno que lo considera de “utilidad pública” pero que, a juicio de Calderón, no amerita una discusión seria sobre la urgencia de declararlos constitucionalmente “Bienes Estratégicos para la Nación”, como sucedió con el petróleo y la minería. Hoy, de hecho, la biodiversidad es para muchos países mucho más estratégica que los recursos fósiles.
El documento con el que Calderón pretende obtener el control de esta superficie asegura que dicha extensión territorial es simplemente un claro patrimonio natural de utilidad pública porque “representa una de las áreas de mayor presión sobre los recursos naturales existentes y que comparte con la reserva de la Biósfera Montes Azules, además de que la alta diversidad biológica con que cuenta la región, significa un acervo genético único en México, con una densidad poblacional de especies característica en sólo el 0.4 por ciento del territorio del país, donde se encuentra el 27 por ciento de los mamíferos, el 30 por ciento de las aves, el 40 por ciento de las mariposas diurnas y del 15 al 20 por ciento de las plantas vasculares de México. Asimismo, es considerado el sitio más diverso del país y protege un número considerable de especies animales, algunas de ellas consideradas endémicas, amenazadas o en peligro de extinción”.
Sin embargo, un documento de rendición de cuentas de la Secretaría de la Reforma Agraria, en el que no se hace referencia a la importancia ambiental de esa región sino al conflicto social, establece el verdadero objetivo de la intervención del gobierno federal en la zona – que se ubica entre los asuntos más relevantes del sector agrario nacional –, que es el financiamiento de la adquisición o indemnización de tierra para resolver conflictos involucrados en la atención del “foco rojo”: comunidad Zona Lacandona y Reserva de la Biósfera Montes Azules.
Desaparecen los médicos y las vacunas
Casualmente se trata de la región en la que Calderón busca expropiar 14 mil hectáreas por causas supuestamente ambientales, lo que involucra la reubicación de las comunidades asentadas en la zona: unos 450 habitantes. Calderón también ha enviado el Ejército a esta zona, en donde las organizaciones indígenas han ubicado ya a militares que han sido sancionados por estar involucrados con el narcotráfico y que, en una especie de castigo, fueron enviados a la región considerada – parafraseando a Calderón – de utilidad pública y patrimonio natural de México y el mundo.
No sólo eso, entre los lacandones una especie de fuerza de Seguridad Pública Municipal comienza a hacerse presente en silencio, pero fortaleciendo la hipótesis de la contrainsurgencia a su cargo en la región.
En su intento por concretar la expropiación, en 2007 el gobierno federal había destinado poco más de 58 millones de pesos para el pago de esa tierra al establecer un precio de sólo 4 mil 126 pesos por hectárea en la zona que se considera una de las principales reservas ambientales de México y el mundo. Paradójico que el precio sea menor al que se ofreció por los terrenos del aeropuerto o los de la nueva refinería de Pemex.
El Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (Indaabin), a cargo de José Luis López Díaz Barriga, fue el encargado de determinar el monto que se pagaría a los “dueños” de la tierra que no se identifican en el decreto expropiatorio. No resulta extraño, por lo tanto, que los avalúos en esta zona de conflicto social ya formen parte de los juicios que debió resolver la SRA durante los últimos diez años.
Entre 2000 y 2006, la SRA reconoce 262 juicios ordinarios civiles en los que los propietarios de predios en la zona de conflicto de Chiapas reclamaban el pago de entre 10 mil y 15 mil pesos por hectárea. Fueron más de 41 mil hectáreas las que formaron parte de estos juicios mientras que los propietarios de 14 mil, correspondientes a 179 predios, no interpusieron juicios. Éstos lotes podrían ser los que busca expropiar Calderón y que cerrarían la llamada Brecha Lacandona.
Sin embargo, el Fideicomiso de Apoyo a los Propietarios Rurales en Chiapas (Fiapar) que se utilizó para comprar ejidos expropiados hasta 2007 se encuentra en proceso de extinción, según información de la Secretaría de Hacienda. En el caso de los predios de Ocosingo, el decreto instruyó a la SRA a que el pago autorizado se realizara a través del Fideicomiso Fondo Nacional de Fomento Ejidal.
Para justificar la compra a cargo del gobierno federal, el decreto de Calderón cita las expropiaciones de ejidos a favor de la comunidad lacandona, hechas durante el gobierno de Vicente Fox y que forman parte de las expropiaciones que, desde la década de los setenta, buscan reducir la inconformidad social. Sin embargo, el decreto nunca señala la ubicación exacta del territorio objeto de la expropiación, lo que encendió las señales de alerta entre los grupos autónomos de Ocosingo respecto a la seguridad de sus territorios.
El titular de la SRA, Juan Rafael Elvira Quesada – quien también firmó el decreto expropiatorio – aseguró en 2007, sin mencionar a los pueblos autónomos, que la expropiación se presentaba luego de la solicitud de la comunidad de la zona lacandona (sin precisar quiénes) que “al no poder administrar y cuidar los recursos naturales del lugar, en el seno de sus asambleas acordaron solicitar al gobierno federal que se haga cargo de ellos”.
El tono contrainsurgente de la estrategia difícilmente se pudo ocultar. Aún más, el gobierno panista extendió muy cerca de los territorios zapatistas su estrategia política que involucra el uso de los recursos para ofrecer servicios de salud a cambio de votos. Amador Hernández fue la zona que organizaciones civiles ubicaron como el objeto de la expropiación.
Fue así como el 25 de mayo de 2007, apenas unas semanas después de que Calderón, Agustín Carstens – entonces titular de la SHCP – y Elvira Quesada firmaron el decreto expropiatorio de las 14 mil hectáreas de la región de Amador Hernández, el titular de la Secretaría de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, junto con representantes de la Organización Mundial de la Salud, anunciaron con bombo y platillo que, precisamente, en esa localidad de Ocosingo se daba inicio a las llamadas Caravanas Aéreas de Salud.


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