Para los
amigos, gracia y justicia
Jesús Cantú
Jesús Cantú
MÉXICO, D.F., 11 de mayo.- La resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que exonera de responsabilidad al gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, por la difusión nacional de sus promocionales, establece un pésimo precedente: La excepción contenida en el párrafo 5 del artículo 228 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) permite la promoción personalizada de los gobernantes, y para acreditar que se trata de mensajes que promocionan la emisión de un informe, y no de un spot con fines electorales, basta con mencionar el informe respectivo y presentar los promocionales como propaganda del gobierno.
Es un precedente positivo que el TEPJF haya
establecido que la afectación de un proceso electoral no se limita a los hechos
que se desarrollan cuando el mismo ya se encuentre en marcha, lo cual es
importante porque es precisamente lo que permite determinar, entre otras cosas,
los actos anticipados de precampaña o campaña. Sin embargo, según la magistrada
ponente, en este caso no se acredita ninguna violación porque los mensajes son
únicamente para promocionar el V Informe de Gobierno.
En esta resolución los magistrados también dejaron
claro que se consideran expertos en comunicación política y, por lo tanto,
ellos pueden definir la finalidad e intencionalidad de los mensajes que se
emiten, aunque basta con cumplir unas formalidades para obviar el contenido de
los mismos, pues, como literalmente asientan en la resolución, “es factible
concluir que los mensajes que se analizan constituyen propaganda gubernamental sobre
el Quinto Informe de Gobierno del Estado de México (…) dado que en ambos
promocionales se hace referencia a la rendición del Quinto Informe de Gobierno
del ciudadano Enrique Peña Nieto, y se presenta como propaganda del gobierno
del Estado de México, lo que constituye la causa eficiente de la transmisión de
los mensajes difundidos”.
En este caso, como se hizo en el de los
infomerciales incluidos en los noticieros nacionales sobre la toma de protesta
del candidato priista a la gubernatura de Oaxaca, Eviel Pérez Magaña, lo lógico
es solicitar el apoyo de expertos en comunicación política que definan la
finalidad e intencionalidad de los mensajes, más allá del cumplimiento de
algunas formalidades. Pero las autoridades electorales prefieren hacerlo únicamente
bajo su criterio, porque eso les permite mantener la arbitrariedad y
discrecionalidad en la aplicación de la ley.
La razón para exonerar al gobernador y a su
director de Comunicación Social es la existencia de contratos mercantiles
celebrados con las televisoras en las que se establece como lugar de prestación
del servicio “todo el Estado de México”, y por ello “es factible concluir que
la intención del contratante fue difundir la propaganda contratada ‘En el
Estado de México’, dado que no existe ningún pacto o convenio firmado por las
partes que tenga por demostrada la contratación de difusión a nivel nacional”.
Y aunque admiten que la difusión de los
promocionales se realizó en 31 entidades federativas, con excepción de
Tlaxcala, dichas transmisiones “no corresponden con lo solicitado por el
coordinador de Comunicación Social del Gobierno del Estado de México, razón por
la cual no es factible imputarle a algún servidor público responsabilidad
alguna por su difusión”.
Sin entrar en detalles de las órdenes de
transmisión que permiten establecer responsabilidades al respecto, la
magistrada presidenta, María del Carmen Alanís, ponente en este caso, se olvida
de la resolución del expediente SUP_RAP-242/2009 y acumulados, en la que ella
también fue ponente y donde señala explícitamente: “Es un principio general de
derecho el que las partes contratantes de un acuerdo de voluntades velen por el
estricto cumplimiento de las cláusulas pactadas, así como que el cumplimiento
de lo convenido se lleve a cabo verificando que el objeto o fin sea lícito,
además de que, derivado de éste, no se efectúen actos contrarios a la ley.
Asimismo, las partes están vinculadas a que las obligaciones asumidas en un
acuerdo de voluntades se lleven a cabo sin que su cumplimiento involucre la
afectación de alguna norma de orden público”.
Y en el párrafo posterior precisa: “Es por ello
que, cuando un partido político contrate un servicio publicitario destinado a
difundirse a través de un medio legal (…) el propio instituto político está constreñido
a vigilar que, por virtud de ese acuerdo comercial lícito, su prestatario no
genere un acto posterior que derive en una ilicitud”.
Así, como señalan los magistrados Alejandro Luna
Ramos, Salvador Nava y Pedro Penagos en su voto particular, “este criterio es
aplicable al caso, porque los servidores públicos fueron las partes
contratantes de la difusión de los promocionales, de tal manera que son
responsables de lo contratado y de su ejecución, razón por la cual, si se
acreditó la violación al artículo 228, párrafo 5, del código electoral federal,
la consecuencia necesaria es responsabilizarlos de ello, en razón de que la
propaganda relacionada con el informe de gobierno se transmitió en lugares
distintos al territorio donde ejerce sus atribuciones el funcionario referido”.
En función de ello, la postura de estos magistrados
es que “debe modificarse la resolución impugnada y ordenar que el Instituto
Federal Electoral, en el ámbito de sus atribuciones, considere que es fundada
la queja respecto de los servidores públicos y las televisoras por la
transmisión de los promocionales del Quinto Informe de Gobierno del Estado de
México fuera del territorio de esa entidad”.
La resolución del IFE sancionaba al gobernador y
exoneraba a las televisoras; la mayoría de los magistrados consideró que es a
la inversa: la responsabilidad es de las televisoras y no de los servidores
públicos; pero los mismos precedentes del tribunal conducen a concluir, como lo
hacen los tres magistrados que votaron en contra de la resolución, que: ambos
son responsables.
Pero en el tribunal sí aplica la famosa máxima
juarista: “A los amigos, gracia y justicia; a los enemigos, la ley a secas”. En
esta ocasión son amigos.
La marcha
por la paz
José Gil Olmos
José Gil Olmos
MÉXICO, DF, 11 de mayo (apro).- El pasado domingo
8, el centro de la Ciudad de México fue el lugar
donde decenas de miles de personas expresaron su sentir ante la situación de
violencia y muerte en todo el país.
Sin embargo, la marcha por la paz era
distinta de las movilizaciones contra la inseguridad de 2004 y 2007, que
contaron con el respaldo de las televisoras; en esencia, se manifestaron
familias a quienes les han matado, secuestrado o desaparecido a alguno de sus
miembros y que fueron apoyadas en el camino por otras familias que ya están
hartas de los nulos resultados que ha tenido la guerra contra el crimen
organizado declarada por Felipe Calderón.
Desde que la marcha salió la mañana del
jueves 5 de mayo en Cuernavaca, Morelos, las familias dolientes fueron la que
acudieron sin apoyo de organizaciones partidistas, sindicales u oficialistas.
Solas, con las fotos de sus muertos o
desaparecidos en las manos, integraron un contingente de cerca de 500 personas
y se enfilaron por la carretera hacia la Ciudad de México, donde se tenía
programada la manifestación en el Zócalo capitalino y dar a conocer el Pacto para la paz, que busca firmarse en Ciudad Juárez,
Chihuahua, el próximo 10 de junio.
El contingente era pequeño y los
organizadores pensaban que no iban a tener el suficiente apoyo al llegar al
Distrito Federal. A pesar de estas inquietudes, nunca dudaron en mantener el
paso y recorrer los 80 kilómetros de la Autopista del Sol que, en varios
tramos, exhibe cruces a la orilla en memoria de los muertos que el crimen
organizado ha tirado sobre el camino, como muestra insana de poder y dominio.
Conforme fueron caminando los primeros
kilómetros, las historias de las familias de diversas entidades fueron
fluyendo, y a todas las unía un clamor de justicia que nadie, ni siquiera los
más acérrimos defensores del gobierno, les pueden regatear.
Se trataba de casos de desaparecidos
por policías y soldados, secuestrados por bandas en las que participan agentes
policiales y exmilitares, ejecutados por sicarios apoyados por autoridades.
Muertos por la negligencia u omisión de alcaldes, gobernadores y el jefe del
Ejecutivo federal. Todos muertos desde que, en 2006, Calderón Hinojosa le
declaró la guerra al crimen organizado con una estrategia policiaco-militar.
En el contingente había muchas mujeres
de más de 60 años a las que les costaba dar los pasos. Iban silenciosas y,
cuando los reporteros les pedíamos nos contaran sus historias, comenzaban a
hablar en susurro, porque la idea de la marcha era caminar en silencio.
Algunas de ellas ya habían difundido
sus denuncias en sus estados, otras no, eran casos nuevos de asesinatos y
desapariciones, ocurridos apenas. Estas últimas familias aún sentían miedo de
hablar y procuraban seguir en silencio. Pero al ir hilando cada historia, se
iba conformando una manta manchada de sangre de la cual ningún estado del país
se salva.
A pesar de ser pocos, los que marchaban
se sentían protegidos entre sí y nunca dudaron de que esta caminata era
importante para denunciar sus casos, aún resueltos, así como para manifestar su
inconformidad ante la violencia originada por la guerra contra el narcotráfico,
que ya dejó un saldo de 40 mil muertes y unos 10 mil desaparecidos, según
cifras extraoficiales.
En el contingente que salió de Morelos,
en el primer día de la marcha, iban el obispo Raúl Vera y varios defensores de
derechos humanos, como Rocío Culebro, Edgar Córtez y Pablo Romo, quienes se
mantuvieron presentes todo el camino. Lo mismo que representantes del famoso
michoacanazo y padres de familia de los niños de la guardería ABC de
Hermosillo, Sonora.
No obstante la diversidad de los
caminantes, la idea central nunca varió: la exigencia de justicia y hacer un
alto en la guerra de Calderón contra el crimen organizado para replantear una
nueva estrategia.
El objetivo se mantuvo y se mantiene a
pesar de la exigencia personal de Javier Sicilia de la renuncia del secretario
de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna.
Curiosamente en el camino llegaron
mensajes de políticos como Manlio Fabio Beltrones o de Jesús Zambrano, quienes
querían hablar con el poeta el que, por cierto, les respondió: “No han
entendido nada, no buscamos poder político, ni siquiera formar una organización
con pretensiones electorales. No lucramos con la muerte de nuestros hijos”.
Luego de un par de días, la marcha
creció de manera impresionante y el domingo 8 se convirtió en una de las
manifestaciones más importantes de la historia del país.
Era evidente que no había ninguna organización
sindical o política detrás de los dolientes, tanto que cuando el líder del
Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), Martín Esparza, quiso ponerse al
frente, Sicilia lo invitó a integrarse a la marcha, sin protagonismos.
Ocho horas tardaron en llegar los
deudos de la guerra al Zócalo, muchas familias que habían llegado temprano se
retiraron, otras ya no alcanzaron a arribar la plancha de la Constitución, que
no se llenó, pero los miles que aguantaron el peregrinar dominical escucharon
las historias de dolor que hay en todo el país y la propuesta del Pacto por la paz que el movimiento ciudadano lanzó a la
clase política gobernante para retomar el curso que ha perdido el país y
detener este holocausto, que lleva 40 mil muertos y que, según estimaciones,
llegará a 50 mil si Calderón no aprovecha esta oportunidad de reconocer sus
errores y corregir su estrategia militar y policiaca de combate al crimen
organizado.
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