Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 1 de marzo de 2012

Pobreza y desigualdad- Asesinatos masivos «limpios» de toda responsabilidad- El Presidente en campaña

Pobreza y desigualdad
Octavio Rodríguez Araujo
 
      Las desigualdades económicas, sociales y culturales están directamente relacionadas con la concentración de la riqueza. Esta es una característica de la dinámica del capitalismo y no se le ve solución; sin embargo, se puede mitigar a partir de políticas públicas. En los gobiernos recae la responsabilidad de que las políticas públicas favorezcan la concentración de la riqueza y la desigualdad o la distribución de la riqueza y por lo tanto una tendencia a disminuir las desigualdades y, en la misma lógica, también la pobreza. Son las dos opciones que tienen los gobiernos: gobernar para los más o gobernar para los menos, o de otra manera gobernar para someter al capital y regularlo, o gobernar de manera subordinada al capital. La primera es una fórmula que podría calificarse de moral, la segunda de inmoral.
Los gobiernos mexicanos, desde hace más de 15 años, han reconocido que los principales desafíos del país son el abatimiento de la pobreza extrema y la desigualdad económica y social entre los diferentes estratos de la población. Sin embargo, incluso con sus propias cifras derivadas de los estudios del Inegi, se ha demostrado que la población con ingresos menores a dos salarios mínimos sigue siendo un poco más de un tercio del total, en tanto que la concentración del ingreso ha aumentado en los últimos años. Se calcula que cerca de la quinta parte de la población más rica del país aumentó su participación en el ingreso corriente total hasta rebasar 450 por ciento, en tanto que la quinta parte más pobre la redujo. Adicionalmente, los estratos medios, que durante décadas habían mejorado su posición relativa, han visto deteriorarse su situación en cuanto a la porción del ingreso que reciben. La tasa de desocupación, que es otro indicador de que la depauperación de la población ha aumentado, ha visto también un crecimiento significativo, incluso en las cifras oficiales: de 3.5 por ciento en 2005 a 5.2 por ciento en 2010 y, a juzgar por los datos no oficiales, ha aumentado más de lo que se reconoce.
Con las mismas fuentes del gobierno se destaca que la concentración del ingreso se ha dado principalmente entre el 10 por ciento de la población con las más altas percepciones, mientras que 80 por ciento de la población vio disminuir su ingreso en los últimos 25 años. Con base en el coeficiente de Gini, en 2011 Chile presentaba la desigualdad más alta entre los países de la OCDE, y en segundo lugar estaba México. Mientras la desigualdad creció en nuestro país desde mediados de los años 80, Chile la ha reducido considerablemente, señala la OCDE. Con esta información se demuestra que las desigualdades sociales, lejos de disminuir con las políticas seguidas por los gobiernos neoliberales, aumentaron. Nos encaminamos, de seguir así, a ocupar el primer lugar en desigualdad social de los 34 países de la OCDE, prueba de que nuestros gobiernos, con sus políticas sociales y económicas, sirven no a la población ni al capital en su conjunto, sino a la elite capitalista, tanto nacional como extranjera.
Algunos autores han estimado que de 1994 a la fecha los hogares mexicanos han perdido cerca de 25 por ciento de sus ingresos. Otros piensan que en términos reales han perdido más de 50 por ciento. ¿Cuánto ha disminuido el poder adquisitivo del salario bajo los gobiernos neoliberales? He leído diferentes cantidades, pero nadie, que yo sepa, habla de menos de 60 por ciento, lo que quiere decir que nominalmente parece que ganamos más pero en realidad ganamos menos. En otros términos, en 1982 el salario mínimo alcanzaba para comprar unos 50 kilos de tortillas, hoy apenas alcanza para cinco kilos. Proceso de depauperación relativa, le llamaba Marx, y no se equivocó. La ONU nos habla de un panorama terrible al decir que es imposible que 2 mil 800 millones de personas que viven con menos de dos dólares diarios puedan igualar alguna vez los niveles de consumo de los ricos. Éstos, los verdaderos ricos, constituyen uno por ciento de los habitantes del planeta y concentran 90 por ciento de su riqueza total. En nuestro país nueve megamillonarios acumularon en 2011 una cantidad impresionante: 124 mil millones de dólares, es decir, 10 por ciento de la riqueza producida en México.
Al menos 35 millones de mexicanos, de los 112 millones que somos, deben sobrevivir con un ingreso menor a dos dólares diarios, unos 26 pesos, en tanto que más de 10 millones deben hacerlo con un máximo de un dólar al día. El Coneval nos presentó a finales del año pasado cifras que corroboran que las políticas de gobierno han producido más pobres. El número de personas en situación de pobreza, nos dice, subió de 48.8 a 52 millones entre 2008 y 2010, lo que significa que 46.2 por ciento de la población está bajo esa condición. De estas personas en situación de pobreza, casi la mitad: 28 millones de personas, carecen de acceso adecuado a la alimentación, lo que representa un aumento de 4.2 millones en el periodo de 2008 a 2010. Con información de la CNN, el mismo Coneval agregó el 2 de diciembre que en 40.8 por ciento de los 2 mil 456 municipios que hay en México se concentra 75 por ciento o más de la población en pobreza. Otro ejemplo, en otra óptica, de la concentración de la riqueza y de la desigualdad en el país.
¿Qué papel han jugado los últimos gobiernos mexicanos para abatir o disminuir la pobreza? En absoluta incongruencia con sus supuestas intenciones de disminuir la pobreza, han impuesto topes a los salarios desde hace más de 20 años, de tal forma que los ingresos de quienes tienen trabajo han disminuido en términos reales en un altísimo porcentaje, como ya fue dicho; han disminuido también los subsidios a la producción y a la comercialización de alimentos, de tal modo que con estas medidas se ha mermado la posibilidad de una alimentación suficiente del pueblo mexicano; han disminuido, asimismo, el número de artículos de la canasta básica de los trabajadores y más de 20 millones de mexicanos no tienen el ingreso necesario para pagar dicha canasta básica.
Lo único que ha aumentado en México, aparte de los precios, el desempleo, los gastos militares y la inseguridad pública, es el enriquecimiento de los menos, y la deuda externa, que pasó de 57 mil 378 millones de dólares en 1980 a casi 182 mil millones de dólares en 2011.
Asesinatos masivos limpios de toda responsabilidad
Robert Fisk
 
     ¿Así que ahora es la limpieza de Baba Amr, no es cierto? Tingheefi, en árabe. ¿De verdad un funcionario anónimo del gobierno sirio usó esa palabra en declaraciones a la agencia Ap el pasado martes? Es una expresión escalofriante, que siempre precede a un montón de asesinatos. Según Naciones Unidas ya son 7 mil 600 los muertos en Siria.
Los israelíes usaron la misma palabra, en inglés, cuando irrumpieron en Líbano en 1982 (con un total de 17 mil 500 muertos). Hace cinco meses, cuando los sirios acabaron con los insurgentes musulmanes de Hama, al norte de Homs (con un posible saldo de entre 10 mil y 15 mil muertos), dijeron que habían hecho un reconocimiento del área. Reconocimiento, investigación; la palabra que usaron entonces fue bahaghi.
Se trata de una dulce palabra para los ejércitos que están a punto de hacer caso omiso de los derechos humanos. Los británicos la usaron, como quien habla de barrer en la Segunda Guerra Mundial (que dejó aproximadamente 60 millones de muertos). También la usaron los rusos.
En el gueto de Varsovia, los alemanes hablaron de limpiar las calles de judíos, en 1944. Limpieza fue la palabra usada por el mayor general de la SS (policía secreta nazi), Jürgen Stoop, en su reporte policial (que daba cuenta de 50 mil muertos). Limpiar, reconocimiento, barrer, limpieza; todas palabras usadas en referencia a asesinatos masivos limpios de toda responsabilidad. Después de que uno limpia algo, ya no apesta más.
No, los sirios no son los israelíes, los israelíes no son los británicos ni los rusos. Tampoco los sirios, israelíes, británicos y rusos son la SS. Pero las palabras sí tienen una triste manera de reflejar las verdaderas intenciones que existen detrás de ellas. Entre más se hace limpieza, se pule y se lava, menos sangre debería haber en el suelo. Las brigadas de defensa que aplastaron al movimiento Hama hace 30 años fueron encabezadas por Rifaat Assad; su sobrino Bashar es hoy presidente de Siria. Su otro sobrino, de nombre Maher, encabeza la Brigada Cuatro de Siria que se dirige a Baba Amr.
De cualquier forma, los tanques bombardearon primero el distrito sunita de Homs, luego la infantería comenzó a movilizarse hacia la zona, según informaron residentes del lugar este miércoles vía telefónica.
El mes decisivo ha comenzado, según otro funcionario anónimo sirio. Claro, todos los demás meses han sido decisivos en Siria, y así ya ha transcurrido un año.
Recuerdo que en septiembre de 1980 los segundones de Saddam Hussein hablaron del mes decisivo de la guerra torbellino al referirse a la invasión de Irán (con saldo de millón y medio de muertos).
En todo caso, veremos de qué están hechos los escuadrones de Assad. ¿Desertará su infantería una vez que hayan machacado Homs? Esto es realmente preocupante. ¿Combatirá hasta la muerte el Ejército Libre de Siria o huirá para luchar en un mejor momento? ¿Cuántos civiles caerán en Baba Amr?
Si los hombres de Assad ganan, puede ser que tengamos un saldo de muertos. Claro que la versión del mandatario no incluirá a los muertos del bando sunita enemigo, de la misma manera en que sus opositores no nos dirán a cuántos enemigos alawitas y cristianos asesinaron.
Assad asegura que combate a terroristas. Rifaat dijo lo mismo en Hama. Los israelíes han usado esta misma palabra miles de veces en referencia a los palestinos. Los rusos describieron así a los alemanes. Stroop dijo lo mismo sobre los judíos.
¡Ay! Pero todos los perfumes de Arabia no limpiarán el olor de estas pequeñas manos.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
¡Al ladrón, al ladrón!-Helguera
El Presidente en campaña
Adolfo Sánchez Rebolledo
 
      Las campañas electorales tienen la finalidad de ganar la simpatía de los ciudadanos, para que éstos voten por determinado candidato. Pero esa obviedad a veces es relativa o muy discutible. Las elecciones resuelven la cuestión de quién debe gobernar, pero ningún candidato a la Presidencia está solo en el empeño, aunque por razones prácticas la propaganda se reduzca a poner de relieve ciertas hipotéticas cualidades de la persona o imágenes fabricadas con el propósito de vender un producto en el mercado. Se supone, sólo se supone, que detrás de los nombres sonrientes, multiplicados por la propaganda, más allá de las ambiciones personales, hay ideas, partidos, organizaciones, causas, programas y, claro, intereses. Por eso es importante la política.
Al final del juego, lo que importa es ganar la mayoría. No importa si el vencedor es el más capaz o el menos deshonesto: basta con tener más votos para salir triunfante. Ese es el principio democrático por excelencia, aunque a muchos nos parezcan cuestionables los métodos de los que se valen las fuerzas políticas para fabricarse las mayorías, los cuales, dicho sea de paso, no son idénticos en unos países que en otros, al menos en dos cuestiones clave: el peso y el origen del dinero en la promoción del voto y el papel de los grandes medios en la formación de las preferencias electorales. En cualquier caso, la pregunta subyacente es para qué ganar, y eso remite sin remedio a los fines, a las visiones del presente y el futuro, al programa y a los intereses que indefectiblemente éste sirve.
Como sea, para el ciudadano medio, sometido al rigor de la publicidad política, es difícil saber qué es lo que está dirimiéndose. De ahí el desánimo general, la convicción –interesadamente promovida desde los poderes fácticos (veánse, por ejemplo, posturas mediáticas y consejas eclesiásticas)–, de que toda política es corrupción, la idea de que no hay a quién irle, el desinterés que anula el voto pero no impide que gane el más fuerte. Y, sin embargo, la lucha por el poder es real, tan real como las consecuencias de que venza una u otra opción. Esa es la razón para no desperdiciar el voto. No se puede negar, por ejemplo, que detrás de la izquierda está un conglomerado de fuerzas muy diversas que surgen a la palestra para oponerse al curso seguido por el país en las últimas décadas, incluyendo los años de alternacia. No hay entre ellas unanimidad y, si nos apuramos, son muy importantes las divisiones, los resquemores y las desconfianzas mutuas, pero al final todas se necesitan para impulsar una visión más equitativa, popular, del desarrollo nacional, es decir, el programa de reconstrucción nacional que el siglo XXI plantea como desafío a los ciudadanos de hoy.
La jugada del gobierno –desde el inicio del sexenio– ha sido y es excluir a la izquierda de toda posibilidad de ganar la Presidencia (a lo cual han servido sus propios errores). No quieren otro 2006. Es tal la fobia que les causa la sola idea de una izquierda fuerte, competitiva, capaz de gobernar, que recurren a todas las estratagemas a su alcance para darle vida al orden bipartidista, que fue siempre la aspiración estratégica del panismo. Por eso no me parece un error del Presidente la exhibición de espíritu de partido ante una audiencia de ricos privilegiados. Ciertamente está, y seguirá, en campaña. Para subir a su candidata refuerza, aunque sea falsa, la visión de la pugna bipartidista. Actúa como si no supiera por qué en México, un país donde el Presidente hacía y deshacía a su antojo, no se considera parte de la normalidad democrática que el Ejecutivo sea, a la vez, vocero de la candidata de su partido. ¡Qué pronto olvidaron Fox y Calderón la queja histórica contra el intervencionismo presidencial como punto de partida para darle certeza a las elecciones y autonomía a su organización! Por desgracia para ellos, así como para sus ideólogos, México no es Estados Unidos, aunque en muchas cuestiones nuestra realidad se parezca a su caricatura. Pero tampoco es el país de la normalidad constitucional, democrática, imaginado en los discursos sobre el estado de derecho de nuestros legisladores.
No le puedo pedir a Calderón que se mantenga imparcial, pero sí se le debe exigir que en materia electoral acate la ley como todos y, en particular, que no disponga de recursos públicos para favorecer a sus candidatos. ¿En verdad, puede extrañar que use una encuesta amañada para decir que su candidata está a punto de tomar la delantera, o que al día siguiente, visto el escándalo, haga un acto de contrición democrática con disculpas al PRI? Más que la ley, invocada pomposamente por el PRI para luego callar, es la mercadotecnia la que dicta el verbo presidencial. La verdad, no deberíamos hacernos ilusiones con un Presidente que llegó arañando los votos gracias a los dados cargados de Fox y consiguió imponer el miedo cerval entre las clases medias para rechazar a López Obrador. Si es tan obvia la ventaja de Josefina en las encuestas, ¿entonces a qué viene tanta inquina con el tercer lugar, a qué los rumores sobre la presunta enfermedad de Andrés Manuel, la cantaleta sobre la edad del gabinete anunciada por los chistoretes tuiteros, en fin, la rumorología esparcida por la caja idiota, pero santificada por la sagacidad en tinta verde de los think tanks que ponen la agenda del gobierno (¿o a la inversa?)?
Cuando empiecen de verdad las campañas presidenciales, habrá que preguntarles a los candidatos del PAN y el PRI qué proponen para cambiar el rumbo del país, para adelantar un proyecto que sirva a la transformación de México. Pero algo es cierto: el bipartidismo no representa a la nación

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