Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 3 de marzo de 2012

¿Qué intenciones tiene Irán?- Apuntes postsoviéticos- Excelente número temático de Mundo Siglo XXI sobre la crisis alimentaria

¿Qué intenciones tiene Irán?
Noam Chomsky*
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Con el retrato a sus espaldas del fallecido ayatola Jomeini, el ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani deposita su voto en TeheránFoto Ap
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l número de enero-febrero de la revista Foreign Affairs ofrece un artículo de Matthew Kroenig titulado Tiempo de atacar a Irán; por qué un ataque es la opción menos mala, junto con comentarios sobre otras formas de contener la amenaza iraní.
Los medios resonaron con advertencias sobre un posible ataque israelí contra Irán mientras Estados Unidos vacilaba, manteniendo abierta la opción de la agresión, con lo que sistemáticamente se viola la carta de Naciones Unidas, fundamento del derecho internacional.
Conforme aumentan las tensiones, los escalofriantes ecos de los preparativos para las guerras de Afganistán e Irak están en el aire. La febril retórica de la campaña de las elecciones primarias en Estados Unidos refuerza el resonar de los tambores de guerra.
Se le suelen atribuir a la comunidad internacional –nombre clave de los aliados de Estados Unidos– las preocupaciones por la inminente amenaza de Irán. Los pueblos del mundo, sin embargo, tienden a ver las cosas de otra manera.
Los países no alineados, movimiento de 120 naciones, han apoyado vigorosamente el derecho de Irán a enriquecer uranio, opinión que compartían la mayoría de los estadunidenses (encuestados por WorldPublicOpinion.org) antes de la inmensa ofensiva propagandística lanzada hace dos años.
China y Rusia se oponen a la política de Estados Unidos en Irán, como también India, que anunció que no acataría las sanciones estadunidenses y aumentaría el volumen de su comercio con Irán. Turquía ha seguido una línea similar.
Los europeos consideran a Israel como la mayor amenaza a la paz mundial. En el mundo árabe, Irán no es del agrado de nadie pero sólo una minoría muy pequeña lo considera una amenaza. Más bien, se calcula que Israel y Estados Unidos son las amenazas preminentes. La mayoría piensa que la región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. En Egipto, en vísperas de la primavera árabe, 90 por ciento tenía esta opinión, de acuerdo con encuestas de la Institución Brookings y Zogby International.
Los comentaristas occidentales han hablado mucho de que los dictadores árabes supuestamente apoyan la posición estadunidense sobre Irán, mientras pasan por alto el hecho de que la gran mayoría de la población está en contra, postura tan reveladora que no necesita comentarios.
En Estados Unidos, algunos observadores también han expresado desde hace tiempo sus preocupaciones por el arsenal nuclear de Israel. El general Lee Butler, ex jefe del comando estratégico de Estados Unidos, declaró que las armas nucleares de Israel eran peligrosas en extremo.
En una publicación del ejército de Estados Unidos, el teniente coronel Warner Farr advirtió que “un objetivo de las armas nucleares israelíes, que no suele decirse pero que es obvio, es ‘utilizarlas’ en Estados Unidos”, presuntamente para asegurar un apoyo continuo de Washington a las políticas israelíes.
Una preocupación primordial en estos momentos es que Israel trate de provocar alguna acción de Irán, que a su vez incitara un ataque de Estados Unidos.
Uno de los principales analistas estratégicos de Israel, Zeev Maoz, en Defensa de Tierra Santa, un análisis exhaustivo de la política de seguridad y exterior de Israel, llega a la conclusión de que el saldo de la política nuclear de Israel es decididamente negativo, dañino para la seguridad del Estado. Él más bien insta a Israel a buscar un tratado regional de proscripción de armas de destrucción masiva y crear una zona libre de ellas, como lo pedía ya en 1974 una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas.
En tanto, las sanciones de Occidente contra irán ya están teniendo los efectos acostumbrados, causando escasez de alimentos básicos, no para el clero gobernante sino para la población. No es de extrañar que la valerosa oposición iraní también condene las sanciones.
Las sanciones contra Irán podrían tener el mismo efecto que sus predecesoras contra Irak, que fueron condenadas por genocidas por los respetables diplomáticos de Naciones Unidas que las administraban y que finalmente renunciaron como una forma de protesta.
En Irak, las sanciones devastaron a la población y reforzaron a Saddam Hussein, con lo que probablemente le evitaron la suerte corrida por la galería de otros tiranos apoyados por Estados Unidos y Gran Bretaña, dictadores que prosperaron prácticamente hasta el día en que varias revueltas internas los derrocaron.
Existe una discusión poco creíble sobre lo que constituye exactamente la amenaza iraní, aunque tenemos una respuesta autorizada, proporcionada por las fuerzas armadas y los servicios secretos de Estados Unidos. Sus presentaciones ante el Congreso han dejado en claro que Irán no representa ninguna amenaza militar.
Irán tiene una capacidad muy limitada de desplegar sus fuerzas y su doctrina estratégica es defensiva, destinada a disuadir una invasión el tiempo necesario para que la diplomacia haga sentir sus efectos. Si Irán está desarrollando armas nucleares (lo cual todavía no está determinado), eso sería parte de su estrategia de disuasión.
El concepto que tienen los analistas israelíes y estadunidenses serios es expresado claramente por Bruce Riedel, veterano con 30 años de antigüedad en la CIA, quien en enero declaró que si yo fuera un asesor de seguridad nacional iraní, querría tener armas nucleares como factor de disuasión.
Otra acusación que Occidente presenta contra Irán es que la república islámica está tratando de ampliar su influencia en los países vecinos, atacados y ocupados por Estados Unidos y Gran Bretaña, y que apoya la resistencia a la agresión israelí en Líbano y a la ocupación ilegal de territorios palestinos, que cuentan con el apoyo de Estados Unidos. Al igual que su estrategia de disuasión de posibles actos de violencia por parte de países occidentales, se dice que las acciones de Irán son amenazas intolerables para el orden global.
La opinión mundial concuerda con Maoz. Es abrumador el apoyo a la idea de establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente. Esa zona abarcaría Irán, Israel y, de preferencia, a esas otras dos potencias nucleares que se han negado a ingresar en el tratado de no proliferación nuclear, Pakistán e India, países que, al igual que Israel, desarrollaron sus respectivos programas con ayuda estadunidense.
El apoyo a esta política en la conferencia de revisión del tratado de no proliferación nuclear, en mayo de 2010, fue tan fuerte que Washington se vio obligado a aceptarla formalmente, pero con condiciones: la zona no entraría en efecto antes de lograr un arreglo de paz entre Israel y sus vecinos árabes; el programa de armas nucleares de Israel estaría exento de las inspecciones internacionales; y ningún país (entiéndase Estados Unidos) podría ser obligado a proporcionar información sobre las instalaciones y las actividades nucleares israelíes, ni información relativa a transferencias anteriores de tecnología nuclear a Israel.
En la conferencia de 2010 se convocó a una sesión para mayo de 2012, para avanzar en el establecimiento de la zona libre de armas de destrucción masiva en Medio Oriente.
Sin embargo, con toda la alharaca en torno de Irán, hay muy poca atención a esa opción, que sería la forma más constructiva de manejar las amenazas nucleares en la región: para la comunidad internacional, la amenaza de que Irán alcance la capacidad nuclear; para la mayor parte del mundo, la amenaza planteada por el único Estado de la región que tiene armas nucleares y un largo historial de agresiones y la superpotencia que lo patrocina.
No se puede encontrar ninguna mención al hecho de que Estados Unidos y Gran Bretaña tienen una responsabilidad única de dedicar sus esfuerzos a esa meta. Al tratar de darle una tenue cobertura legal a su invasión de Irak, esos países invocaron la resolución 687 de Naciones Unidas (1991), diciendo que Irak la estaba violando por construir armas de destrucción masiva.
Podemos pasar por alto esa declaración, pero no el hecho de que la resolución explícitamente compromete a los países signatarios a establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente.
El libro más reciente de Noam Chomsky es Making the Future: Occupations, Interventions, Empire and Resistance, recopilación de sus artículos para The New York Times Syndicate.
* Chomsky es profesor emérito de Lingüística y Filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts.

Apuntes postsoviéticos
El retorno al Kremlin
Juan Pablo Duch
 
      Todo está preparado para que Vladimir Putin gane los comicios presidenciales de este domingo en Rusia y pueda regresar al Kremlin como jefe de Estado, después de dos periodos presidenciales y cuatro años como primer ministro.
Sus adversarios aseguran que, si estas elecciones fueran limpias, tendría que ir a segunda vuelta con el siguiente candidato más votado. Pero el favorito no quiere riesgos y debe vencer ya en primera vuelta, con más de 50 por ciento de los votos.
No es fácil en ningún país, y menos en Rusia porque, por su tamaño y composición, en realidad la integran varios países que se diferencian por su nivel de desarrollo, acceso a la información, grado de libertades y un largo etcétera.
Las entidades federales no pueden votar igual y ello es lo que, desde las legislativas de diciembre anterior, motiva en Moscú, San Petersburgo y otras grandes ciudades protestas multitudinarias contra el ajuste de resultados.
Es mérito de Natalia Zubarevich, experta en economía política, describir la existencia de cuatro Rusias (diario Vedomosti, 30-12-2011). En su texto, explica que la primera Rusia está formada por Moscú y las otras 11 ciudades con más de un millón de habitantes, tienen una creciente clase media y 35 millones de usuarios de Internet. Con las ciudades de más de medio millón de habitantes alcanzan 30 por ciento de los rusos y son los que rechazan tener un mandatario vitalicio.
En la segunda Rusia reside cerca de 25 por ciento de la población del país en ciudades medianas de hasta 250 mil habitantes, subsisten gracias a las industrias que albergan y se dejan seducir por el discurso oficial. Pero si se produce una nueva crisis política y se desploma su nivel de vida, serían el motor de la mayor protesta contra las autoridades.
La tercera Rusia es un enorme territorio de la periferia con pequeños poblados rurales, que vive del campo y todavía suma cerca de 38 por ciento de los habitantes del país, se extingue poco a poco y está al margen de la política.
El Cáucaso del Norte, la cuarta Rusia, con 7 por ciento de los rusos, está inmersa en la lucha de clanes por el poder y recursos naturales, sufre contradicciones escisionistas, religiosas y étnicas, y depende por completo de los millonarios subsidios del Kremlin.
Este enorme país de las cuatro Rusias votará el domingo para elegir presidente y, según los sondeos oficiales, Putin va a ganar ante la dispersión del voto de sus adversarios.
Cuando murió Leonid Brezhnev, tras estar 17 años al frente de la Unión Soviética, era una caricatura de sí mismo. Ahora, un tercio de los rusos se opone a que Putin gobierne dos periodos presidenciales más para hacer un total de 24 años en el poder.

Economía Moral
Agronegocios y biotecnología amenazan la naturaleza y el campesinado / VI
Excelente número temático de Mundo Siglo XXI sobre la crisis alimentaria
Julio Boltvinik
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naugurando la modalidad de números temáticos con un coordinador externo, la espléndida revista del CIECAS-IPN dedica su número 26 (cuarto y último del 2011) a la crisis alimentaria actual con énfasis en América Latina. La coordinadora del número, Blanca Rubio, investigadora del IISUNAM, quien es una muy destacada especialista en temas agropecuarios y alimentarios, escribe al presentar el número que la crisis alimentaria ha profundizado la grave situación que caracteriza al medio rural latinoamericano en un contexto en el cual el alza en los precios de los bienes agropecuarios y los alimentos básicos tiende a convertirse en un proceso recurrente, dada su cabal imbricación con la crisis capitalista que atraviesa el mundo. Explica así la motivación para armar el número y su contenido: Ante la relevancia del problema para nuestros países, hemos convocado a un grupo de especialistas de alto nivel en América Latina, con el fin de contar con una visión amplia y plural del fenómeno en la región. La estructura del número puede verse de la siguiente manera: tres artículos (de Armando Bartra, Kostas Vergopoulos –KV– y la propia Blanca Rubio, adoptan una visión amplia del problema: mundial los dos primeros y latinoamericana la última. Los restantes seis artículos se refieren a la crisis alimentaria en Centroamérica, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia y México. Como dice Luis Arizmendi, director de la revista, en el editorial, se ofrece al lector algo nuevo en nuestro continente: un balance tridimensional de la crisis y/o la vulnerabilidad alimentaria: a nivel mundial, a nivel latinoamericano y para ciertos países clave de la región. En lo que sigue, me referiré, por falta de espacio, sólo al artículo de KV.
Con su habitual claridad y engañosa sencillez, KV, cuyo artículo se titula La crisis alimenticia: la tierra tiembla, constata que la crisis alimentaria del mundo se ha agravado desde el estallido de la crisis financiera internacional en 2008. Para explicar este hecho empieza recordando que desde hace una década casi la totalidad de los productos agrícolas y alimenticios se encuentran liberados e insertos en el conjunto de instrumentos financieros actuales, como los mercados de futuros, los valores derivados, las bolsas de commodities (mercancías homogéneas como petróleo, metales y granos), y que recientemente los flujos financieros especulativos han irrumpido con fuerza en los alimentos. Las alzas de precios agrícolas resultantes, añade, han provocado revueltas del hambre en varios países (véase en la gráfica la evolución dispar entre el índice de precios general y el de alimentos en México de 1990 a 2012). Pero KV deja en claro desde el principio que hay otras razones, no sólo la especulación, para explicar estas alzas:
¿Cómo no notar que la contaminación ambiental y la erosión creciente de las tierras productivas, el desvío de una parte creciente de la producción agrícola hacia usos no alimenticios, el agotamiento de los acuíferos, la reducción constante de las tierras de riego, el declive de los rendimientos agrícolas, están ocurriendo no sólo en los países en vías de desarrollo, sino también y repetidamente en las regiones desarrolladas del mundo?
Las crisis capitalistas suelen ser crisis de deflación (de precios a la baja), lo cual se constata hoy con las tasas de interés nominales vigentes muy cercanas a cero. En ese contexto es necesario explicar la paradoja alimentaria actual: fuertes alzas de precios de los alimentos en medio de la deflación generalizada. Lo que más baja en las crisis capitalistas, sin embargo, es la rentabilidad del capital. Esta baja, dice KV citando a un historiador de la economía, indujo a los negocios financieros a especular en las nuevas fuentes de ganancia: materias primas agrícolas y alimenticias, campo que había sido minuciosamente preparado para ello en la legislación de Estados Unidos, que permitió el manejo de futuros (y de otros instrumentos financieros como fondos de cobertura o hedge funds) en la materia. KV cita al relator especial de Naciones Unidas para la Alimentación Mundial, quien señala que esta nueva permisividad legislativa y el flujo especulativo consecuente son los principales responsables de la crisis alimentaria mundial. Paradoja de la paradoja: en plena crisis alimentaria, el presupuesto del Programa Mundial de Alimentos (PMA), de Naciones Unidas, se ha venido reduciendo de 6 mil millones de dólares en 2008 a sólo 2 mil millones hoy, dice KV, quien remata diciendo que mientras el hambre crece los medios para combatirla disminuyen. Como lo nota KV los mismos bancos, los mismos hedge funds, los mismos financieros que provocaron la crisis financiera internacional son los que provocan la crisis alimentaria. Cita a la experta alimentaria Ann Berg, que dice: “Vivimos una época terrible: lo más duro para los pobres es que la alimentación está hoy administrada por los ricos como un valor bursátil”.
Otro factor del alza de precios de los alimentos es el desvío de montos crecientes de su producción (15 por ciento de la producción mundial de granos y 30 por ciento de la de Estados Unidos hoy, según el agroeconomista Lester Brown, a quien cita KV) hacia su uso como biocombustibles en automotores, generando una competencia entre las necesidades humanas y las de los automóviles. Las tierras agrícolas se están agotando no tanto por producir más alimentos para la gente, sino por producir más materias primas para los biocombustibles. Estados Unidos es la primera potencia agrícola en la producción de bioetanol, y la segunda es Brasil. Los granos de Estados Unidos usados para obtener etanol (119 millones de toneladas) podrían haber alimentado a 350 millones de personas. Y KV remata con otro dato espeluznante: llenar el tanque de un automóvil con etanol procedente de maíz hubiera podido asegurar la alimentación de una persona durante un año. Esta reconversión hacia biocombustibles está siendo promovida y subsidiada por el gobierno de Estados Unidos. La situación mundial la describe así Lester Brown (citado por KV):
El precio del trigo alcanzó un récord histórico en el Reino Unido, los motines del hambre se propagaron en 2011, Rusia importa cereales para su ganado, la India enfrenta una inflación de los alimentos del 18 por ciento anual, China opta por importar masivamente maíz y trigo, el gobierno mexicano compra maíz para evitar un alza desmedida del precio de la tortilla. El 5 de enero de 2011 la FAO anunció que, durante 2010, el índice de precios de los alimentos había alcanzado un récord.
Narra nuestro autor que, por una parte, Oxfam reconoce que nuestra capacidad de aumentar la producción alimentaria está declinando desde hace por lo menos un decenio y que, por otra parte, los rendimientos agrícolas han caído desde 1990. El agotamiento rápido de la tierra agrícola conlleva a menudo una desertificación creciente y acelerada. Otra vez según Lester Brown, la escasez creciente de los recursos hídricos (cuyo uso agrícola compite con los usos urbanos) podría dar lugar a fuertes déficit de agua de riego en el mundo, en particular en la India, China y en el Medio Oriente. Comenta KV que es precisamente en estas partes del mundo donde las revueltas del hambre cunden ya o se perfilan en el futuro. Nos recuerda (citando al historiador Harold James) que históricamente las alzas brutales y fuertes de los precios de los alimentos han desatado con frecuencia revoluciones sociales que ejemplifica con las tres revoluciones (probablemente) más importantes de la historia: la francesa (1789), la rusa (1917) y la china (1949), sosteniendo que en los tres casos los procesos revolucionarios se iniciaron como pánicos alimentarios. Estos peligros probablemente ya encendieron focos rojos en la CIA y sus equivalentes. Por algo el G-20, cuenta Vergopoulos, se fijó como objetivo prioritario luchar contra la financiarización de los mercados agrícolas.

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