Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 7 de enero de 2013

Nosotros ya no somos los mismos- Peña, Wayne y la seguridad- Ebullición desconcertada

Nosotros ya no somos los mismos
AMLO, como peligro para México, es un fracaso
Ortiz Tejeda
Foto
Imagen de los enfrentamientos del primero de diciembre frente al Palacio de Bellas Artes

Foto Alfredo Domínguez
Ni le busques, esto no puede ser sino una patada de ahogado de Andrés Manuel –me contestó ella– remarcando con el tonito y el ademán mi evidente estupidez –¿Algún dato, información, evidencia? Me atreví a preguntar –¿Te burlas? ¿Cuántos años tiene dedicados a destruir al país, desde los pozos petroleros en Tabasco hasta la fecha? Las pruebas son todos los actos de su vida. Es un demonio lleno de odio y ambición: personas, bienes, instituciones… Siguió y siguió hablando. Tomé nota, di las gracias y seguí mi casera encuesta.
 
No pude, sin embargo, dejar de pensar, ¿de qué está hecho López Obrador que como nadie concita rechazo, aversión, malas vibras y al tiempo convoca a la solidaridad, al compromiso y a la entrega sin taxativas? En EU, desde los años 80 ha venido cobrando fuerza el reconocimiento de una modalidad delictiva a la que se denomina: crimen de odio, es decir, el comportamiento irracional frente a todo lo que, por el sólo hecho de ser diferente, resulta agraviante, por lo mismo, condenable y, ya entrados en el fanatismo galopante, justificadamente destruible. Ese tufillo siento en la permanente campaña anti López Obrador que han llevado a cabo muy localizados estratos sociales. Para estos ultras, AMLO sería responsable de los sucesos de diciembre, aunque ese día primero estuviera en la capilla 4 de los velatorios del ISSSTE, en el papel estelar, por supuesto. Pero en fin, ese es otro tema, por ahora me concreto a decir por qué, desde mi punto de vista, López y su gente nada tuvieron que ver con los aciagos acontecimientos del mes pasado.
 
Tengo razones objetivas y subjetivas. Veamos las primeras. López Obrador, dicen, es terco y obcecado, pero también ladino, astuto, pragmático. ¿Qué ganaría con una algarada por numerosa y aguerrida que fuera? ¡Absolutamente nada! ¿Alguien, con los pies en la tierra supone que la toma de posesión de Peña Nieto era evitable? Como un referente obligado, recuérdense las concentraciones multitudinarias que se congregaron en torno de Cuauhtémoc y el propio Andrés Manuel hace unos años. ¿Hubieran podido tomar Palacio? ¡Por supuesto! Pero, ¿a qué costo y por cuánto tiempo? La gente de bien no sabe cuánto le debe a estos dos demonios rojos, que no cayeron en la tentación del poder a cualquier precio. ¡Como peligros para México, resultaron un fracaso!
 
Esto en lo absoluto quiere decir que los ciudadanos inconformes deban simplemente callar y obedecer. Por el contrario, deben hablar y mucho, evaluar, planear, diseñar y organizar la desobediencia, la rebeldía, pero jamás caer en el voluntarismo y los wishful thinkins. Esto, por irracional, es obviamente reaccionario.
 
Hoy por hoy, el proyecto central de AMLO es tener, por fin, un partido político propio. Una Morena pa’mi solito, fue el deseo 12 veces repetido con las uvas del 24 y tres más en su cartita a los Reyes Magos del día de ayer. ¿Alguien puede suponer que por unas horas de exaltación y protesta, sin resultados prácticos ningunos, arriesgaría años enteros de incesante trabajo político a ras de suelo? ¿Valía la pena en la antesala de la institucionalización de Morena, darle motivos a la jauría mediática para la anatematización temprana del nonato partido de la izquierda sin tribus? López Obrador tendrá la lengua mocha, pero no el cerebro.
 
Las razones subjetivas son más claras aún. ¿Recuerdan algunas litografías o pinturas de las viejas guerras, donde en medio de la vanguardia de soldados con sable o carabina a bayoneta calada, que cargaban contra el enemigo iba, a pie o caballo, un soldado que no llevaba más armas que la bandera del regimiento y las mentadas que tuviera tiempo de lanzar antes de inaugurar la expresión ser carne de cañón? A ver, adivinen: ¿quien reclamaría ese puesto para él solito? Yo no veo a AMLO en el War room, diseñando asonadas o planeando la subversión desde lejecitos. Nomás faltaba. Desde Tabasco y por años, Andrés no suelta su rol: puede ser de protagonista o antagonista, pero figurante, jamás. Ergo: se dicta auto de libertad por falta de méritos, que no de ganas, al ciudadano López Obrador.
 
La profesora Gordillo es inocente. Bueno, afirmación tan abstracta resulta un despropósito. Acoto: la profesora Gordillo, desde mi modestísima opinión, es inocente de los disturbios de que estamos hablando. Razones: no come lumbre. No suele subirse al ring sin guantes (los propios) cargados; si el réferi no es su yerno; los jueces, sus ex esposos, y el que toca la campana su nieto/diputado. La señora no pelea con el Estado, por fallido que le parezca, ni con el gobierno, ni siquiera con los presidentes, a los que, a la manera de Saint Exupery, al paso del tiempo, domestica. En los procesos electorales ella es la gran daikaiju (godzillasaurus), pero en estos menesteres no le va a disputar su puesto al reputado filmmaker don Genaro García Luna. Además, la señora Gordillo sabe que su decapitación le redituaría al presidente más altos dividendos en su proceso de reconocimiento y legitimación, que el logro inmediato de media Reforma Educativa, ¿para qué, entonces, provocar el menor sospechosismo que pudiera desatar la ira del Olimpo? ¿Qué tal si el secretario Videgaray declara que Hacienda no va a seguir siendo ya la oficina de recaudación de cuotas de ningún sindicato y el director del SAT, sin que venga a cuento, hace referencia a como ante la inutilidad de Eliot Ness y sus Intocables, tuvieron que ser los agentes del tesoro estadunidense, los que sometieran a la justicia al maestro Alphonse Gabriel Capone? No, la profesora Gordillo (por esta vez, repito), es también, como Gian María Volonte, una Ciudadana libre de toda sospecha (Italia, 1970, dirección Elio Petri. Óscar mejor película extranjera).
 
La exoneración de Miguel Ángel Mancera se da con licencia de todo trámite: el primero de diciembre era tan sólo (en expresión que es de la autoría de López Portillo) presunto jefe de Gobierno. Si acaso alguito que le pudiera reclamar, sería no haber estado más al pendiente, pero luego piensa uno que los últimos días de poder son sagrados y eso lo disculpa de inmediato: pues que tal que don Marcelo se pone quisquilloso y le recuerda que esos cinco días todavía son suyos. Mejor no arriesgarse a un descolón. Pobre Miguel Ángel, él, al que ni tiempo le dieron de argumentar como el clásico: ¿Y yo por qué?, es ahora al que le toca darle nombre y apellido a los halcones que, dice La Jornada (antier 5 y ayer 6), ya casi, casi, han sido identificados, pues cuentan con sus apodos. Sugerencias: 1.- Convocar a los diversos destacamentos de las fuerzas del orden: agentes, madrinas, supernumerarios, meritorios, soplones a concentraciones en las explanadas correspondientes. Se rinden honores a la Enseña Patria, se pasa lista de presentes y luego por los altavoces el secretario Rodríguez Almeida nombra a los elementos que se han hecho acreedores a un pago extraordinario por servicios especiales. Para hacer más cálido el evento, los nombra por sus amistosos apodos (el muégano, el suavecito, el pabluchis) y les pide se coloquen frente al presídium. Cómo proceder luego, rebasa mis incipientes conocimientos teóricos. 2.- Solicítesele una urgente asesoría al gobierno de Coahuila. Saltillo es la capital de los apodos, alias, sobrenombres. Los hay figurativos, abstractos, surrealistas, hiperrealistas, aunque también simplones y, no pocas veces, crueles. De esto pienso platicar más adelante, ahora tan sólo adelanto: ¿A quien le podrían llamar la Jaqueca, la Lija, la Mostaza, el Punto y coma, el Mira santos, el Niño antiguo, la Basca, la Sal de uvas, la Guajolota, el Quequi, la Clorofila? En verdad, denle a los saltillenses un apodo y ellos les responden no únicamente con el nombre del sujeto, sino con su ADN, la fecha de la circuncisión, y la presencia, o no, de la escherichia coli en el intestino de los indiciados.
 
Me da gusto, igualmente, saber que después del interrogatorio al que fueron sometidos por los ministerios públicos, los anarquistas resultaron inocentes: ¿Entonces usted es de la banda de Proudhon? (1809/65) le preguntaron al joven yucateco llamado Artículo 123 Menéndez –En lo absoluto. A mí, la neta, las rolas que me siguen cimbrando son las de los Molotov, contestó el sospechoso. –¿Y que me dice de Bakunin? –Ese güey si está maciso y, además… La crónica completa del interrogatorio, al igual que el análisis de responsabilidades que se les atribuyen a Ebrard, Calderón y Mondragón y Kalb, al señor García Luna y al propio presidente Peña Nieto se substanciarán la próxima semana.
Peña, Wayne y la seguridad
Carlos Fazio
A cinco semanas de la entronización cívico-militar de Enrique Peña como administrador de los intereses de los poderes fácticos y el capital transnacional, el arranque de la nueva era del Partido Revolucionario Institucional (PRI) arroja pocos datos duros. A escala práctica, lo más visible en la transición ha sido el protagonismo del embajador de Estados Unidos, Anthony Wayne, con eje en la agenda de seguridad y la contrarreforma energética. También algunos ajustes retóricos en el discurso oficial de turno, dirigidos a promover la amnesia histórica y la destrucción de la memoria, y la reaparición de los halcones como grupo de choque del Estado, combinada con el uso de las balas de goma por los fusileros de Manuel Mondragón y Ángel Osorio Chong, con la complicidad de Marcelo Ebrard.
 
En el plano simbólico, destaca el hecho de que en el momento de su entronización en el Congreso, fue el general comandante de estado mayor quien le acomodó la banda presidencial a Peña y no un representante de la soberanía popular. Aunque en rigor, como ocurrió hace seis años en Los Pinos, la ceremonia de transmisión del mando se dio al filo de la medianoche en Palacio Nacional, cuando en un singular evento protocolario Felipe Calderón entregó la bandera a su sucesor, y Peña procedió a tomar protesta a los nuevos responsables de las fuerzas armadas y del gabinete de seguridad nacional, en una ceremonia más militar que civil, homosintonizada a través de la cadena monopólica mediática privado-estatal.

Envueltos en la vieja iconografía priísta, ambos actos y escenarios fueron decorados, iluminados, concebidos y configurados como acontecimientos litúrgico-mediáticos para las cámaras de la televisión. Salvo algunas pequeñas escaramuzas de legisladores de oposición, en el recinto de San Lázaro la operación guarura funcionó. A su vez, el blindaje mediático de Estado copó las estaciones de radio y televisión. Con intermitencia, debajo de las pantallas aparecieron dos cintillos: el arranque y nueva era. Lo cual remite al conocido análisis de Walter Benjamin en el epílogo de su pequeño ensayo La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica, sobre la estetización de la política y lo que eso significa: el arranque de una nueva era de violencia extrema.

Escribió Benjamin: Todos los esfuerzos por un esteticismo político culminan en un solo punto. Dicho punto es la guerra. Profético, Benjamin escribió ese texto en 1935, en pleno ascenso del nazismo. El acontecimiento mediático de la entronización de Peña, culminada a coro con el mexicanos al grito de guerra, fue un verdadero ejemplo de una estetización superlativa de la política y anuncio de otro sexenio de liturgia kitsch exacerbada. Es decir, como en el calderonismo, de violencia, miedo y terror, siempre culminando en una invocación a guerra y más guerra.

Los ajustes para la nueva guerra de Peña contra el pueblo están en curso. Subordinado a la agenda de seguridad de Washington –como garantía para la imposición de la contrarreforma energética: la privatización de Pemex, con el petróleo y el gas shale como las frutas maduras a enajenar por Luis Videgaray y Pedro Joaquín Coldwell–, Peña ha sido empujado a adoptar algunos cambios de forma para que todo siga igual. Bajo el monitoreo in situ del embajador Wayne y de Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, el equipo de seguridad del nuevo régimen ha ido tomando contacto directo con sus contrapartes en Washington y con los elementos de las agencias de inteligencia, policial y militar estadunidenses que operan en el territorio mexicano.
 
Los encuentros de Wayne y Napolitano con los secretarios Miguel Ángel Osorio Chong, Emilio Chuayffet y Luis Videgaray, de Gobernación, Educación y Hacienda respectivamente, y con el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, y el encargado de despacho de la Secretaría de Seguridad Pública federal, Manuel Mondragón, en el marco de la Declaración sobre la administración de la frontera en el siglo XXI (mecanismo ejecutivo bilateral suscrito por los presidentes Calderón y Barack Obama en mayo de 2010), junto con las filtraciones sobre la designación del ex procurador Eduardo Medina Mora como próximo embajador en Washington, formaron parte de los amarres para la continuidad de la agenda de seguridad en su nueva fase.
 
Precedidas del breve encuentro Peña/Obama en Washington el 27 de noviembre –cuando el jefe de la Casa Blanca propuso el tuteo como forma de relación a su homólogo mexicano: El primer punto de la agenda es que tú me llames Barack y yo te llamaré Enrique–, las asimétricas conversaciones de poder de Napolitano y Wayne con los funcionarios mexicanos deben de haber versado sobre el nuevo giro de la Iniciativa Mérida, el aterrizaje de la Gendarmería Nacional, el uso y aplicación de la Plataforma México, la formación de una supersecretaría de Gobernación (que coordinará todos los centros de inteligencia civil), y la necesidad de introducir cambios retóricos en el discurso del nuevo régimen en relación con el eje seguridad-educación-derechos humanos, elementos que han aparecido ya en el discurso de Peña.
 
El enfoque policiaco en el gasto de la Secretaría de Gobernación, que en 2013 destinará 76 por ciento de sus recursos a tareas de seguridad nacional y pública, y donde destaca una partida de mil 500 millones de pesos para la creación de una Gendarmería Nacional, es tal vez lo más significativo del arranque de la nueva era del PRI. Aunque en principio, la construcción de una policía de élite, con disciplina militar, capacitación de alto nivel y elevados sistemas de control y confiabilidad, y formada por 10 mil elementos del Ejército y la Marina, es un remedo de la Policía Federal del calderonismo, cuerpo al que sustituye la nueva Gendarmería y que quedará relegado ahora, previa su reorganización, a misiones especiales.
Ebullición desconcertada
Gustavo Esteva
Estamos hirviendo. Cunden la indignación y el descontento, cuando no la frustración y hasta la desesperación, lo mismo que las iniciativas y las movilizaciones. Estamos en ebullición, pero desconcertados: confundidos y sin acuerdo, sin concertación.
 
No somos sólo nosotros. En medio de una de las peores crisis de la historia, al fin de un ciclo y quizás de una era, el desencanto con instituciones, gobiernos y políticas dominantes es cada vez más general. Sus respuestas insensatas ante la movilización popular que se extiende siguen agravando la crisis y ampliando la brecha entre los de arriba y los de abajo.

En este contexto, las iniciativas que los zapatistas están tomando podrían resultar aún más importantes que la del 1º de enero de 1994. Fue entonces un despertar nacional y mundial. Ellos fueron los primeros en decir ¡basta! a la marejada mortal del neoliberalismo, como lo reconocen todos los movimientos antisistémicos surgidos tras ese llamado. En México cambiaron la correlación política de fuerzas y echaron a perder los planes autoritarios de Salinas.

Al decirles que no estaban solos, empero, la señora sociedad civil les dijo entonces que no quería más violencia y les exigió probar una vaga vía institucional. Los zapatistas obedecieron. No sólo se convirtieron en campeones de la no violencia activa e hicieron de la palabra y la organización sus principales herramientas de lucha. También se comprometieron seriamente con el diálogo y el trato con las instituciones.

Pasó lo que pasó. Tanto el gobierno federal, en sucesivas administraciones, como los poderes Legislativo y Judicial, los gobiernos locales y todos los partidos políticos traicionaron palabra y compromiso y aislaron, descalificaron y atacaron continuamente a los zapatistas y al zapatismo.

Contra viento y marea, negados por los medios y las clases políticas, sistemáticamente agredidos por grupos paramilitares o políticos lo mismo que por las policías, los zapatistas consolidaron y profundizaron su construcción autónoma. Demuestran hoy que la alternativa no institucional de izquierda que impulsaron es ya una realidad, un camino viable y eficaz para la acción política. Como resistencia organizada, pone límites a la ofensiva de arriba. Como empeño radical, socava las bases de existencia del sistema opresor y avanza en la reorganización de la sociedad desde abajo.

Millones de personas, en México y en el mundo, cruzarán los puentes que empiezan a tender los zapatistas para concertar la acción. Han aprendido, con ellos, que para resistir el horror que ha caído sobre nosotros no basta decir no, rechazando radicalmente políticas y acciones de arriba que nos lastiman y despojan. Necesitamos además la construcción autónoma que da sentido al empeño, toma la forma de la nueva sociedad y en la propia lucha prefigura el resultado. Y necesitamos hacer todo esto juntos, en concierto. Debemos escucharnos y hacernos oír, componer entre todos una sinfonía concertante.
 
Los zapatistas muestran conciencia clara de las dificultades que enfrentarán y los riesgos que correrán. No se arredran por ello. Conocen bien la pobre condición humana de quienes encabezan las instituciones. Saben que el famoso pacto de los partidos o los compromisos de Peña con los indígenas que mencionó el secretario de Gobernación no son sino nuevas amenazas: retroceden al indigenismo de incorporación y empacan como desarrollo los despojos que planean. Saben también que quienes no pueden pensar ni actuar fuera del marco convencional y se niegan a reconocer que el problema está en los propios aparatos de la opresión, no sólo en sus operadores, seguirán concentrando la energía en nuevas fantasías sobre 2018. Pero no tratan a éstos como enemigos ni ignoran a aquéllos.
 
Se realizan ya intentos tramposos de reducir las iniciativas zapatistas a la cuestión indígena. Es sin duda necesario reactivar el Congreso Nacional Indígena y mantener el dedo en la llaga del incumplimiento de los acuerdos de San Andrés, pero no al precio de negar el alcance de las actuales iniciativas zapatistas, que desafían el estado de cosas dominante y plantean, desde la sabiduría indígena, un camino de transformación que incluye por igual a indígenas y no indígenas.
 
Por todo esto, cientos de participantes en el tercer Seminario Internacional de Reflexión y Análisis, organizado del 30 de diciembre al 2 de enero por el Cideci y la Universidad de la Tierra en Chiapas, junto a miles que lo siguieron en línea, celebraron con ánimo renovado un aniversario más del levantamiento del EZLN. La presencia entusiasta y lúcida de colectivos, organizaciones y movimientos de una docena de países sirvió para mostrar la relevancia de las iniciativas zapatistas más allá de nuestras fronteras y para empezar la paciente y serena labor de concertación de nuestras dignas rabias.

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