Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 22 de julio de 2013

American Curios- La implosión de Detroit- Francisco en Brasil: la hora de la verdad

American Curios
¿Libertad de prensa?
David Brooks
Foto
Durante su primera conferencia de prensa como presidente, Obama responde una pregunta de la periodista Helen Thomas. La veterana e incisiva comunicadora, de 92 años, falleció el sábado
Foto Reuters
 
La prensa libre es un principio fundamental de la democracia estadunidense. O así se repite aquí. Para Thomas Jefferson, la prensa era el cuarto poder, tan esencial como las otras tres ramas del gobierno (ejecutivo, legislativo y judicial) para una democracia funcional. Nuestra libertad depende de la libertad de la prensa y ésta no puede ser limitada sin que se pierda.
 
En la Primera Enmienda, escribió el juez Hugo Black, de la Suprema Corte, en el famoso fallo sobre la libertad de prensa en el caso de los Papeles del Pentágono, se estipula que la prensa libre requiere protección para cumplir su papel esencial en nuestra democracia. La prensa es para servir a los gobernados, no a los gobernantes. El poder del gobierno para censurarla fue abolido para que la prensa permaneciera siempre libre para censurar al gobierno. La prensa fue protegida para que pudiera desnudar los secretos del gobierno e informar al pueblo.
 
Pero ahora hay un asalto de la cúpula política contra los reporteros y sus fuentes que buscan cumplir esa misión. Algunos afirman que el periodismo de investigación en temas de seguridad nacional está bajo un ataque sin precedente por el gobierno de Barack Obama. Señalan que este gobierno ha más que duplicado el número de casos criminales basados la Ley de Espionaje por filtraciones de información clasificada a medios y al público que todos los gobiernos anteriores combinados desde 1917 (había tres, ahora son siete con Obama). Todos filtraron información con el objetivo de informar al público lo que ellos consideraban acciones corruptas, ilegales o de abuso en el aparato de seguridad nacional. Ninguno operó como espía de otro poder o interés ni buscó enriquecerse con las divulgaciones.
 
Los casos de mayor perfil público son los del ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional Edward Snowden, quien filtró documentación a The Guardian y el Washington Post que revelaba la existencia de programas secretos masivos de vigilancia de comunicaciones de millones de ciudadanos estadunidenses y de varios países (incluyendo México y Brasil) y del soldado Bradley Manning, cuya filtración –la más grande en la historia– de cientos de miles de documentos oficiales del Departamento de Estado y del Pentágono a Wikileaks, publicados por varios periódicos del mundo (incluyendo La Jornada), podría costarle una condena a cadena perpetua, al acercarse la conclusión de su consejo de guerra.
 
La decisión del gobierno de Obama de aplicar las acusaciones máximas contra Manning tiene –obviamente– la intención de disuadir a otro Manning en el futuro (no funcionó. En medio del consejo de guerra, Snowden, inspirado en parte por Manning, hizo sus revelaciones devastadoras). La semana pasada la juez Denise Lind se negó a retirar el cargo más severo: ayudar al enemigo, algo que defensores de la libertad de prensa condenaron no sólo porque lo consideraron injusto. “El fallo sienta un precedente escalofriante: filtrar documentos clasificados a periódicos puede, por sí solo, ser legalmente suficiente para constituir el delito de ‘ayudar al enemigo’”, escribió Yochai Benkler, profesor de leyes de la Universidad Harvard, en The Guardian. “El argumento de la fiscalía (aceptado por la juez) es que filtrar materiales a la prensa, la fuente de esos materiales clasificados, es ‘comunicar con el enemigo’ indirectamente”, agregó.
 
Al mismo tiempo, la semana pasada el gobierno de Obama logró triunfar en otro caso sobre filtraciones, cuando un tribunal federal de apelaciones declaró, en favor de su argumento, que la Primera Enmienda (libertad de expresión) de la Constitución no protege a reporteros de tener que revelar sus fuentes de filtraciones de información oficiales en casos criminales. El fallo implica que James Risen, reportero de The New York Times, ahora está obligado a declarar en el juicio de un ex funcionario de la CIA acusado de divulgar información clasificada. Risen ha dicho que apelará de la decisión y que no revelará sus fuentes, aun si ello implica su encarcelamiento.
 
Éste es un día oscuro para la libertad de prensa en Estados Unidos. Esta decisión no sólo es un golpe contra todos los periodistas de seguridad nacional, sino contra el público en general, cuyo derecho a saber seguramente sufrirá por esto, escribió Trevor Timm, director ejecutivo de la fundación Freedom of the Press, organización clave en las luchas contemporáneas sobre la libertad de prensa.
 
Todo esto dejó en duda los esfuerzos del gobierno de Obama por reparar sus relaciones con los medios con el anuncio, del Departamento de Justicia, la semana pasada, de nuevas normas, que limitan la autorización de obtener información de reporteros sobre sus fuentes. Esto fue resultado del escándalo provocado con la revelación de que el gobierno de Obama había espiado los registros de llamadas de reporteros de la Ap y su intento de obtener una orden judicial para conseguir los correos electrónicos de un reportero de Fox News que realiza investigaciones sobre filtraciones.
 
No son los únicos casos de lo que muchos consideran un intento de silenciar a denunciantes y reporteros que difunden sus denuncias. Son momentos de definición en un país cuyo gobierno no duda en criticar a otros, como fue el caso esta ultima semana. Rusia y Venezuela fueron criticados por la Casa Blanca por la represión a la libertad de expresión en sus países, por lo mismo que hace aquí.
 
Se extrañará a la gran periodista veterana Helen Thomas, quien murió la semana pasada, después de más de 60 años cubriendo la Casa Blanca, en los que incomodó a 10 presidentes con sus preguntas impertinentes. Ella comentó en una entrevista: Respeto la oficina de la presidencia, pero nunca rindo culto a los altares de nuestros servidores públicos. Ellos nos deben la verdad.
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La implosión de Detroit

León Bendesky
La ciudad de Detroit se fundó en 1701. Durante el siglo XX su desarrollo se ligó con la expansión de la industria automotriz. También su posterior decadencia. Esta se ha extendido durante 40 años. En 1950 su población llegó a 1.8 millones de personas y en la última década se redujo apenas a poco más de 700 mil; desde 2000 perdió una cuarta parte de los habitantes, en un claro signo de una fuerte declinación del sector industrial.
 
El pasado 19 de julio la ciudad se declaró en quiebra al no poder seguir pagando sus voluminosas deudas, que ascienden a 18 mil millones de dólares. Esta es la quiebra más grande de una ciudad en Estados Unidos, seguida por Jefferson County, en Alabama, en 2011, con deudas por 4.2 mil millones y una población de 659 mil personas.

La confrontación legal con tenedores de bonos, pensionados y otros acreedores está abierta. La gente padece una gran incertidumbre pues no sabe si habrá servicios municipales o si deberán cambiar su residencia. Actualmente la ciudad cuenta con sólo 36 centavos para cubrir cada dólar de deuda.

La mayor parte de la deuda, casi la mitad, son obligaciones no fondeadas de planes de pensiones y de costos de salud para retirados. Para advertir el conflicto, nótese que se ha propuesto rebajar 90 por ciento estos pasivos con el consecuente costo político y social que acarrearía.

Hay diferencias legales entre una quiebra empresarial como la de General Motors, la más grande del lugar, y una ciudad, pero al final hay que pagar las deudas de alguna manera. Una de las preguntas que se hacen es si, como en el caso de GM que intervino el gobierno federal en 2009 con un esquema de salvamento, haría algo similar con la ciudad.

No hay evidencia de que así sea. Nadie justifica una acción como esa y el argumento predominante son las décadas de mala administración fiscal de los gobiernos municipales. Es curioso (¿será?) que en el caso de los bancos más grandes se aplica el criterio de riesgo sistémico y el Tesoro y la Reserva Federal intervienen para rescatarlos. Pero en una ciudad ese motivo no existe. Y se exime el riesgo moral que provocaría con otras ciudades endeudadas. Como si ese no fuese precisamente el caso de los grandes bancos.

Incluso hay reportes de que los acreedores le han echado el ojo a la importante colección del Instituto de Arte de Detroit, que es propiedad de la ciudad. Este asunto no es trivial. Este esquema de propiedad no es común en otros grandes museos y representa un buen ejemplo de lo que es un bien público y la necesidad de preservarlo como tal. Está considerado entre los diez principales museos enciclopédicos de Estados Unidos.
 
El fiscal general del estado ha dicho: ¿Si se pudiesen vender los hospitales y las universidades de Detroit también lo haríamos? Si se hacen ese tipo de cosas se estaría básicamente proponiendo cancelar la continuidad de la ciudad como una entidad. Pero, como van las cosas estos días, ese no es un escenario imposible.
 
La industria automotriz cayó en fuerte desventaja desde los años de 1970 en términos de productividad y con una fuerte carga de costos laborales, ante la competencia de empresas japonesas –Honda, Nissan y Toyota– y alemanas como BMW. Esa brecha se fue ensanchando hasta 2008 y hoy, con la caída de la demanda por la crisis financiera, es difícil la consolidación.
 
En las imágenes de la ciudad pueden verse grandes áreas abandonadas y destruidas, una muestra de cómo se puede pasar del auge urbano a una honda crisis social y una situación espectral.
 
El auge no fue sólo industrial; en Detroit se creó una de las empresas que dieron un paso firme en la integración racial mediante la música. Se trata de Motown, creada por Berry Gordy Jr en 1959 y que sigue siendo hoy un referente cultural. Parte de esta historia, tanto de la implosión de Detroit como la de Motown, se puede ver en la película Buscando a Sugar Man que trata de ese extraño personaje que es el músico Sixto Rodríguez.
 
La industria automotriz sigue siendo parte integral de la economía de Detroit. Su debilitamiento tuvo que ver con los altos costos y con la producción en otros países, por ejemplo México. Aquí esa actividad es la que mayores exportaciones industriales genera en un comercio intrafirma con GM, Ford y Chrysler.
 
Pero la industria en Estados Unidos, incluyendo la automotriz, está ya en un proceso de restructuración que incluye volver a producir localmente y ahí tiene un lugar Detroit y su crisis. Esto puede modificar las condiciones en México y de modo significativo.
 
El caso de Detroit evidencia que el proceso urbano está estrechamente asociado con la estructura productiva y sus rápidas modificaciones en la era global y de libre comercio. Se trata, además, de la dimensión espacial del crecimiento económico y su correlato está en varias partes del territorio mexicano
 
La distancia entre Detroit y el Distrito Federal es de 3 mil 745 kilómetros, un poco menos a Silao; 3 mil 33 a Chihuahua, 2 mil 499 a Saltillo y 2 mil 914 a Hermosillo. Pero la distancia económica y financiera es mucho menor; los cambios en la organización de la industria automotriz son estratégicos para Estados Unidos y pueden ser rápidos y obligar a ajustes productivos, financieros, poblacionales y territoriales muy relevantes para México.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Francisco en Brasil: la hora de la verdad


Hoy, en Río de Janeiro, el papa Francisco inicia un viaje de siete días por su América Latina natal, en lo que constituye su primera gira fuera de Roma desde que fue nombrado pontífice, en marzo pasado, en remplazo de Benedicto XVI, quien abdicó. La circunstancia ha generado grandes expectativas, pues representa la oportunidad perfecta para que Francisco presente de manera integral su perspectiva sobre el futuro de la Iglesia católica. Más concretamente, se espera que el ex arzobispo de Buenos Aires dé a conocer los lineamientos generales de un viraje de obvia necesidad en las actitudes tradicionales del Vaticano ante numerosos temas.
 
Hasta ahora, el Papa apenas ha esbozado algunos deslindes con respecto a las posturas de Roma ante un mundo profundamente desigual, injusto y corrupto; ante las luchas de emancipación de pueblos, mujeres y minorías, y ante las convicciones de libertad y secularidad de las sociedades contemporáneas. Particularmente claro ha sido el mensaje de Jorge Mario Bergoglio contra la frivolidad y el lujo habituales en las altas esferas del catolicismo y su prédica de austeridad. Asimismo, el actual pontífice ha señalado la improcedencia moral de tolerar la miseria y las inequidades características del modelo neoliberal imperante, hasta el punto de llamar a tales fenómenos las heridas actuales de Jesús.

Una consideración ineludible es que, de seguir por ese rumbo de pensamiento, Francisco terminaría, más temprano que tarde, por confluir con la Teología de la Liberación, ferozmente perseguida por sus dos predecesores inmediatos en el trono de Pedro –Juan Pablo II y Benedicto XVI–, lo que marcaría un viraje histórico en el seno de la Iglesia en materia de pastoral social.

También parece probable que el Papa formule un mensaje realmente eucuménico que permita superar las confrontaciones causadas con otros cultos, cristianos y no cristianos, por Joseph Ratzinger, quien, al igual que su antecesor Karol Wojtyla, tenía un pensamiento integrista y casi medieval, y veía en el catolicismo romano la única vía legítima de salvación.
 
Mucho menos claras son las posibilidades de que Francisco sea capaz de asumir actitudes modernas ante la causa de las mujeres, para quienes la Iglesia católica representa una doble opresión: para las religiosas, obligadas a permanecer en un segundo plano y vetadas para ejercer los cargos más rasos –empezando por el sacerdocio–, y para las laicas, para quienes la ortodoxia vaticana ha pretendido perpetuar la opresión y la supeditación a los hombres, y para quienes constituye un factor de imposiciones ideológicas, sociales, afectivas y sexuales. En el mismo sentido cabe dudar de que el pontífice argentino logre superar las inveteradas misoginia y homofobia que caracterizan al pensamiento católico.
 
Es claro, sin embargo, que, ante la persistente pérdida de feligresías, la dirigencia del catolicismo mundial necesita desesperadamente de un rencuentro con América Latina y con los sectores más desprotegidos –principales bastiones geográfico y social de esa religión– y con los desarrollos civilizatorios de la vida contemporánea, como los avances culturales, sociales y legales en materia de género y derechos reproductivos y sexuales. Francisco es, sin duda, el pontífice mejor situado, en muchas décadas, para operar ese rencuentro, pero nada garantiza que lo logre. Ha de considerarse que los sectores más reaccionarios y corruptos del Vaticano y de las jerarquías eclesiáticas ejercen brutales presiones sobre el Papa para impedir que éste logre imprimir a la institución que encabeza una actitud favorable para los deseos y necesidades espirituales de millones de católicos. Por eso, los escenarios de Brasil serán el sitio y la hora de la verdad para el primer pontífice latinoamericano.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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