Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 8 de julio de 2013

American Curios- Snowden: asilo y crisis diplomática- Snowden y la cloaca cibernética orwelliana

American Curios
Estado crítico
David Brooks
Foto
Barack Obama, presidente de Estados Unidos, en uno de los jardines de la Casa Blanca. La relección del mandatario el año pasado fue decidida por el 0.1 por ciento de la población
Foto Ap
 
Unos 33 mil ricos –0.1 de la población nacional– compraron las elecciones nacionales de Estados Unidos el año pasado, mientras los ingresos de los ejecutivos empresariales se incrementaron aún más en 2012; un banco trasnacional que lavó fondos en este país para narcotraficantes y mafiosos fue, en esencia, perdonado a cambio de un poco de lana; todo esto mientras un sector secreto del gobierno espió, sin permiso de nadie, a la mayoría de ésta y otras poblaciones. Para colmo, a la vez que se ofrecen discursos en el extranjero sobre el apego al derecho internacional, la defensa de los derechos humanos y la democracia, en los hechos hay demasiadas contradicciones como para que las palabras tan elocuentes tengan credibilidad.
 
Todo esto tendría que estar en cualquier lista de síntomas para diagnosticar si una democracia se encuentra en estado crítico.
 
Según la Fundación Sunlight, 31 mil 385 personas –una décima parte del uno por ciento de la población de Estados Unidos– aportaron casi 30 por ciento de los 6 mil millones de dólares en contribuciones a las elecciones federales en 2012 (presidenciales y legislativas). O sea, este grupo, muy exclusivo, que ni siquiera llenaría un estadio de futbol y está compuesto por gente que, según Sunlight, tiene poco en común con el estadunidense promedio, ya que proviene de las ciudades más grandes y trabaja en las empresas más poderosas, como Goldman Sachs y Microsoft, determinó en gran medida el resultado del ejercicio en el que, se supone, el pueblo es el jugador principal. La contribución media de los integrantes de ese club de donantes fue de 26 mil 584 dólares, poco más de 50 por ciento del ingreso medio de una familia estadunidense. Ningún legislador del Congreso ganó su elección sin la asistencia financiera de ese grupo elite de donantes.
 
Hablando del uno por ciento, a pesar de un crecimiento económico anémico, con millones batallando contra el desempleo y la pérdida masiva de sus ahorros desde la gran recesión, los 200 ejecutivos en jefe en las empresas más grandes recibieron un incremento de 16 por ciento en su remuneración total en 2012 –con el paquete de pago ejecutivo medio llegando a 15.1 millones de dólares, reportó el New York Times. Lawrence Ellison, fundador y ejecutivo en jefe de Oracle, ocupa el lugar número uno, con un pago total por sus servicios de 96.2 millones de dólares. Para ellos, la palabra crisis no existe.
 
Según cálculos del Instituto de Política Económica, la remuneración para ejecutivos en jefe durante 2012 fue 202.3 veces más que lo que gana un trabajador típico, nivel mucho más alto que en los años 60, en los cuales los ejecutivos percibían como máximo 18.3 veces más que un trabajador típico. No sorprende que la distribución del ingreso en este país esté así: el 10 por ciento más rico obtiene 48 por ciento, mientras el 90 por ciento restante comparte el 52 por ciento del ingreso total.
 
Mientras tanto, el gigantesco banco trasnacional HSBC logró resolver su problema legal pagando 1.92 mil millones de dólares a las autoridades, sin tener que enfrentar cargos criminales por haber lavado miles de millones en fondos provenientes del narcotráfico en México y Colombia, y negocios de país bajo sanciones económicas por posibles actividades terroristas. Si uno es integrante del uno por ciento, la justicia no es igual para todos.
 
En el ámbito internacional, Washington continúa amenazando a países latinoamericanos para que no permitan el tránsito o sean destino del fugitivo Edward Snowden, acusado de ser espía por haber revelado secretos de que Estados Unidos podría estar violando los derechos de millones de ciudadanos y espiando poblaciones de cualquier otro país, al parecer, que se le antoje. Mientras Washington intenta enfocar la atención sobre Snowden, el asunto más grave es lo que el fugitivo reveló: un aparato masivo de vigilancia y espionaje a ciudadanos aquí y todas partes del mundo, y con ello engaños y falsedades por los más altos funcionarios ante representantes del pueblo sobre todo esto. Lo que vemos aquí, una vez más, es una corriente autoritaria en la vida política estadunidense, en la cual los oficiales políticos más poderosos no pueden cometer delitos y hacer maldades. Los únicos delitos políticos provienen de los que revelan y agresivamente desafían a esos funcionarios, escribe Glenn Greenwald, columnista de The Guardian, quien publicó las revelaciones iniciales de Snowden.
 
A la vez, con la gran preocupación por la democracia en el mundo, el Wall Street Journal, en su editorial sobre la crisis política en Egipto, concluyó que los egipcios tendrían suerte si sus nuevos generales gobernantes resultaran estar en el molde de Augusto Pinochet, de Chile, quien tomó el poder entre el caos, pero contrató a reformistas de mercado libre y asistió el parto de una transición a la democracia. O sea, ¿la recomendación de uno de los medios nacionales más importantes en este país democrático son 17 años de dictadura, junto con tortura, desapariciones y asesinatos de miles?
 
Éstos son sólo algunos de los más recientes indicadores de la condición democrática de Estados Unidos; mucho de ello no sorprende a estas alturas. Lo que no deja de sorprender es, por ahora, la falta de una reacción masiva de la ciudadanía estadunidense al ver su democracia en un estado tan deteriorado.
 
 
Sin embargo, hay señales de vida: migrantes luchan por justicia económica y social en todos los rincones del país (continuando la tradición estadunidense de más de un siglo); miles de ciudadanas y una legisladora en Texas batallan por el derecho al aborto ante un bastión del poder conservador; un coro de millones canta, junto con Bruce Springsteen, versos furiosos ante injusticias sociales; un artista, con la ayuda de la comunidad, crea un monumento a Antonio Gramsci en uno de los barrios más pobres del país: el South Bronx.
 
 
Los pueblos de repente sorprenden, como se ha demostrado en estos últimos días en diversos países, a sus vigilantes.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
EU ROPA-Hernández
Snowden: asilo y crisis diplomática


Incluso antes de que la solicitud de asilo presentada por Edward Snowden al gobierno de Nicaragua fuera difundida ayer en varios medios de ese país centroamericano, su presidente, Daniel Ortega, había señalado ya que con todo gusto recibiría al ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) si las circunstancias lo permiten. Similares pronunciamientos han sido formulados en días recientes por los gobiernos de Bolivia, en voz de su presidente, Evo Morales, y de Venezuela, por medio de su canciller, Elías Jaua.
 
En contraste, legisladores demócratas y republicanos del Congreso estadunidense advirtieron ayer mismo que cualquier país que acepte dar asilo político a Snowden se pondría en contra de Estados Unidos.

Lo que en principio debiera ser un mero trámite de aplicación del derecho internacional –particularmente, de las convenciones de Viena y de Caracas– puede convertirse, a juzgar por el tono amenazante empleado en días recientes por algunos integrantes del Capitolio y por la Casa Blanca, en un nuevo episodio de tensiones diplomáticas entre Estados Unidos y los países mencionados, de por sí distanciados a consecuencia del giro soberanista experimentado por los segundos en los últimos años y el proverbial espíritu injerencista, tanto en lo político como en lo económico, de la superpotencia.

Tal perspectiva ocurriría con el telón de fondo de una política internacional de suyo enrarecida, luego del maltrato de que fue objeto Evo Morales por los gobiernos de Francia, España, Portugal e Italia, los cuales negaron el ingreso del avión presidencial boliviano a sus respectivos espacios aéreos ante el rumor de que transportaba a Edward Snowden, lo que ha configurado una crisis diplomática entre buena parte de los gobiernos latinoamericanos y el viejo continente.
 
Con el referente inmediato de lo que ocurre con Julian Assange, quien está refugiado desde hace más de un año en la embajada de Ecuador en Reino Unido a la espera de un salvoconducto para poder viajar al país andino, y así fuera sólo con el propósito de evitar un nuevo e innecesario ciclo de hostilidad entre Washington y los regímenes progresistas de América Latina, sería deseable que el gobierno estadunidense se abstuviera de obstaculizar la salida de Snowden de la capital rusa y su llegada al país en el que finalmente decida asilarse. Es igualmente deseable que la clase política de Washington modere la belicosidad mostrada en las últimas horas y entienda que el eventual otorgamiento de asilo político a Snowden por Managua, Caracas, La Paz o algún otro gobierno no constituye una acción hostil hacia Washington, sino una decisión soberana y un cumplimiento de los tratados internacionales aplicables que deben ser respetados.
 
Por último, es claro que en estas condiciones la suerte de Snowden, como ocurre con Assange, depende en buena medida del grado en que la opinión pública internacional sea capaz de valorar las aportaciones de ambos a la causa de la transparencia en el mundo y se manifieste, en consecuencia, por el cese de la criminalización y el hostigamiento en contra de ellos y en contra del soldado Bradley Manning. En lo inmediato, sería deseable que ello se traduzca en un respaldo internacional pleno –particularmente del conjunto de países latinoamericanos, incluido México– a la determinación de cualquier gobierno de la región de asilar a Snowden en su territorio.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Snowden y la cloaca cibernética orwelliana

Carlos Fazio
Infieles, bomba, ántrax… Es muy posible que al escribir estas palabras haya activado algunas claves del software de Windows, y que, a partir del acuerdo que desde 2007 tiene Microsoft con la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, por sus siglas en inglés), algún inquisidor burócrata dedicado al fisgoneo y la recolección de datos en el complejo aparato policial y de espionaje mundial masivo de la administración Obama me haya clasificado como una amenaza para la seguridad de la superpotencia y, como advirtió Edward Snowden, literalmente esté observando cómo formulo mis ideas mientras tecleo esta nota.
 
Desde el pasado 6 de junio, cuando los diarios The Guardian y The Washington Post develaron que la NSA y otras agencias de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos tienen acceso directo a contenidos de usuarios de redes sociales y programas de los sistemas de Google, Facebook, Apple, Microsoft, Yahoo!, AOL, Skype, YouTube y PalTalk, fue surgiendo un alud de información y filtraciones sobre lo que muchos sabían y la mayoría sospechaba. De lo revelado por Snowden a ambos periódicos, lo novedoso fue el nombre PRISMA del programa ultrasecreto de la Agencia de Seguridad Nacional (especializada en espionaje electrónico y vigilancia de servicios de comunicación, y vinculada al Cibercomando del Pentágono establecido en 2009, que dirige el general Keith Alexander, también jefe de la NSA), su alcance planetario y la fecha de inicio: 2007.

Poco a poco fueron saliendo a la luz pública datos que comprueban la complicidad colusiva entre la Casa Blanca y los poderes Legislativo y Judicial a espaldas de la ciudadanía estadunidense, así como los acuerdos secretos ciberorwellianos entre el gobierno de Barack Obama y su aparato militar y de seguridad con los servidores de los nueve grandes proveedores de Internet, lo que a partir de sofisticados proyectos no identificados ( The New York Times develó que algunas empresas cooperan con los programas de vigilancia del gobierno y accedieron a desarrollar medios técnicos más eficientes para compartir los datos personales de los usuarios extranjeros), permiten al Gran Hermano registrar los nombres, direcciones, fotografías, audios, videos, historial de comunicaciones y archivos completos de mensajes electrónicos de millones de personas en el orbe.

PRISMA es un programa relativamente menor de un esfuerzo mucho más amplio de recopilación de información electrónica, que incluye satélites, submarinos, drones y al avión experimental X-37. La propia NSA fue autorizada por el gobierno de George W. Bush a conectarse de manera furtiva con los cables de fibra óptica que entran y salen de Estados Unidos, y sin autorización de orden judicial alguna viene monitoreando las conversaciones telefónicas privadas de los estadunidenses, sus correos electrónicos, conferencias por video, chats, blogs, páginas de Internet y transacciones bancarias.

En marzo, The Wall Street Journal reportó que el gobierno estaba promoviendo un proyecto de ley que ampliaría el acceso de los servicios de inteligencia a los datos bancarios de los ciudadanos en caso de amenaza a la seguridad nacional. Según un documento del Departamento del Tesoro, la Red de Combate al Crimen Financiero (Fincen, en inglés), podría obligar a las compañías a informar sobre clientes sospechosos de lavado de dinero.
 
En abril pasado, el juez Roger Vinson, del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, exigió a la compañía telefónica Verizon entregar a la NSA datos diarios de los registros de llamadas entre Estados Unidos y el exterior, incluyendo conexiones locales de millones de personas, sin tener en cuenta si han cometido algún delito. Decenas de reporteros y editores de la agencia noticiosa Associated Press (Ap) y la cadena FoxNews fueron espiados, en flagrante violación a la libertad crítica de la prensa protegida por la Constitución.
 
Se supo que además de Verizon, la Agencia de Seguridad Nacional tiene acceso a los registros de llamadas de las otras dos mayores compañías telefónicas de Estados Unidos, AT&T y Sprint. Según The Wall Street Journal, AT&T cuenta con 103.7 millones de usuarios de móvil y 31.2 millones de clientes con líneas fijas; Verizon tiene 98.9 millones de clientes de móvil y 22.2 de fijo y Sprint 55 millones de clientes en total. El rotativo consignó además que la NSA ha establecido relaciones similares con compañías proveedoras de tarjetas de crédito.
 
La actual maquinaria proto-orwelliana de vigilancia neototalitaria global tiene su génesis en la Agencia de Proyectos de Investigaciones Avanzadas de Defensa (DARPA), progenitora de Internet, y a partir del abuso criminal de la tecnología, viene a configurar lo que John Pilger describe como una forma moderna de fascismo.
 
Todo lo anterior se suma a los nexos que la NSA, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Oficina Federal de Investigación (FBI) tienen con firmas israelíes ligadas al Mossad, como Verint y Narus (hoy subsidiaria de Boeing), y del complejo tecnoindustrial cibernético de Virginia –Blackwater digital, lo bautizó el ex director de la NSA, Michael Hayden− como Booz Allen Hamilton, la empresa para la que trabajó Snowden, hoy controlada por el Grupo Carlyle, y viene a configurar el panóptico anticipado por Jeremy Bentham en el siglo XVIII y descrito por Foucault en Vigilar y castigar (1975).
 
La militarización del ciberespacio por el Pentágono alude a un campo en disputa donde actúan las élites mercantilistas, políticas y militares mundiales, pero donde también están presentes redes y proyectos que resisten al capitalismo y proponen proyectos liberadores, y varios gobiernos agrupados en Unasur, como los de Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro. México no escapa a esa lógica. Sólo que Enrique Peña milita en las filas de los mandatarios dependientes y serviles de Washington, amén de que estaría aplicando aquí el software spyware contra periodistas y activistas.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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