Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 20 de julio de 2013

Apuntes postsoviéticos- La izquierda mundial y los disturbios en Egipto- El misterioso precio del limón

Apuntes postsoviéticos
Inconfesable colaboración
Juan Pablo Duch
 
Los servicios de seguridad de las antiguas repúblicas soviéticas, como es sabido, tienen el mismo origen: el KGB, siglas en ruso del todopoderoso y desaparecido Comité de Seguridad del Estado, lo cual propicia una inconfesable colaboración entre ellos, a excepción de los países que se distanciaron de Rusia.
Esta ayuda se da entre la otrora metrópoli encarnada por Rusia y la periferia eslava y centroasiática, en primer término. No se trata, en este caso, de intercambiar información confidencial para afrontar los desafíos comunes o de realizar algún operativo conjunto.
Es una acción encubierta mucho más delicada y sucede, ante la mirada connivente del país anfitrión, al margen de la ley. Nunca es reconocida de modo oficial, pero se practica cada vez más.
Se trata del secuestro de opositores por comandos de los servicios de seguridad en territorio de otros países, lo que conlleva –según reciente denuncia de Amnistía Internacional– tratos vejatorios y tortura en su país de origen.
Ningún político que haya huido por no estar de acuerdo con los gobernantes autoritarios de Asia central, sobre todo de Uzbekistán y Tayikistán, puede sentirse protegido en Rusia, incluso si hubiera obtenido asilo.
Un buen día, más bien malo, puede desaparecer en cualquier calle de Moscú u otras ciudades rusas y no regresar jamás a su vivienda. Meses después alguien lo verá en alguna cárcel uzbeka o tayika, condenado a largas penas por delitos no cometidos, arrancada la confesión mediante tortura.
Por lo común, el servicio de seguridad del país donde se efectúa el secuestro, aquí en Rusia el FSB (Servicio Federal de Seguridad), presta todo el apoyo logístico y deja que los otros hagan el trabajo sucio.
Los secuestros en territorio ruso por comandos extranjeros son una violación a la soberanía del país, pero las autoridades fingen no ver nada porque, de acuerdo con el pacto de los servicios de seguridad, el FSB hace lo mismo en los países vecinos respecto a opositores rusos que ahí se refugian.
Lo confirma el secuestro en Kiev, la capital de Ucrania, de Leonid Razvozhayev, militante del Frente de Izquierda y secretario del diputado Ilia Ponomariov, que había escapado al país colindante, tras ser exhibido por televisión, con un video de dudosa procedencia, como organizador de disturbios masivos en Moscú, financiados supuestamente con dinero foráneo.
Un comando del FSB subió por la fuerza a un vehículo a Razvozhayev, junto a la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, donde tenía pensado pedir protección. Días después la procuraduría rusa lo presentó en Moscú y dijo que se entregó voluntariamente.
Razvozhayev, en prisión preventiva, en espera de varios juicios por negarse a incriminar a Ponomariov, al comparecer ante los medios alcanzó a gritar que lo secuestraron y torturaron.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

La izquierda mundial y los disturbios en Egipto
Immanuel Wallerstein
El mismo título de este comentario entraña una pregunta. ¿Quién o qué es la izquierda? Hay poco acuerdo al respecto. Utilizaré el término de tal modo que incluya a cualquier grupo que reivindique ser parte de la izquierda o al menos de la centroizquierda. Es, por supuesto, un grupo amplio. Y, en consecuencia, hay muy poco acuerdo en el grupo en cuanto a quiénes apoyar, moral o políticamente, en la enorme ola de disturbios que ha sacudido a Egipto y que condujo al derrocamiento de Mohamed Mursi como presidente de Egipto por parte de las fuerzas armadas egipcias.
 
Conforme leo las declaraciones y explicaciones de los varios grupos de la izquierda que está fuera de Egipto creo que es una cuestión de prioridades: ¿quién o qué constituye el mayor peligro en el mediano plazo? Pienso que discierno tres posiciones básicas.

Hay quienes piensan que los islamitas de cualquier variedad representan la amenaza fundamental. Por supuesto, hay muchas, diferentes, clases de islamitas. Las tres principales variedades entre los musulmanes sunitas son la Hermandad Musulmana, los wahabitas/salafistas y quienes se agrupan bajo el membrete de Al Qaeda. Estos tres repudian a los otros dos, y eso explica muchas de las alianzas que emergen en cualquier país que cuente con una sustancial población musulmana.

Para aquellos que en la izquierda tienen como prioridad mantener lejos del poder político a los islamitas, los llamados islamitas moderados, son simplemente islamitas más astutos que persiguen los mismos objetivos de largo plazo: contar con estados gobernados por la sharia. Por tanto, estas personas están listas para hacer alianzas con cualquiera que combata a los islamitas.

Hay un segundo grupo que ve los ejércitos como el enemigo primoridal. Consideran que los ejércitos son fuerzas muy conservadoras y represivas, que mantienen puntos de vista políticos y económicos reaccionarios, y que con frecuencia tienen intereses económicos directos que los hacen mantener políticas económicas neoliberales. Reconocen que algunas veces los ejércitos parecen respaldar a las fuerzas populares y algunas veces emprenden políticas opuestas a las de Estados Unidos o a las de los poderes de Europa occidental.

Pero su punto de vista en torno a estas opiniones moderadas de las fuerzas armadas es paralelo al punto de vista de los anti-islamitas. Perciben la moderación o el populismo por los ejércitos como simple cobertura para sus objetivos reaccionarios de largo plazo.
 
Y luego están quienes perciben que la principal amenaza es Estados Unidos (y en correlación los poderes ex coloniales de Europa occidental). Consideran que los ejércitos y los islamitas simplemente juegan el juego que les asignó Estados Unidos. Por tanto, desde su punto de vista, debe ser apoyado cualquier grupo que activamente se oponga a cualquier cosa que piense qué quiere Estados Unidos. De hecho, de nuevo hay una versión dura. Algunas personas piensan que aun los jóvenes radicales que encabezan levantamientos están manipulados por Estados Unidos. Para este grupo, Estados Unidos es, todavía, todopoderoso.
 
Por supuesto habrá algunos, inclusive muchos, que argumentarán que todas éstas son falsas opciones. Uno puede, y debería, simultáneamente estar contra los islamitas, los ejércitos y Estados Unidos. Pero en la práctica hay con frecuencia momentos en que se deben elegir las prioridades. Así que la cuestión sigue siendo total.
 
Este debate acerca del enemigo prioritario es, en gran medida, lo que explica la debilidad relativa de las fuerzas de izquierda en estas luchas. Están divididas en su análisis. Por tanto, están divididas en sus objetivos de corto plazo e inclusive en sus objetivos de mediano plazo. Y, peor aún, muchos individuos y grupos de izquierda parecen estar concientes de esto, lo que los conduce a un pesimismo reptante y a una retirada reptante de la política militante.
La alternativa a tal auto-deshabilitación de la izquierda es involucrarnos en un debate de camaradas, más abierto, al interior de la izquierda. Y esto sólo puede ocurrir si la izquierda se da cuenta de que la derecha mundial representa un panorama tan enorme de fuerzas y análisis como la izquierda mundial. De nuevo digo que este debate de camaradas debe ocurrir dentro del marco de la transición de un sistema capitalista a algo más que aún debe determinarse. Si la izquierda pierde la batalla más grande deberá, primero que nada, culparse a sí misma.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
FUENTE: LA JORNADA OPINION

El misterioso precio del limón
Ilán Semo
El 20 de junio, la agencia de noticias Bloomberg, un sistema de información dedicado a las finanzas mundiales, publicó un detallado reportaje que llevaba el (nada) extraño título de: Porqué el fin del ataque de los carteles de la droga contra el limón es un triunfo de Carstens. El lead de la nota contenía, en rigor, la clave del extraño correlato entre los narcos, los limones y el encargado de velar por el buen funcionamiento de la economía nacional: El Ejército Mexicano está apoyando al gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, en su lucha para estabilizar la inflación. La historia es como sigue.
 
Desde 2011, año en que los poderes locales del es­tado de Michoacán cambiaron de mano, los carteles del crimen organizado empezaron a extender sus dominios al control de las cosechas y la comercialización de los prósperos cultivos de limón y aguacate en el fértil territorio donde habitan los pobladores de La Ruana, Bellavista y Tepalcatepec. En un breve lapso, lograron establecer quién, cuánto y cuándo sembraba qué cultivo en la región y, sobre todo, el pago de onerosas cuotas para entregar las cosechas a los transportistas.

Los pagos por derecho de aduana para comercializar los frutos pronto se reflejaron en los precios al consumidor. Si el limón y el aguacate llegaron a costar (durante ¡dos años!) cuatro o cinco veces más de su valor habitual, esto no se debió al cambio de las condiciones climáticas ni a las demandas de la exportación –que son explicaciones en las que incluso las amas de casa creen en la actualidad–, sino simplemente al aumento del costo producido por la extorsión a los agricultores. Las cientos de denuncias enviadas al gobierno de Felipe Calderón por los vecinos de La Ruana fueron inútiles, como también lo fueron las que enviaron al gobierno de Peña Nieto en los primeros meses de su gestión.

A partir de febrero, los pobladores de las tres lo­ca­lidades comenzaron a reunirse en asambleas públicas para formar cuerpos de policías comunitarios que los protegieran frente a la extorsión. Se desató la gue­rra. Siguieron los enfrentamientos y los muertos. El go­bierno federal reaccionó hasta fines de mayo, enviando tropas y logrando algo que parecía imposible desde 2007 (cuando se iniciaron las primeras incursiones militares en Michoacán): despejó las carreteras, al pa­recer pactó con Los Templarios y otros grupos y, súbitamente, el precio del limón se redujo a sus niveles normales.

¿Qué fue lo que obligó al gobierno federal a adoptar las medidas que bien podía haber emprendido dos años antes?

La aparición de los policías comunitarios fue el pri­mer aviso de que la ominosa conjunción entre la indiferencia federal, la complicidad del gobierno local y la voracidad de los carteles había empezado a perder su poder. Pero lo que provocó la reacción oficial, según el reportaje de Bloomberg, no fueron los muertos, ni las extorsiones ni los secuestros que mantenían en zozobra a la población local, sino el aumento de los dígitos de la inflación. Según esos cálculos, el precio del limón –que se consume masivamente en el país– contribuye en 0.17% al costo general de la canasta básica. Los expertos en Estados Unidos que velan por la estabilidad de la economía mexicana, llegaron a la conclusión de que, sumados, los precios acumulados de alimentos de la canasta básica, propiciados por las extorsiones en todo el país, podían afectar hasta en 1% o 1.5% a los dígitos del inflación (que calculan entre 4.5% y 5% en total). Los telegramas empezaron a acumularse en las oficinas de Hacienda y el Banco de México, y entonces sí, la Secretaría de Gobernación, encargada por Peña Nieto, decidió actuar de inmediato.
 
Hay un ingrediente de portentosa perversión en los paralajes que definen en la actualidad a las prácticas de gobierno. Al parecer, la única razón que ha logrado afectar realmente a los cuerpos tecnocráticos es la sensibilidad de los dígitos: el estado de las aguas gélidas del mercado. Las vidas, los muertos, la emigración forzada, el abandono, la destrucción son una suerte de capital desechable.
 
La pregunta es qué hará esta misma tecnocracia cuando el mercado muestre que puede poner perfectamente a su servicio al crimen organizado. Empresarios y empresas canadienses han estado contratando desde hace varios años a sicarios para contener las protestas en contra de las condiciones precarias bajo las que trabajan. Varios activistas sociales ya han sido asesinados. Todo esto se sabía desde hace dos años, hasta que finalmente las denuncias llegaron al Senado. ¿Cuál fue la reacción del gobierno federal? ¡Solicitar una entrevista a la embajada canadiense! Uno piensa de inmediato: ¿es una broma? No. No es broma. Algo así como: para contener la inflación, incluso el Ejército es bueno. Pero nada que ahuyente a la inversión y los inversionistas. Por más que sean empresarios delincuentes. Finalmente, son empresarios.
 
El dilema actual de las sociedad mexicana es que, como alguna vez lo auguró Benjamin para el siglo XX, el estado de excepción se ha convertido en el estado permanente. Sólo que ahora no se requiere de líderes carismáticos ni órdenes fascistas para imponerlo. Es la lógica del mercado la que puede legitimarlo de manera despreocupada. Y por supuesto, el cuerpo que vela por que permanezca como la razón de ser de todo lo que nos hace modernos: la tecnocracia.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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