Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 9 de julio de 2013

Astillero- Democracia enferma- El Chapo Guzmán ¿es una piedra miliar?- ¿Elección familiar?

Astillero
Acatar pactos
Beltrones, ¿reticente?
Ábaco: bolita por bolita
Julio Hernández López
Foto
CONFERENCIA DE PRENSA. La secretaria general del PAN, Cecilia Romero, se refirió en la sede nacional de su partido a los resultados de la jornada electoral realizada el pasado domingo. Acompaña a la dirigente partidista Juan Molinar Horcasitas
Foto Luis Humberto González
 
La intervención oficiosa de Enrique Peña Nieto para tratar de frenar los débiles indicios de verdadero conflicto posterior a los comicios reveló el carácter pactado (en lo inmediato) y pactista (a mediano y largo plazos) del reparto del pastel dominical.
 
No le corresponde al Poder Ejecutivo pretender que no se recorran, incluso al extremo, los caminos legales establecidos para la impugnación de procesos electorales, pero aun así el detentador actual de la silla presidencial se aventuró a establecer, con toda la resonancia mediática que le acompaña, la obviedad legal de que partidos y candidatos deberían ‘‘acatar’’ los ‘‘resultados’’ (aún preliminares, es decir, indicativos pero no definitivos, incluso bajo impugnación por errores originales, como en el PREP de Baja California, y sujetos a eventuales cambios en sus posteriores fases de valoración y consolidación).
 
Tan pragmática exhortación a aceptar la realidad tal como quedó asentada en precarias actas polémicas significa una convalidación del cochinero (salpicado de sangre en varios lugares, influenciado por cárteles de delincuencia oficial y extraoficial, dominado por el uso del dinero y la fuerza) que se vivió este domingo y que fue denunciado con insistencia por los líderes de los principales partidos presuntamente opositores, PAN y PRD, aunque luego tales arrebatos presuntamente justicieros fueran rediseñándose conforme Los Pinos iba cumpliendo ofertas previas de cesión de plazas tácticamente necesarias para esos líderes urgidos de presentar cuentas aceptables a sus asambleas de accionistas para que les mantengan en el puesto y puedan así seguir cumpliendo con encargos pactistas (como el de la reforma energética, en primer lugar) que son pagados con rebanadas de poder, empleos y otros privilegios, en un círculo vicioso de tripartidismo amafiado que pretende sostenerse a lo largo de un sexenio que todos los involucrados en ese Pacto contra México esperan les sea muy redituable.
 
La irrupción de EPN en un foro electoral resbaladizo pareciera tener dedicatoria a las apariencias de reticencia interna que el grupo de Manlio Fabio Beltrones Rivera ha esbozado en relación con el refrendo de la licencia para que el panismo siga ejerciendo el poder en Baja California (expedida por Carlos Salinas de Gortari en 1989, como parte de la ‘‘legitimación de facto’’ que el PAN dio al priísta, y ahora ratificada a cambio de que el mismo partido de blanco y azul legitime los planes de Peña Nieto a nombre del Pacto por México).
 
A pesar de que en 2010 el PRI había obtenido ‘‘carro completo’’ en las elecciones de presidentes municipales y diputados locales, debido a las pésimas administraciones realizadas por los panistas, ahora (como en 1989, con la candidata priísta a gobernadora, Margarita Ortega) todo se conjugó desde el poder central para que no tuviera continuidad esa racha triunfal. Hoy, conforme a los rebatidos números preliminares, el beltronismo habría sido engañado y derrotado, el hankismo local habría sido salvado de una derrota negociada y premiado con la preservación de su dominio en Tijuana, la facción de Gustavo Madero habría sido pertrechada con este triunfo vital para sostenerse frente al calderonismo desesperado, y el propio Peña Nieto habría conseguido su objetivo central y casi único en este episodio, como es la restitución del tambaleante pacto tantas veces mencionado.
 
El propio Beltrones emitió el domingo de su infortunio bajacaliforniano dos tuits reveladores: ‘‘No se gana en negociaciones lo que no se gana en las urnas. Los pactos son para acordar lo mejor para el país, no para negociar elecciones’’ y ‘‘Las elecciones son de demócratas. El chantaje no puede ser un instrumento de los partidos políticos’’. No se necesita un curso de adivinación para encontrar al destinatario de esos mensajes. Sólo Peña Nieto podría estar en la hipótesis del chantaje y la negociación a cuenta de su pacto tan útil y querido. Al siguiente día, el propio candidato, Fernando Castro Trenti, se negó a ‘‘acatar los resultados’’, denunció irregularidades en el programa de resultados preliminares y demandó un conteo boleta por boleta (una variante tricolor de las demandas opositoras en 2006), con ábacos como instrumentos confiables en lugar de la computación fallida.
 
Pero también podría ser, como el propio Madero lo advirtió en alguna entrevista periodística del día, que el asomo peñista en demanda de ‘‘acatar los resultados’’ fueran ‘‘valores entendidos’’ con el priísmo nacional (César Camacho, incapaz de respirar profundo si no se lo ordenan o permiten expresamente desde Los Pinos, convertido en feroz combatiente) y con el propio Castro Trenti y Beltrones, pieza clave éste en el proceso político que vendrá con la propuesta de reforma energética, de tal manera que a EPN muy bien le caería aparentar apoyo al panismo (poco ducho como es Gustavo Madero, ayer mismo exhortó al PRI a hacerle caso a Peña Nieto, como si el ocupante de Los Pinos estuviese actuando expresamente a favor del chihuahuense y sus intereses inmediatos) mientras pasa la tormenta de la reforma energética y dejar para posterior litigio la gubernatura.
 
El otro punto rojo del mapa generalizado de abusos y manipulaciones está en Veracruz. Mucho debe haberse esforzado el gobernador Javier Duarte de Ochoa para colocarse a la cabeza de los acusados de villanía electoral durante una jornada tan cargada de incidentes violentos y pillería política. A pesar de que en una primera entrega el PRI se declaró amplísimo triunfador, el PAN, con Miguel Ángel Yunes y familia remolcando, impugnará cuanto le sea posible. Así como en BC el PREP está en el centro de las impugnaciones priístas, en Veracruz lo es para los panistas pues, al estilo de los viejos tiempos reinstalados, se cayó ese sistema.
 
Y, mientras va quedando claro el nuevo panorama político regional derivado de estas elecciones que pretenden sentar bases para un proyecto tripartidista de largo plazo, ¡hasta mañana, con otra vuelta al pasado sombrío, ahora en el INAH, con el retorno de Teresa Franco a la dirección general!
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Democracia enferma


Es desolador el saldo de la primera jornada electoral realizada tras el retorno del PRI a la Presidencia: una abstención mayoritaria que contrasta con la participación de los comicios presidenciales de julio del año pasado –excepcional por abultada–, prácticas irregulares y tal vez delictivas al por mayor, episodios de violencia, mínima disposición de partidos y candidatos a acatar resultados e incapacidad de los organismos electorales para presentar resultados convincentes. Pareciera que, tras el fracaso de 2012 en generar consenso y aceptación en torno a los triunfos registrados por institutos y proclamados por tribunales electorales, la mayoría del electorado optó por ausentarse de las urnas y dejar que los votos duros decidieran la contienda.
 
Otro hecho a consignar es la escasez de contrastes entre los programas y las propuestas presentados por las distintas siglas y sus respectivos aspirantes, en lo que constituye una distorsión del sentido de la democracia, que consiste en la opción real de la sociedad de escoger entre proyectos de gobierno diferenciados y representativos de las diversas corrientes ideológicas. Una vez más, las consignas forjadas no en el debate político sino en la manufactura mercadológica sustituyeron a las visiones de comunidad, de sociedad y de país, y la propaganda política siguió su deslizamiento hacia la publicidad comercial.

Un fenómeno particularmente preocupante es la persistencia en la conformación de alianzas electorales entre formaciones que, según sus principios declarados, resultan incompatibles. El caso más claro es la coalición formada por Acción Nacional, el Partido de la Revolución Democrática y Nueva Alianza en Baja California: sólo desde el más crudo pragmatismo pudo pasarse por encima de las diferencias entre una organización que representa a la reacción histórica, otra que se reclama fuerza principal de las izquierdas y la tercera, surgida del control corporativo ejercido hasta hace unos meses por el cacicazgo de Elba Esther Gordillo –ahora presa y sujeta a proceso por presuntas operaciones con recursos de procedencia ilícita– y sin más propuesta que acumular votos para canjearlos por prebendas.

Esclarecedor de las distorsiones democráticas es el hecho de que, al margen de tendencias avaladas por las autoridades electorales y de los mismos resultados oficiales, el llamado Pacto por México y sus afiliaciones o eventuales defecciones se hayan convertido en objeto de negociación y de presión en los procesos comiciales. El valor simbólico que el gobierno federal depositó en esa fabricación –ajena a la institucionalidad legal y lesiva a las formas e instancias republicanas establecidas por la Constitución– terminó por dar un inesperado poder de chantaje a los opositores que hicieron de lado esa condición e ignoraron el mandato de sus electores para respaldar pretendidas políticas de Estado que se reducen, en realidad, al programa de reformas neoliberales que propugna la presidencia de Enrique Peña Nieto.
 
En tal circunstancia no hay lugar para rasgarse las vestiduras por las muestras de incivilidad ocurridas antes, durante y después de la jornada comicial, pues conforman, a fin de cuentas, el reflejo amplificado del creciente cinismo de la clase política en su conjunto, para la cual las formas democráticas no parecen tener más objetivos que el reparto de cargos y posiciones de poder y el tránsito de sus integrantes de una a otra oficina pública y de un cargo de elección a otro.
 
Los comicios del domingo fueron, en suma, expresión de una democracia enferma de insustancialidad, sumida en una crisis de representación y divorciada de un electorado que no encontró en las campañas un repaso serio de los problemas nacionales fundamentales: la desigualdad, la pobreza, la marginación, el desempleo, la creciente dependencia en el frente externo, la crisis de los sistemas públicos de salud y educación, la corrupción inveterada, la inseguridad y la violencia, los acuciantes desequilibrios ambientales, entre otros.
 
El panorama es alarmante porque fuera de las procedimientos democráticos el país no dispone de mecanismos válidos y viables para resolver sus diferencias y avanzar en la solución a sus problemas. Por si no hubiera bastado con dos elecciones presidenciales impugnadas e inconvincentes en forma consecutiva, lo ocurrido debiera ser suficiente para comprender que se requiere, más que de una reforma, de una refundación política e institucional.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Retrocesos-Rocha

El Chapo Guzmán ¿es una piedra miliar?

Jorge Carrillo Olea
El 9 de julio se cumplieron 20 años de la aprehensión de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. Cómo ha evolucionado esa subcultura de la que él es un símbolo, el narcotráfico. Lo titulamos así convencionalmente porque de siempre así se le llamó. Por años fue sólo eso. A la producción nacional de opio y mariguana se les llamaba genéricamente gomeros y amapoleros. Estas eran actividades ilegales pero socialmente poco menos que legítimas en las zonas de producción.
 
Hoy ese delito o conjunto de delitos se ha expandido a varios más, algunos cometidos en un alto nivel socioeconómico y con alta tecnología, como el lavado de dinero. Este manojo de delitos se ha propagado geográficamente a casi 70 por ciento del territorio nacional, transformando profundamente los espacios infestados. Contamina la política, corrompe a la sociedad, deforma la economía y tiene altísimos efectos sobre nuestro prestigio y relaciones internacionales.

Sobre nuestra sociedad hay certeza de su efecto al avanzar como lo está haciendo con lamentable efectividad sobre la criminalización social, reclutando a individuos, grupos y comunidades hacia actividades que ya no son sólo el tan alegado narcotráfico, sino que con el pujante convencimiento del dinero fácil, ahora son vigorosos actores sociales de la delincuencia. Además del narcotráfico, son el secuestro, extorsión y robo los delitos que más azotan a la sociedad con autores que ayer eran respetables ciudadanos y aun adolescentes.

De 20 años a estas fechas, esta subcultura, el escenario delincuencial ha cambiado terriblemente en su expresión geográfica, política, económica y social. De sólo haber fuertes cárteles como Juárez, Sinaloa o Tijuana, los otros, el del Golfo, Nueva Generación, Caballeros Templarios, Familia Michoacana, Zetas y Matazetas, etcétera, sencillamente no existían. Consecuente con ese cambio, la PGR ha aceptado que ahora concurren 89 organizaciones.1

Los efectos de esa expansión han sido los de la creación de una vida social radicalmente distinta con todas sus interacciones, a la cual será muy difícil revertir, como es el reto. Esta es la nueva cultura que diabólicamente se fortalece con el atrayente del dinero fácil, la pésima educación, una base en expansión de desempleo y la consecuente pobreza. Para más, adosarse a tal cultura se gratifica con espejismos hedonistas, que tienen como subproducto el desprecio por la ley y por la solidaridad social.
 
Un cambio en las formas de vida, consecuencia del abandono de patrones sensatos antes vigentes, ha trastocado no sólo a las conductas sociales, sino que está demostrando que el Estado en su conjunto, principalmente sus leyes e instituciones y su sociedad no han tenido la actualización atinada, amplia y oportuna que hubiera sido deseable.
 
Es cierto que el mundo entero se transforma, pero esto no es una novedad ni un paliativo. Para México, y es su realidad, es su aferramiento a dogmas ya rechazados por otras sociedades, conjuntamente con la pasividad para su examen y concurrente innovación lo que nos tiene en jaque. ¡México está en riesgo, se nos hizo tarde!
 
Esta reflexión debería asumir expresiones que son imposibles de describir en un breve texto, pero que personalizándose en los dos grandes actores, sociedad y gobierno, se podría adjudicar que a la primera le correspondería aceptar su conservadurismo acrítico, su insolidaridad mutual y al segundo reconocer abiertamente su ineficiencia, corrupción e impunidad.
 
Falta a una y a otro considerar las abundantes reflexiones sobre esas distintas materias ya hechas por instituciones y conocedores acrisolados. Alejarse un poco de lo cotidiano para levantar la vista de manera eficaz y lograr una prospectiva y sus caminos, que es la única forma de concebir las megatendencias de la política, sociedad y economía. El presente es el eje de la vida. Pero si vivimos sólo el presente seguiremos estrangulados por una visión miope y seremos seres incompletos y atropellados por los acontecimientos. Así la hemos pasado.
 
Qué vulgar suena referir al Chapo como punto de referencia existencial. No, no es él ni su muy relativa importancia. Es lo que él y su coyuntura crudamente representan. Es el momento en que el país debió haber reconocido que hubiera habido que enfrentar algo de potencia letal para sus más altos intereses. No se advirtió la profundidad del mensaje, poco se hizo.
 
Qué vulgar parece identificar nuestras grandes expectativas con un criminal y sus momentos. No sería tan vulgar si desde entonces hubiéramos sabido vislumbrar aquello de lo que él es un símbolo, aquello que se quiera o no, por hoy vino a transformar nuestro perfil. Lo que él simboliza es digno de ser descrito por López Velarde. ¡Así!
1 Contralínea, 2/6/13.
hienca@prodigy.net.mx
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Oposición pactada-Fisgón
¿Elección familiar?

Pedro Miguel
El abstencionismo alcanzó sus niveles habituales; los sistemas de cómputo se cayeron o se callaron; proliferaron las inmundicias y las raterías, mayormente las perpetradas por el partido en el gobierno; los actos violentos y los atropellos al pie de la urna fueron la culminación de cosas más graves ocurridas antes de la jornada electoral; por ejemplo, homicidios de, y atentados contra, candidatos y activistas. Fue una elección características de los tiempos priístas: por ejemplo, las que tenían lugar en los sexenios de Echeverría, López Portillo o De la Madrid.
 
Pero las apariencias engañan. En aquellos tiempos el Estado mexicano no había sido desmantelado, o apenas empezaba a serlo, y para bien o para mal aquel modelo de dominación y control era, además, un modelo de desarrollo, tenía mecanismos de redistribución de la riqueza, de bienestar y de movilidad social, contaba con un margen de autonomía en las decisiones y poseía uno que otro instrumento de participación política, así fueran instrumentos corporativos y verticalistas.

Hoy el autoritarismo violento está de vuelta, pero se trata de una cuestión de formas. El régimen carece de un pacto social; su hoja de ruta se limita a un plan de negocios que, para colmo, es impresentable y debe ser cuidadosamente maquillado: en lo inmediato consiste en asegurar el abasto energético estadunidense y transferir una parte sustancial de la renta petrolera a las trasnacionales energéticas; para cubrir el déficit que semejante operación provocaría en las finanzas públicas tiene previsto incrementar los impuestos a las clases medias, los asalariados y los miserables, que son los causantes seguros, sea por vía del impuesto sobre la renta, por medio del IVA o por ambos. Como con esa oferta de gobierno simplemente no es posible ganar elecciones –ni siquiera con el recurso al músculo propagandístico de los medios oficialistas– se tergiversa y se miente en forma descarada; se asegura que la apertura de la industria petrolera a la iniciativa privada es una medida necesaria para el desarrollo y para el impulso al bienestar general.

A falta de pacto social, el régimen cuenta con un Pacto por México, que unce a las mayores fuerzas electorales a tres puntos fundamentales de la agenda oligárquica, disfrazada de política de Estado: la preservación de la impunidad transexenal, el mantenimiento de la corrupción y la continuación del modelo económico neoliberal. Si las partes firmantes respetan esos acuerdos básicos, podrán alternarse en la ocupación de poderes cada vez más simbólicos que se encuentran, en realidad, bajo el control de la oligarquía nacional y de los intereses estratégicos de Estados Unidos.
 
En otros términos, lo que hoy por hoy se disputa en las urnas no es la conducción del país y sus instituciones, sino la mera aplicación de un programa bien delineado, cuya concepción no pasó por los partidos firmantes del pacto sino por las instancias reales del poder, que son las del país vecino y los conciliábulos del empresariado local.
 
En realidad este acuerdo ha operado en su modalidad bipartidista desde 1988, cuando PRI y PAN se pusieron de acuerdo en un marco básico de política económica –inalterado desde entonces– y en un blindaje jurídico para los antecesores de presumibles responsabilidades penales. La novedad, ahora, es la incorporación al esquema de la dirigencia perredista, en un contexto en el que ya no se guarda ni la apariencia de una institucionalidad al servicio del pueblo. Quedan, a lo sumo, unas cuantas dependencias de bienestar social que, con esa coartada, se dedican más bien, mediante el reparto de prebendas y limosnas, a la cooptación mafiosa del sufragio.
 
O sea que el país no ha vuelto al pasado. Los comicios del domingo anterior fueron poco concurridos, desaseados y escandalosos como los de antaño, pero lo que se legitimaba en ellos no era ya un pacto ventajoso para las élites (con concesiones legales y económicas a las mayorías), sino un modelo de saqueo y depauperación programada.
 
Ante ese panorama resultan tentadoras las propuestas a la sociedad de dar la espalda a las urnas o, en todo caso, burlarse de ellas. Sólo que eso significaría participar en el programa de una institucionalidad electoral de espaldas a la sociedad y de una clase política que se burla de la ciudadanía elección tras elección, y hacerse cómplice de ellas. La única manera de limpiar un recinto inmundo es meterse en él, escoba y jabón en mano.
Twitter: @Navegaciones

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