Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 4 de julio de 2013

El secuestro de Evo y el servilismo ante Washington- Sumisión europea, dignidad latinoamericana- Asilo, un caso paradigmático

El secuestro de Evo y el servilismo ante Washington

Ángel Guerra Cabrera
En una grave actitud delictiva, las autoridades de varios países europeos impidieron la libre circulación en su espacio aéreo del presidente de Bolivia, Evo Morales, lo que fue equivalente a un secuestro. El avión del mandatario, en peligro de agotar el combustible en vuelo, se vio forzado a un aterrizaje de emergencia en Viena, donde Evo debió permanecer 14 horas como un virtual rehén de la pax americana que se pretende imponer en todo el planeta desde el 11/S. Aunque Barak Obama ha superado a su antecesor en la construcción de un Estado policial y militarizado a escala mundial.
 
Un avión presidencial se considera territorio soberano del país según el derecho internacional consuetudinario. Por eso la prohibición de Francia, Portugal e Italia a volar sobre su territorio o aterrizar el avión donde viajaba el presidente boliviano es un hecho doblemente criminal, discriminatorio y violatorio del derecho internacional.

Estos gobiernos intentaron escudar al principio su conducta delictiva tras burdas mentiras a las autoridades bolivianas y a los medios, pero el mundo entero sabe que detrás está la imbecilidad de creer que el avión del presidente podía llevar a bordo al ex miembro de los servicios de espionaje yanquis Edward Snowden, y el pánico a la posible reacción de Estados Unidos. Hecho confirmado cuando François Hollande afirmó que Francia autorizó el sobrevuelo después de cerciorarse de que el ex espía no iba en el avión.

Cual diligente sargento de la Guardia Civil en busca del temible Snowden, el embajador del Estado español en Viena tuvo la osadía, firmemente rechazada por Evo, de intentar subir al avión antes de que por fin Madrid reconfirmara el permiso de aterrizaje. No es ocioso recordar que estos países fueron cómplices de los ilegales vuelos de la CIA a conciencia de que sus secuestrados pasajeros serían objeto de torturas. Actúan igual que el ladrón, que juzga a todos según su condición.

El gobierno de Obama ha montado una histérica y patética persecución internacional a Snowden, quien horrorizado por la gran escala y extensión del programa de espionaje masivo PRISM contra sus compatriotas y la grosera violación que constituye de la Constitución estadunidense, decidió, con riego grave para su vida, darlas a conocer al mundo. Snowden también ha denunciado y documentado extensas y sistemáticas acciones de espionaje estadunidense contra China, Rusia, los países del G-20, México y la Unión Europea, supuesta aliada de Washington. Son incalificables los intentos de Obama, Kerry y otros funcionarios yanquis de restar importancia a esta monstruosidad, como si fuera lo más normal del mundo, al igual que su banalización por los pulpos mediáticos. Ergo, CNN, Fox, Televisa, sus pares y los diarios de la Sociedad Interamericana de Prensa.
 
El secuestro del presidente boliviano por gobiernos que tanto presumen de respetar los derechos humanos y el estado de derecho demuestra que con tal de complacer a Washington, son capaces no sólo de violar la ley sino de poner en riesgo mortal a un mandatario latinoamericano y sus acompañantes. Este pudo haber sido el desenlace, de no ser por la autorización de Austria al aterrizaje de emergencia en Viena.
 
Lloviendo sobre mojado, otra vez se pone de relieve la visión colonialista y racista respecto a los pueblos de América Latina y el Caribe –y, en general, de las ex colonias–, que continúa predominando en las elites y los gobiernos de Europa. Su visión del mundo es cada vez más mediocre, reaccionaria y supeditada a los dictados de Estados Unidos, del cual se han convertido en colonias de facto. Al parecer el papel de socios de menor categoría de la Roma actual en que los ha colocado el masivo espionaje a que los someten sus amigos estadunidenses los ha hecho más obsecuentes en su vasallaje. Al menos, mientras no demuestren lo contrario.
 
En contraste, la reacción de indignación de los ciudadanos de muchos países europeos contra la bochornosa acción de sus gobiernos, fue lo que logró que a la postre el avión presidencial boliviano recibiera la autorización para volar. Al punto que varios gobiernos se vieron forzados a dar explicaciones cantinflescas y hasta a negar que hubieran impedido el vuelo de la nave.
 
Pero la más dura reacción fue en América Latina, donde el aluvión de protestas no se hizo esperar en las llamadas redes sociales, así como la inmediata y dura condena de los gobiernos de Argentina Ecuador, Venezuela, Nicaragua y Cuba. Reunión de Unasur en puertas.
Twitter: @aguerraguerra
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Indignidad-Helguera
Sumisión europea, dignidad latinoamericana


La negativa de los gobiernos de Francia, España, Portugal e Italia para que el avión del presidente de Bolivia, Evo Morales, sobrevolara o aterrizara en sus respectivos territorios el pasado martes –ante las infundadas sospechas de que la aeronave transportaba al ex contratista de la NSA Edward Snowden– derivó en una crisis diplomática en la que ha saltado a la vista el consenso casi unánime de las naciones latinoamericanas frente al maltrato agraviante e irresponsable de que fue víctima el mandatario.
 
Ayer, mientras Morales proseguía con el trayecto de su vuelo de Moscú a La Paz, los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Perú y Venezuela repudiaron los hechos, en tanto la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) convocó a una cumbre de emergencia, a realizarse hoy en la ciudad de Cochabamba, para analizar el caso. México emitió un comunicado en el que lamentó los hechos y refrendó su convicción de que deben respetarse los principios de derecho internacional y la buena práctica diplomática entre los estados, como de la inmunidad de jurisdicción de que goza un jefe de Estado.

El episodio referido pone de manifiesto un desarreglo de gran calado en el orden político internacional, en el que confluyen un claro retroceso de las naciones europeas en materia de soberanía y su sometimiento a los designios de Estados Unidos con el trato insolente, arbitrario e ilegal que esos mismos países dispensan a gobiernos como el de Bolivia, que en los últimos años se han distanciado en mayor o menor medida de la preceptiva política y económica dictada desde Washington.
 
La violación de París, Madrid, Lisboa y Roma a algunas de las normas diplomáticas más elementales –concretamente, a las que dotan de inmunidad jurídica a las aeronaves de los dignatarios– se produce no en el contexto de medidas de seguridad soberanas –lo cual habría sido de suyo sumamente cuestionable–, sino en el marco de la persecución emprendida por Washington en contra de Snowden por haber sacado a la luz pública información sobre el espionaje practicado por Estados Unidos hacia millones de ciudadanos, empresas, instituciones y autoridades de muchos países, entre ellos algunos integrantes de la Unión Europea.
 
Por lo demás, la condena generalizada de los gobiernos de Centro y Sudamérica a los hechos referidos da cuenta de un escenario que hasta hace algunos años habría resultado insospechado, en el que los estados latinoamericanos salen en defensa de la legalidad internacional, en tanto que las autoridades de países europeos, que se precian de defender las libertades y el estado de derecho, dan muestras de actitudes de atraso, sometimiento y dependencia política respecto de la superpotencia.
 
Sería deseable, por último, que gobiernos latinoamericanos que no han condenado abiertamente el atropello cometido contra Morales, como el de México, eleven el tono de sus pronunciamientos y se solidaricen con el mandatario boliviano, en la medida en que la retención sufrida por éste no es es sólo un agravio contra su persona y el pueblo boliviano, sino una señal de amedrentamiento hacia el conjunto de los países y las sociedades de América Latina.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Asilo, un caso paradigmático

Adolfo Sánchez Rebolledo
La persecución de Edward Snowden, el ex empleado de la CIA que reveló mecanismos secretos de espionaje en gran escala contra ciudadanos, instituciones y gobiernos, se ha convertido en una verdadera cacería humana de la cual ha desaparecido el más mínimo respeto al derecho internacional (el trato vergonzoso al presidente boliviano es un ejemplo patético). La enorme presión de Estados Unidos, la defensa a ultranza de sus intereses como si fueran los de la sociedad entera, así como la debilidad de otros estados –agraviados por sus actividades clandestinas–, ofrecen una radiografía pasmosa de lo que significa aquí y ahora el orden internacional. La utilización de las nuevas tecnologías sin controles ni protocolos responsables diluye, en efecto, la línea divisoria entre el derecho a la seguridad y la libertad, al subordinar la operación de las grandes empresas privadas, convertidas en vigilantes cotidianas de las comunicaciones, a los intereses y las razones secretas de la última gran potencia. Frente a los datos divulgados por Snowden, la contrautopía orwelliana parece una fábula infantil. El espionaje se ha extendido a millones de personas, sin menoscabo de husmear en países e instituciones tenidas como amigas de Estados Unidos, como Alemania o la Unión Europea o el propio México. La misma Angela Merkel tuvo que recordarle a sus aliados que la guerra fría ha terminado y tales procedimientos resultan ofensivos. Si la leyes contra el terrorismo aprobadas en Estados Unidos le sirven a sus autoridades para actuar en su territorio, nada le autoriza en cambio (salvo la capacidad de intimidación) para violar impunemente la legalidad del resto del mundo ni tampoco para anular el derecho de asilo, cuya vigencia se ha puesto en un predicamento. Sin orden judicial alguna, la administración busca ahora impedirme que ejerza un derecho básico. Un derecho que pertenece a todo mundo. El derecho a pedir asilo, ha reiterado Snowden, convertido en apátrida por su gobierno.
 
Al presentarlo como un delincuente capaz de traicionar a su país, el gobierno estadunidense soslaya las motivaciones políticas y morales –ajenas a todo afán venial– que lo llevaron a denunciar el espionaje masivo: No importa cuántos días de vida tenga, permanezco dedicado a la lucha por la justicia en este mundo desigual, escribió, mientras sus esperanzas se van acotando bajo la presión del imperio, pues de eso se trata. En ese sentido conviene recordar que el derecho de asilo es un derecho humano y, como tal –escribía Adolfo Sánchez Vázquez, fallecido hace dos años–, debería ser defendido “no sólo en las sociedades en las que se da su negación extrema, sino en toda sociedad o bajo cualquier régimen donde se dé la posibilidad o realidad de su violación…” En el caso de Snowden, no solamente se ataca la libertad del que busca asilo, sino también el acto de libertad y soberanía de los estados que podrían concederlo. En el debate mediático suele escamotearse que el asilo no protege el contenido de tales o cuales ideas del asilado, sino su derecho a mantenerlas libremente.
 
A ese respecto, la tradición mexicana tiene importantes lecciones que aportar. Y retomo las palabras de Sánchez Vázquez: “Ahora bien, si tuviéramos que ejemplificar con un solo nombre esta política de asilo, y la de libertad consustancial con ella, tendríamos que dar el nombre de León Trotsky. Porque si el asilo se justifica, ante todo, por la persecución de que es objeto quien se acoge a él, nadie como Trotsky lo justifica tan plenamente. Las monstruosas acusaciones del siniestro procurador de Stalin en los procesos de Moscú eran un llamado para recrudecer la vieja persecución que ahora lo amenazaba de muerte. En esas terribles condicio­nes, era de esperarse que, en la ‘civilizada’ Europa y, además, supuestamente hostil a Stalin, se le abriera la primera puerta a la que llamara. Sin embargo, todas a las que llamó se le cerraron. El planeta entero fue convirtiéndose para él en una inmensa prisión. Noruega, el último país en el que gozó de una relativa libertad, acabó por ceder a la presión de Stalin, y lo forzó a abandonar el país.
 
En esa situación, cerrado por completo el cielo de la esperanza, México, de acuerdo con su histórica tradición, le ofreció asilo. Y se le ofreció y aplicó en su forma más pura y desinteresada, corriendo todos los riesgos posibles. Se ofrecía el asilo, por supuesto, no por solidaridad ideológica o política, sino para liberarlo de una jauría cuyos ecos se hacían oír incluso en México, al dar credibilidad a las calumnias de Stalin. (Palabras al inaugurar el Instituto del Derecho de Asilo, Casa Museo León Trotski.)
Habrá quien diga que también el asilo es un tabú del pasado.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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