Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 16 de julio de 2013

Obesidad: estrategia o simulación

Obesidad: estrategia o simulación

Más de 20 años han pasado sin que el gobierno haya hecho algo para detener el deterioro de la alimentación de los mexicanos, para proteger la dieta tradicional, para garantizar el acceso a agua para hidratarse. En este tiempo nos hemos convertido en la población que más consume refrescos en el mundo, al mismo tiempo que nos hemos convertido en los mayores consumidores de sopas instantáneas, de sopas Maruchan. Paralelamente ha caído dramáticamente el consumo de frutas, verduras, frijol y otros alimentos esenciales de la dieta tradicional mesoamericana, considerada una de las más ricas del mundo.
En otros países, como Francia y Japón, cuyos niveles de sobrepeso y obesidad son de los más bajos entre los países de la OECD, la protección de la dieta empieza desde la escuela. A los niños se les enseña en las escuelas a preparar sus platillos tradicionales, a diferenciar los diversos sabores de su tradición culinaria. En cambio, en México los niños están rodeados de refrescos, frituras y dulces en todo su entorno.
Si la agricultura está en la base del sistema alimentario, se puede entender a dónde hemos llegado considerando el abandono de cultivos tan importantes como el amaranto y el frijol. Su consumo ha caído sin que al Estado le importe. Paralelamente, estos alimentos son considerados como parte de los más nutritivos existentes en el planeta desde organismos como la NASA hasta la Escuela de Salud Pública de Harvard. Cambiamos el frijol por la sopa Maruchan y el amaranto por las Zucaritas y Choco Krispis.
La FAO señala que la protección de los sistemas alimentarios es la garantía para lograr una población alimentada saludablemente. Considera que el sistema alimentario comprende desde la agricultura, el procesamiento, la publicidad, la comercialización y el consumo de los alimentos. Para garantizar una alimentación saludable hay que proteger cada uno de estos aspectos del sistema. Sin embargo, en México hemos carecido de una política agrícola vinculada a la producción de alimentos nutritivos y saludables, dirigida a mantener la producción de los alimentos más nutritivos de la dieta mesoamericana, enfocada a promover la comercialización y consumo de estos productos.
Es así como México se ha convertido en el paraíso de la comida chatarra. El Estado observa sin actuar el deterioro de las costumbres generadas por una publicidad y comercialización invasiva. El sistema de salud observa cómo se ha vuelto costumbre poner Coca Cola en las mamilas de los lactantes en diversas poblaciones indígenas, incluso permite que esta empresa tenga máquinas expendedoras de sus productos en los hospitales públicos. El Estado llega al extremo, como en el caso de Chiapas, de realizar convenios con Coca Cola promocionando la venta de sus bebidas para campañas contra la desnutrición. Ningún programa para introducir filtros en las comunidades que den acceso a agua de calidad para beber, alternativa que protegería no sólo la salud de las comunidades, también su economía.
La buena nutrición, como lo señala la FAO, es la base de la salud de los individuos. Cuando se quiso garantizar que los niños en las escuelas tuvieran acceso exclusivo a alimentos saludables para garantizar su desarrollo físico y cognitivo, como se trató en 2010, el Consejo Coordinador Empresarial se opuso a ello, junto con las refresqueras y las empresas productoras de comida chatarra. A través de los comentarios enviados a la Comisión Federal de Mejora Regulatoria y con todo el cabildeo que realizaron a través de la Secretaría de Economía lograron deteriorar esos lineamientos, debilitarlos. Lo mismo hicieron contra las Recomendaciones sobre Bebidas para la Población Mexicana que presentó la Secretaría de Salud logrando que estas recomendaciones nunca llegaran a la población mexicana. Lo mismo también han hecho cuando se propone regular la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia, cuando se propone el desarrollo de etiquetados frontales en alimentos y bebidas que realmente orienten a los consumidores, cuando se presenta una iniciativa para imponer un impuesto al refresco para obtener recursos y destinarlos a la introducción de bebederos en todas las escuelas y en las comunidades más pobres.
Las empresas harán lo posible para mantener e, incluso, aumentar sus ganancias, para lo cual tienen que lograr vender más, para lo cual requieren que consumamos más de sus productos. Las empresas irán hasta donde el Estado les permita, hasta donde el interés público sea defendido en una nación. En México han ido por todo, con la complicidad de la autoridad, y el resultado está a la vista. No es así en todo el mundo; tan sólo en la región latinoamericana en los dos últimos años se han dado pasos importantes. En este año en Perú el poder Legislativo ha dado un gran paso al aprobar la Ley de Promoción de Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes; el Presidente también dio un segundo gran paso al publicarla. La Ley regula a los alimentos y bebidas en las escuelas, la publicidad dirigida a la infancia y el etiquetado de estos productos, además de establecer una educación permanente de orientación alimentaria basada en la muy rica dieta tradicional peruana. Perú tiene niveles de sobrepeso y obesidad muy por debajo de los de México, sin embargo, en la población infantil la incidencia ya es alta y se proyecta su crecimiento si no se realizan políticas efectivas para cambiar el ambiente obesigénico. Antes que Perú, una Ley similar fue probada en Chile en 2012.
En México, la Estrategia Nacional contra el Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes será definitoria en cuanto a que tendrá que establecer las directrices de la política frente al mayor problema de salud pública que vive el país para los próximos cinco años. De ser solamente maquillaje, los costos asociados a la obesidad al término de la administración de Enrique Peña Nieto pasarán de 80 mil millones en 2012 a más de 150 mil millones en 2017, el sistema de salud pública enfrentará un colapso mayor y tendremos un alto índice de enfermedades crónicas entre la población económicamente activa y seguramente este gobierno rebasará por mucho el medio millón de muertes por diabetes ocurridas en el sexenio de calderón, dejando no sólo un sistema de salud colapsado, todo un país colapsado.
Fuente: sin embargo.mx

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