Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 11 de julio de 2013

Privatizar a Pemex- México “estancado” en competitividad, alerta IMCO

Privatizar a Pemex

La Torre de Pemex. Foto: Eduardo Miranda
La Torre de Pemex.
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Nadie ha presentado una propuesta de reforma para Pemex, y sin embargo el runrún de una propuesta para privatizarla suena ya. No es una novedad: vender Pemex ha sido la gran tentación de cada gobierno entrante, desde hace cuatro lustros.
No en vano: vender la vaca que da oro líquido y negro rebosaría las arcas del gobierno que lograra hacerlo. El gobierno de Calderón calculó que gracias a una venta podría remozar toda la infraestructura educativa y toda la infraestructura de salud, amén de construir miles de kilómetros de carreteras. “Nos cambiarán un país por otro”, ironizó en su momento Carlos Monsiváis.
El argumento de la venta ha solido luego dirigirse al bienestar de la propia empresa petrolera. Desasida de la política, podría establecer una relación racional con su ahora enorme y corruptísimo sindicato. Liberada de su obligación de vaciar sus ganancias en el gasto público, contaría por fin con los excedentes para multiplicar su efectividad: construiría las refinerías que le hacen falta y las plataformas oceánicas necesarias para penetrar los yacimientos de petróleo en lechos profundos.
Y con un Pemex competitivo a escala mundial, remata el argumento vendedor, los mexicanos gozaríamos de mejores y más baratas gasolinas, mientras miles de nuevos empleos se crean.
Y sin embargo la idea de subastar a la vaca fue rechazada por los ciudadanos hace cuatro lustros, hace tres lustros, hace un lustro, y ahora, recién en el mes de junio, una encuesta mostró que 70% de ellos vuelve a rechazarla.
No, no se trata de una lealtad supersticiosa a Pemex. Tampoco de una incomprensión de las bondades teóricas del libre mercado. Sucede que los ciudadanos tienen memoria, y los argumentos optimistas de los vendedores se topan con el pesimismo que nace de los hechos de nuestra historia próxima. A México le ha ido mal con las privatizaciones.
En la realidad, cuando el gobierno ha vendido un monopolio de Estado, éste se ha convertido en un monopolio privado, a veces abusivo como el primero, a veces aún más abusivo. La telefonía estatal era regular pero era barata. La telefonía que nos da el Telmex del ingeniero Slim sigue siendo regular y es la segunda más cara del mundo, luego de la de Egipto, y la banda ancha de internet que nos cobra, más cara que las que se ofertan en Estados Unidos, es lenta y se corta con un soplo de aire.
Algún día alguien sacará las cuentas de cuántos minutos durante 20 años Telmex ha retrasado a México y cuánto ha contribuido la población a la fortuna del hombre más rico del mundo. Las cifras serán formidables.
O bien el ciudadano piensa en la privatización de los bancos, gracias a la cual hoy tenemos una serie de bancos particulares pero coaligados secreta e ilegalmente para ejercer prácticas monopólicas. Bancos que dan créditos caros, intereses de ahorro mediocres y que cobran por servicios que en otras latitudes dan gratuitamente. Bancos cuyas ganancias mexicanas los mantienen a flote en sus pérdidas internacionales y que de sus excedentes se llevan el 98% allende de nuestras fronteras.
A los ejemplos de Telmex y los bancos, es difícil que el ciudadano medio no añada su resentimiento acumulado ante la corrupción que ha sido norma en las privatizaciones. Las desestatizaciones de Salinas engrosaron el erario, cierto, pero una parte considerable se evaporó cuando fue a dar a las cuentas bancarias de los funcionarios.
Cierto o falso, en todo caso no descartable, es el enriquecimiento del propio expresidente gracias a las transacciones y su sociedad secreta con los dueños privados de las empresas subastadas. Y el enriquecimiento de la generación de economistas que realizó desde la Secretaría de Hacienda las subastas, cobrando tajadas a los ganadores, es otra leyenda tampoco desmentida.
Es cierto, Pemex ha sido la vaca que los gobiernos han ordeñado hasta dejar raquítica, pero el ciudadano medio sabe también que la ordeña no ha sido en vano. En un país donde pocos pagaban impuestos, Pemex ha financiado durante tres cuartos de siglo su modernización y su piso de servicios sociales. No mucho ha cambiado: hoy en México pagan impuestos sólo el 58% de las empresas y el 60% de las personas físicas, según reporta el Banco Interamericano de Desarrollo. Sin un Pemex como el máximo aportador al gasto corriente del gobierno, México pronto se volvería un país menos educado y con servicios públicos miserables. Es decir, un país más desigual.
No hay remedio rápido a la mano: Para privatizar a Pemex, sin encontrar una resistencia masiva, un gobierno, éste u otro próximo, tendría primero que demostrar ciertas virtudes. Que no es corrupto. Que ha aprendido a cobrar impuestos a las grandes empresas para financiar los servicios públicos. Que sabe administrar la riqueza común. Y que sabe acotar los abusos de los monopolios estatales y disolver los monopolios privados.
Tiene gracia la paradoja. El gobierno que se gradúe en estas virtudes estaría preparado para convertir a Pemex en una empresa competitiva a escala mundial, sin necesidad de entregarla a manos privadas.
Fuente: proceso.mx

México “estancado” en competitividad, alerta IMCO

MÉXICO, D.F. (apro).- México “está estancado” y, si avanza, lo hace a paso lento ante la incapacidad de la clase política para realizar reformas estructurales que impulsen el crecimiento económico, advirtió el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
En 2013, México ocupa la posición 32 entre 46 países en materia de competitividad, considerada como la capacidad para atraer y retener talento e inversión.
En otras palabras, el país se encuentra en la misma posición que hace 11 años en relación con las principales economías del mundo, según el Índice internacional de competitividad 2013, México ante la revolución energética del siglo XXI, presentado esta mañana por el director del organismo, Juan Pardinas.
Con un producto interno bruto (PIB) per cápita de 10 mil 47 dólares, México no logra salir de la zona media de la tabla y mucho menos llegar a los niveles de quienes ocupan el ‘top 10’, como Suiza, Dinamarca, Suecia, Holanda, Irlanda, Reino Unido, Bélgica, Japón, Australia y Noruega, que registran un PIB per cápita de 58 mil 951 dólares.
De 2001 al 2011, el país sólo ha avanzado en los rubros económico y social. De ahí en fuera se mantiene igual en el aspecto político, mientras que se desplomó nueve lugares en materia de gobierno; en menor medida, relaciones internacionales, medio ambiente, innovación y derecho.
Para el IMCO, a pesar del buen comportamiento de las variables macroeconómicas y de algunos avances en lo social y en lo político, el país no ha podido crear las condiciones para que la economía “despegue”.
“En términos absolutos es cierto que México está mejor que hace 11 años: los indicadores de ingreso, educación, salud y consumo son, sin duda, mejores. Sin embargo, muchas naciones similares a México –como Chile, Perú, Brasil o Colombia en América Latina, y muchas otras en Asia– han avanzado a un ritmo mucho mayor”, aseguró.
Según Pardinas, en 2013 el Ejecutivo y el Congreso de la Unión tienen ante sí la oportunidad de realizar una reforma constitucional al sector de petróleo y gas que podría transformar el destino de México.
También precisó que mientras Estados Unidos vive un auge energético, la producción en México se encuentra en crisis.
“Con un sector de hidrocarburos más cerrado que el de Cuba, Irán y Corea del Norte, la producción de petróleo ha caído 25% en los últimos nueve años y la producción de gas no alcanza para cubrir la demanda nacional y las necesidades del sector industrial”, deploró.
El directivo del IMCO advirtió que de no hacer los cambios necesarios al sector, “corremos el riesgo de perder competitividad industrial, de quedarnos con los recursos atrapados en el subsuelo, y de que México sea incapaz de adaptarse al nuevo orden energético global”.
Lo anterior encaja en un contexto donde el mundo vive una nueva era de los hidrocarburos. “Los avances tecnológicos han permitido que muchos recursos antes inaccesibles hoy sean viables técnica y comercialmente”, precisó.
De acuerdo con el organismo, los cuatro objetivos que la reforma debe buscar son: maximizar el valor de la renta petrolera; garantizar la seguridad energética y fortalecer la competitividad del país; convertir al sector en una palanca del desarrollo industrial y tecnológico, así como transformar la renta petrolera en bienestar de largo plazo.
En términos numéricos, acotó, concretar una reforma energética que garantice una mayor apertura al sector y sea capaz de atraer inversiones abonará 1.7% más al crecimiento económico de México.
Una reforma energética de ese calado, insistió, “abonaría 1.7% más al producto interno bruto (PIB) del país, lo que implica generar unos 310 mil 230 empleos formales al año y cuadriplicar los actuales niveles de inversión extranjera directa”, resaltó Juan Pardinas.
Fuente: proceso.mx

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