Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 9 de mayo de 2012

Siria: la Onu solapa la intervención- BAJO LA LUPA- Francois Hollande, entre la austeridad y un nuevo pacto social

Siria: la Onu solapa la intervención
 
 
     
     El enviado especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para Siria y ex secretario general de esa organización, Kofi Annan, declaró ayer que en el país árabe la violencia ha llegado a niveles inaceptables y expresó su temor de que en territorio sirio estalle una guerra civil de consecuencias espantosas que no podemos permitir. Asimismo, el diplomático ghanés defendió el despliegue de 300 observadores de la ONU como única medida capaz de detener las confrontaciones en curso.
Como telón de fondo de tales declaraciones, la representante estadunidense ante Naciones Unidas, Susan Rice, insistió en la exigencia de Washington de que el presidente Bashar Assad abandone el poder, toda vez que, dijo, ha fracasado en la aplicación del plan de seis puntos elaborado por el propio Annan.
Resulta lamentable que el ex secretario general de la ONU evoque la guerra civil como una posibilidad, cuando es difícil hallar otro nombre para clasificar el conflicto armado que se desarrolla en Siria en el momento presente.
Es deplorable, también, que Annan se haga de la vista gorda ante la continua injerencia de Estados Unidos y las potencias occidentales en la situación siria y que no sea capaz de observar la relación causal directa entre esa intervención y la guerra civil, nada hipotética, que diezma hoy día a la población de la nación árabe.
Sin desconocer la barbarie a la que han recurrido las fuerzas oficiales, ha de señalarse que el bando rebelde al gobierno de Assad también ha incurrido en atrocidades graves y que hay sectores de la población atrapados en el fuego cruzado entre los efectivos del régimen y los grupos irregulares alentados y armados desde el extranjero.
Lo más exasperante es que en la desestabilización programada de Siria y en el impulso a la confrontación armada en ese país los gobiernos de Estados Unidos y Europa occidental han sido solapados por la propia ONU, la cual no ha sido capaz de desmarcarse de la aventura. Como ocurrió con ocasión de la invasión estadunidense a Afganistán, el máximo organismo de la comunidad internacional, en vez de actuar de manera ecuánime y garantizar la soberanía siria, ha prestado su bandera para encubrir una intervención.
Las revueltas civiles conocidas como primavera árabe, que se iniciaron en Túnez y Egipto, han sido sangrientamente reprimidas en naciones amigas de Occidente, como Bahrein, con la complacencia de Washington y Bruselas, o bien han dado pie a aventuras intervencionistas mucho más cruentas, como ocurrió en Libia. Da la impresión de que se busca llevar a Siria por un camino semejante al libio y que las escaramuzas diplomáticas en Nueva York y Ginebra son el preludio de incursiones militares en regla, diseñadas para deponer al gobierno de Damasco.
Es necesario que la opinión pública internacional se movilice para impedirlo y para propugnar una solución pacífica y, sobre todo, soberana, al conflicto que tiene lugar en Siria.



Bajo la Lupa
Sarkofobia: rebelión contra el euro y la austeridad Merkel; ¿alianza de Francia con los BRICS?
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
Angela Merkel en una conferencia de prensa luego de una reunión de la directiva del Partido Demócrata Cristiano Alemán, el lunes 7 de mayo en BerlínFoto Ap
L
a categoría dicotómica de izquierda y derecha, aunque necesaria, es insuficiente y deficiente para entender la crisis terminal de la globalización financierista, cuando los radicalismos del espectro político se han coaligado en su contra para que sobrevivan las naciones.
Los radicalismos de derecha y/o izquierda han coincidido en su rechazo nacionalista a la globalización financierista y, en el caso europeo, en su triple aversión al euro, a la austeridad Merkel (fiscalismo castrante que beneficia a la parasitaria bancocracia) y a las caducas recetas del disfuncional FMI.
Today’s Zaman (8/5/12) condensa que el triunfo de F. Hollande imprime una nueva dirección que puede propinar un golpe mortal a la austeridad que ha sido la piedra de toque de Europa en los años recientes y comenta que la personalidad del líder pro Estados Unidos (¡súper sic!) Sarkozy probó ser demasiado amarga de digerir para los votantes.
Wayne Madsen Report (7/5/12) sintetiza la revuelta ciudadana, de extrema derecha/izquierda, contra la bancocracia, el FMI y la austeridad neoliberal monetarista de la canciller Merkel cuando surge en toda (sic) Europa la izquierda anti FMI y anti banqueros: 1) el socialista Hollande derrota a Sarkozy: la austeridad es anatema; 2) el partido socialista del difunto líder S. Milosevic, opuesto al FMI, decide quién gobernará en Serbia; 3) la extrema izquierda antieuropea y los neofascistas surgen en Grecia: adiós a los partidos pro austeridad; 4) se espera que la izquierda anti euro gane las elecciones locales en Italia: se esfuman los partidos de derecha, y 5) Merkel derrotada en Schleswig-Holstein: el centro-izquierda formará el gobierno.
Le faltó el humillante resultado de las elecciones municipales en Gran Bretaña, donde fue vapuleado el Partido Conservador del premier David Cameron, otro adicto a la austeridad ajena: la de los ciudadanos (para favorecer a la parasitaria bancocracia).
La putrefacción de Sarkozy, efímero conquistador petrolero de Bengasi, había alcanzado niveles nauseabundos: GEAB (16/4/12) cita 11 megaescándalos de su bribonería financiera, bajo investigación judicial, siendo el más espectacular el financiamiento electoral por Kadafi (¡quien se vengó desde ultratumba!).
GEAB detecta una revuelta del provincialismo contra las élites parisinas. El Partido Socialista arrebató la ciudad de París cuando parte de su triunfo se debió a la fronda de la Francia profunda: la sarkofobia de Marine Le Pen (extrema derecha), de F. Bayrou (centro-derecha) y de Jean-Luc Mélenchon (extrema izquierda).
Fustiga el desierto (sic) intelectual de su élite mercenaria o castrada. ¿No es, acaso, la lubricada descerebración a la que lleva la globalización financierista?
Vaticina que Merkel, “quien depende del apoyo del Partido Social Demócrata y los verdes”, tendrá que aceptar el nuevo pacto de crecimiento de Hollande.
Avizora, a fin de año, el lanzamiento de eurobonos y un préstamo público superlativo (Préstamo Carlomagno) para la eurozona por 500 mil millones de euros a 10 años y a una tasa de interés de 5 por ciento, garantizado por el sistema monetario europeo, que tendrá dos propósitos: 1) disminuir el nivel de deuda en la eurozona a un umbral máximo de 30 por ciento de su deuda soberana con el fin de marginalizar la influencia de los mercados financieros internacionales controlados por Wall Street y la City; y 2) estimular el crecimiento de la eurozona mediante inversiones estructurales en infraestructura (transporte, servicios públicos, educación, investigación, salud, etcétera). ¡Todo lo contrario del neoliberalismo!
Juzga que el triunfo de Hollande reanudará el ataque anglosajón contra los países vulnerables de la eurozona (los despreciados PIIGS: Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España), cuando la economía y la situación financiera de Gran Bretaña prosiguen su deterioro (nota: ya padece la recesión de doble hundimiento), mientras desaparece el espejismo de la recuperación de Estados Unidos.
Los primeros dos años de Hollande se caracterizarán por dos grandes tendencias: 1) afirmación de la política gaullista europea (o Mitterrand-gaullista), es decir, la prioridad estratégica de implementar una política exterior independiente (sic); y 2)exploración de una asociación futura euro-BRICS (¡súper sic!). ¿Los dejará la tripleta israelí-anglosajona?
La prensa anglosajona, en particular The Economist, ya no se diga el “laissez-faire” de Obama –sin contar la consternación de Israel ante la pérdida de su aliado Sarkozy (DEBKA, 7/5/12)–, se había pronunciado obscenamente contra Hollande.
GEAB desprecia la próxima cumbre del G-20 en Los Cabos (que, a mi juicio, estará pornográficamente controlada por el financierismo israelí-anglosajón), mientras concede enorme importancia (cual debe ser) a la cumbre del G-20 en Moscú el próximo año, donde resaltarían los puntos comunes de la convergencia euro-BRICS a escala internacional (reforma del FMI y del Consejo de Seguridad de la ONU) y, especialmente, la reforma fundamental del sistema monetario internacional (la sustitución del dólar de Estados Unidos como divisa de reserva), lo cual en su conjunto contribuirá decisivamente al desarrollo de la gobernabilidad del mundo de la post crisis.
GEAB anticipó las consecuencias del triunfo del socialista Hollande en su dimensión local, regional y global: Francia, eurozona, Unión Europea, OTAN, G-20 y euro-BRICS (la hipotética alianza del euro con el emergente bloque pentapartita).
Considera que el ascenso de Hollande, socialista gaullista muy sui generis, es más importante desde el punto de vista geopolítico (sic) que la elección en Estados Unidos, donde su sistema político padece parálisis general.
A su juicio, ha empezado una serie de sublevaciones estratégicas (sic) que afectarán a Europa y que acelerarán en forma significativa los cambios geopolíticos (sic) en curso a escala global desde 2008.
Aunque Francia es un país menos poderoso que Estados Unidos, ocupa una posición estratégica en Europa y en el mundo, que lo colocará como un actor principal en la emergencia del mundo de la post crisis.
Comenta que Hollande ha declarado diáfanamente su intención de explorar en forma activa las posibilidades de asociación con los BRICS (¡súper sic!), lo que rompe de tajo con la integración incondicional de Sarkozy al eje Washington/Tel Aviv. ¡Muy interesante!
Los círculos eurocéntricos coronan a los BRIICS con una I adicional: Indonesia (la mayor población islámica del mundo, además de potencia energética), cuya importancia geoestratégica conocen muy bien tanto el mismo Obama como el hoy defenestrado ex subdirector del Pentágono Paul Dundes Wolfowitz (zar de los neoconservadores straussianos, vinculado al nepotismo bushiano).
GEAB, amén de francocentrista, parece muy angelical frente a las malignas veleidades balcanizadoras de la tripleta israelí-anglosajona.
Mis fuentes europeas me aseguran que el Vaticano ve con buenos ojos el acercamiento católico con los BRICS con el fin de romper con el paganismo hipermaterialista de la perniciosa especulación financierista de los Shylocks posmodernos a los dos lados del Atlántico Norte.
Francois Hollande, entre la austeridad y un nuevo pacto social
Alejandro Nadal
 
 
 
         La victoria del Partido Socialista en Francia representa una oportunidad para cambiar las grandes líneas de la política macroeconómica frente a la crisis en Europa. Más aún, puede significar la apertura de un nuevo espacio político para redefinir los términos del pacto social que será el sustrato de la integración europea en el futuro. Mucha esperanza, y no sólo en Francia, rodea el ascenso de Francois Hollande a la presidencia.
Desde que estalló la crisis, el vendaval político ha llevado a cambios en Grecia, Holanda y ahora en Francia. No son los primeros gobiernos en caer por la crisis (recordemos a Berlusconi y Zapatero). Pero los tiempos están cambiando y detrás de estos remplazos comienza a asomar una nueva discusión de fondo sobre la integración europea. Quizás ya se agotó el tiempo de la austeridad, pero falta definir el perfil de una nueva discusión sobre la integración europea.
¿Qué puede hacer el nuevo presidente de Francia en la coyuntura actual? Para responder hay que reconocer que enfrenta dos grandes obstáculos. El primero es la serie de candados existentes en Europa para el manejo de la política macroeconómica. El segundo es la estrecha visión que tiene Berlín sobre la crisis y la integración europea.
Europa se instala en la recesión y el fracaso de la austeridad fiscal es evidente. Es normal porque el primer efecto de la austeridad es reducir el empleo, las prestaciones y la demanda. Eso disminuye el crecimiento y los ingresos fiscales, lo que agrava el problema del endeudamiento. El mejor ejemplo de la fallida receta de austeridad es Grecia: tiene dos años de aplicarla, la economía se colapsó y el endeudamiento no se redujo. La recesión parece irse extendiendo y llegará inevitablemente a Francia y Alemania.
En su primer discurso como presidente electo, Hollande afirmó categórico que la austeridad había dejado de ser una fatalidad. Pero enfrenta las restricciones impuestas por el Tratado sobre estabilidad (que entró en vigor en marzo). Ese pacto fiscal reduce el límite del déficit estructural de 1 a 0.5 por ciento del PIB, fija un mecanismo de corrección automática y consagra sanciones en caso de incumplimiento (multa de hasta 0.1 por ciento del PIB). Es la regla de oro neoliberal para constreñir la política fiscal. Ya Merkel advirtió a Hollande que no podrá renegociarse dicho tratado.
Frente a este panorama la derecha europea debe haberse percatado del fracaso de la austeridad. Pero se resiste a rectificar. Por eso hoy su discurso es el de las reformas estructurales para recuperar crecimiento y competitividad. La más importante de esas reformas es la laboral para poder contratar y despedir a la gente como si fueran cosas. En el corto plazo esas políticas son de corte recesivo pues conducen a mayores despidos y una caída de la demanda agregada. En el largo plazo consagran un desolador paisaje social de desigualdad.
Hollande ofrece un proyecto fiscal de fomento al crecimiento y el empleo. El financiamiento proviene, entre otros puntos, de una reforma fiscal progresiva importante: propone gravar con tasa de 75 por ciento los ingresos más altos (por arriba del millón de euros anuales) y las empresas más poderosas. Las cuentas le permiten reducir el endeudamiento y el déficit fiscal. Para ello necesita el respaldo del poder legislativo.
El segundo desafío de Hollande se relaciona con la estrategia de Alemania frente a la crisis y el modelo de integración europea. Es claro que la economía alemana ha mejorado con la crisis. El desempleo está por debajo de 6 por ciento, los salarios han comenzado a mejorar (se mantuvieron largos años por debajo de los aumentos de productividad), los ingresos fiscales van bien y el déficit público se redujo por debajo de las exigencias de la UE. El abultado superávit comercial no se acompaña de una apreciación de la divisa europea gracias a la crisis en el Mediterráneo. Y las bajas tasas de interés del BCE permiten mantener tasas reales negativas en Alemania.
Para Merkel, Alemania no sólo debe superar la crisis, sino salir en una posición dominante. Pero al imponer la austeridad a su alrededor, Berlín debería saber que su mercado en Europa acabará por derrumbarse. Habrá que ver si esa política mercantilista puede ampliarse para abarcar otros mercados. Aun en ese caso, el sentimiento anti-germano en Europa puede exacerbarse y llevar a nuevas alianzas políticas para compensar el poderío alemán.
Hollande enfrentará grandes dificultades convenciendo a los alemanes de las bondades de un proyecto de integración diferente, uno basado en la solidaridad como eje rector del pacto social. Pero el desafío comienza en casa: tendrá que persuadir al electorado francés para que le otorgue una mayoría en el congreso en las elecciones de junio. La credibilidad y el poder de negociación que tanto va a necesitar Hollande deben serle entregados primero por sus compatriotas. Habrá que ver si los tiempos políticos favorecen a la izquierda en las legislativas en Francia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario