Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 27 de marzo de 2011

LAS CIFRAS DE LA DESESPERANZA

Las cifras de la desesperanza
Axel Didriksson
Los resultados del Censo de Población y Vivienda 2010 en materia de educación han arrojado cifras tan pobres que ni la SEP ni el gobierno federal se han dispuesto a dar la cara para rendir cuentas al respecto.
Con un sistema educativo maniatado como el que tenemos, las cifras que se presentan son verdaderamente alarmantes y demuestran el poco avance que se ha alcanzado durante los últimos 10 años. Así, mientras que en muchos países se logró hace dos décadas una tasa bruta de escolarización universal en educación superior (82% en Estados Unidos, 72% en Canadá y 62% en España, por mencionar algunos), en México aún no se ha llegado a la universalización de la educación secundaria. 
De acuerdo con el censo, el promedio de escolaridad de la población mexicana de 15 años y más pasó de 6.5 años en 1990 a 8.6 años en 2010, esto es, que aún no se alcanzan los nueve años de secundaria, cuando ya se ha legislado a favor de considerar obligatorio el nivel de bachillerato.
Con más de 100 millones de habitantes, la población con educación primaria es de 36 millones 467 mil 510 personas, lo que significa que el rezago histórico de mexicanos sin el mínimo de escolaridad se ha mantenido y reproducido, sobre todo entre indígenas, jornaleros, mujeres, campesinos y jóvenes de más bajos recursos. Se reporta, además, que la población con una carrera profesional, concluida o no, es de poco más de 12 millones de personas, pero la población con un posgrado es de apenas 897 mil 587.  
En Brasil egresan del doctorado unas 10 mil personas al año, mientras que aquí llegan a concluirlo unas 2 mil. Asimismo, mientras que en China dentro de muy poco estarán trabajando en ciencia y tecnología unos 2 millones de investigadores, en México habremos unos 30 mil, con edad promedio de 50 a 60 años.
El censo establece también que cada año egresan de primaria 2 millones 221 mil alumnos, y sólo terminan el bachillerato 830 mil 331.  A lo que debe agregarse la deficiente calidad de los aprendizajes que se ofrecen, pues conforme a otros datos, de cada 100 niños que ingresan a la primaria únicamente 18 logran los propósitos de los programas de estudio para español y sólo 14 para matemáticas. (Véase: “El ejercicio del derecho a la educación básica”. Observatorio Ciudadano de la Educación. Este País, número 237, enero de 2011, página 41).
Tenemos entonces que entre los alumnos que logran terminar la primaria y luego la secundaria, la mayoría no pueden razonar ni en español ni en matemáticas, no logran leer un libro completo, no pueden redactar un par de cuartillas sin faltas de ortografía, y los conocimientos que han acumulado se van perdiendo en el tiempo porque los han memorizado y repetido con el objetivo de pasar un examen, y no les encuentran alguna otra utilidad para su vida social o económica, familiar o ciudadana. Una educación, pues, que no sirve ni para ofrecer cobertura ni para lograr aprendizajes que valgan la pena.
Para lo que sí sirve el sistema educativo es para acumular poder en manos de quienes lo tienen secuestrado, aquéllos que no han logrado ningún avance significativo en el sector y no parecen dar ninguna importancia a los millones de niños y jóvenes que se han quedado sin estudios o sin futuro.  l


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