Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 2 de octubre de 2013

El obispo y el “puñado de millones” que robó el panista- El periodismo no basta*

El obispo y el “puñado de millones” que robó el panista

30. septiembre, 2013 Álvaro Cepeda Neri * Conjeturas


Hay rateros en todos los partidos políticos. Por ejemplo Humberto Moreira y Andrés Granier, del Partido Revolucionario Institucional (PRI); Rosario Robles –con su amante Carlos Ahumada– del Partido de la Revolución Democrática; o Luis Armando Reynoso Femat, del Partido Acción Nacional, exdesgobernador de Aguascalientes y de quien –dice su confesor, defensor y obispo (¿no lo podrá dar de baja el papa Francisco?), de nombre José María de la Torre Martín– que solamente se robó (el obispo dice: “se llevó”) “un puñado de millones de pesos”; mientras Moreira se robó “miles de millones” y está en la impunidad, con beca y una pensión que rebasa los 200 mil pesos mensuales (¿o es en dólares?), para permanecer en España y dizque estudiar un doctorado…, en saquear los dineros públicos. Pero le faltó decir al religioso que es por órdenes de Peña, como recompensa por haber sido el presidente del PRI que lo postuló.
El raterazo panista Reynoso Femat se dedicó a robarle al pueblo, a enriquecer a su hijo, a sus amigos y a los empresarios. Y ahora anda prófugo como antes lo estuvo Granier, el ratero de Tabasco. Resulta que el panista avaló por unos cuantos pesos la venta de terrenos públicos con valor de cientos de millones, para beneficiar a sus cómplices. Cometió otros robos llamados peculados. Además se embolsó cerca de 14 millones de pesos simulando la compra de un tomógrafo. Este ratero robó durante 6 años, a la par del calderonismo. Por si fuera poco lavó dólares del narcotráfico que le pagaron a su hijo, usando las finanzas de la entidad; y ya ha acumulado más de nueve averiguaciones. Con su cártel familiar y de socios es un delincuente que iguala a la delincuencia organizada.
Raúl Muñoz (Reforma, 3 de septiembre de 2013) nos informa que el diabólico obispo (y don Diablo no llegaría a eso), que recibió limosnas millonarias del exdesgobernador, con su lujosa sotana, se ha erigido defensor de éste y lo ha perdonado en el confesionario por haber robado “un puñado de millones de pesos”. El purpurado abusa de su ministerio al proteger a su “oveja descarriada, a su oveja negra”. En lugar de entregarlo, si es que está escondido en la sacristía, le echa bendiciones, mientras el pueblo de la entidad lo maldice por ratero. Había que verle la cara a Reynoso con sus lentes para el sol que parecían antifaz de ladrón, dándoselas de inocente.
El obispo pide que detengan a Moreira, con lo cual estamos de acuerdo; pero en desacuerdo con su intromisión en asuntos estrictamente de competencia del pueblo, de los jueces. No se trata de “justicia divina”, sino de justicia a secas, como diría Juárez, el coco de los fanáticos. Que Reynoso Femat sea entregado, juzgado, vencido en el proceso con las pruebas de sus robos y encarcelarlo de por vida. Los ladrones al amparo del poder son peores que los delincuentes comunes, pues éstos corren sus riesgos, y los políticos se escudan en el fuero. El obispo querrá minimizar el robo por ser “un puñado de millones”. Pero así se trate de un centavo, Reynoso, Moreira, Granier, etcétera, deben ser juzgados, y con las pruebas de sus robos, sentenciados penalmente. No se trata de purgar sus delitos en el confesionario para luego irse al paraíso, sino a la cárcel.
*Periodista


Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/09/30/el-obispo-el-punado-de-millones-robo-el-panista/

Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/09/30/el-obispo-el-punado-de-millones-robo-el-panista/

El periodismo no basta*


 

Me temo que lo más importante del destino de los ciudadanos se decide en los comederos políticos de lujo y no en las Cámaras legislativas o en las oficinas de los ministros. Es allá, en las charlas de sobremesa de restaurantes entre presidentes de partidos, secretarios de Estado y coordinadores de fracciones parlamentarias, donde se tejen los acuerdos que definen la vida pública.
Quizá por ello el trabajo periodístico profesional se vuelve tan difícil e incluso frustrante. Tratar de recomponer lo que sucedió “en lo oscurito” entre los actores del poder es una empresa fortuita y sembrada de incertidumbres e inexactitudes. Después de todo, el periodista no está presente ni tiene un micrófono bajo la mesa en la mesa en la que conversan un Florentino Pérez y el alcalde de la ciudad, o Cristina Fernández Kirchner y un líder de empresarios aliado, o Enrique Peña y el presidente de un partido de oposición. Pero es en estas conversaciones en las que se desbroza el hilo fino y la letra minúscula de una obra pública millonaria y donde se negocian los términos de una nueva iniciativa de ley. Lo más que conseguirá un periodista avispado es el testimonio que alguno de los protagonistas tenga a bien trasmitirle. Una filtración que siempre es interesada y, en ocasiones, distorsionada.
En otras palabras, partes sustantivas de las decisiones que definen la vida púbica de una democracia transcurren en ámbitos ajenos a la democracia. Los arreglos entre las élites y las puestas en común tras bambalinas es la materia prima con la que opera toda clase política, en China o aquí. Y entre más débil sea el tejido institucional de una sociedad, mayores son los márgenes de las élites frente a la opinión pública.
A lo largo de 20 años de ejercer el periodismo he acumulado una gran cantidad de información sobre las maneras en que opera la clase política en diversas circunstancias: sus códigos no escritos, la relación con los medios de comunicación, las modalidades de corrupción que existen en los distintos niveles, la forma en que los poderes fácticos se vinculan entre sí.
Mucha de esa información es impublicable. No por falta de ganas, sino por la imposibilidad de recaudar las evidencias que la documenten.  Una cosa es saberlo, y otra poder demostrarlo de acuerdo a códigos profesionales. Documentar las relaciones formales entre los tres poderes es pan comido; hacer lo mismo con las relaciones informales entre la élite empresarial y la burocracia, o las del crimen organizado (y desorganizado) con los gobiernos regionales es poco menos que imposible. Particularmente en países latinoamericanos en los que el entramado institucional es débil, la rendición de cuentas casi nula y los márgenes de operación de los actores políticos resulta, por consiguiente, enorme.
Quizá por ello es que los periodistas de este lado del Atlántico transitemos con frecuencia a la novela; nos permita describir a la realidad en prisma color y sonido Dolby, en lugar de hacerlo en imágenes cortadas en blanco y negro. No es que la primera sea más realidad que la otra, es que es distinta y complementaria.
En parte por ello es que escribí Los Corruptores, una novela política de suspenso, bajo el sello de editorial Planeta. El asesinato salvaje de la actriz Pamela Dosantos, amante del ministro más poderoso del gobierno mexicano provoca una crisis cuando se revela que la mujer atesoraba secretos de Estado y dossiers de diversos miembros de las élites. Los personajes son ficticios, pero los secretos que se van descubriendo, con ligeras modificaciones, forman parte de esa pila de expedientes que como periodista venía acumulando en mi gaveta de “casos impublicables”.
Justamente, uno de los cuatro personajes centrales es Tomás Arizmendi, un columnista desencantado del oficio, publica, sin percatarse, un dato sobre la muerte de Dosantos que se convertirá en un escándalo. Su artículo le ganará el rencor de los poderosos y la mafia, y para sobrevivir tendrá que develar los secretos de Pamela y descubrir al autor de su asesinato.
La trama me da la posibilidad de construir un fresco sobre la clase política como no lo había podido realizar en mi trabajo periodístico a pesar de haber publicado o coordinado libros como Los Suspirantes, Los Amos de México o Los Intocables (todos ellos perfiles biográficos de miembros de la clase dirigente de mi país). La novela me permite desarrollar personajes y situaciones que se comportan fielmente a lo que he captado a lo largo de veinte años de vivir profesionalmente con hombres y mujeres de poder.
En ese sentido he descubierto como autor lo que ya había percibido como lector: la literatura ofrece visiones adicionales y complementarias para entender la realidad, en este caso la manera en que opera el poder en México.
Desde luego, me beneficio de una larga tradición. Allí están los esfuerzos del guatemalteco Miguel Ángel Asturias con Señor Presidente, el colombiano Gabriel García Márquez con  El otoño del patriarca, y el paraguayo Augusto Roa Bastos en Yo, el supremo. Trabajos que buscaban explorar debajo de la epidermis y en los pliegues que escapan al raciocinio el comportamiento de déspotas y dictadores que convirtieron a los símbolos patrios en meros efluvios de su voluntad. Novelas que explican lo que ningún análisis antropológico del poder podría develar.
En México, en donde los intelectuales buscaban decodificar la voluntad del poderoso presidente en el antiguo régimen, la literatura es copiosa. Por citar a los principales: Martín Luis Guzmán escribió a fines de los años 20 dos novelas, El Águila y la Serpiente y La Sombra del Caudillo, para explicar con mayor profundidad que cualquier historia las infamias de los regímenes posrevolucionarios, particularmente el de Obregón.
Luis Spota en los años que 60, 70 y 80 hizo la mejor descripción de la clase política que se ha hecho en México a golpe de novelas que dejaban muy poco a la imaginación. En ese sentido es el mejor cronista que hemos tenido de los intríngulis de la vida pública. Héctor Aguilar Camín hizo lo propio con sus novelas Morir en el Golfo (1985) y La Guerra de Galio (1990). Un verdadero tratado de antropología de los especímenes de estos años.
Toda proporción guardada, Los Corruptores intenta ofrecer claves similares de los políticos que nos toca padecer en esta época, luego de 12 años de alternancia panista y en pleno regreso del PRI a la presidencia (la obra está ambientada en diciembre de 2013). Es una novela sobre la amistad, el amor y sus desengaños pero con el telón de fondo de los usos y abusos del regreso del presidencialismo en nuestra atribulada y frágil democracia. El Presidente se llama Alonso Prida y no Enrique Peña Nieto; el Secretario de Gobernación lleva por nombre Augusto Salazar, pero aun con personajes de ficción, Los Corruptores me ha permitido abordar con microscopio y escalpelo lo que no había podido describir sobre las clase política: las motivaciones, fobias y filias que corren por sus entrañas mientras nos desgranan actos de poder que el resto de los mortales simplemente padecemos. Describir a los poderosos y disfrutarlo en el proceso, es un pequeño gozo que la literatura ofrece a este autor luego de sufrir durante décadas de la frustrante tarea de explicarlos sólo a medias.
*Texto ofrecido en la presentación de Los Corruptores en Madrid, España. Una versión acotada fue publicada el domingo 29 de septiembre en El Universal y otros 15 diarios mexicanos.
@jorgezepedap
fuente   Sin embargo.mx
 

El muchachito de Eruviel

Por: - octubre 2 de 2013 - 0:00COLUMNAS, Red Pública - Sin comentarios
 
  • Carlos Aguilar amenaza y ofende a ciudadanos
  • Eruviel Ávila y sus sueños para el 2018
En México, el poder –como alguna vez advertimos– no se ejerce. Se explota.
Y como periodistas no debemos permitir que por cualquier vía: personal, por escrito o en redes sociales, cualquier funcionario –priista, panista, perredista, etc.–, se sirva de su cargo para intimidar, amenazar u ofender a los ciudadanos. Esa práctica se acostumbraba en los tiempos dorados del priato. Hoy no permitiremos que esos abusos regresen.
Casos de abusos de poder hay muchos. Y los seguiremos denunciando a través de este espacio de libertad periodística: SinEmbargo.
Hoy abordamos las amenazas y los desvaríos del Coordinador de Imagen Institucional del Gobierno del Estado de México, Carlos Aguilar, en contra de ciudadanos que cuestionan o critican al Gobernador Eruviel Ávila.
Carlos Aguilar es colaborador cercano a Eruviel Ávila. Muy cercano.
*****
Por supuesto que no se trata de intervenir, como periodista, en asuntos de carácter privado. No. Esa línea no la traspasamos.
Sin embargo, utilizar una cuenta de Twitter para amedrentar a ciudadanos, se convierte, en automático, en un asunto público.
O juzgue usted, lector de esta Red Pública:
Mediante su cuenta de Twitter, Carlos Aguilar (identificado como @aitoos) respondió a una serie de críticas que mostraban inconformidad ante el Segundo Informe de Gobierno de su jefe, Eruviel Ávila.
Aquí textuales los tuits amenazantes y ofensivos del colaborador de Eruviel Ávila (ofrezco disculpas al lector por el lenguaje vulgar y soez de Aguilar):
1)  @gerryboy10 @jordy_ribeiro  x fa comenten a Jorge Carbajal @jorcares75 q es un puto. Borró su perfil pero ya lo tengo
(Aguilar muestra públicamente una fotografía de Jorge Carbajal…¡acompañado de su pequeño hijo!, un menor de tres o cuatro años de edad. ¿Por qué exhibe Aguilar de esta manera a un ciudadano y, aún más grave, a un niño? ¿Cuál es el mensaje del colaborador de Eruviel: sé quién eres, sé cómo eres, y por tanto voy por ti? Es una intimidación pública grave e inaceptable).
Los demás tuits salidos de la cuenta @aitoos:
2) @jorgecares75  Ese es un pretexto pendejo. Te reto a q lo digas de frente y a que demuestres tus triunfos. Obvio, eres un frustrado y perdedor.
3) @jorgecares75  Pobre güey. Qué pena das. Quién es el puto? El que se esconde detrás de un Twitter? Si me conoces, puedes decirlo de frente.
4) @jorgecares75  Si lleve 1 campaña, es por capacidad y preparación. Dudo que puedas hacer algo igual. Pongamos sobre la mesa los logros de cada uno.
5) Qué lástima me da la gente frustrada, amargada y cobarde. Ojalá puedan ser realmente felices en algún momento de su vida.
6) Hoy corroboré por millonésima vez, que @caromcpherson padece de un severo y grave transtorno de déficit de atención.
Hasta aquí los tuits de Carlos Aguilar dirigidos, principalmente, en contra de Jorge Carbajal.
Aguilar escupe insultos. Vocifera contra ciudadanos. Esa es la estrategia a la que recurre para manejar la Imagen Institucional del Gobierno del Estado de México –en la realidad, la imagen de Eruviel Ávila–. A falta de argumento, la amenaza. A falta de inteligencia, la intimidación.
Aguilar enderezó estos insultos entre el miércoles 25 de septiembre y el jueves 26, ostentándose como “Coordinador de Imagen Institucional del Gobierno del Estado de México”. (Tenemos la fotografía de ese día). Ayer martes, ya había borrado de su cuenta ese cargo. O lo regañaron o lo removieron o lo corrieron. O lo escondieron.
Pero allí queda su falta de ética personal. En realidad, cuando tilda de “puto” a @jorgecares75, Aguilar es quien se asume como un funcionario carente de valentía, al escudarse tras un cargo público y aprovechando una relación muy estrecha con el gobernador Eruviel Ávila.
Pero así se las gastan en el Estado de México, una casta política que representa lo más nocivo, abusivo y corrupto del PRI. ¿Ejemplos?:
Allí están los Hank, los Montiel, los casos Paulette, el caso Versini, los feminicidios con Peña Nieto, la nula transparencia. Y así podríamos llenar páginas enteras.
Carlos Aguilar es producto de esa clase nociva para la democracia en el país. Botón de la soberbia. Del abuso del poder.
Y la soberbia es el pecado de los estúpidos.
*****
Eruviel Ávila quiere seguir los pasos de Peña Nieto: ser candidato presidencial del PRI. Que gane es otra cosa.
Eruviel acaba de dar su Segundo Informe de Gobierno bajo los viejos esquemas del priato: el triunfalismo, la propaganda, el gasto millonario, la ausencia de autocrítica, las cifras alegres, el ocultamiento de conflictos graves (alta delincuencia, secuestros, feminicidios, entre otros).
¡Ah, y también su gobierno prestó helicóptero a Laura Bozzo para montar shows en Guerrero!
Hoy, Eruviel Ávila quiere ser el Peña Nieto del mañana.
Pero le tenemos noticias al ecatepense.
Como lo publicamos el 22 de mayo pasado en nuestra primera columna en SinEmbargo: a Eruviel Ávila lo pretenden llevar al gabinete presidencial. Es una decisión que aún se mantiene.
“Pero no se crea que es un premio. Al contrario.
“Resulta que el Presidente y el grupo mexiquense que lo rodea, tiene enfado con Eruviel debido a que ha desplazado, tanto en puestos operativos como en tareas de gobierno, a integrantes del grupo peñista. A los del misterioso y legendario Grupo Atlacomulco. Los ha relegado, y eso ha causado irritación en Los Pinos”, escribí en esta columna aquella ocasión.
Llevar a Eruviel al gabinete presidencial implicaría dos beneficios políticos directos para Peña Nieto y su grupo: controlar el desbocado futurismo del gobernador, neutralizando sus ansiedades para el 2018, y nombrar para el Edomex a un interino cien por ciento peñista, salido de las filas de los hombres del Presidente.
Así, Peña Nieto controlaría dos escenarios: la sucesión presidencial y el manejo político del estratégico Estado de México en cuestiones electorales.
Veremos si esta decisión tomada ya en Los Pinos se mantiene, o Eruviel Ávila vence a Peña Nieto y conserva la gubernatura mexiquense como plataforma de una anhelada candidatura presidencial.
Con todo y Carlitos Aguilar.
Twitter: @_martinmoreno
 

Modernidad revolucionaria

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Yerra Enrique Krauze al equiparar el nacionalismo revolucionario mexicano con un “trauma” y señalar que los opositores a la reforma energética de Enrique Peña Nieto desean un México “preso en los mitos de su historia, ajeno a la racionalidad económica [e] indiferente a las realidades del siglo XXI”. También se equivoca el historiador cuando critica la supuesta “imprudencia” de quienes “se amparan en un dogma nacionalista como si el reloj se hubiera detenido en 1938”.
Los calificativos de “imprudentes” y “traumados” describen mejor a quienes porfían en “mover a México” de regreso a un contexto de total desregulación económica, postración internacional y abuso de poder propios de la larga noche porfirista, no a quienes buscamos un futuro que valore y se enorgullezca de la historia mexicana, plena de luchas sociales y conquistas populares de avanzada.
México destaca a nivel internacional como un país forjado desde abajo con una tradición larga y perdurable en pos de una verdadera modernidad igualitaria. Hoy son más relevantes que nunca las ideas presentes en Los Sentimientos de la Nación de José María Morelos y Pavón, el Plan de Ayala de Emiliano Zapata, el Decreto de Expropiación Petrolera de Lázaro Cárdenas, la Primera Declaración de la Selva Lacandona del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y la lucha por la transparencia electoral de Andrés Manuel López Obrador, entre otras gestas sociales históricas. La abolición de condiciones laborales esclavizadoras, el repudio a la concentración de la riqueza nacional, la defensa de la soberanía, la recuperación de la dignidad indígena y el combate del fraude electoral, son todas demandas modernas e impostergables.
En un contexto global de cada vez mayor desigualdad, belicismo imperial y protestas sociales, urge avanzar en la construcción de nuevas utopías que puedan dar sentido y dirección a las luchas ciudadanas del siglo XXI. Afortunadamente, para abonar en este sentido, los mexicanos no necesitamos ni de rebuscadas teorías ni de autores extranjeros, ya que basta y sobra con los visionarios principios e ideales de nuestra propia Constitución. Urge desterrar el criollismo y malinchismo intelectual que tanto daño ha hecho al país.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) de 1917 fue la primera en el mundo en codificar la obligación del Estado de tutelar derechos sociales básicos como la educación, la tierra, el trabajo y la salud. Debido al ejemplo y la valentía del ala agrarista de la Revolución, el Congreso Constituyente logró revertir el proyecto conservador originalmente presentado por el “Primer Jefe” Venustiano Carranza…
Fragmento del análisis que se publica en la edición 1926 de la revista Proceso, ya en circulación.
 
http://www.proceso.com.mx/?p=354120
 

Dos de octubre: 45 años después… Fallidos intentos exculpatorios

Los días cruciales del Movimiento Estudiantil del 68
Los días cruciales del Movimiento Estudiantil del 68
Pese al reparto de culpas y deslindes, las figuras representadas por los generales Marcelino García Barragán y Luis Gutiérrez Oropeza, ambos ya fallecidos, no pueden quitarse el estigma de represoras por su participación en la matanza estudiantil de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. Cuarenta y cinco años después, la apuesta que estos altos mandos hicieron por la desmemoria resultó fallida. Documentos históricos confirman que, lejos de aclarar qué sucedió realmente aquel día, ambos se afanaron por demostrar quién era más fiel al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
 
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Ganada la apuesta por la impunidad de la matanza del 2 de octubre de 1968 con el aval de los gobiernos panistas, el Ejército perdió la batalla por la desmemoria. Aunque el silencio institucional se ha impuesto durante 45 años, los jefes castrenses de la época se encargaron de dejar testimonios del papel protagónico y de la división de los militares para asumir responsabilidades.
Con visiones encontradas, los dos principales mandos de la época –los generales Marcelino García Barragán y Luis Gutiérrez Oropeza, titular del Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y el jefe de Estado Mayor Presidencial (EMP), respectivamente–, el terminaron por dejar uno en el otro la carga de lo ocurrido en la plaza de Tlatelolco. La confrontación que tuvieron como militares en activo la llevaron a su explicación y deslinde de la matanza de estudiantes el 2 de octubre de aquel año.
En junio de 1999, el fundador de Proceso, Julio Scherer García, dio a conocer en la revista (edición 1182) el testimonio póstumo del general García Barragán que apunta directamente contra el general Gutiérrez Oropeza, el militar de máxima confianza del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
La versión del titular de la Sedena al momento de la masacre se conoció tres años después de que el general Gutiérrez Oropeza escribiera un texto titulado Los presidentes de México y el Ejército (1934-1994), hasta ahora inédito, en el cual asegura que tras la decisión de Díaz Ordaz, la operación en Tlatelolco le correspondió única y exclusivamente al Ejército debido a la “fidelidad” del general García Barragán al entonces presidente de la República.
En su propósito de dejar al Ejército y a su entonces jefe, el general García Barragán, como los únicos responsables de la acción armada, Gutiérrez Oropeza dice en ese escrito que Díaz Ordaz le otorgó diversos beneficios a la institución, luego de que los tres presidentes que lo antecedieron “le habían restado fuerza por el temor que se le tiene”…
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1926 de la revista Proceso, actualmente en circulación.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario