Convocarnos a vencer el miedo y el autoritarismo
Víctor M. Quintana S.
Tan empecinado está Felipe Calderón que aprovechó la espantosa
masacre del casino Royale para insistir en su muchas veces fallida estrategia de
guerra contra el narcotráfico en su mensaje a la nación el 26 de agosto. De
inmediato se vieron las largas columnas de fuerzas federales con destino a
Monterrey, como se han visto rumbo a Ciudad Juárez, sin que el derramamiento de
sangre inocente se detenga.
En una semana, es cierto, hubo varios hechos que revelaron que los criminales
no reconocen ningún límite, ni se detienen en ningún espacio, sea público o
privado: la balacera afuera del estadio de Torreón, otra balacera con saldo de
un muerto y varias madres de familia heridas afuera de la Escuela Primaria
Ricardo Flores Magón, en Ciudad Juárez, y el execrable incendio del casino
Royale en Monterrey, con 52 personas muertas. La reacción del gobierno es
incrementar la violencia de Estado hacia los delincuentes, aunque de sobra se ha
demostrado que la intensificación de la
violencia legítimasólo produce más asesinatos en este país aterrorizado.
Porque si bien la masacre del casino Royale puede considerarse un ascenso en
la escala del terror criminal, hay que tomar en cuenta otros datos: en primer
lugar, toda la cadena de corrupciones y colusiones de diversos niveles de
gobierno que han permitido que este tipo de establecimientos nazcan, crezcan, se
reproduzcan y medren plagados de irregularidades fiscales, de protección civil y
laborales. ¿No se advirtió desde tiempos de Foxilandia que la apertura
de este tipo de casinos ofrecería una gran oportunidad para el lavado de dinero
y la implantación de mafias criminales? En segundo lugar, como señalan algunos
analistas, las características y las circunstancias del incendio del casino
Royale obedecen más bien a un tipo de acción torpe, sin estrategia, de grupos
criminales fragmentados, en su afán de allegarse recursos a toda costa para
vencer a sus rivales. Esta lucha ciega de fracciones criminales entre sí es lo
que explica los hechos de los últimos días en Torreón, Ciudad Juárez y
Monterrey. Y es lo que han advertido quienes señalan que al focalizar su
estrategia el gobierno federal en la detención de los grandes capos lo que
obtiene es fragmentar y multiplicar las mafias criminales y sus acciones contra
ellas mismas y contra la población.
Mientras la estrategia gubernamental sigue centrada en esto, olvida y deja
impunes otros tipos, muy letales también, de violencia. Es el caso de los
feminicidios; los datos al respecto, tan sólo en Chihuahua, son
terribles: en lo que va del año han sido asesinadas 253 mujeres, ¡cinco veces
más que las víctimas del casino Royale!, y 107 han desaparecido (información de
Justicia para Nuestras Hijas y Cedhem). A pesar de que la Fiscalía del Estado
pretende ligar la mayoría de estos feminicidios con el crimen
organizado, sus propios datos la contradicen: tan sólo de enero a la fecha en
Ciudad Juárez se ha elevado a 7 mil el número de denuncias por maltrato de
mujeres.
Esto nos dice que es necesario y urgente un cambio de estrategia
gubernamental y social para enfrentar las violencias y sus raíces sociales. Una
estrategia que como se ha venido exigiendo privilegie la seguridad humana y
ciudadana de las personas. Es lo que muchos grupos de la sociedad organizada
demandan, pero no sólo eso, también proponen alternativas sistemáticas, de
atención diversificada. Tal vez la propuesta más amplia y estructurada es la muy
valiosa presentada por la UNAM, pero hay muchas otras, que bordan sobre aspectos
o cuestiones más específicas y locales, muy de tomarse en cuenta.
Para detener la estrategia gubernamental fallida y llevar adelante estas
demandas y propuestas desde la sociedad es necesaria una mayor movilización y
presión social. Es el momento de lanzar un nuevo tipo de acciones y el
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad tiene la capacidad y la
legitimidad para convocarlas.
Tanto los diálogos con los poderes Ejecutivo y Legislativo (el Judicial sigue
sumido en su arrogancia), como la próxima Caravana del Perdón hacia el sur del
país, son acciones muy importantes del movimiento. Sin embargo, hay que buscar
otro tipo de acciones de dimensión nacional, masiva, en las que puedan
participar el mayor número posible de ciudadanos para expresar al gobierno el
hartazgo con su estrategia fallida y la exigencia de asumir las estrategia
sociales de seguridad humana y ciudadana.
En este sentido, diversos grupos de Ciudad Juárez y Chihuahua están
proponiendo al movimiento la convocatoria a un primer paro cívico nacional o un
primer acto simultáneo y masivo de desobediencia civil. Se trataría de brindar
la oportunidad a ciudadanas y ciudadanos de todo el país a sumarse al movimiento
mediante una acción de protesta y exigencia que puedan realizar sin necesidad de
desplazarse de su lugar de residencia, durante dos o tres horas, de manera
visible.
El autoritarismo del régimen es un peligro muy próximo; el miedo de todos es
realidad palpable. Para vencerlos, es necesario que
no dejemos de decir lo que pensamos, como señala el rector José Narro Robles. Es necesario que en una gran acción y expresión ciudadanas repudiemos la estrategia fallida del gobierno y exijamos atención a las propuestas sociales para una paz con justicia y dignidad; eso es lo que buscarían el paro, la huelga o la moratoria a escala nacional.
La muerte cabalga por escabrosos senderos
José Cueli
Se define el terror como un miedo muy intenso. El terrorismo se
traduce como dominación por el terror y como la sucesión de actos de violencia
ejecutados para infundir el terror. El terror va emparentado con lo siniestro,
como fue descrito por Sigmund Freud en su trabajo Lo ominoso, donde
aborda el tema del afecto de terror que experimenta el individuo ante algún
suceso que presenta el carácter siniestro pero que a la vez, desde el
inconsciente, retorna como algo que nos es familiar. Algo inherente a nuestra
propia estructura síquica. El terror y el terrorismo se nos presentan como
fenómenos sumamente complejos donde los extremos más paradójicos, irracionales e
incomprensibles de la naturaleza humana nos salen al paso.
Los actos del Casino Royale en Monterrey, perpetrados el jueves 25 de agosto,
que dejaron un saldo de 52 muertos y muchos heridos, son manifestación de
dominación por el terror y sucesión de actos de violencia para infundir pánico
que paraliza a la población civil. Tras el
espectáculo televisivola imagen confunde nuestros sentidos y nubla la razón, el
yoes tramposamente engañado. Y el despliegue televisivo termina siendo un terrible entrenamiento para la muerte. Millones de televidentes observamos en la pantalla las escenas de las personas encerradas sufriendo la crueldad provocada por el fuego en un moderno infierno. No vemos el terror de las víctimas, no vemos los cadáveres de hombres y mujeres mutilados, masacrados injustamente.
Esta anulación de las imágenes visuales conduce a la negación de los afectos
que como humanos nos permitirían compenetrarnos con el dolor y el sufrimiento
del prójimo, en el entendido tal como Emmanuel Lévinas enuncia:
la muerte del otro me atañe porque es también mi propia muerte.
La pulsión de muerte se ve retroalimentada por el engaño del
yo. Se estimulan el odio irracional y la envidia por el camino de la regresión, retomamos la omnipotencia infantil y las fantasías narcisistas. El resultado es que los gritos y el horror de las víctimas de la cámara incendiaria de la muerte no nos tocan y, por tanto, se difumina la piedad por el semejante en desgracia.
Parece confirmarse la hipótesis freudiana: el aparato síquico tiene una
tendencia a regresar al estado cero, al reposo, a la autodestrucción, el retorno
a lo inorgánico. Pulsión de muerte que no deja de actuar y más si no podemos ver
el rostro del semejante que sufre y el inocente que muere, de los familiares que
desgarrados por una herida inelaborable ven morir a sus cercanos consanguíneos y
amigos en una batalla que acaba resultando inútil.
Violencia engendra violencia y en un mundo atemorizado y convulsionado lo que
menos necesitamos es vivir bajo la égida del terror. Intentar someter bajo este
régimen de guerra al crimen organizado
acaba, por lo pronto, empeorando la situación de los ciudadanos y agregando factores de zozobra y atropello, similares a los de Ciudad Juárez, Chihuahua.
¿Es necesario esperar a que lo constaten los regiomontanos? Como editorializa
nuestro diario el martes pasado. Violencia que sólo puede conducir a desenlaces
desastrosos, donde el terror de unos desencadene los mecanismos de defensa más
primitivos en el otro y la lucha sea entonces desde lo más primitivo, lo más
arcaico y lo más destructivo del ser humano.
Octavio Paz, recuerdo, escribió:
No duele la antigua herida, no arde la vieja quemadura, es una cicatriz casi borrada el sitio de la separación, el lugar del desarraigo, la boca por donde hablan en sueños, la muerte y la vida en una cicatriz invisible.
La pulsión de muerte cabalga en nuestro país sin freno por escabrosos
senderos que desembocan en un desprecio total por la vida y una sola meta que
todo lo enceguece: el poder.
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