Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 23 de junio de 2011

la guerra contra el narco no se modifica.

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México, DF. El mandatario escucha la historia de María Elena Herrera Magdalena, cuyos cuatros hijos se encuentran desaparecidos. Ap
El gran desafío de Sicilia


Willivaldo Delgadillo *

Hace apenas dos semanas Javier Sicilia se encontró en Juárez con Luz María Dávila y en su abrazo fundieron en una sola la fuerza moral de ambos. Esa nueva plataforma ética puede convertirse en un punto de inflexión cuyo horizonte posibilitara el fin de una guerra absurda y la refundación del país. Ahora Sicilia se apresta a dar un salto mortal: reunirse con Felipe Calderón en el Museo de Antropología ante la mirada expectante y por momentos desconcertada de partidarios y detractores.
Las protestas han empezado a marchar ya desde la redes sociales. Articulistas y analistas políticos de todos los signos han puesto a Sicilia bajo la mira. Unos, con argumentos sólidos, lo llaman a la congruencia. Otros, la mayoría por encargo, intentan polarizar un movimiento nacional que acusa un alto grado de volatibilidad. Todas las apuestas están en contra de Sicilia y los boletines de la Secretaría de Gobernación dan la razón a quienes auguran el fracaso de este esfuerzo. El escenario es reminiscente de las reuniones del programa Todos Somos Juárez en febrero de 2010, cuando el gobierno logró desmovilizar la respuesta de quienes se opusieron a su retórica de guerra. Sin embargo, ahora las cosas podrían ser diferentes.
Después de más de tres mil kilómetros recorridos, Sicilia sabe de primera mano que las personas que se movilizaron para acompañarlo y para recibir a la caravana en Juárez lo hicieron para exigir justamente lo que la ciudadanía está obligada a exigir cuando la traicionan. Comparte esa perspectiva desde antes de que esa guerra absurda desencadenada por Calderón lo convirtiera a él también en una víctima.
En Juárez las movilizaciones más numerosas y consistentes han sido por la justicia. Sin embargo, en el sustrato de las demandas de justicia ha crecido la de la desmilitarización, que en un primer momento era la demanda de unos cuantos. Las condiciones de repetición de muchos de los casos están en los dispositivos de seguridad que se han instalado en la calles y en las mentes de quienes detentan el monopolio de la violencia. Los agravios son infinitos y sus formas conforman un compendio del horror. En los últimos años la Policía Federal y el Ejército Mexicano han alternado el control policiaco de la ciudad y del Valle de Juárez. En realidad sus acciones son parte del mismo esquema, de la misma estrategia que se ha denunciado como fallida. Una guerra de baja intensidad combinada con acciones policiacas de alto impacto es lo que marca el infinito horizonte de la guerra en Juárez. No nos encontramos ante una estrategia fallida, sino ante la producción de una nueva forma de vida.
Muchos en México comprenden ya que la desmilitarización de la vida social, en su sentido más amplio, es una condición preponderante para refundar el país, pero también es necesario aceptar que desmontar la maquinaria de guerra del Estado implica una actividad política compleja y una movilización no solamente multitudinaria, sino múltiple, es decir, enfilada desde diferentes ángulos por una diversidad de actores, cuyas acciones estén en permanente rearticulación. No es concebible organizar a la multitud desde un solo espacio.
Desde el surgimiento del zapatismo en 1994, no había aparecido en México otro movimiento que despertara la conciencia, la imaginación y los ánimos de debate como lo ha hecho éste, encabezado por Javier Sicilia, no desde Morelos, sino desde la nueva geografía del dolor. Un país igualado por la violencia explica la resonancia de su convocatoria. Sicilia sabe que el camino será largo; no fue una casualidad que en el Monumento a Juárez haya leído un poema de Constantino Cavafis en lugar de hacer un discurso político.
Las expectativas depositadas sobre la caravana han sido desmedidas. Si bien es cierto que el movimiento se ha convertido en un espacio de debate singular, mucho más genuino y atractivo que las convencionales esferas políticas mexicanas, no es razonable esperar que todas las acciones emanen de él. Es inquietante el tono apocalíptico de quienes actúan como si en ese movimiento se jugara la última carta de la sociedad mexicana. También lo es la actitud de algunos que mientras reclaman horizontalidad y denuncian al nuevo caudillo, se desplazan hacia el interior del movimiento de manera vertical, literalmente disputando un lugar en el templete. El movimiento tendrá que aprender a acomodar en su interior a visiones diversas y procesar las propuestas a veces contradictorias.
Es importante no despeñarse en prematuras acusaciones de traición. Mediante un correo electrónico, una de las organizadoras y participantes en las jornadas de la caravana en la frontera reaccionó de la siguiente manera ante los intentos de linchamiento al poeta: Sicilia ha instalado en la sociedad mexicana (no en los grupos que vienen resistiendo desde siempre) la idea de que ésta fue una guerra inútil y empieza a rescatar del olvido a los muertos y los desaparecidos; habrá que pensar cómo seguir, cómo profundizar la discusión, cómo llegar a acuerdos que expresen mejor las necesidades de la frontera, pero honestamente, compañeros, yo no me siento usada por Sicilia, porque en el peor de los casos este movimiento sirvió para que hoy ya casi nadie se anime a defender esta guerra, más bien me siento ofendida con aquellos que dicen que en Ciudad Juárez se jodió la movilización.
La gente que se reunió en Juárez para exigir justicia el 11 de febrero de 2010 es la misma que, haciendo a un lado sus diferencias, se constituyó en asamblea y convocó a muchos más para organizar la recepción de la caravana. Es la misma que, con muchos más, aspira a construir ese proyecto y ese lenguaje político nuevo. Javier Sicilia enfrenta el gran desafío de desenmascarar a Calderón. Las cosas en el país podrían tomar un curso distinto si asumimos el reto colectivamente y en el esfuerzo ayudamos al poeta, y a nosotros mismos, a no caer en las garras de cíclopes y lestrigones.
* Escritor. Autor de varios libros, con los que ha obtenido reconocimientos como el Premio Chihuahua de Literatura en 1995, el Premio del Instituto de Letras de Texas en 1997 y el Southwest Book Award de la Asociación de Bibliotecarios de la Frontera en 2001. Impulsor del Movimiento Pacto por la Cultura en Juárez.
Se mantiene la guerra antinarco, concluye Calderón

Felipe Calderón, titular del Ejecutivo. Foto: AP / Eduardo Verdugo
Felipe Calderón, titular del Ejecutivo.
Foto: AP / Eduardo Verdugo
MÉXICO, D.F., (apro).- Si bien del diálogo sostenido entre el movimiento que encabeza Javier Sicilia y el presidente Felipe Calderón se llegó a tres acuerdos: crear una fiscalía de atención a víctimas, utilizar el dinero incautado al narcotráfico para levantar una placa con los nombres de los muertos y organizar una segunda reunión en tres meses, el principal punto de reclamó permaneció inamovible: la guerra contra el narco no se modifica.
Además, en las conclusiones del encuentro efectuado en el Castillo de Chapultepec no se aterrizaron varios puntos que, en un inicio, exigió Sicilia. Entre ellos, despenalizar algunas drogas, fijar una fecha para resolver todos los crímenes y terminar con los privilegios a sectores de poder tales como el SNTE.
El presidente Calderón se limitó a recordar que su gobierno despenalizó el uso de dosis individuales de algunas drogas. Mencionó que estaba dispuesto a cambiar la estrategia, siempre y cuando le puntualizaran en qué y cómo, cómo y en quéaunque no habló de algo en concreto y más bien solicitó propuestas para mejorar el combate al crimen organizado.
En su turno, el poeta Javier Sicilia cuestionó al presidente Felipe Calderón el por qué empresarios y altos políticos no han sido detenidos por sus vínculos con el crimen organizado y en “el canal dos” sólo se exhibe la captura de capos de la talla de Jesús Radilla, “El Negro”.
Sicilia denunció que el gobierno federal manda un doble mensaje; primero, de combate al crimen organizado, y después de complicidad con los personajes de alto poder ligados a él. Se trata, precisó el escritor, de personajes que lo mismo hacen negocios con los capos que se exhiben en las páginas de sociales, en absoluta impunidad.
Y están, señaló el líder social, en la cúpula de los partidos políticos, protegidos por el poder. Por ello, el poeta exigió a Calderón perseguir a esta clase de delincuentes que habitan en edificios donde jamás se presentan los operativos de la policía.
En respuesta, Calderón admitió que la corrupción ha carcomido todas las esferas políticas y sociales, al gobierno y las iglesias.
Ante los reclamos por la impunidad de quienes son cómplices del crimen en el gobierno y los cuerpos de seguridad, que marcaron las intervenciones de las víctimas y deudos del crimen durante el diálogo, el mandatario justificó la omisión e impunidad en la falta de pruebas para procesar a quienes desde el poder se coluden con la delincuencia organizada.
Por su parte, Javier Sicilia, respondió al presidente, que en su primera intervención le dijo “estás equivocado” sobre la percepción de que la violencia se desató cuando sacó a las Fuerzas Armadas a combatir delincuencia organizada, aclarándole al mandatario que no se criticaba el combate al crimen, sino la ausencia de estrategias e instituciones, pues estas estaban carcomidas por la corrupción.
Al finalizar el encuentro, Javier Sicilia entregó a Calderón un escapulario que le dio una de los deudos de las víctimas por el crimen organizado. Y el mandatario lanzó: “Que la historia me juzgue por haber actuado que por haberme quedado quieto”.


Los costos del diálogo

Javier Sicilia, escritor. Foto: Octavio Gómez
Javier Sicilia, escritor.
Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (apro).- Muchas reacciones ha provocado el diálogo que este jueves sostendrán Felipe Calderón y un grupo representativo de víctimas de la guerra que el presidente declaró hace casi cinco años y que a la fecha ha generado 40 mil muertes, 10 mil desaparecidos y miles de desplazados en todo el país.
Lo más sorprendente es que muchas de las reacciones negativas sean de agrupaciones sociales que inicialmente se sumaron al movimiento ciudadano encabezado por Javier Sicilia y que ahora quieren desconocerlo porque no enarboló las causas de estos grupos, que son más políticas que de justicia a las víctimas.
Hasta antes de finales de marzo, cuando se registró el asesinato del hijo del poeta en Cuernavaca, Morelos, los movimientos existentes en contra de la guerra declarada por Calderón, como el de “No más sangre”, estaban encaminados a exigir la desmilitarización de la estrategia oficial de combate al narcotráfico y de la violencia que ésta ha generado, ocasionando miles de muertes; también en la demanda de investigar el paradero de los miles de desaparecidos que hay desperdigados por todo el país, principalmente en el norte y el Pacífico.
A principios de enero, Eduardo del Río (Rius) y otros cartonistas, como Rafael Barajas, El Fisgón, y Antonio Helguera, lanzaron la campaña “¡Basta de sangre!” bajo la consigna de manifestar el repudio a la guerra de Calderón.
“Queremos hacerle ver al gobierno que ya estamos hasta la madre de vivir esta situación de angustia y temor generalizado. Esperamos que la gente se una a esta campaña y deje de estar cruzada de brazos viendo a ver cuándo se le ocurre al gobierno parar esta absurda guerra que no está sirviendo de nada”, dijo Rius en entrevista con CNN-México.
Desde entonces realizaron una cruzada mediática y social de pegotes y cartulinas invitando a la ciudadanía a colocar el logo de “No + sangre” en sus casa, negocios y autos.
No tenían otra consigna y no se trataba de un movimiento de víctimas como sí lo era el que organizó la diócesis de Saltillo, a cargo de Raúl Vera, con las Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fundec) que, desde diciembre del 2009, fue la primera instancia ciudadana en comenzar el registro de las desapariciones forzadas que, de acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), suman más de 5 mil de 2006 a principios de año, pero que extraoficialmente podría ser el doble. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, es su lema de lucha.
Otras agrupaciones de Chihuahua, principalmente en Juárez, también ya estaban trabajando con muchos esfuerzos y valentía con familiares de muertos y desaparecidos, dando asistencia psicológica, física, de salud y seguridad.
Y activistas como el padre Oscar Henríquez, del Centro de Derechos Humanos “Paso del Norte”, se decidieron a dar la atención que el gobierno del estado –y el federal–, les negaban a todas estas familias.
Mientras en el sur destacaba el trabajo del padre Alejandro Solalinde, al frente del albergue para migrantes “Hermanos en el Camino”, ubicado en Tehuantepec, Oaxaca, pero abarcando Chiapas y Guerrero.
Con su propio trabajo y con muchos riesgos, el padre Solalinde se ha dedicado a proteger y denunciar el abuso, extorsión, asesinatos, desapariciones y vejaciones de que son objeto los migrantes de Centro y Sudamérica por parte de autoridades y de grupos del crimen organizado.
Sin embargo, no había un movimiento que los articulara o que los vinculara bajo una misma preocupación y objetivo: la justicia para los miles de muertos y desaparecidos, así como la exigencia al gobierno federal y de los estados de atención a sus familias que se quedaron en el desamparo.
Con muchos errores y tropiezos, falta de organización y retrasos, a finales de marzo comenzó a gestarse en Cuernavaca el Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad que hoy encabeza Sicilia.
Las primeras manifestaciones de este grupo ciudadano se dieron incluso sin la presencia del poeta, quien se encontraba en Filipinas, pero desde entonces sus integrantes exigían justicia para las víctimas.
Esta demanda se ha mantenido en el curso de las dos marchas realizadas en abril y mayo, así como en la caravana de seis días que salió de Cuernavaca y culminó en Juárez.
En todo este tiempo y en cada oportunidad, así como en reuniones internas de trabajo, el poeta Sicilia ha mantenido la posición de que este es un movimiento de víctimas, sin pretensiones políticas o electorales.
Aunque también ha manifestado que para que la sociedad tenga herramientas de defensa legal, es necesaria la reforma política que incluya la inclusión del referéndum, plebiscito, revocación de mandato, voto blanco y candidaturas ciudadanas.
Desde el inicio de las movilizaciones, Sicilia no se negó a establecer un diálogo con Calderón e incluso los tuvo en dos ocasiones de manera privada. Pero después de la megamarcha del 8 de mayo, cuando exigió la renuncia del secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, ante la invitación de reunirse nuevamente en privado en Los Pinos, el poeta contestó que el encuentro tendría que ser público, con las víctimas y para discutir los temas de justicia, cambio en la estrategia militar de combate al narcotráfico y la reforma política.
Hoy, luego que con muchos problemas se acordó el encuentro con Calderón, el movimiento ha tenido muchos roces con agrupaciones sindicales, estudiantiles, sociales e incluso con algunos grupos intelectuales que acusan a Sicilia de no haber seguido su agenda de no dialogar con el panista, a quien desconocen como presidente o a quien acusan como responsable de las miles de muertes y desapariciones, exigiendo incluso su juicio político.
A través de las redes sociales, algunos incluso amenazan con “expulsar” a Sicilia de su propio movimiento sin tomar en cuenta que él le dio forma y contenido, a través de las manifestaciones, marchas y la caravana que fueron apoyadas en más de 30 ciudades en todo el país y en el extranjero.
Esas organizaciones y personalidades, si en algún momento vieron al movimiento ciudadano como la oportunidad para cristalizar su propia agenda, al fracasar en sus pretensiones seguramente retirarán el apoyo que dieron inicialmente y dejarán solas a las víctimas en su demanda de justicia.
Y los únicos beneficiados con esta atomización serán los grupos del crimen organizado y el gobierno federal. Los primeros porque seguirán imponiendo su atmósfera de terror y el segundo porque se quitará de encima el riesgo de que la sociedad alcanzara mayores niveles de organización, con el impulso de acciones de resistencia civil como el voto blanco en las elecciones presidenciales de 2012.
Así, una vez más, estaremos observando otro capítulo de la fragmentación de la sociedad civil mexicana que, en contraste con otros pueblos o países igualmente en crisis, no ha logrado el suficiente consenso para caminar unida, sino ir por caminos separados, bajo la complacencia y beneplácito del gobierno en turno, al que se le hace más fácil gobernar una sociedad dividida y desorganizada, preocupada por sus propios intereses, que a una ciudadanía coordinada y unida.

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