Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 31 de agosto de 2013

Dinero- 89% en contra del uso de la fuerza pública - La sociedad que se moviliza- Opciones estratégicas: madrugar o pactar

Dinero
89% en contra del uso de la fuerza pública
Diálogo sin mentiras ni subterfugios
Las lecciones del movimiento
Enrique Galván Ochoa
Foto
Voceros de algunas organizaciones, así como líderes de opinión, están presionando al presidente Peña Nieto y al jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, a fin de que usen la fuerza pública para desalojar de la ciudad de México a los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Esta semana encuestamos a nuestros lectores acerca del problema: ¿Apruebas el uso de la fuerza pública? El 89 por ciento contestó no; 7 por ciento la aprueba, y 4 por ciento expresó otras ideas.
Metodología
Tuvimos la participación de mil 710 personas. En los siguientes párrafos reproducimos fragmentos de algunos de sus comentarios:
Ni el uso de la fuerza y menos de mentiras...
Luz María Cahero Cornejo/DF
Claro que no, para nada. Es una medida que ninguno de nosotros  quisiéramos. Si la utilizaran, los medios serían los primeros en echarse encima de las autoridades del DF. Por otro lado, se pone de manifiesto hacia dónde se cargan los medios y comentaristas que están en favor de las tonterías que quieren imponernos.
María Elia Carrera/DF
Es criminal el uso de la fuerza policiaca, la autoridad tiene la obligación de escuchar las demandas de sus representados. Por supuesto que no.
Reyna Hernández/DF
No se debe usar la fuerza pública por parte del Estado ni del gobierno de la ciudad de México; sin embargo, no olvidemos lo que pasó en la toma de posesión del comprador de la Presidencia, el Estado no se detiene en la defensa del gran capital nacional y extranjero, pero eso no debe detener las acciones de los profesores y de la sociedad en su conjunto, porque el problema de la educación no es sólo asunto de los profesores sino de la sociedad en su conjunto.
Ignacio Monsalvo E. /DF
Estaré de acuerdo con el uso de la fuerza pública cuando se le finque juicio político a Felipe Calderón por delitos de lesa patria, cuando se desafuere a Carlos Romero Deschamps, cuando se juzgue con apego a la ley a los ex gobernadores de Aguascalientes y de Tabasco. En pocas palabras, cuando el Estado demuestre con hechos que mide con la misma vara al delincuente de cuello blanco que a un desempleado que roba para llevar un pan a su familia.
Jaime Acosta Bris/DF
No a la fuerza pública contra los maestros de la CNTE, no somos animales salvajes ni gorilas diazordacistas... Diálogo sí, respetuoso, sin mentiras ni subterfugios politiqueros. Que primero argumenten ante la nación, los del pacto, los diputados y senadores, por qué aprobaron una reforma educativa hueca y lesiva a la mejora de la educación de los mexicanos, sin escuchar a quienes viven y piensan lo educativo.
Silvia Nicolás Cisneros/DF
Aprovechemos el arrastre que traen los maestros y unámonos en defensa del petróleo. A ver si así dejan de vender a nuestro país.
Julio César Ramírez/DF
Hoy por hoy los maestros nos vuelven a dar la máxima de las lecciones a pesar de tener un cabrón tsunami en contra de su movimiento. Salen a las calles para enseñarnos que es mejor entrarle a los madrazos por una vida digna que vivir agachados y jodidos.
Adán Solís Bocanegra/DF
Si los maestros han llegado a esta protesta es por la ineptitud del gobierno para resolver los principales problemas de la nación y, teniendo en cuenta que quien se dice presidente tiene en su historial lo de Atenco, es de temerse que se repita.
Ma. de los A. Hernández Cárdenas/Querétaro
Apoyemos a los maestros de la CNTE que han mostrado realmente tener conciencia y que han tenido las agallas para enfrentarse al monstruo de mil cabezas. No a la represión, no a un nuevo asesinato como en el 68.
Norma Aguilera Godoy/San Luis Potosí
La fuerza pública no debería ser utilizada en contra de quienes luchamos día a día por educar a los futuros mexicanos que poblarán el país. Criminalizar a los maestros por protestar a favor de nuestros derechos es un acto cobarde, de gobernantes ineptos que no pueden o no quieren solucionar los problemas que atraviesa el pueblo mexicano diariamente. La intolerancia a la que hemos sido expuestos nos afecta porque hay provocaciones violentas de los sectores más favorecidos por el gobierno en contra de nosotros y, por lo tanto, yo hago directamente responsables de lo que les pueda pasar a mis compañeros maestros, que vienen de varias regiones del país, a Enrique Peña Nieto y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, si usan la fuerza pública para reprimir una protesta legítima y llena de razón. Ya estamos hartos de los abusos de los gobiernos espurios que nos ha tocado vivir. El pueblo no aguanta más.
María Esther Saldaña Martínez, Educadora/DF
Twitter: @galvanochoa
Facebook: @galvanochoa
FUENTE: LA JORNADA OPINION
La sociedad que se moviliza

Ilán Semo
A principios de enero, una vez concluido el proceso de sucesión presidencial, la administración de Enrique Peña Nieto se perfilaba como un empeño capaz de reunir (una vez más) los hilos de la legitimidad para retomar una política que, tras el sexenio de Felipe Calderón, parecía haberse estancado a medias. En el centro de esa política se hallaban el prospecto de la gradual privatización del sector energético, la reforma educativa, cambios radicales en la esfera de las telecomunicaciones y el aumento de impuestos (a través del IVA) para fortalecer las finanzas del Estado. Todo el estilo, los discursos y el ensamblaje del nuevo grupo gobernante se antojaban, desde el principio, como una suerte de acto de repetición en el que el “Salinas style” resultaba inconfundible. Contundencia y rapidez en las reformas (como si la fecha límite fuera el primer año y medio de gestión); elevar la Presidencia por encima de los poderes de la Unión (en parte para rodearlos y en parte para prescindir de ellos) como en el Pacto por México; disciplinamiento vertical de las filas del PRI; detención fulminante de jefes sindicales (ya no se supo si Elba Esther seguía en el hospital o en prisión); ofrendas a Estados Unidos en calidad de la aprehensión de capos destacados del narco, y contención violenta de las acciones sociales que pudieran interponerse en este tour de forcé.
 
No es casual que una parte de la opinión pública haya percibido la patente de los viejos usos y costumbres de las formas de hacer política del salinismo. Un simulacro de restauración, pues es dudoso que el antiguo presidente reuniera o reúna las fuerzas sociales y políticas que se requieren para ello.

Ocho meses después, las dudas han seguido en aumento. Los síntomas de una restauración siguen en marcha y sus primeros saldos apuntan –a diferencia de lo que pasó entre 1989 y 1991) a una pérdida de legitimidad del proyecto de reformas estructurales.

Dos de esos síntomas no están libres de anacronismo. El cuerpo político que hoy conduce el Estado parece haberse reclutado en la sección de la tercera edad del antiguo parque jurásico. Funcionarios vetustos, cansados, insensibles, hasta la solemnidad les queda grande, que difícilmente parecen entender una sociedad que se encuentra a dos décadas de distancia (y muchas pérdidas sociales, humanas y morales) de los años 90 tempranos.

El otro síntoma puede resultar más dilemático. La exoneración de Raúl Salinas ha traído consigo un dejo de implosión de la soberanía de la Presidencia. De esa soberanía ilusoria y real, tal vez ya anacrónica, que no admite poderes paralelos, y que es finalmente el aceite del verticalismo institucional.

En breves palabras: la pregunta de ¿quién manda ahí? no resulta hoy fácil de responder. Voluntaria o no, la proximidad de la sombra de un poder paralelo a la Presidencia produciría el efecto de una instancia bifronte. Y es la desinstitucionalización de la Presidencia lo que más se percibe como el síntoma de un centro sin centro que empieza a ser desbordado por la sociedad.
 
No es que la política tecnocrática haya fallado, es que simplemente ya no tiene lugar, o un lugar desde el cual producir consenso.
 
En primer lugar, si los maestros se movilizan, lo hacen para fijar los límites de una visión de la educación cuyo único cometido es convertirla en un régimen de control y un espacio para alentar las promesas (casi siempre fallidas) de la educación privada. Hay una pregunta que ha quedado sin responder en todos estos meses: ¿por qué no emprender una política de desarrollo integral de los maestros en vez de continuar degradando su condición y su status? ¿No es acaso una política en la que el Estado se boicotea a sí mismo?
 
En segundo lugar, junto a las del magisterio, las movilizaciones en contra de la privatización del sector energético, reiteran lo que desde hace años es una percepción manifiesta. No hay nada que garantice que las privatizaciones en México sean funcionales. Su historia desde 1989 es de muchos fracasos y muy pocos éxitos. Y las que pudieron sortear los avatares impuestos por su endeble origen, terminaron produciendo grupos monopólicos (no necesariamente eficientes para la economía nacional, como Telmex) o en manos del sistema de fuerzas globales (como los bancos, que son en realidad entidades de usura más próximas al siglo XVIII que a la actualidad).
 
En tercer lugar, el más delicado de los dilemas para una Presidencia ya en temprano desgaste: la formación de autodefensas sociales en varios estados del Pacífico. Más allá de la usurpación del nombre por círculos criminales, se trata de la reorganización del poder en comunidades pequeñas y a veces no tan pequeñas. Comunidades, léase: el tendero de la esquina, el taxista, el bodeguero, el maestro de secundaria, los empresarios locales, et­cétera, que se aprestan a responder frente a ese micrototalitarismo insaturado por la conjunción de caciques, autoridades locales y círculos criminales. Sin el concurso de esta sociedad de abajo, ¿cómo hacer frente al crimen organizado?
 
En cuarto lugar, cientos de experiencias en defensa de derechos humanos, las organizaciones del movimiento por la paz, los que han luchado por los derechos de género, los territorios reformados por el neozapatismo.
 
Es un espacio evidentemente fragmentado y fragmentario. Pero la fragmentación es el distintivo de la acción social en las sociedades contemporáneas. Y no significa que no pueden identificar no a un punto de encuentro, pero sí a otro horizonte de expectativas.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Opciones estratégicas: madrugar o pactar

Gustavo Gordillo/III
Frente a las reformas que el país necesita opongo los acuerdos que el país necesita.
 
El Pacto por México, aun en sus debilidades y falencias, preludia lo que podría ser un nuevo régimen político. Es apenas un arreglo institucional temporal y frágil. Pero ha tenido la virtud de conmover el status quo. Ese régimen post autoritarismo tiene formas democráticas mezcladas con tics autoritarios. Pregona pluralismo poco antes de intentar un descontón. Ese nuevo estatus quo profundizó las prácticas patrimonialistas, desarticuló al Estado, generó la segmentación de las fuerzas sociales. Ese nuevo status quo no sabe tratar con movimientos de protesta: o reacciona como gallina sin cabeza aleteando por todo lados, o se expresa en clave histérica.

Sólo sabe negociar asumiendo la fórmula de aquel famoso diálogo de Martín Luis Guzmán: Al líder de los radicales Oliver que quería empujar al general Elizondo a la asonada le dice éste: madrugar sí licenciado, pero sin que corra uno el riesgo de que pronto lo acuesten. Hay que madrugar tomado en cuenta el reloj. Pero el líder radical ya entrado en la discusión le responde: Un punto me parece merecedor de los más amplios desarrollos, el de las reglas posibles en nuestras contiendas públicas. La regla es una sola: en México si no le madruga usted a su contrario, su contrario le madruga a usted.

La idea de madrugar está profundamente arraigada en las prácticas políticas tantos de las elites como de las dirigencias sociales particularmente las de corte corporativista. El Pacto por México podría encaminarse frente al madruguete por el rumbo de la deliberación pública. No lo hecho. Pero ahí está su potencial y su única forma de sobrevivencia.

Se enfrenta a tres obstáculos:
La prisa: La idea de las reformas estructurales implementadas de manera vertical y sin deliberación es una idea cuyo tiempo ya pasó. Funcionó defectuosamente en el tiempo autoritario. En el pluralismo algunos la añoran, pero es una ilusión. No va a funcionar. Las reformas democráticas tienen tres momentos: el ciclo legislativo con la reforma constitucional y su aprobación en el Congreso de la Unión y en las legislaturas estatales, para posteriormente revisar y aprobar la legislación secundaria; el ciclo de la comunicación política que busca informar, deliberar y construir apoyo social para las reformas; y el ciclo de la implementación de las reformas que requiere participación ciudadana. Son ciclos que se retroalimentan. En cambio los atajos son el veneno de las reformas. Producen cortocircuitos y dislocación social. Esta tentación es lo que Hirschman llamó el ansia por extraer conclusiones.
 
El éxito temprano. No hay nada peor que juzgar una estrategia que requiere actos repetitivos como un triunfo irreversible cuando se tienen éxitos tempranos. Ya pasó antes y ahora vuelve a ocurrir. No hay nada irreversible cuando se promulgan transformaciones que afectan intereses. Las reformas no son actos fundadores, sino procesos de deliberación y acuerdos. Por ello se necesitan desagregar para establecer con nitidez los propósitos y construir coaliciones en cada etapa.
 
La exclusión. Una profunda desigualdad se encuentra en la base de políticas públicas fallidas. Un sinnúmero de privilegios para unos cuantos impiden el imperio del estado de derecho. No podemos jugar a mayorías y minorías parlamentarias como si tuviéramos una democracia consolidada. El ámbito partidista expresa desafortunadamente sólo a una parte de la pluralidad social. La crisis del corporativismo, el estancamiento económico, la inseguridad pública han fragmentado al cuerpo social. Se requiere un proceso de reconstrucción del poder del Estado y también de reconstrucción social.
 
Estamos sin duda en una encrucijada: o avanzamos por el camino lento y fatigoso de la deliberación y el acuerdo, o se vuelven a imponer los reflejos autoritarios del sistema.
Twitter: gusto47
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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