Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 26 de agosto de 2013

El Rey de los Jodidos

El Rey de los Jodidos

 
Carlos Slim Helú ha obtenido mucho de México. Mucho. El dinero público lo hizo ingeniero, por ejemplo: estudió en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Pero nada es gratis en esta vida y su exitosa biografía habla de un hombre trabajador que se abrió paso aprovechando las oportunidades que se le han puesto enfrente o que se ha acercado. El argot financiero lo define bien: es un “cascador”, un hombre con un gran ojo para los negocios e inversiones en quiebra o fallidos; que los toma, los reorienta, los relanza y del diferencial de la posterior venta obtiene ganancias extraordinarias.
“Si mi papá, en plena Revolución, con el país sacudido, sin todavía tener familia, siendo extranjero y sin el arraigo que te da el tiempo, confió en México y en su futuro, ¿cómo no iba a hacerlo yo?”, dijo en alguna entrevista. Hablaba de cuando su padre, Julián Slim Haddad (nombre de nacimiento: Youssef Slim), compró el 50 por ciento de La Estrella de Oriente a su hermano en 1914, cuando el país se convulsionaba por la Revolución.
Siguiendo ese ejemplo familiar, Carlos Slim ha tomado grandes ganancias de la crisis de los mexicanos. En los ochentas, en plena contingencia económica y cuando los capitales huían del país, se dedicó a comprar empresas cuyas acciones estaban por los suelos, y a finales de esa década y a principios de los noventa realizó adquisiciones masivas de compañías quebradas en poder del Estado y de los privados: desde la Hulera el Centenario hasta hoteles, minas, metalúrgicas, negocios financieros, una gran cigarrera, Sanborns, Dennys y entre todas, la joya de la corona: Telmex. Algunos analistas del momento calculaban su valor en más de 9 mil millones de dólares; él y sus asociados pagaron sólo 1.7 mil millones. Una ganga; la ganga del siglo. Como esas muchas que se dieron durante el periodo de Carlos Salinas de Gortari y que construyeron la clase empresarial que nos gobierna –sí, nos gobierna– hasta el día de hoy.
Muchos consideran a Slim un ladrón. Yo no: lo creo un hombre habilísimo. Muchos le agradecen, por otro lado, que haya dado empleos durante décadas a pesar de las crisis. Yo no: lo veo como un oportunista. Muchos lo cuestionan por su escasa ética, y yo también: lo creo un mezquino.
Carlos Slim Helú hizo su fortuna con inteligencia y habilidad; se volvió uno de los tres hombres más ricos del mundo (de acuerdo con Forbes) mientras que en el país crecían los pobres. Cincuenta y tres millones de pobres, para ser exactos, de acuerdo con los datos liberados a finales de julio por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Un 45 por ciento del total de los mexicanos; nada más y nada menos.
De esos pobres, y de las otras clases sociales del país, Slim ha obtenido una tajada. De ellos ha salido gran parte de su fortuna.
Eso se llama, simple y llanamente, mezquindad.
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Primo Levi (1919-1987) narra en “El Rey de lo Judíos” la historia de un hombre, Chaim Rumkowski, que estuvo a cargo del gueto de Lodz, en Polonia.
Antes de la guerra tuvo una fábrica de terciopelo. Durante la persecución de los judíos en Europa, su empresa prosperó inmensamente gracias a la confianza de los nazis, que se burlaban de él y lo humillaban pero que le permitieron explotar a sus paisanos para cumplir cuotas de producción.
Rumkowski mandó imprimir su propia moneda en esos años; decidía vidas y haciendas dentro del gueto donde ancianos y niños se peleaban por una papa vieja. Fincó un imperio de trabajadores hambrientos –judíos como él– que en septiembre de 1944 fueron irremediablemente enviados por tren a la cámara de gas en Auschwitz, después de haber sido explotados hasta la inanición.
Levi reflexiona, a partir de este relato empapado por la mezquindad de Rumkowski, el rol del hombre sobre el hombre en los momentos de crisis.
“Es típico de los regímenes en los que todo el poder llueve desde arriba y a los que ninguna crítica puede llegarles desde abajo, debilitar y confundir la capacidad de raciocinio y crear una vasta franja de conciencias grises que abarcan desde los grandes malhechores a las víctimas puras: en esta franja de sitúa Rumkowski”, dice. Agrega más adelante: “Como Rumkowski, también nosotros nos hemos dejado deslumbrar por el poder y el dinero de tal manera que hemos olvidado nuestra fragilidad esencial: hemos olvidado que todos nos hallamos encerrados en un gueto, que el gueto está precintado, que fuera del recinto se encuentran los señores de la muerte y que no muy lejos nos está esperando el tren”.
Rumkowski murió junto con todos: en una cámara de gas.
“Para resistir [al poder] hace falta una solidísima osamenta moral; pero la que tenía Chaim Rumkowski, el comerciante de Lodz, al igual que toda su generación, era frágil. La suya es la historia fastidiosa e inquietante de los kapos, de los jerarquillas de retaguardia, de los funcionarios que firman todo, de todo aquél que sacude la cabeza pero consiente, de quien dice ‘si no lo hiciera yo, lo haría otro peor que yo’”.
Muchos quieren vender a Carlos Slim como un hombre “solidario” que “cree” en México “aún cuando hay crisis”.
Yo no: lo veo, simplemente, como un ventajoso de muy baja calidad moral.
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Shaila Rosagel, periodista de SinEmbargo, narra sobre el pueblo indígena al que Telcel –de Carlos Slim– le negó el servicio telefónico porque implicaba una inversión millonaria. La telefónica del magnate mexicano le exigía a esa comunidad de campesinos indígenas que pagara una carretera de 4 kilómetros, entre otros gastos de infraestructura.
El pueblo, ayudado por una ONG, instaló su propia red de telefonía inalámbrica.
“[Ahora] las personas de la tercera edad del pueblo de Villa Talea de Castro, Oaxaca solicitan por teléfono sus víveres a domicilio, sin necesidad de caminar por las brechas y el terreno accidentando de la región. Los campesinos que se ausentan de la comunidad durante días, pueden hablar con su familia. Los pobladores llaman a sus parientes en Estados Unidos por solo 20 centavos el minuto y los padres de familia que antes pagaban a cinco pesos el minuto para hablar con sus hijos en la ciudad de Oaxaca, ahora pagan 50 centavos”.
Agrega: “No sólo eso: el pueblo indígena ubicado a cinco kilómetros de la ciudad de Oaxaca en la Sierra Norte de la entidad y que consiguió instalar su propia red de celular comunitaria, alternativa a las compañías de telefonía comerciales, ya no necesita caminar hasta dos horas o tomar transporte para llegar a la caseta de teléfono público donde el minuto se cobra hasta en 15 pesos y tampoco requiere de estar en una ciudad para tener señal en su dispositivo móvil. Ahora todo es más fácil”.
La fortuna de su majestad Carlos Slim se calcula en unos entre 80 y 90 mil millones de dólares.
Poco qué agregar.
Fuente: Sin embargo.mx

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