Túnez: “sombras” a un año de la revolución
Protesta en contra de Ben Ali en Túnez.
Foto: AP
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MÉXICO, D.F. (apro).- Para celebrar el triunfo de la primera de las revoluciones del Norte de África, los manifestantes tunecinos se encaramaron en la calle Habib Bourguiba con pancartas que decían: “Trabajo, libertad y dignidad”, “el trabajo es un derecho, ¡banda de ladrones!”, “continuaremos luchando”.
“Hicimos esta revolución contra la dictadura para exigir nuestro derecho a una vida digna y no para ayudar a ciertos oportunistas a cumplir sus ambiciones políticas”, dijo un joven árabe en el artículo Los tunecinos cumplen un año desde la huida de Ben Alí, publicado en la cadena Al Jazeera el pasado 15 de enero.
A pesar de los logros de la revolución, Túnez enfrenta un 19% de desempleo que alcanza 50% en áreas de provincia. Si bien no hubo daños cuantiosos a la infraestructura del país, la incertidumbre política hizo que el turismo bajara 42%, la inversión extranjera 24.1% y la producción industrial 9.4% de acuerdo con el artículo La caída económica tunecina, del 5 julio de 2011, publicado también por Al Jazeera.
La caída del régimen de Muamar El Gadafi en la vecina Libia también causó problemas, ya que Libia es destinataria de buena parte de trabajadores y productos tunecinos, dice la nota.
Estas cifras cobran relevancia cuando, en la misma semana del aniversario de la huida del expresidente Zayn al-Abidin Ben Alí, cuatro personas se prendieron fuego como hace un año lo hizo el vendedor de fruta Mohamed Bouazizi.
La situación de estas personas está como antes de la revolución, dice a Apro Afef Abrougui, estudiante, activista de medios electrónicos y fotógrafa tunecina. “Estamos disfrutando nuevos derechos y libertades, como de hablar y protestar”, dice. Pero advierte: “Creo que los remanentes del viejo régimen son el mayor peligro para la transición a la democracia, por su corrupción y poder, especialmente financiero”.
De acuerdo con el artículo del medio británico The Guardian titulado Los tunecinos van a las urna bajo la sombra del viejo régimen, el antiguo orden se mantiene especialmente en el sistema judicial. La nota cita testimonios de tortura sistemática en las estaciones de policía y las prisiones, donde impera la impunidad, el arresto de menores de edad y la fabricación de cargos.
El artículo de The Guardian explica que el régimen existe todavía en tres frentes: la policía secreta, la vieja guardia del antiguo régimen y los empresarios corruptos.
El pasado 13 de enero, la BBC de Londres publicó un artículo llamado La familia y Ben Alí, y amigos, en el cual dice que Belhassem Trabelsi, cuñado del expresidente, es propietario de una aerolínea y una planta de cemento. Su hija se casó con el jefe de la asociación de empresarios Útica. Ahora se encuentra exiliado en Canadá, donde tiene activos financieros.
El artículo pone en evidencia no sólo a Trabelsi, sino a los esposos de las hijas del exmandatario, quienes tienen intereses en varias corporaciones: Nestlé Túnez, por ejemplo.
La libertad de prensa existe, pero los reporteros son todavía acosados. Entre mayo y julio de 2011, más de 15 periodistas fueron golpeados por las fuerzas de seguridad en manifestaciones, según Human Rights Watch (HRW).
La corrupción continúa en Túnez, pues la organización Transparencia Internacional bajó del puesto 59 al 73 a esta nación de una lista de 183 países.
Esto causa que, por ejemplo, los familiares que todavía luchan para que se haga justicia por la muerte de 223 personas durante la revolución sigan esperando, incluso peleando, pues el 28 de diciembre los familiares de los “mártires” (como se les ha dado en llamar) se enfrentaron con las autoridades en la ciudad de Thala debido a la exoneración del coronel Moncef Ladjimi, a quien los manifestantes acusaban de estar detrás del asesinato de 20 personas durante las revueltas en esa ciudad.
El juicio está todavía estancado, entre los presuntos culpables están el director de Seguridad Pública Lotfi Zwawi y el antiguo ministro del Interior, Rafiq Belhaj Kassem,
Afef Abrougui dice a esta agecia que la llave para la democracia es reformar el Ministerio del Interior.
Comenta: “El 14 de enero yo estaba entre los manifestantes frente al ministerio y cantábamos ‘El Ministerio del Interior es una ministerio del terror’.
Dice que “muchas personas creen que los corruptos y leales al viejo régimen todavía tienen puestos clave especialmente en ese ministerio”.
Samir Feriani, viejo colaborador del ministerio, denunció en mayo de 2011 que aquellos que tienen posiciones clave son los responsables de matar manifestantes durante la revuelta. Feriani fue perseguido y encarcelado por sus aseveraciones.
Por la ventana
Si bien los más de 18 mil miembros del antiguo partido de Ben Alí, el RCD, tienen prohibido participar en cualquier elección tunecina, el artículo Fieles a Ben Ali se esfuman pero permanecen, publicado durante las elecciones de octubre de 2011 por el medio Al Arabiya, muestra cómo estas personas se mantienen presentes “en las sombras” de la política del país árabe.
El artículo anota que más de la mitad de los nuevos partidos políticos fueron creados por antiguos miembros del partido de Ben Alí, quienes han dejado los principales puestos de gobierno, pero todavía controlan la burocracia.
Los ejemplos más emblemáticos son el partido Al-Moubadara, dirigido por Kalmel Morjane, antiguo ministro y diplomático; y el partido Al-Watana, dirigido por Mohamed Jegham, exministro del Interior.
Ben Jaffar, líder del partido socialista Ettakol, dijo que los miembros del antiguo gobierno “se han ido por la puerta, sólo para volver a entrar por la ventana”.
Optimismo con reservas
A pesar de lo anterior, Afef Abrougui enumera las razones por las cuales Túnez es capaz de convertirse en una democracia, más que cualquier otro país en la región del Medio Oriente y el Norte de África: “Es un país homogéneo, pequeño, con una población educada; la sociedad tunecina es más secular que otras sociedades en la región y tiene menos pobreza”.
Túnez es un país que desde 1965 garantiza constitucionalmente los mismos derechos a hombres y mujeres, ahora tiene más de 100 partidos políticos, miles de ONGs y el 23 de octubre de 2011 llevó a cabo elecciones libres en las cuales participaron candidatos independientes.
El presidente, Moncef Marzouki, es un activista de derechos humanos, y el islamista moderado Hamadi Jebali es el primer ministro. El Ennahda obtuvo, 89 diputados, los seculares CPR, 29; Aridha, 26; y el socialista Ettakatol, 20. Los miembros de todos esos partidos fueron perseguidos por Ben Alí.
La población de Túnez tiene un sentimiento doble: de esperanza y de frustración.
“Están los frustrados por su bajo status en la sociedad, algo que no ha cambiado a un año de la revuelta”, dice Abrougui. “Hay otros frustrados por el arribo al poder de los islamistas y los peligros que pueden traer a los valores seculares del Estado tunecino. Lo entiendo, pero creo que no debe ser exagerado”, agrega.
Detalla que hay diversos grupos de islamistas, y los moderados de Ennahda son los que ganaron más votos en las elecciones; además, gobiernan con otros dos partidos seculares.
“Todos son parte de la sociedad. Tengo muchos amigos que votaron por Ennahdha. No son ni ofensivos ni violentos, sino personas normales”, dice Abrougui.
Y pone el dedo en lo que llama los asuntos importantes:
“Debemos promover los derechos humanos y defender nuestros derechos básicos con presión en la calle, con manifestaciones, y mantener el ojo en las autoridades. Las protestas pacíficas son efectivas”, afirma.
Abrougui cree que los gobiernos no pueden hacer todo. Considera que la caída del régimen ha hecho que la sociedad civil florezca, una sociedad que, afirma, puede ayudar a resolver los problemas.
Expone que “en los siguientes años debemos arreglar nuestra economía, debe ponerse atención en las regiones pobres del interior y crear un balance entre éstas y las regiones ricas de la costa. Una economía fuerte garantiza oportunidades iguales para todos y es esencial para construir una democracia”.
Remata: “Soy cuidadosamente optimista sobre el futuro de Túnez. Creo que tenemos lo que se necesita para construir una democracia, pero al mismo tiempo tenemos enormes retos. Necesitamos trabajar duro”
“Hicimos esta revolución contra la dictadura para exigir nuestro derecho a una vida digna y no para ayudar a ciertos oportunistas a cumplir sus ambiciones políticas”, dijo un joven árabe en el artículo Los tunecinos cumplen un año desde la huida de Ben Alí, publicado en la cadena Al Jazeera el pasado 15 de enero.
A pesar de los logros de la revolución, Túnez enfrenta un 19% de desempleo que alcanza 50% en áreas de provincia. Si bien no hubo daños cuantiosos a la infraestructura del país, la incertidumbre política hizo que el turismo bajara 42%, la inversión extranjera 24.1% y la producción industrial 9.4% de acuerdo con el artículo La caída económica tunecina, del 5 julio de 2011, publicado también por Al Jazeera.
La caída del régimen de Muamar El Gadafi en la vecina Libia también causó problemas, ya que Libia es destinataria de buena parte de trabajadores y productos tunecinos, dice la nota.
Estas cifras cobran relevancia cuando, en la misma semana del aniversario de la huida del expresidente Zayn al-Abidin Ben Alí, cuatro personas se prendieron fuego como hace un año lo hizo el vendedor de fruta Mohamed Bouazizi.
La situación de estas personas está como antes de la revolución, dice a Apro Afef Abrougui, estudiante, activista de medios electrónicos y fotógrafa tunecina. “Estamos disfrutando nuevos derechos y libertades, como de hablar y protestar”, dice. Pero advierte: “Creo que los remanentes del viejo régimen son el mayor peligro para la transición a la democracia, por su corrupción y poder, especialmente financiero”.
De acuerdo con el artículo del medio británico The Guardian titulado Los tunecinos van a las urna bajo la sombra del viejo régimen, el antiguo orden se mantiene especialmente en el sistema judicial. La nota cita testimonios de tortura sistemática en las estaciones de policía y las prisiones, donde impera la impunidad, el arresto de menores de edad y la fabricación de cargos.
El artículo de The Guardian explica que el régimen existe todavía en tres frentes: la policía secreta, la vieja guardia del antiguo régimen y los empresarios corruptos.
El pasado 13 de enero, la BBC de Londres publicó un artículo llamado La familia y Ben Alí, y amigos, en el cual dice que Belhassem Trabelsi, cuñado del expresidente, es propietario de una aerolínea y una planta de cemento. Su hija se casó con el jefe de la asociación de empresarios Útica. Ahora se encuentra exiliado en Canadá, donde tiene activos financieros.
El artículo pone en evidencia no sólo a Trabelsi, sino a los esposos de las hijas del exmandatario, quienes tienen intereses en varias corporaciones: Nestlé Túnez, por ejemplo.
La libertad de prensa existe, pero los reporteros son todavía acosados. Entre mayo y julio de 2011, más de 15 periodistas fueron golpeados por las fuerzas de seguridad en manifestaciones, según Human Rights Watch (HRW).
La corrupción continúa en Túnez, pues la organización Transparencia Internacional bajó del puesto 59 al 73 a esta nación de una lista de 183 países.
Esto causa que, por ejemplo, los familiares que todavía luchan para que se haga justicia por la muerte de 223 personas durante la revolución sigan esperando, incluso peleando, pues el 28 de diciembre los familiares de los “mártires” (como se les ha dado en llamar) se enfrentaron con las autoridades en la ciudad de Thala debido a la exoneración del coronel Moncef Ladjimi, a quien los manifestantes acusaban de estar detrás del asesinato de 20 personas durante las revueltas en esa ciudad.
El juicio está todavía estancado, entre los presuntos culpables están el director de Seguridad Pública Lotfi Zwawi y el antiguo ministro del Interior, Rafiq Belhaj Kassem,
Afef Abrougui dice a esta agecia que la llave para la democracia es reformar el Ministerio del Interior.
Comenta: “El 14 de enero yo estaba entre los manifestantes frente al ministerio y cantábamos ‘El Ministerio del Interior es una ministerio del terror’.
Dice que “muchas personas creen que los corruptos y leales al viejo régimen todavía tienen puestos clave especialmente en ese ministerio”.
Samir Feriani, viejo colaborador del ministerio, denunció en mayo de 2011 que aquellos que tienen posiciones clave son los responsables de matar manifestantes durante la revuelta. Feriani fue perseguido y encarcelado por sus aseveraciones.
Por la ventana
Si bien los más de 18 mil miembros del antiguo partido de Ben Alí, el RCD, tienen prohibido participar en cualquier elección tunecina, el artículo Fieles a Ben Ali se esfuman pero permanecen, publicado durante las elecciones de octubre de 2011 por el medio Al Arabiya, muestra cómo estas personas se mantienen presentes “en las sombras” de la política del país árabe.
El artículo anota que más de la mitad de los nuevos partidos políticos fueron creados por antiguos miembros del partido de Ben Alí, quienes han dejado los principales puestos de gobierno, pero todavía controlan la burocracia.
Los ejemplos más emblemáticos son el partido Al-Moubadara, dirigido por Kalmel Morjane, antiguo ministro y diplomático; y el partido Al-Watana, dirigido por Mohamed Jegham, exministro del Interior.
Ben Jaffar, líder del partido socialista Ettakol, dijo que los miembros del antiguo gobierno “se han ido por la puerta, sólo para volver a entrar por la ventana”.
Optimismo con reservas
A pesar de lo anterior, Afef Abrougui enumera las razones por las cuales Túnez es capaz de convertirse en una democracia, más que cualquier otro país en la región del Medio Oriente y el Norte de África: “Es un país homogéneo, pequeño, con una población educada; la sociedad tunecina es más secular que otras sociedades en la región y tiene menos pobreza”.
Túnez es un país que desde 1965 garantiza constitucionalmente los mismos derechos a hombres y mujeres, ahora tiene más de 100 partidos políticos, miles de ONGs y el 23 de octubre de 2011 llevó a cabo elecciones libres en las cuales participaron candidatos independientes.
El presidente, Moncef Marzouki, es un activista de derechos humanos, y el islamista moderado Hamadi Jebali es el primer ministro. El Ennahda obtuvo, 89 diputados, los seculares CPR, 29; Aridha, 26; y el socialista Ettakatol, 20. Los miembros de todos esos partidos fueron perseguidos por Ben Alí.
La población de Túnez tiene un sentimiento doble: de esperanza y de frustración.
“Están los frustrados por su bajo status en la sociedad, algo que no ha cambiado a un año de la revuelta”, dice Abrougui. “Hay otros frustrados por el arribo al poder de los islamistas y los peligros que pueden traer a los valores seculares del Estado tunecino. Lo entiendo, pero creo que no debe ser exagerado”, agrega.
Detalla que hay diversos grupos de islamistas, y los moderados de Ennahda son los que ganaron más votos en las elecciones; además, gobiernan con otros dos partidos seculares.
“Todos son parte de la sociedad. Tengo muchos amigos que votaron por Ennahdha. No son ni ofensivos ni violentos, sino personas normales”, dice Abrougui.
Y pone el dedo en lo que llama los asuntos importantes:
“Debemos promover los derechos humanos y defender nuestros derechos básicos con presión en la calle, con manifestaciones, y mantener el ojo en las autoridades. Las protestas pacíficas son efectivas”, afirma.
Abrougui cree que los gobiernos no pueden hacer todo. Considera que la caída del régimen ha hecho que la sociedad civil florezca, una sociedad que, afirma, puede ayudar a resolver los problemas.
Expone que “en los siguientes años debemos arreglar nuestra economía, debe ponerse atención en las regiones pobres del interior y crear un balance entre éstas y las regiones ricas de la costa. Una economía fuerte garantiza oportunidades iguales para todos y es esencial para construir una democracia”.
Remata: “Soy cuidadosamente optimista sobre el futuro de Túnez. Creo que tenemos lo que se necesita para construir una democracia, pero al mismo tiempo tenemos enormes retos. Necesitamos trabajar duro”
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