Electricidad: a privatizar lo privatizado
La privatización en curso Foto: José Luis de la Cruz |
La reforma energética propuesta por Peña Nieto amenaza con atropellar a la industria eléctrica mexicana. La iniciativa va en el sentido de acotar el uso que la nación puede hacer de sus recursos generadores de electricidad para ofrecerlos a particulares, quienes ya controlan 45% de la producción en el país. Nada indica que este cambio vaya a disminuir las tarifas; en cambio, hay señales de que podría desatar la especulación –como ocurrió en Estados Unidos con Enron– en un mercado tasado en 329 mil millones de pesos.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La reforma energética propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto busca que la nación renuncie a aprovechar “los bienes y recursos naturales que se requieran” para la producción de electricidad.
Su iniciativa –que implica suprimir partes de la Constitución– permitiría que el capital privado, en especial las grandes trasnacionales, generara toda la electricidad que quisiera para venderla al mejor postor. Incluso deja un resquicio para que se impongan proyectos de energía renovable aun contra la voluntad de comuneros.
En juego está un mercado de 329 mil millones de pesos, que hoy todavía controlan manos públicas.
De acuerdo con trabajadores y jubilados de la industria, esta reforma entrega “la pechuga del negocio eléctrico” a los empresarios. Pensionados de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), de Luz y Fuerza del Centro (LFC) y miembros del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM) consideran que la participación privada se concentraría en las zonas de mayor consumo, en detrimento de quienes no pudieran pagar un servicio de primera.
Esto implicaría que la CFE deviniera en empresa deficitaria: “Se va a chatarrizar y en un futuro no muy lejano morirá de inanición porque le van a dejar la parte más costosa del negocio: las zonas populares”, vaticina Francisco Carrillo Soberón, jubilado de LFC y encargado del Comité Nacional de Estudios de la Energía.
Ni siquiera bajarán las tarifas, pronostica. “No hay experiencia exitosa de mercado en el mundo. Aquí se correrá el peligro de que empiece una guerra especulativa en el mercado eléctrico, como lo hizo Enron en Estados Unidos. La especulación, el encarecimiento y el boicot entre empresas generadoras y vendedoras de electricidad es nuestro futuro”.
Recuerda que en 2001 lo que pasó en Estados Unidos fue que las empresas de energía eléctrica se pusieron de acuerdo para golpear a la competencia y para que hubiera mayor demanda de energía. “De repente se descomponían todas las máquinas de muchas empresas y ya no había oferta de electricidad. Así las tarifas subían en lugar de bajar”, dice Carrillo.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1920 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
Fuente: proceso.mx
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La reforma energética propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto busca que la nación renuncie a aprovechar “los bienes y recursos naturales que se requieran” para la producción de electricidad.
Su iniciativa –que implica suprimir partes de la Constitución– permitiría que el capital privado, en especial las grandes trasnacionales, generara toda la electricidad que quisiera para venderla al mejor postor. Incluso deja un resquicio para que se impongan proyectos de energía renovable aun contra la voluntad de comuneros.
En juego está un mercado de 329 mil millones de pesos, que hoy todavía controlan manos públicas.
De acuerdo con trabajadores y jubilados de la industria, esta reforma entrega “la pechuga del negocio eléctrico” a los empresarios. Pensionados de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), de Luz y Fuerza del Centro (LFC) y miembros del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM) consideran que la participación privada se concentraría en las zonas de mayor consumo, en detrimento de quienes no pudieran pagar un servicio de primera.
Esto implicaría que la CFE deviniera en empresa deficitaria: “Se va a chatarrizar y en un futuro no muy lejano morirá de inanición porque le van a dejar la parte más costosa del negocio: las zonas populares”, vaticina Francisco Carrillo Soberón, jubilado de LFC y encargado del Comité Nacional de Estudios de la Energía.
Ni siquiera bajarán las tarifas, pronostica. “No hay experiencia exitosa de mercado en el mundo. Aquí se correrá el peligro de que empiece una guerra especulativa en el mercado eléctrico, como lo hizo Enron en Estados Unidos. La especulación, el encarecimiento y el boicot entre empresas generadoras y vendedoras de electricidad es nuestro futuro”.
Recuerda que en 2001 lo que pasó en Estados Unidos fue que las empresas de energía eléctrica se pusieron de acuerdo para golpear a la competencia y para que hubiera mayor demanda de energía. “De repente se descomponían todas las máquinas de muchas empresas y ya no había oferta de electricidad. Así las tarifas subían en lugar de bajar”, dice Carrillo.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1920 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
Fuente: proceso.mx
Peña une a la izquierda
Cárdenas llama a combatir la reforma energética de Peña Nieto. Foto: Xinhua / Alejandro Ayala |
MÉXICO, D.F. (apro).- Pese a los recelos, rencores, mezquindades y hasta odios entre sus principales figuras, la izquierda mexicana va dando forma a una coalición opositora al proyecto inequívocamente privatizador de Enrique Peña Nieto que respaldan, a su vez, intereses perfectamente cohesionados.
Es prematuro aún concluir si las fuerzas de izquierda serán capaces de frustrar la aprobación de las reformas constitucionales propuestas por Peña y aun están latentes las traiciones, pero se han dado pasos unitarios –por lo menos en el discurso– para evitar la entrega de los recursos energéticos de la nación a particulares nacionales y extranjeros.
Para no ir contra sí mismo y la historia, Cuauhtémoc Cárdenas ha fijado una posición rotunda contra la “antipatriótica” reforma de Peña que avala el PAN y ha advertido que la batalla se dará en todos los ámbitos, hasta “en la calle si se hace necesario”.
No podía ser menos contundente su posición –que al menos declarativamente ha hecho suya el PRD– ante la embustera campaña oficial cimentada en la figura de su padre, Lázaro Cárdenas, el presidente de México más emblemático del patriotismo en el siglo XX.
El planteamiento de Cárdenas no deja lugar a dudas: Al mismo tiempo que niega la necesidad de reforma constitucional a los artículos 27 y 28 –los dos, no sólo uno para que se “cuele” el proyecto privatizador–, formula un conjunto de propuestas para vigorizar a Petróleos Mexicanos (Pemex) y convertirlo realmente en pilar del desarrollo de México con independencia.
Salvo matices, como la pertenencia a un mismo partido, el proyecto de Peña une a Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, pero también a los Chuchos –la dizque “izquierda responsable”–, al Movimiento Ciudadano, el Partido del Trabajo, el magisterio, los especialistas y hasta los sectores nacionalistas que siguen en el PRI.
Por las razones que sean, por convicción o por conveniencia, las figuras de la izquierda y del nacionalismo mexicano han asumido una posición unitaria que tiene ante sí un reto formidable: Frenar el proyecto privatizador que enarbola Peña, con un apoyo desde todos los ámbitos del poder político y económico, nacional y extranjero.
De lo que adolece el proyecto de Peña es de respaldo social por más que comiencen a aparecer encuestas que aseguran que más de 65% de los mexicanos lo apoyan, como las publicadas este lunes 19 en los diarios El Universal y Excélsior, las mismas que –con otras– engañaron a los mexicanos en la elección del año pasado.
Hace exactamente un mes, también en este espacio, se consignaron dos encuestas que registraban una oposición rotunda a cualquier intento privatizador del petróleo, una de ellas la que elaboró el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), titulada “México, las Américas y el Mundo 2012-2013”, y que arrojó que dos terceras partes rechazan la privatización.
Esta institución, a la que no se le puede achacar un sesgo a favor de la izquierda, consultó a finales del año pasado a 535 líderes empresariales, del gobierno, académicos, de organizaciones sociales y medios de comunicación, así como a 2 mil 400 ciudadanos comunes.
Apoyada por fundaciones como Konrad Adenauer y Friedrich Ebert, ambas alemanas, así como la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales y la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la investigación del CIDE reveló que seis de cada 10 mexicanos rechazan la participación privada en el sector petrolero.
Lo notable del estudio del CIDE no es sólo lo cuantitativo, que de suyo es insoslayable, sino las razones de ese rechazo:
“En el México del siglo 21, el nacionalismo no se opone a la apertura al mundo, salvo en el sector petrolero. Los mexicanos muestran fuertes y crecientes sentimientos de orgullo, identificación y apego a su nacionalidad, siendo la mexicana la comunidad política primaria de identificación y pertenencia”.
Añade el estudio: “El alto nivel de orgullo nacional no se contrapone a la apertura cultural y económica, con la sola excepción del sector petrolero, de tal forma que ha aumentado el apoyo a la difusión de ideas de otros países en México, como la globalización, el libre comercio y la inversión extranjera”.
Se equivocan los promotores de la entrega del petróleo a extranjeros si piensan que, sólo por tener mayoría en el Constituyente Permanente, ya se avaló su proyecto.
El hecho de que sea el propio secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, el que rechace la consulta propuesta por Cárdenas –planteamiento semejante al que formuló Marcelo Ebrard y que apoyó López Obrador– revela que el gobierno sabe que su proyecto no concita respaldo popular.
Y por ello la convergencia de la izquierda es, por lo menos declarativamente hasta ahora, un valladar, ciertamente no desprovisto de las claudicaciones que anima el dinero.
Fijadas las posiciones, los que se rajen se exhibirán solos, empezando por Cárdenas y los de su partido si intentan, también, un supuesto truque de aval a la reforma por el reconocimiento de derechos de los capitalinos, una insolencia de mercenarios…
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
Fuente: proceso.mx
Es prematuro aún concluir si las fuerzas de izquierda serán capaces de frustrar la aprobación de las reformas constitucionales propuestas por Peña y aun están latentes las traiciones, pero se han dado pasos unitarios –por lo menos en el discurso– para evitar la entrega de los recursos energéticos de la nación a particulares nacionales y extranjeros.
Para no ir contra sí mismo y la historia, Cuauhtémoc Cárdenas ha fijado una posición rotunda contra la “antipatriótica” reforma de Peña que avala el PAN y ha advertido que la batalla se dará en todos los ámbitos, hasta “en la calle si se hace necesario”.
No podía ser menos contundente su posición –que al menos declarativamente ha hecho suya el PRD– ante la embustera campaña oficial cimentada en la figura de su padre, Lázaro Cárdenas, el presidente de México más emblemático del patriotismo en el siglo XX.
El planteamiento de Cárdenas no deja lugar a dudas: Al mismo tiempo que niega la necesidad de reforma constitucional a los artículos 27 y 28 –los dos, no sólo uno para que se “cuele” el proyecto privatizador–, formula un conjunto de propuestas para vigorizar a Petróleos Mexicanos (Pemex) y convertirlo realmente en pilar del desarrollo de México con independencia.
Salvo matices, como la pertenencia a un mismo partido, el proyecto de Peña une a Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, pero también a los Chuchos –la dizque “izquierda responsable”–, al Movimiento Ciudadano, el Partido del Trabajo, el magisterio, los especialistas y hasta los sectores nacionalistas que siguen en el PRI.
Por las razones que sean, por convicción o por conveniencia, las figuras de la izquierda y del nacionalismo mexicano han asumido una posición unitaria que tiene ante sí un reto formidable: Frenar el proyecto privatizador que enarbola Peña, con un apoyo desde todos los ámbitos del poder político y económico, nacional y extranjero.
De lo que adolece el proyecto de Peña es de respaldo social por más que comiencen a aparecer encuestas que aseguran que más de 65% de los mexicanos lo apoyan, como las publicadas este lunes 19 en los diarios El Universal y Excélsior, las mismas que –con otras– engañaron a los mexicanos en la elección del año pasado.
Hace exactamente un mes, también en este espacio, se consignaron dos encuestas que registraban una oposición rotunda a cualquier intento privatizador del petróleo, una de ellas la que elaboró el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), titulada “México, las Américas y el Mundo 2012-2013”, y que arrojó que dos terceras partes rechazan la privatización.
Esta institución, a la que no se le puede achacar un sesgo a favor de la izquierda, consultó a finales del año pasado a 535 líderes empresariales, del gobierno, académicos, de organizaciones sociales y medios de comunicación, así como a 2 mil 400 ciudadanos comunes.
Apoyada por fundaciones como Konrad Adenauer y Friedrich Ebert, ambas alemanas, así como la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales y la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la investigación del CIDE reveló que seis de cada 10 mexicanos rechazan la participación privada en el sector petrolero.
Lo notable del estudio del CIDE no es sólo lo cuantitativo, que de suyo es insoslayable, sino las razones de ese rechazo:
“En el México del siglo 21, el nacionalismo no se opone a la apertura al mundo, salvo en el sector petrolero. Los mexicanos muestran fuertes y crecientes sentimientos de orgullo, identificación y apego a su nacionalidad, siendo la mexicana la comunidad política primaria de identificación y pertenencia”.
Añade el estudio: “El alto nivel de orgullo nacional no se contrapone a la apertura cultural y económica, con la sola excepción del sector petrolero, de tal forma que ha aumentado el apoyo a la difusión de ideas de otros países en México, como la globalización, el libre comercio y la inversión extranjera”.
Se equivocan los promotores de la entrega del petróleo a extranjeros si piensan que, sólo por tener mayoría en el Constituyente Permanente, ya se avaló su proyecto.
El hecho de que sea el propio secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, el que rechace la consulta propuesta por Cárdenas –planteamiento semejante al que formuló Marcelo Ebrard y que apoyó López Obrador– revela que el gobierno sabe que su proyecto no concita respaldo popular.
Y por ello la convergencia de la izquierda es, por lo menos declarativamente hasta ahora, un valladar, ciertamente no desprovisto de las claudicaciones que anima el dinero.
Fijadas las posiciones, los que se rajen se exhibirán solos, empezando por Cárdenas y los de su partido si intentan, también, un supuesto truque de aval a la reforma por el reconocimiento de derechos de los capitalinos, una insolencia de mercenarios…
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
Fuente: proceso.mx
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