Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 29 de abril de 2011

ALIANZA DEL PACIFICO: CONTRAOFENSIVA DE LA DERECHA- REPUBLICA BANANERA

Alianza del Pacífico: contraofensiva de la derecha
Con la creación de la denominada Alianza del Arco del Pacífico Latinoamericano, impulsada y suscrita ayer en Lima por Perú, Colombia, Chile y México, los gobiernos regionales de derecha plantean una contraofensiva al proceso de integración soberana y progresista desarrollado en la década anterior en América Latina, el cual se ha basado en una coincidencia de la mayoría de los regímenes de la región en el rechazo a la preceptiva, tanto política como económica, de Estados Unidos.
En la capital peruana, los gobernantes de esos países, Alan García, Juan Manuel Santos, Sebastián Piñera y Felipe Calderón, resaltaron sus similitudes en cuanto a modelos económicos y políticos; exaltaron las virtudes del libre mercado y del realismo económico; equipararon la libertad con el respeto a la propiedad privada, y formularon compromisos que van más allá del libre tránsito de capitales, servicios y productos, si se toma en cuenta el planteamiento de que las naciones suscriptoras intercambien información relevante en materia de seguridad.
Es inevitable ponderar la creación de este nuevo acuerdo comercial en el contexto del avance y la consolidación del Mercado Común del Sur (Mercosur). Dicha instancia de integración, surgida a inicios de los años 90 y recuperada la década pasada por los gobiernos de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, constituyó un contrapeso a los intentos de Estados Unidos por expandir y consolidar la ortodoxia neoliberal en la región; por ampliar –mediante el Área de Libre Comercio de las Américas– sus exportaciones y profundizar la dependencia de las economías latinoamericanas hacia Washington, y por reproducir, en suma, la experiencia vivida en México con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, a escala regional.
Con estas consideraciones en mente, llama la atención que el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa –en un gesto poco comprensible si no es como un acto de temeridad y hasta de hostilidad–, haya afirmado ayer que la Alianza del Pacífico sería más grande que el Mercosur, porque maneja un volumen comercial de 872 mil millones de dólares, mientras que la de la unión sudamericana suma 543 mil millones. Tal afirmación pasa por alto dos consideraciones elementales: por un lado, que el Mercosur es una realidad desde hace varios años, en contraste con la alianza suscrita ayer, y que incorpora, a diferencia de ésta, mecanismos compensatorios cuyo fin es superar paulatinamente las asimetrías económicas entre sus integrantes; por el otro, que el nuevo acuerdo comercial supone el problema de la discontinuidad territorial entre México y los países sudamericanos suscriptores: lo cierto es que, sin la condición de proximidad geográfica, parece difícil que pueda cumplirse la promesa de una integración total, entre México y Colombia, Perú y Chile.
Más que una competencia directa en lo comercial –cuya viabilidad parece cuestionable–, la alianza suscrita ayer en Lima plantea un intento de gobiernos ideológicamente afines –en política económica, pero también en la supeditación a Washington– para hacer tropezar un proceso de integración regional que ha acompañado avances incuestionables en el desarrollo democrático, la justicia social, la soberanía y los derechos humanos, y que ha permitido hacer coincidir a proyectos nacionales tan distintos –más allá del rechazo común a la dependencia de la Casa Blanca– como los de Brasil y Venezuela. Flaco favor se hace el gobierno calderonista al inscribir el país en foros latinoamericanos como el referido, el cual representa una continuación, en lo externo, de las políticas, las prácticas y las ideas que han provocado la actual debacle nacional.
República bananera
Jorge Camil
En mi colaboración anterior advertí que Estados Unidos, con la complacencia de Felipe Calderón y la ignorancia del Senado, había iniciado una peligrosa escalada de actividades militares en México y Centroamérica, nuevo refugio de los cárteles mexicanos: http://bit.ly/i5N2XZ. Dije que México, por su posición geográfica, la experiencia de su Ejército en la lucha con el narco y la postura condescendiente de Calderón, se había convertido en el centro de la guerra contra el crimen en Centroamérica. Esa fue mi interpretación de las comparecencias legislativas de los principales comandantes estadunidenses reportadas en La Jornada: http://bit.ly/h8n98J.
Añadí que planeaban hacer de México el socio ideal para combatir a las organizaciones criminales trasnacionales (TCO por sus siglas en inglés), identificadas hoy como uno de los mayores riesgos para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Para mi sorpresa, el mismo día del artículo, confirmando mis sospechas, aparecieron en las noticias de la tarde dos notas sobre una misteriosa reunión sostenida ese día entre los principales comandantes militares de Estados Unidos y sus contrapartes mexicanas. Estuvieron aquí Michael Mullen, jefe del estado mayor conjunto de Estados Unidos; James Winnefeld, comandante del norte, y Douglas Fraser, comandante del sur. Vino además una comparsa formada por militares de Guatemala y Canadá. La presencia del alto mando de Estados Unidos confirma cuán cerca estamos de entregarles el control militar, así como el grado de desesperación del gobierno mexicano. Vinieron a discutir el crecimiento de las TCO en la frontera sur de México. Quizá debieron llamarla la nueva frontera sur de Estados Unidos, porque hasta allá se extienden las ambiciones de Barack Obama y la ignorancia de sus asesores en seguridad nacional.
Hemos llegado al punto peligroso en el que la guerra contra el narco lo justifica todo: el aumento de 44 por ciento en el gasto militar (en detrimento de salud y educación) y las violaciones constantes a la soberanía nacional, como lo demostraron en días pasados los sobrevuelos militares y el contrabando de armas instigado por Estados Unidos y tolerado por México; una cuestionable estrategia para atrapar criminales.
Hoy que la PGR, en un golpe simplemente mediático, sueña con procesar en Estados Unidos a los agentes que manejaron Rápido y furioso, poderosos comités legislativos de Estados Unidos están a punto de declarar a los superiores de esos mismos agentes en desacato judicial por negar la información. ¿Está dispuesta la PGR a procesar a Obama, porque hasta allá llega el encubrimiento? ¿Va a demandar a fabricantes protegidos por el invencible gun lobby? Es obvio que abogados sin experiencia los engañan.
Que nadie acuse a Calderón de no ser nacionalista. El académico Andrew Seely reconoció en The New York Times que es intensamente nacionalista, pero también muy pragmático. No es fan de Estados Unidos pero los necesita: http://nyti.ms/gQbxxN. En ese mismo artículo funcionarios entrevistados reconocieron que hace poco ese nivel de cooperación hubiese sido impensable, y que los temas son hoy secretos, para no herir las susceptibilidades políticas de México y el tema de la soberanía.
Milenio Diario reportó la reciente reunión de militares con un título inocuo: EU y Canadá asisten a reunión de frontera México-Guatemala: http://bit.ly/fIrVHQ. Pero El Universal, más enfocado, habló de un supuesto acuerdo trilateral para combatir al narco en la frontera sur: http://bit.ly/eFpvry. Es preocupante que la reunión no haya sido reportada en los medios de Estados Unidos, y que a la mañana siguiente la noticia haya sido sepultada en la prensa nacional. Por México asistieron los secretarios Guillermo Galván Galván y Francisco Saynez. Sin embargo, la reunión fue extrañamente presidida por la ubicua Patricia Espinosa, mujer de las confianzas de Calderón, que se ha convertido en experta en temas militares y de seguridad nacional: una Hillary mexicana. Quizá asistió como traductora, o para aparentar que la reunión fue sobre temas estrictamente diplomáticos.
Mullen, supremo comandante de las fuerzas estadunidenses, ha estado obsesionado con el tema de México. En marzo de 2010 se reunió con Obama para analizar la posibilidad de una intervención militar. Mullen declaró a Global Research que, con pleno respaldo de Estados Unidos, Calderón había estado incrementando la militarización (de México) desplegando decenas de miles de tropas: http://bit.ly/hpJTj9.
En esa reunión con Obama, Mullen anunció que la ayuda futura podría consistir en el sobrevuelo de aviones militares, tripulados y no tripulados (algo que ya está ocurriendo), y el despliegue de fuerzas especiales o contratistas militares (estilo Blackwater, hoy operando de nuevo como Xe Services: culpables de enormes atrocidades en Irak). ¿Para eso requieren las armas ilegales? Todo esto podría ser el legado de la guerra de Calderón en términos de soberanía nacional. Porque en el terreno humano su legado histórico no dejará de ser la sangre de los 40 mil muertos: ¡todos mexicanos!

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