Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 13 de enero de 2012

El Pentágono asegura a Hamid Karzai que «los responsables rendirán cuentas»


El Pentágono asegura a Hamid Karzai que los responsables rendirán cuentas
EU promete indagar a marines por profanar cadáveres en Afganistán
Hillary Clinton dice que es un hecho aislado, ya que la mayoría de militares de EU no actúan así
Identifican a dos implicados
Condena del talibán; no es la primera vez que sucede, señala
Foto
Imagen del video que circula en la Internet, en el cual marines orinan sobre cadáveres de presuntos combatientes afganosFoto Reuters/YouTube
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 13 de enero de 2012, p. 28
Nueva York, 12 de enero. El gobierno de Barack Obama intenta controlar el impacto de otro escándalo potencial y posible crimen de guerra resultado de sus invasiones bélicas, al reprobar y prometer una amplia investigación sobre la imagen de marines orinando sobre cadáveres de supuestos talibanes que aparentemente habían matado en Afganistán.
El breve video, difundido el miércoles por sitios cibernéticos públicos, muestra a cuatro marines riéndose mientras orinan sobre tres cadáveres masculinos que el video identifica como talibanes muertos, aunque por ahora no hay confirmación de si eran combatientes talibanes o civiles. Se escucha a uno de los marines decir, mientras orina sobre uno de los muertos: que tengas un buen día, cuate (el video puede ser visto en YouTube y otros sitios). Un quinto militar aparentemente grabó el video. Fue subido a las redes de manera anónima el miércoles.
Hoy el secretario de Defensa Leon Panetta, y la secretaria de Estado Hillary Clinton, deploraron los hechos captados en el video, que se ha vuelto viral en el ciberespacio, justo en momentos en los que el gobierno de Obama intenta entablar un diálogo de negociación con el talibán como parte de su estrategia de salida de esa guerra, la más larga de su historia.
Panetta dijo que vio el video, al que calificó de absolutamente deplorable y lo condenó en los términos más fuertes, e informó que llamó al presidente de Afganistán Hamid Karzai para avisarle que había ordenado una investigación plena de los hechos y que los responsables tendrían que rendir cuentas por su conducta inapropiada. Un coro de altos mandos militares estadunidenses en Washington y Afganistán hizo eco de estas declaraciones.
Karzai ya había denunciado los hechos como completamente inhumanos y condenables y llamó a las autoridades estadunidenses a imponer el castigo más severo a los responsables de este delito.
La secretaria de Estado Clinton también deploró los hechos, pero afirmó que era un acto aislado, ya que la mayoría del personal militar estadunidense no comete tales cosas.
La fuerza militar en Afganistán, encabezada técnicamente por la OTAN, emitió un comunicado escueto según el cual los actos en el video parecen haber sido realizados por un pequeño grupo de individuos estadunidenses que aparentemente ya no están sirviendo en Afganistán. Agregó que el video muestra a los militares cometiendo un acto inapropiado con cadáveres de enemigos y que ese acto es inexplicable y no concuerda con las altas normas morales que esperamos de las fuerzas de la coalición.
Oficiales en el Pentágono confirmaron hoy la autenticidad del video y anunciaron que identificaron por lo menos a dos de los cuatro marines, pero no divulgaron nombres. La unidad a la cual pertenecían fue identificada en el video (estuvo desplegada en 2011, pero regresó a Estados Unidos en septiembre).
El general James Amos, comandante supremo de la infantería de marina, informó que ya solicitó dos investigaciones paralelas y aseguró: estamos plenamente comprometidos en respetar la Convención de Ginebra, las leyes de guerra y nuestros valores centrales, reportó el Washington Post. Tanto las leyes militares estadunidenses como la Convención de Ginebra prohíben la profanación de cuerpos de los abatidos en guerras y, por lo tanto, el acto podría ser considerado crimen de guerra.
La difusión del video y el escándalo que está desatando ocurren en una coyuntura muy delicada para Washington, ya que el gobierno de Obama intenta resucitar la negociación con el talibán como parte de su estrategia de retirar sus fuerzas de combate antes de diciembre de 2014. Algunos en Washington no están convencidos de que el talibán esté interesado en seguir adelante, pero obviamente la aparición del video podría complicar el panorama. Según fuentes oficiales estadunidenses, el proceso de negociación sólo está a la espera de luz verde por Karzai (quien descarriló un intento anterior) y superar la renuencia del talibán a negociar con Karzai, aunque hay indicaciones de que sí está dispuesto a hacerlo con Washington.
Zabihullah Mujahid, vocero talibán, dijo a la agencia Reuters que el video probablemente no afectará las negociaciones con Estados Unidos, y declaró: no es la primera vez que vemos tal brutalidad. Sabemos que nuestro país está ocupado. Sin embargo, más tarde comunicados del talibán eran menos tolerantes y se limitaron a condenar los hechos sin referencia a negociaciones.
Tampoco es la primera vez que imágenes de estas guerras filtradas al ámbito público generan denuncias y escándalos para Washington. Las imágenes de brutalidad en el centro de detenciones de Abu Ghraib, en Irak, provocaron una controversia mundial en 2004. En 2010, un grupo de soldados estadunidenses mató a tres civiles afganos como por deporte en sólo uno de varios incidentes parecidos. En noviembre, el supuesto líder del grupo fue condenado por homicidio en un proceso judicial militar. Y está el video difundido por Wikileaks de un ataque contra civiles por un helicóptero estadunidense, donde entre los muertos estaban dos empleados de la agencia Reuters (para mas información, wikileaks.jornada).

Afganistán: la verdadera barbarie es la guerra
El testimonio videográfico dado a conocer esta semana, en el que puede verse a cuatro infantes de marina estadunidenses que orinan sobre los cadáveres de tres presuntos talibanes afganos, ha causado repulsión y escándalo en la opinión pública de Occidente; el propio portavoz del Pentágono, el capitán John Kirby, calificó el comportamiento de los soldados de su país de asqueroso, monstruoso e inaceptable.
Al igual que ocurrió tras la revelación, en abril de 2004, de los crímenes que perpetraba el Pentágono en el campo de tortura y exterminio montado en Abu Ghraib, Irak, ahora Washington se rasga las vestiduras ante la difusión del video referido, anuncia una investigación y arguye, en voz del secretario de Defensa, Leon Panetta, que los actos de ensañamiento de sus soldados son totalmente inapropiados para los militares estadunidenses y no reflejan las normas o los valores que nuestras fuerzas armadas han jurado defender. Sin embargo, Wa-shington ha permanecido impasible ante la difusión de crímenes tanto o más agraviantes perpetrados por su aparato militar, como las condiciones de secuestro en las que se ha mantenido por años a varios centenares de individuos en el campo de concentración de Guantánamo, la red aérea montada por la CIA y el Pentágono para el trasiego de desaparecidos –presuntos combatientes enemigos capturados– a lo ancho de tres continentes, a fin de transportarlos a centros clandestinos de tortura, o las atrocidades contra civiles iraquíes y afganos retratadas en documentos divulgados por Wikileaks el año antepasado.
Significativamente, Bradley Manning, el soldado al que se acusa de haber entregado esos materiales al portal fundado por Julian Assange, enfrenta cargos mucho más severos que los imputados contra unos pocos militares estadunidenses de baja graduación, violadores de derechos humanos en Irak y Afganistán.
Por otra parte, sin afán de minimizar la repugnancia que causa el ritual primitivo y procaz protagonizado por los infantes de marina, es pertinente señalar que ocurre en el contexto de una monstruosidad mucho mayor, que es la invasión, destrucción y ocupación de Afganistán por la superpotencia, agresión bélica iniciada hace más de 11 años y aún en desarrollo. En el curso de esa incursión, el gobierno de Estados Unidos y sus aliados han matado a decenas o centenares de miles de afganos, tanto combatientes como civiles inermes –niños, ancianos y mujeres entre ellos– en el afán de vengar los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 perpetrados por Al Qaeda en Nueva York y Washington.
Además, los aspavientos del gobierno de Estados Unidos ante el hecho referido resultan una muestra de hipocresía y simulación si se considera que en las academias militares de la superpotencia se han preparado muchos prominentes violadores de derechos humanos que han actuado en prácticamente todo el mundo; que el anterior ocupante de la Casa Blanca legalizó algunas prácticas de tortura y que el despliegue de crueldad para la aniquilación física y moral del enemigo forma parte del entrenamiento regular de los cuerpos especiales –como son los marines estadunidenses– en muchos países.
Es oportuno recordar, en el caso de México, que el núcleo inicial de Los Zetas –una de las organizaciones delictivas más despiadadas y sangrientas– estuvo formado por integrantes del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes) del Ejército. De allí egresó el recientemente capturado sicario y pozolero José Abelardo Lemus, alias La Culebra, quien admitió haber participado en medio centenar de ajusticiamientos y dijo haber recibido entrenamiento, entre otras cosas, en tácticas de terror.
En realidad, lo verdaderamente asqueroso, monstruoso e inaceptable, para decirlo en palabras del vocero del Pentágono, es la guerra como recurso de la política, la economía, los negocios o el pretendido fortalecimiento de la legalidad. Es el caso, por supuesto, de la agresión neocolonial emprendida y mantenida por Washington y sus socios contra una nación de por sí devastada por conflictos bélicos anteriores y hundida en la marginación, la miseria y la ignorancia.
Como ocurrió en la extinta Yugoslavia, como sucede en Afganistán e Irak, como pasó en Libia y como ocurre en nuestro país, el inicio de un conflicto armado abre una caja de Pandora de la que puede esperarse cualquier hecho de barbarie, entre los cuales el más recientemente divulgado no es ciertamente el peor. Por ello, lo más sensato, lo más humano y lo más civilizado no es pretender que haya guerras con buenos modales, sino más bien, no iniciarlas.

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