Raymundo Riva Palacio
El PAN, firme en su tradición, hizo que el presidente Felipe Calderón probara en carne propia lo que hace seis años, al otro lado de la barrera, hizo con el entonces presidente Vicente Fox, cuando no pudo obligar a los militantes a hacer su voluntad e imponer a Santiago Creel como su candidato presidencial. Un importante número de consejeros nacionales panistas rechazaron este miércoles su propuesta para una encuesta indicativa que, en violación a los métodos de selección de candidato que habían acordado, deseaba que se realizara para impulsar a su delfín, Ernesto Cordero.
Calderón instruyó al líder nacional del PAN Gustavo Madero que realizara el cabildeo entre los panistas para realizar este tipo de encuesta, pero sólo encontró rechazo. Aun así, se decidió que fuera el Comité Ejecutivo Nacional el que aprobara el método extraordinario, donde se hizo más patente la humillación a Calderón. Madero ni siquiera pudo presentar la propuesta porque casi la mitad de los consejeros se oponían a escucharla siquiera. Y sin condiciones para llevarla a cabo, fue sepultada.
La encuesta indicativa estaba diseñada para mostrar que Cordero -según las encuestas de su equipo-, estaba en condiciones de competencia con su principal adversaria, Josefina Vázquez Mota, y muy arriba del otro rival, Santiago Creel. Codero no recibió esa gran ayuda que, si confirmaba el estudio sus números, lo llevaría en automático a la cima de la contienda y pondría presión pública a Creel para que reconsiderara su permanencia en la contienda.
Tácticamente, el gran derrotado es el Presidente, pero estratégicamente el perdedor es Cordero, heredero del proyecto calderonista, que tendrá que seguir batallando ante la opinión pública para demostrar que sí es un candidato con potencia para contender por la Presidencia, y no sólo el delfín que no creció ante el electorado. Cordero no pudo revertir la profecía autorrealizable que apunta a que no será el candidato presidencial del PAN, y sólo le queda ir a los debates a mostrar las debilidades de Vázquez Mota y de Creel para darle oxígeno a su esfuerzo.
Los números extraoficiales de cómo estaban divididos los consejeros el miércoles pasado mostraban 21 a favor de la encuesta indicativa contra 15 que se oponían. Una regla no escrita en el PAN es que las decisiones se toman por consenso o por una mayoría contundente. Al no tener ninguna de las dos, Madero optó por no insistir en la propuesta, ante el alto costo que podría haber tenido forzar una votación –y ganarla- con el rechazo de Vázquez Mota y Creel.
Funcionarios panistas dijeron que optaron por la unidad del partido sin arriesgar la fractura, pero parece retórica. La división en el PAN quedó plasmada con el rechazo a Calderón, lo que confirma la vieja historia autónoma de los panistas con respecto a las líneas políticas sugeridas por su jefe político, en este caso el Presidente. Sin embargo, tampoco se puede garantizar que en la elección del candidato a finales de febrero, la experiencia del miércoles se extrapole a militantes y adherentes, cuando voten por su abanderado.
Calderón sabe de política electoral y de maniobras. Además, es un Presidente que tiene rasgos inocultables de las formas autoritarias que empleaban los presidentes priístas para hacer su voluntad. Los militantes activos en el PAN se dividen entre las familias, los grupos, los gobernadores y los grupos de interés, pero los adherentes, que suman alrededor del 70% de quienes votarán por el candidato, responden más a los intereses de Calderón, que en cinco años ha ido incorporando y manejando a través de los delegados federales.
El aparato político del partido lo controla Calderón y apoya a Cordero, como lo demuestra el respaldo de los gobernadores, pero tampoco se puede anticipar que el delfín se quedará con la candidatura. Los panistas tienen una forma muy distinta de pensar y actuar a la de priístas y perredistas formados en una cultura autoritaria, y no les gustan las imposiciones, como demostraron los consejeros. Pero esto tampoco debe tranquilizar a Vázquez Mota y a Creel, que han visto caer sobre ellos el peso del aparato calderonista. Aunque hasta ahora han resistido, nadie puede garantizarles la sobrevivencia en esta contienda, donde la lucha contra Los Pinos ha sido lo más difícil que hayan enfrentado en la persecución de la candidatura.
Calderón instruyó al líder nacional del PAN Gustavo Madero que realizara el cabildeo entre los panistas para realizar este tipo de encuesta, pero sólo encontró rechazo. Aun así, se decidió que fuera el Comité Ejecutivo Nacional el que aprobara el método extraordinario, donde se hizo más patente la humillación a Calderón. Madero ni siquiera pudo presentar la propuesta porque casi la mitad de los consejeros se oponían a escucharla siquiera. Y sin condiciones para llevarla a cabo, fue sepultada.
La encuesta indicativa estaba diseñada para mostrar que Cordero -según las encuestas de su equipo-, estaba en condiciones de competencia con su principal adversaria, Josefina Vázquez Mota, y muy arriba del otro rival, Santiago Creel. Codero no recibió esa gran ayuda que, si confirmaba el estudio sus números, lo llevaría en automático a la cima de la contienda y pondría presión pública a Creel para que reconsiderara su permanencia en la contienda.
Tácticamente, el gran derrotado es el Presidente, pero estratégicamente el perdedor es Cordero, heredero del proyecto calderonista, que tendrá que seguir batallando ante la opinión pública para demostrar que sí es un candidato con potencia para contender por la Presidencia, y no sólo el delfín que no creció ante el electorado. Cordero no pudo revertir la profecía autorrealizable que apunta a que no será el candidato presidencial del PAN, y sólo le queda ir a los debates a mostrar las debilidades de Vázquez Mota y de Creel para darle oxígeno a su esfuerzo.
Los números extraoficiales de cómo estaban divididos los consejeros el miércoles pasado mostraban 21 a favor de la encuesta indicativa contra 15 que se oponían. Una regla no escrita en el PAN es que las decisiones se toman por consenso o por una mayoría contundente. Al no tener ninguna de las dos, Madero optó por no insistir en la propuesta, ante el alto costo que podría haber tenido forzar una votación –y ganarla- con el rechazo de Vázquez Mota y Creel.
Funcionarios panistas dijeron que optaron por la unidad del partido sin arriesgar la fractura, pero parece retórica. La división en el PAN quedó plasmada con el rechazo a Calderón, lo que confirma la vieja historia autónoma de los panistas con respecto a las líneas políticas sugeridas por su jefe político, en este caso el Presidente. Sin embargo, tampoco se puede garantizar que en la elección del candidato a finales de febrero, la experiencia del miércoles se extrapole a militantes y adherentes, cuando voten por su abanderado.
Calderón sabe de política electoral y de maniobras. Además, es un Presidente que tiene rasgos inocultables de las formas autoritarias que empleaban los presidentes priístas para hacer su voluntad. Los militantes activos en el PAN se dividen entre las familias, los grupos, los gobernadores y los grupos de interés, pero los adherentes, que suman alrededor del 70% de quienes votarán por el candidato, responden más a los intereses de Calderón, que en cinco años ha ido incorporando y manejando a través de los delegados federales.
El aparato político del partido lo controla Calderón y apoya a Cordero, como lo demuestra el respaldo de los gobernadores, pero tampoco se puede anticipar que el delfín se quedará con la candidatura. Los panistas tienen una forma muy distinta de pensar y actuar a la de priístas y perredistas formados en una cultura autoritaria, y no les gustan las imposiciones, como demostraron los consejeros. Pero esto tampoco debe tranquilizar a Vázquez Mota y a Creel, que han visto caer sobre ellos el peso del aparato calderonista. Aunque hasta ahora han resistido, nadie puede garantizarles la sobrevivencia en esta contienda, donde la lucha contra Los Pinos ha sido lo más difícil que hayan enfrentado en la persecución de la candidatura.
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