Luis Javier Garrido
El 2012 está planteando en México, aunque muchos no lo entiendan, la confrontación entre quienes sostienen que es necesario buscar establecer, aun imperfecto, un estado de derecho, y quienes desde el gobierno siguen defendiendo el principio del imperio de la fuerza.
1. La principal responsabilidad de un gobierno es salvaguardar la vida y la integridad de quienes habitan su territorio, pero la del gobierno panista de Felipe Calderón ha sido no nada más salvaguardar los intereses del gobierno estadunidense y de las corporaciones trasnacionales, sino avalar el exterminio de quienes, por formar parte del narcotráfico, son entendidos por el gobierno panista como sus enemigos, haciendo suyo de tal manera el derecho a matar, como lo documentan múltiples casos.
2. Noam Chomsky señala muy claramente en su libro más reciente, La era Obama y otros escritos sobre el imperio de la fuerza (Pasado y Presente, 2011), coincidiendo con periodistas de The Atlantic, que una diferencia significativa en la llamada política antiterrorista del actual gobierno estadunidense con las de la administración de Bush II es que ésta capturó a miles de sospechosos (para ella) de ser terroristas y los envió a campos de detención en Afganistán, Irak y Guantánamo, en tanto la administración Obama se ha concentrado en la eliminación, mediante sofisticados operativos, de aquellos a los que considera terroristas individuales en lugar de intentar capturarlos con vida (p. 231). Es decir, que en nombre de las nuevas políticas de seguridad nacional de Estados Unidos, la Casa Blanca se arroga el derecho de matar a los que juzga sus enemigos.
3. Ese derecho de matar a sus enemigos en cualquier parte del planeta, que Washington asume ahora como su prerrogativa, como expresó el presidente Barack Obama en su discurso en el Pentágono el día 5, fue denunciado, según señalan los periodistas de The Atlantic (4 de mayo de 2011), por el ex canciller alemán Helmut Schmidt, quien al analizar el caso de la ejecución en Pakistán de Osama Bin Laden por un comando de elite de infantes de la marina, el 1º de mayo de 2011, concluyó que ese operativo fue claramente una violación del derecho internacional. Obama hizo entonces lo que ningún mandatario estadunidense había hecho, ni siquiera tras la Segunda Guerra Mundial o la guerra de Vietnam: asumir que no hay un orden jurídico internacional, sino un mero imperio de la fuerza.
4. La doctrina Obama sobre el derecho a matar a quienes se considere enemigos de Estados Unidos, teniendo o no pruebas de ello –como en el caso de Bin Laden–, empalma de tal manera con dos aspectos de la llamada doctrina de Bush II: el de poder establecer de manera unilateral quiénes son esos enemigos (como acontece con el que llaman eje del mal) y el de establecer, también unilateralmente, el derecho de Washington a revocar el carácter de estados a los países que albergan los que a su juicio son terroristas, todo lo cual parecen esgrimirlo en el caso del narcotráfico en México.
5. La “guerra contra el narco” de México, que fue decidida en Washington en 2006 e impuesta a Calderón, está claramente marcada de tal suerte por los principios de la nueva estrategia estadunidense, y entre éstos el del derecho a matar. Las miles de ejecuciones de capos del narco en territorio mexicano en los últimos cinco años, que la información oficial ha presentado como producto del enfrentamiento de bandas o grupos rivales, no son exactamente eso. En un escenario que se sabe es, entre otras cosas, el de la reordenación del narcotráfico por las principales agencias estadunidenses que impunemente operan en territorio mexicano –la CIA, la DEA, la DIA, la NSRO y otras–, muchos de estos homicidios aparecen como resultado de operativos del poder, es decir, que fueron cometidos por fuerzas militares o policiales mexicanas bajo las directivas de las agencias de Washington. No se puede decir “operativos de Estado” porque ya aquí el poder público mexicano aparece subordinado a fuerzas del exterior.
6. El viaje que hizo a México el miércoles 18 el general David H. Petraeus, director de la Agencia Central de Inteligencia en Estados Unidos, quien como se recuerda fue hasta 2011 el comandante supremo en Irak, no es en este contexto una visita protocolaria más, como se pretende, sino un desplazamiento de importancia estratégica para ellos. El director de la CIA, en un hecho que no tiene precedente en nuestra historia, encabezó por la tarde una reunión de trabajo en la Secretaría de Gobernación con los integrantes del llamado gabinete de seguridad –los titulares de la Sedena, la Marina, Seguridad Pública, Gobernación y la PGR, así como el director del Cisen–, y es muy claro que en el periodo preelectoral mexicano, que coincide en parte con el estadunidense, Washington prepara agresivos operativos en México.
7. La expresión utilizada en el boletín expedido por Los Pinos, luego de que al anochecer se reunió Calderón con Petraeus, estableciendo que habían acordado seguir estrechando (¿aún más?) los lazos en materia de seguridad, no significa otra cosa que mayor subordinación de México a Washington. Y como si ya la lógica del agonizante gobierno panista fuera entregarlo todo –de las decisiones en materia financiera y económica a las de seguridad interna y externa–, en función de las elecciones de 2012, el jueves 19 Calderón anunció en un acto en Los Pinos que las políticas ecológica y de medio ambiente de México se decidirían también de común acuerdo con Washington, en función de un memorando de entendimiento.
8. La responsabilidad política y penal de Felipe Calderón y de los integrantes de su gobierno por haber entregado al exterior amplios aspectos del manejo del país y haber tornado a México en un espacio de experimentación de las estrategias militares de Washington es tan grande como la relativa a las que se estima son ya más de 60 mil muertes, y todo el derroche propagandístico del régimen no podrá ocultar esto.
9. Un boletín más del gobierno federal, expedido el día 18, curiosamente a la misma hora de la visita del director de la CIA a México, pretende que tras el violento inicio de 2012 no quedan en México en actividad más que dos cárteles, el de Sinaloa y el de Los Zetas, y que estos dos son responsables de la mayor parte de los muertos en el país (no el gobierno federal, desde luego). El boletín ignora así deliberadamente que la violencia de estos cinco años fue planeada, gestada e impulsada desde el poder, que hundir a México en ella ha sido parte de un proyecto económico y político, que los integrantes armados de los cárteles son en su mayoría ex policías o ex militares y ex marinos, y que el gobierno panista creó grupos paramilitares que se arrogaron, como las fuerzas oficiales, el derecho a matar.
10. La violencia ilegal que abruma a México debe terminar, y el clamor de ¡Ya basta! debe ser más intenso si se quiere salvar a la nación.
Denise Dresser
Según Felipe Calderón Hinojosa, lleva el sexenio cazando cucarachas. Como lo dijo en un discurso reciente, la labor de su gobierno vis a vis el crimen organizado ha sido como entrar "a una casa desconocida, una casa nueva, y (.) ver por ahí cucarachas corriendo por un rincón y metiéndose por un agujero en la pared y al levantar el tapiz o la duela de esa pared, lo que se encuentra es que está infectado de esos animales y esas plagas".
En su propia percepción, el Presidente ha pasado los últimos cinco años destapando el agujero, despegando el tapiz, quitando la duela. Reconstruyendo y saneando, dice. Pero al mismo tiempo afirma que el crimen organizado ha permeado la política y contaminado los procesos electorales.
El cazador de cucarachas admite que en lugar de eliminarlas, ha contribuido a su expansión. Indicador tras indicador lo demuestra. La estrategia de seguridad federal no está funcionando. Sus cuatro objetivos -fortalecer las instituciones de procuración de justicia, reducir el consumo, debilitar a las instituciones criminales y liberar espacios públicos del control criminal- no han sido alcanzados.
Más aún, las últimas dos metas han terminado por ser incompatibles entre sí. Como lo demuestra un estudio reciente del especialista Eduardo Guerrero, aunque el gobierno logra dividir a las organizaciones más grandes, un regreso al statu quo ante -con el predominio de dos carteles dominantes- es el resultado potencial de la política federal. El esfuerzo de fumigación de cucarachas no las debilita; al contrario.
Un tema debatido es si existe una relación causal entre la cruzada del gobierno contra el crimen -mediante el arresto de los principales capos- y la epidemia de inseguridad que asola al país. Y según Eduardo Guerrero esa relación existe: en 78.5% de 28 casos seleccionados por su estudio, la violencia en determinada región aumenta cuando se aplasta la cabeza de la cucaracha que es líder allí.
En vez de disminuir, la violencia suele escalar. Un buen número de acciones gubernamentales, incluyendo la confiscación de ciertas drogas, la erradicación de ciertos cultivos, el arresto de ciertos criminales, incrementa la violencia a nivel municipal. Por otro lado, el Presidente presume el número de arrestos de criminales de alto perfil llevados al cabo en su administración.
Eso -argumenta- reduce la amenaza que el narcotráfico crea para la seguridad nacional. Según la visión calderonista, la fragmentación de los carteles reduce su peligrosidad. Pero no queda claro que el mercado trasnacional de estupefacientes hoy se encuentre menos concentrado que al principio del sexenio. Un solo gran grupo tiene el control hegemónico sobre cada una de las rutas principales: el cartel del Pacífico y "Los Zetas".
Claramente ambos constituyen una amenaza para la seguridad nacional pero -paradójicamente- su división podría exacerbar la violencia y el crimen. Las operaciones conjuntas entre la Sedena, la Marina y la Policía Federal ofrecen un panorama igualmente preocupante. Durante 2007-2008, siete operaciones de este tipo fueron llevadas al cabo y los resultados no han sido positivos.
El despliegue de fuerzas federales ayuda a las autoridades locales a eludir su responsabilidad. Y peor aún: en términos de percepción pública, coloca toda la culpa del aumento de la violencia sobre los hombros del gobierno federal.
Aun en estados como Chihuahua, Nuevo León, y Tamaulipas -sitios donde se instrumentaron operativos conjuntos- el PRI gana y retiene el poder, a pesar de los esfuerzos del gobierno federal. Quizás en reacción a una política cada vez más contraproducente, la estrategia de combate al narcotráfico ha experimentado un viraje en el último año. El objetivo parecería ser -según Guerrero- centrar menos la atención en la captura de los cabecillas y más en las organizaciones de alta peligrosidad. De allí que "Los Zetas" se hayan convertido en las cucarachas más perseguidas, más acosadas, más asediadas.
El equipo calderonista no ha admitido este re-posicionamiento públicamente, porque entrañaría reconocer que el enfoque anterior -atacar a todos los carteles al mismo tiempo- fue erróneo. A pesar de todo lo que el gobierno federal hace y dice, la producción y la comercialización de las drogas sigue aumentando, genera ganancias de 19,000 a 29,000 millones de dólares, y ya puede observarse la ampliación del consumo.
El agujero que Calderón encontró en la pared crece y la plaga dentro de él también. Y por eso, por primera vez en lo que va del sexenio, en las encuestas los mexicanos colocan la inseguridad por encima de los temas económicos. Según el estudio más reciente llevado a cabo por Buendía y Laredo, 56% de la población piensa que el país es menos seguro debido a la estrategia gubernamental y 42% cree que narcotraficantes están ganando.
El 89% de la población tiene poca o ninguna confianza en la policía local y 75% tiene poca o ninguna confianza en la policía federal. Es en éste contexto que Felipe Calderón pronuncia un controvertido discurso en el cual advierte que las contiendas electorales podrían ser una nueva veta para los empresarios del crimen. Sugiere que pretenden corromper a las instituciones e infiltrar las elecciones.
Augura la simbiosis del Estado criminal y el Estado constitucional. Pero si el Presidente hace esos pronunciamientos como parte de una lógica electoral, que busca desacreditar al PRI, el esfuerzo se le revierte. Señala con el dedo índice a quienes ensuciaron el cuarto, cavaron el hoyo, protegieron a las cucarachas y son responsables de su presencia. Pero el señalamiento presidencial es también una admisión de derrota.
Calderón se erigió a sí mismo en cazador de cucarachas (aunque duerma con una de ellas), y al final de su sexenio todo indica que ha sido responsable de su multiplicación
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