Rajoy: jugar con fuego
Ante la andanada de protestas sociales por las medidas económicas devastadoras que ha venido tomando la administración del Partido Popular (PP) en España, el presidente de gobierno, Mariano Rajoy, replicó, con insensibilidad presentada como franqueza, que
De esta manera, amparado en la amplia votación que su partido recibió en la elección de hace cuatro meses, en el control parlamentario que logró entonces y en la catástrofe política de la principal fuerza de oposición, el derrotado Partido Socialista Obrero Español, Rajoy pretende imponer en España una descarnada ortodoxia neoliberal que amenaza con arrasar el Estado de bienestar que se había venido construyendo desde el fin de la dictadura. Sus políticas no sólo amenazan a los asalariados –desprovistos de golpe de conquistas históricas– y a los jubilados, sino también a los jóvenes, para los cuales no hay sitio en la economía, así como a sectores especialmente vulnerables de la población, como los desempleados y los trabajadores inmigrantes indocumentados, a quienes se ha desprovisto de tajo de casi todos los servicios básicos de salud.cada viernes continuarán las reformas, y el viernes que viene, también. El ominoso anuncio es augurio de nuevas pérdidas sociales en materia de educación, salud y bienestar en general, y representa una confirmación brutal de que Rajoy no gobierna para los ciudadanos sino para
los mercados, según el eufemismo que designa al puñado de intereses financieros que se beneficia con los recortes indiscriminados al gasto, las alzas generalizadas de impuestos y el sacrificio de la población como estrategia para hacer frente a la aguda crisis económica.
Los recortes tienen una repercusión particularmente aguda en comunidades autonómicas como Cataluña y el País Vasco, y ponen en cuestión el grado de autonomía real de esas regiones, en la medida en que sus autoridades se han visto obligadas a aplicar los lineamientos antipopulares procedentes de Madrid.
Ciertamente, ante la devastación impulsada por La Moncloa hay propuestas económicas alternativas, menos inequitativas y más eficientes, que toman en cuenta la necesidad de reactivar la economía y el mercado interno, que plantean el establecimiento de cargas impositivas especiales para las grandes fortunas y los más adinerados, y que no obligan al tránsito de millones de personas de la clase media a la pobreza sin atenuantes. Pero Rajoy, confiado en su mayoría parlamentaria y la lejanía de las próximas elecciones legislativas –previstas para dentro de casi cuatro años–, se muestra inflexible en la aplicación de su estrategia devastadora y no parece importarle su drástica caída en las preferencias electorales.
Por su parte, la sociedad española carece de alternativas institucionales para exigir que se detenga el draconiano plan de ajuste impuesto por La Moncloa en acatamiento de las presiones procedentes de la Unión Europea y, sobre todo, de la canciller alemana Angela Merkel.
Esta combinación –insensibilidad oficial, indignación popular y ausencia de cauces institucionales para expresarla y convertirla en acción política– constituye una condición de riesgo de estallidos sociales incontrolables. Una muestra adicional de arrogancia del gobierno del PP es no darse cuenta de ello o, al menos, hacer como si no se diera cuenta.
American Curios
Renacimiento
David Brooks
Existe una nueva conciencia en torno al primero de mayo y su relevancia para una reforma, nutrida por el movimiento Ocupa Wall Street, escribió recientemente Noam ChomskyFoto Mike Fleshman
En todo el mundo se celebra el primero de mayo, menos en su lugar de nacimiento: Estados Unidos, hasta que primero los inmigrantes y ahora Ocupa Wall Street hicieron recordar ese suceso de indignación.
Esta semana, inmigrantes, sindicalistas, estudiantes y el movimiento Ocupa evocan a los mártires de Chicago, cuya lucha se conmemora en todo el mundo como el Día de los Trabajadores. Con banderas por la legalización de inmigrantes, el derecho a la educación y salud para todos, y en defensa de los derechos laborales, este primero de mayo se realizarán marchas y mítines en varias ciudades del país al celebrarse
un día para el 99 por ciento, o sea, para los de abajo.
Que la historia sea evocada es algo extraordinario en este país que, tal vez más que cualquier otro, se distingue por su amnesia. Los inmigrantes resucitaron al primero de mayo a mediados de la década pasada, cuando millones se movilizaron ese día en demanda del respeto, la legalización y la dignidad. Con ello, desde sus diversos orígenes en decenas de puntos alrededor del mundo regresaron la memoria de esta lucha al país donde nació.
Noam Chomsky escribió recientemente que “la gente parece saber lo del primero de mayo en todas partes menos donde se originó, aquí en Estados Unidos. Eso es porque los que tienen el poder han hecho todo lo posible por borrar su significado real… Hoy hay una nueva conciencia, nutrida por la organización de Ocupa Wall Street en torno al primero de mayo, y su relevancia para la reforma y tal vez la revolución eventual”.
El origen del primero de mayo fue una huelga general nacional que estalló ese día en 1886 en Estados Unidos, con cientos de miles de trabajadores por todo el país en demanda de la jornada laboral de ocho horas. El 2 de mayo de ese año, en una fábrica en Chicago que había expulsado a sus trabajadores, la policía abrió fuego contra los obreros y en respuesta se convocó a un
mitin de la indignaciónen la Plaza Haymarket el 4 de mayo, la cual fue pacífica hasta que provocadores generaron un ambiente tenso y alguien –hasta la fecha nadie sabe quién– arrojó una bomba que mató a varios, incluidos siete policías. Las autoridades acusaron a los líderes del movimiento, los cuales eran anarcosindicalistas. Fueron detenidos, fueron enjuiciados y ejecutados; ahora son recordados como los mártires de Chicago.
Sindicatos y movimientos sociales por todo el mundo difundieron el mensaje de esta lucha y en Estados Unidos movimientos radicales festejaron la herencia de esta rebelión, sobre todo el Partido Comunista en los años 30 y 40, hasta que el macartismo logró sofocar la memoria. En tanto, oficialmente, el llamado Día del Trabajo en Estados Unidos se marca el primer lunes de septiembre de cada año.
Por ello, que esta fecha reaparezca es una hazaña sorpresiva. “El primero de mayo será un grito de emergencia nacional en más de cien ciudades sobre las condiciones económicas en Estados Unidos… otro paso importante en el crecimiento de un movimiento de resistencia popular en la última superpotencia mundial. El primero de mayo, el movimiento Ocupa, el movimiento de derechos inmigrantes, el movimiento laboral y el movimiento estudiantil marcharán en el país y se organizarán en solidaridad por la justicia económica. Somos el 99 por ciento”, declaró Ocupa a los medios esta semana.
Douglas Schoen, director de una encuestadora reconocida que trabaja para el Partido Demócrata, afirmó recientemente que el movimiento Ocupa, aun con menos visibilidad en las calles,
ha tomado control del debate político en Estados Unidos en este año electoral. Afirma que más allá de que su presencia ha generado un amplio dialogo público, los demócratas y sus aliados han hecho que la injusticia económica –el tema introducido por Ocupa– esté en el centro de su mensaje electoral. En su artículo en The Daily Beast/Newsweek, Schoen indicó que las acciones de Ocupa continúan presionando el debate formal, y que el primero de mayo se mostrará si esto continuará creciendo.
No se equivoquen; el impacto de Ocupa Wall Street ya ha sido considerable y el movimiento permanece como una fuerza clara que tendrá que ser reconocida en la elección general y, muy probablemente, por el futuro visible, concluye.
Con el llamado de Ocupa, sindicatos e inmigrantes, algo nuevo brota de algo viejo. El primero de mayo, por definición, es algo que está directamente vinculado a un movimiento que buscaba, en 1886, rescatar algo básico, una medida de autodeterminación de la vida de los trabajadores. También es un momento que involucra la eterna lucha por los derechos laborales, los inmigrantes, también contra la represión y la respuesta del gran capital; o sea, todo lo que está presente hoy día. A la vez es un rescate de la larga tradición radical estadunidense, del anarquismo, el movimiento comunista, de diversos movimientos sociales, desde los de derechos civiles, antiguerra, por derechos de los gays y de la mujer, y el de los estudiantes, como el altermundista, de repente todos reconociendo a los otros bajo el lema:
somos el 99 por ciento.
Tal vez no sea más que una muestra de posibilidades, tal vez es ya algo que será cooptado por este sistema brillante que logra absorber estas expresiones una y otra vez, y convertirlas en comercio (camisetas, la música, la moda, etcétera). Pero tal vez es un renacimiento. La historia no sólo es un recuerdo, sino que se vuelve parte del presente, y con ello asoma, una vez más, la posibilidad de que
otro Estados Unidos es posible.
A fin de cuentas, ese futuro era el que estaban forjando los mártires de Chicago, y tal vez está por comprobarse de nuevo, este primero de mayo, que todos los que luchan por todos nunca mueren, sino renacen cada vez que se retoma esa lucha.
Ajustadores sociales
León Bendesky
La crisis económica significa, entre muchas otras cosas, que el término
La cuestión es interesante y oportuna. Requiere que se desempolven las ideas, se aclaren y ponderen, que se formulen otras de manera novedosa y conforme al tiempo que corre y a las sociedades tal y como son.capitalismose ha vuelto muy actual. Se puede decir que el sistema capitalista está en problemas cuando se habla reiteradamente de él. Así lo señala el crítico inglés Terry Eagleton, y añade:
Esto indica que el sistema ha dejado de ser tan natural como el aire que se respira y puede, en cambio, ser visto como el reciente fenómeno histórico que es en realidad. Es más, todo lo que nace puede morir, por eso los sistemas sociales pretenden presentarse como inmortales.
Pero en este terreno vamos retrasados con respecto a las secuelas profundas que está dejando la crisis. Y, además, aún está por provocar grandes repercusiones adversas –y de largo plazo–, en sociedades del mundo en las que el progreso material, el acceso más amplio al consumo y a un conjunto de satisfactores no ha podido sacar de la fragilidad. Eso ocurre hoy con las clases medias más solventes.
Hay, por supuesto, discusiones relevantes pero aún se les mantiene en el margen de un forcejeo en el que predomina en la práctica el pensamiento más ortodoxo y conservador.
El quiebre del sistema en 2008, provocado por la brutal expansión del endeudamiento público y privado, se ha enfrentado con medidas que generan un impacto social muy negativo. Así ocurre en Estados Unidos y, de manera más palmaria, en Europa.
En la Unión Europea se ha constituido una verdadera cofradía de ajustadores y no precisamente de cuentas financieras como quieren presentarse, sino de la sociedad misma. El ajuste presupuestal –muy inequitativo– es el instrumento, la población es la materia en la que se manifiesta.
Los promotores del ajuste a ultranza no están pensando ni actuando como políticos de envergadura, no se les ocurre nada que vaya más allá de un duro enfrentamiento con la gente. Uno de cada cuatro españoles, para tomar un caso sobresaliente, que no único, está desempleado. Se reducen de modo contundente los derechos que supusieron ya adquiridos: condiciones laborales, salud, educación, un ingreso para mantenerse.
Lo primero es alcanzar prontamente el déficit público cero y cumplir con las deudas contraídas en los términos que satisfagan al mercado que, por cierto, no es un ente abstracto. No importa que buena parte de lo que hoy se debe se haya generado por el efecto mismo de la crisis.
No hay un criterio que delimite las obligaciones de un lado y las exigencias del otro. El proceso de desendeudamiento es desordenado; el Estado es un recolector de tributos. Los bancos comerciales están llenos de cuentas malas. Las quiebras nacionales también son desordenadas, como en Grecia, Irlanda y Portugal y, según parece que será en España. No habrá dinero que alcance, lo emita el Banco Central Europeo o se allegue el FMI.
La desigualdad se ha instaurado como un asunto clave incluso en las economías más ricas. La pobreza es relativa y cambiante, pero no se elimina. Estos fenómenos puede verse desde la perspectiva de la justicia, pero también de la ineficiencia sistémica y las posibilidades del crecimiento. Hay un dilema intergeneracional tanto en el periodo de expansión como en el de recesión, que termina siendo explícito. En ambos hay ajustes sociales.
El ingreso, del que se deriva el consumo necesario para alentar la inversión productiva, proviene del trabajo. Es la demanda la que cuenta. De ella proviene finalmente el crecimiento de la economía. El empleo lo generan mayoritariamente los pequeños negocios y no, como se insiste, las grandes empresas o los más ricos. Esa es la base del entramado del mercado y de la subsistencia de la mayoría de la población. La reciente apología de Walmart hecha por el gobierno mexicano puede ser cuestionada en muchos sentidos.
Debe advertirse, empero, que no es clara y menos aun contundente la reacción de los ciudadanos. En Lisboa miles de personas marcharon por la Avenida da Liberdade, en conmemoración de la Revolución de los Claveles, para protestar contra los recortes impuestos por el gobierno de centro derecha electo hace unos meses. En Francia la mayoría de los votos en la primera vuelta electoral de hace unos días fue para los partidos de la derecha de Sarkozy y Le Pen.
En la segunda etapa puede ganar el socialista Hollande y, tal vez, empezar a modificar las pautas de la gestión económica impuesta desde Alemania. Merkel apenas admite la necesidad de la recuperación del crecimiento. En España los populares recibieron un amplio mandato y actúan en consecuencia y hay que admitir que con mucha convicción; ajustan sin medida todo lo que pueden. La geografía y la dinámica social de la crisis aparecen hoy de modo muy accidentado.
Del lado de los economistas, las alternativas de pensamiento y las medidas propuestas contra la crisis no se imponen. Esta se ha hecho una disciplina endogámica y en la que persisten diferencias esenciales en torno a la operación de los mercados y, por lo tanto, sobre cuestiones clave como son las relativas al dinero y al crédito (véase el artículo de Alejandro Nadal en estas páginas el 12 de abril).
En 1931 el debate de Keynes y Hayek fue categórico, entre la intervención activa y el reordenamiento
naturalde los mercados. Conviene revisarlo. En 1933 Roosevelt anunció la puesta en marcha de su política del New Deal. A principios de la década de 1980 se instauraban las políticas de desregulación de los mercados lideradas por Thatcher y Reagan. Estas llegaron a su máxima expresión en la década de 2000 y donde dolió más: el sector financiero.
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