Revolución vs. contrarrevolución en Venezuela
Gilberto López y Rivas
Son notables las interpretaciones de analistas –incluso dentro del progresismo– en torno a lo que ocurre en Venezuela, impregnadas por lo epidérmico y fenoménico y dejando a un lado lo que estructuralmente está en juego, así como obviando los contextos locales y mundiales en que tienen lugar los acontecimientos. Así, algunos articulistas se han dedicado a describir personalidades, discursos, sucesos y procesos fortuitos, despojados de lo que representan en las estrategias de poderes y fuerzas sociopolíticas que actúan en las sombras o abiertamente en función de intereses de clase, o de su inserción en las reconfiguraciones mundiales del imperialismo estadunidense y sus aliados en la región latinoamericana.
Por la mañana del proceso electoral y desconociendo sus resultados finales, escribí para una página electrónica:
No me cabe duda que el comandante Chávez y su candidato Nicolás Maduro triunfarán en la jornada electoral del 14 de abril, mostrando al mundo entero la fortaleza y madurez de la concientización política de la mayoría del pueblo de la República Bolivariana de Venezuela, así como la eficacia y trasparencia de su probado sistema electoral. No obstante, hay que esperar la reacción del candidato de la ultraderecha venezolana frente a su derrota, las múltiples iniciativas subversivas de sus patrones yanquis, quienes sin duda tratarán de provocar conflictos y deslegitimar el proceso para dar cauce a los planes desestabilizadores que nunca han dejado de poner en práctica los servicios de inteligencia estadunidenses, y los de varios gobiernos subalternos que coadyuvan en este esfuerzo contrarrevolucionario, así como el trabajo cotidiano de desinformación y contrainformación de sus cajas de resonancia mundial que constituyen los medios de comunicación masiva a su servicio. En efecto, Capriles, derrotado por porcentajes suficientes, pasó del desconocimiento del candidato ganador y las instituciones electorales y constitucionales a la campaña subversiva de sabotajes a la economía del país, al tendido eléctrico, a instalaciones gubernamentales de variada naturaleza, así como a las agresiones armadas a partidarios del chavismo que han cobrado, hasta ahora, ocho vidas humanas.
La dirección político-militar bolivariana, por su parte, ha comprendido que la unidad de los diferentes sectores del polo revolucionario en torno al legado de Chávez, que se puso a prueba en estos comicios, debe consolidarse en la radicalización del proceso de construcción del socialismo del siglo XXI en la extensión del territorio, a través del desarrollo y fortalecimiento del poder comunal, así como por la participación activa de todos los sectores sociales organizados en los distintos niveles del gobierno y toma de decisiones. La
revolución en la revoluciónque señala Maduro en su toma de protesta, la lucha contra la corrupción y el burocratismo, deben expresarse en el ejercicio efectivo y creciente del poder popular desde las comunas, los sindicatos, las organizaciones populares de trabajadores, de productores, de los pueblos indígenas y de la acción consciente y permanente de la intelectualidad –en el sentido más amplio y democrático de este concepto–, en el debate de las ideas y en los campos de la lucha ideológica, la difusión del pensamiento progresista y la cultura revolucionaria.
La prueba de las urnas que el proyecto chavista ha pasado con éxito durante estos tres lustros debe tomar en cuenta los desgastes naturales de una movilización permanente y la necesidad de renovarse a partir de la atención focalizada de los jóvenes como recambio natural y planeado de las dirigencias revolucionarias. Hay que tomar muy en cuenta el trabajo de la derecha en sectores del estudiantado y la juventud en general para contrarrestar esta influencia, y lograr que los jóvenes revolucionarios prevalezcan como fuerza hegemónica no sólo en las universidades sino también en los barrios, tomando en cuenta el papel que el imperialismo asigna a las adicciones, el narcotráfico y la delincuencia organizada, en general, como instrumentos de dominación e injerencia en la vida de nuestros países.
Que no se equivoquen los golpistas locales y foráneos en cuanto a desdeñar los cambios experimentados en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en estos 14 años de gobierno chavista y, sobre todo, en subestimar el protagonismo de los militares en la contradicción revolución versus contrarrevolución. Si en 2002 la unión cívica militar y la presencia de millones de venezolanos en las calles fueron el factor esencial que revirtió el golpe de oficiales traidores, hoy en día la incorporación de agrupamientos armados de distintos tipos de milicia y la puesta en práctica de la estrategia de
guerra de todo el pueblo, junto al trabajo ideológico y político en favor del socialismo, vuelven prácticamente imposible que se hagan realidad los sueños golpistas de la democrática derecha venezolana y sus mentores yanquis.
Ríos Montt en Guatemala
Maciek Wiesniewski*
Sentado en la sala del Palacio de la Justicia, observando el proceso de Efraín Ríos Montt, el general retirado y presidente de facto 1982-1983, y de su jefe de inteligencia Mauricio Rodríguez Sánchez, acusados de genocidio, es quizás lo más cerca que uno puede estar del
Eichmann en Jerusalén.
Los separan las particularidades de los hechos (los guatemaltecos eran más
rústicos: asesinando en el lugar, abriendo vientres de mujeres y sacando tripas de niños) y sus contextos, pero los unen las dimensiones históricas (es el primer juicio por genocidio en Guatemala tras el conflicto interno 1960-1996, que arrojó unos 200 mil muertos, y el único así del mundo en una corte nacional) y la esencia del delito.
Tiene razón Ricardo Falla, antropólogo y jesuita, autor de un libro-denuncia, Masacres en la Selva (1993), que, analizando las bases jurídicas del genocidio (según la ONU) y poniéndolas en el contexto de Guatemala, subraya que el genocidio allí tenía sus propios rasgos:
Sería una trampa ideológica compararlo con el genocidio nazi y concluir que aquí no ocurrió. Según él, éste se realizó por dos vías: 1) masacres de aldeas y 2) desplazamiento y sometimiento al hambre, enfermedades, etcétera ( Plaza Pública, 19/3/13).
La acusación se limita al área ixil en el departamento del Quiché, dónde los asesinatos eran más sistemáticos, revelando una política del Estado (plasmada en los planes militares: Sofía/Victoria 82/Firmeza 83) para exterminar a los mayas-ixiles, considerados un
enemigo interno, que fueron: 1) masacrados (con saldo de mil 771 muertos), 2) desplazados (unos 30 mil), 3) y los demás recluidos en condiciones de campos de concentración en las
aldeas modelo.
Según la defensa, ex militares y la derecha agrupados en la Asociación de Veteranos Militares (Avemilgua) o en la Fundación contra el Terrorismo, que financió un sintomático panfleto producto de la propaganda de la guerra fría: La farsa del genocidio en Guatemala, una conspiración marxista desde la iglesia católica I-II ( El Periódico, 14 y 21/4/13), se trata de una
fabricación jurídica.
Un buen ejemplo de este negacionismo han sido los testimonios de los testigos de Ríos Montt, que siguieron después de casi 100 víctimas ixiles y peritos que hablaron de masacres, violaciones, torturas, desplazamiento, quema de casas y milpas.
Según Alfred Kaltschmitt, ex director de una fundación que gestionaba
proyectos de desarrolloen el área ixil, miembro de la misma Iglesia del Verbo que Ríos Montt (es interesante cómo los círculos evangélicos y el
desarrollose insertaban en la política contrainsurgente),
el ejército protegía y salvaba a los ixiles(sic),
las aldeas modelo no eran campos de concentración(sic) y los años 1982-1983
eran los mejores tiempos del ejército(¡sic!), versión repetida por otros testigos, curiosamente todos ladinos que se lamentaban por
pobres ixiles manipulados por la guerrilla...
No testificó ningún ixil
salvadopor el ejército: ¿será que –igual que en aquella caricatura de un marine– la mayoría de ellos fue
salvada del comunismohasta la muerte? (como apunta Falla, desde el racismo imperante del Estado la población indígena fue considerada
desechable, con tal de
salvar a la patria del comunismo).
Paradójicamente la negación proviene también de la izquierda que le hace el juego a la derecha y al ejército que cierran filas en torno a Ríos Montt: el documento
Traicionar la paz y dividir a Guatemala, firmado por intelectuales, ex guerrilleros y negociadores de paz ( Prensa Libre, 16/4/13), no difiere mucho de uno firmado por el presidente, general retirado Otto Pérez Molina ( Prensa Libre, 23/4/13), que durante el proceso fue señalado como participante de matanzas.
Todo esto parte de la estrategia mediática para descarrillar el proceso, que consiste en: 1) polarizar a la sociedad en torno al genocidio, 2) asegurar que el proceso corresponde a la
presión internacional, 3) descalificar a las víctimas, 4) cuestionar la imparcialidad de la corte, 5) afirmar que a los acusados se les negó la defensa, 6) que el fallo ya está emitido 7) y que
atentará contra la pazy
dividirá el país.
Algo de esto funcionó ya, pues, cuando parecía que ya no le faltaba mucho al juicio, el 18 abril el tribunal de primera instancia anuló todo... Aunque la juez del caso
anuló lo anulado, la Corte de Constitucionalidad (CC) hasta ahora mantiene todo en un limbo.
Mirando a Ríos Montt, ya a sus 86 años –sonriente y respetuoso con la corte–, hace pensar en la tesis central de Arendt sobre la
banalidad del mal: los genocidas nazis no eran
malos por naturaleza, sino productos de ciertas circunstancias. Quizás él tampoco (sic), siendo en parte un producto –igual que el genocidio– de las presiones de Washington para
frenar el comunismo.
Más allá de las controversias en torno al juicio de Eichmann, criticado por Arendt en su recuento, también cuestionado ( El Puercoespín, 9/4/11), o las prácticas (¿casi genocidas?) del mismo Israel hacia los palestinos, y más allá, pero sin olvidar el apoyo israelí a Ríos Montt ya cuando Carter le retiró la ayuda militar por violaciones de los derechos humanos,
Eichmann en Jerusalén, como un hecho histórico, sigue siendo símbolo y sinónimo de la justicia y triunfo de las víctimas.
¿Símbolo y sinónimo de qué será
Ríos Montt en Guatemala?
* Periodista polaco
Economía Moral
La medición de la pobreza en el mundo/ XVII
Dudas sobre nivel y tendencias de la pobreza mundial del Banco Mundial
Julio Boltvinik
Al final de Cómo no contar los pobres, como conclusión de los análisis detallados (algunos de carácter empírico) realizados, Reddy y Pogge (RyP), señalan:
“Un nuevo procedimiento se requiere urgentemente. Hay fuertes razones para dudar de la validez y sentido de las estimaciones del nivel, distribución y tendencias de la pobreza global de ingresos provistas por el Banco Mundial (BM) en años recientes. Las razones para dudar giran alrededor de la ausencia de una LIP (línea internacional de pobreza) que permita comparaciones inter-temporales e inter-espaciales significativas, el uso de una medida inadecuada de equivalencia de paridades de poder adquisitivo (PPAs), la provisión de resultados falsamente precisos, e inferencias inadecuadamente justificadas. Es probable que todas estas fallas distorsionen sistemáticamente las estimaciones del nivel y tendencias de la pobreza global de ingresos. Hay razón para pensar que la distorsión es en el sentido de subestimar el nivel de pobreza…Las afirmaciones de que este nivel está disminuyendo a nivel global, carecen de evidencia que las fundamente a la luz de las incertidumbres asociadas con las estimaciones presentes y pasadas” (How not to count the poor, en Anand, Segal y Stiglitz, eds., Debates on the Measurement of Poverty, Oxford University Press, 2010, pp.78-79)
Volvamos hacia atrás y examinemos la parte de este trabajo que no ha quedado cubierta en las tres entregas previas de Economía Moral (5, 12 y 19 de abril). En primer lugar, RyP señalan que las mediciones del BM también involucran errores derivados de problemas de medición. Sin embrago, el BM presenta sus cifras como si fueran precisas a seis dígitos, sin advertir sobre los posibles errores, ni mucho menos medirlos. A los errores usuales asociados a encuestas muestrales hay que sumar el hecho de que las PPAs de muchos países no están basadas en datos específicos de cantidades y precios, sino en estimaciones estadísticas indirectas o datos parciales. Esta incertidumbre se ve agravada porque China nunca ha participado y la India lo hizo en 1985 pero no en 1993, en el Programa Internacional de Comparación (ICP por su nombre en inglés) que provee la información para calcualr las PPAs, de modo que las estimaciones sobre la pobreza en ambos países, cuyo peso en la población y la pobreza mundiales son enormes, están basados en
conjeturas educadas, dicen RyP. Las PPAs de china se estimaron por una vía totalmente distinta de las de los otros países. El grado de error implícito en estos problemas de medición, lo ilustran con las diversas estimaciones existentes sobre el PIB per cápita de China en 1990 que, para expresarse en dólares equivalentes requieren también PPAs referidas a toda la economía: el FMI estimo dicho PIB en $1,300 dólares, el BM en 1.950 dólares y las Tablas Mundiales de la Universidad de Pensilvania en 2.695 dólares, siendo este último dato más del doble que el del FMI. Reddy y Minoiou, en un trabajo citado por RyP, estimaron el enorme impacto que tales variaciones (según las PPAs que se utilicen para China) significan en los cálculos de la pobreza, no sólo de China sino del mundo en su conjunto. Los autores apuntan también las enormes divergencias, entre países, en la calidad de las encuestas del ICP que captan precios y cantidades para el cálculo de las PPAs, que parecen particularmente deficientes en África Subsahariana. Sobre los conocidos problemas de las divergencias entre el consumo de los hogares calculado mediante encuestas (que es el que usa el Banco Mundial) y el de cuentas nacionales, problema este último de no fácil solución según los autores, que piensan que las encuestas son una fuente más exacta del consumo de los hogares, opinión con la que difiero. Otro problema, que no es de fácil solución en las mediciones de pobreza en un país, es el de si los pobres pagan precios iguales o más altos que los no pobres. Los autores mencionan que los pobres se ven obligados a comprar porciones más pequeñas y compran en lugares diferentes. Esto conlleva otra subestimación de la pobreza tanto en mediciones globales como nacionales, pues ambas definen la línea de pobreza (LP) con base en precios promedio.
De los 97 países con los cuales el BM ha construido las series de evolución mundial de la pobreza desde 1981 a la fecha, 12 sólo cuentan con una encuesta y 20 sólo con 2 encuestas. Para los años de los países en los que no hay encuestas, el BM supone que no hubo cambio en la forma de la Curva de Lorenz (que describe la distribución del ingreso de los hogares) y estima el ingreso de los hogares en el año sin encuesta, aplicándole a los datos de consumo de todos los hogares del año anterior con encuesta, la misma tasa de crecimiento observada en el consumo privado de cuentas nacionales. De esta manera, explican RyP,
Habiendo supuesto que la distribución del ingreso se mantiene constante, la pobreza estimada sube y baja con el consumo medio. El procedimiento resulta en meras apariencias de reducciones de la pobreza en países en los que, tanto el consumo real per cápita y la desigualdad aumentaron. Este doble aumento parece haber sido muy común en los años noventa…es posible que toda la baja calculada de 7 por ciento en el periodo 1987-2001, por el BM con su 1 dólar por persona al día, en la pobreza global, se deba este supuesto de que las Curvas de Lorenz no han cambiado desde la encuesta anterior. Según Chen y Ravallion para muchos de los paísese involucrados, especialmente en África, la encuesta anterior se encuentra bastantes años atrás” (pp.57-58)
Los autores realizan cálculos alternativos con dos maneras, más adecuadas para medir pobreza, que la del BM que usa PPAS basadas en el total de datos (precios y cantidades) del consumo general: una con el consumo total de alimentos y otra sólo con pan y cereales. Primero calculan de nuevo las LIP (líneas internacionales de pobreza) con los tres tipos de PPAs. Encuentran que, una vez expresadas en monedas nacionales, las LIP resultantes, en los países más pobres, de aplicar las PPAs de alimentos y de pan-cereales son más altas (éstas últimas entre 26 y 31 por ciento en promedio que las basadas en PPAs de consumo general). Segundo, calculan el impacto de esto en la incidencia de la pobreza de ingresos (porcentaje de la población pobre). Con las PPAs basadas en alimentos, la incidencia aumenta un poco, pero con las basadas en pan-cereales el aumento es dramático: en los 9 países de ingresos bajos para los cuales los autores contaron con toda la información necesaria, la media de la incidencia que era de 39.9 por ciento con PPAs de consumo general, aumenta a 60.3 por ciento con PPAs de pan-cereales. En la gráfica muestro las incidencias de pobreza para los tres tipos de PPAs en los 9 países. Ahí se puede apreciar que en todos esos países la pobreza con PPAs basadas en pan-cereales es más alta que la de los otros dos tipos de PPAs, mientras la pobreza medida con PPAs de alimentos es mayor que la de consumo general en 6 de los 9 casos. Podemos comentar que cuando se usan líneas de pobreza tan bajas (la LIP es calculada, tanto por el BM como por RyP como la mediana de las líneas de pobreza más bajas usadas en los países con datos disponibles), parece ser más sensible un método que se concentre en los precios de los medios estrictos de sobrevivencia, únicos que quizás estén al alcance de personas con ingresos tan bajos como un dólar por persona al día.
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