A Calderón le da un ataque de amnesia: dice en EU que no le declaró la guerra al narco
Calderón en diciembre de 2006. Tiempo de guerra.
Foto: Octavio Gómez
Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (apro).- El expresidente Felipe Calderón ofreció una plática en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, en la que habló de su gestión y aseguró que él nunca le declaró la guerra al narcotráfico, que sólo luchó por aplicar la ley y, eso sí, subrayó, lo hizo con toda la fuerza del Estado.
A pesar de que durante su gobierno empleó la expresión “guerra contra la delincuencia” en más de una ocasión en sus discursos, el exmandatario se lavó las manos y aseguró que la violencia en México comenzó a crecer en 2004, cuando expiró la prohibición de la venta de armas de asalto en Estados Unidos.
El panista, cuya presencia en Harvard ha generado una fuerte polémica a nivel nacional e internacional debido al número de muertos y desaparecidos que dejó en los seis años de su mandato –70 mil y 25 mil, aproximadamente–, también hizo una confesión: que su error más grande en el sexenio fue haber delegado en el secretario de Gobernación la relación con el Congreso.
La pregunta se la hizo una persona a través de Twitter y Calderón la respondió de manera abierta:
“Cuando Mouriño murió (Juan Camilo, entonces secretario de Gobernación) nombré a otro secretario de Gobernación (Fernando Gómez Mont) y delegué mucho la relación con el Congreso. Debí haberme mantenido más cercano. Él y el secretario de Hacienda hicieron posibles la reforma de pensiones y la reforma energética al principio de mi administración”.
Agregó que en ese entonces se reunía con frecuencia con los legisladores, desayunaba y almorzaba con ellos.
“Fueron reuniones frecuentes, uno a uno, pero un día Juan Camilo murió, tuvo un accidente… fue un momento muy doloroso. Tuve otro secretario, le delegué muchas de las relaciones con el Congreso.
“Mirando hacia atrás, y eso es muy difícil por cierto, probablemente todos esos años después necesité trabajar un poco más en términos personales con el Congreso”, apuntó.
Durante su participación en el foro, Calderón también defendió que su partido suscribiera el Pacto por México impulsado por el gobierno de Enrique Peña Nieto. Acción Nacional, agregó, sigue un principio muy antiguo “que establece que el interés nacional es más importante que el interés del partido”.
Mencionó que el gobierno de Peña Nieto tiene una ventaja “que ninguno de nosotros tuvo en el pasado ni durante la era democrática de los presidentes mexicanos ni antes: el apoyo real y leal de los partidos de oposición, incluso del PAN”.
Añadió:
“Quería ser un expresidente muy prudente y eso incluye la idea de no dar muchas opiniones del nuevo gobierno, le deseo lo mejor, porque en verdad quiero lo mejor para el pueblo mexicano”.
A pesar de que durante su gobierno empleó la expresión “guerra contra la delincuencia” en más de una ocasión en sus discursos, el exmandatario se lavó las manos y aseguró que la violencia en México comenzó a crecer en 2004, cuando expiró la prohibición de la venta de armas de asalto en Estados Unidos.
El panista, cuya presencia en Harvard ha generado una fuerte polémica a nivel nacional e internacional debido al número de muertos y desaparecidos que dejó en los seis años de su mandato –70 mil y 25 mil, aproximadamente–, también hizo una confesión: que su error más grande en el sexenio fue haber delegado en el secretario de Gobernación la relación con el Congreso.
La pregunta se la hizo una persona a través de Twitter y Calderón la respondió de manera abierta:
“Cuando Mouriño murió (Juan Camilo, entonces secretario de Gobernación) nombré a otro secretario de Gobernación (Fernando Gómez Mont) y delegué mucho la relación con el Congreso. Debí haberme mantenido más cercano. Él y el secretario de Hacienda hicieron posibles la reforma de pensiones y la reforma energética al principio de mi administración”.
Agregó que en ese entonces se reunía con frecuencia con los legisladores, desayunaba y almorzaba con ellos.
“Fueron reuniones frecuentes, uno a uno, pero un día Juan Camilo murió, tuvo un accidente… fue un momento muy doloroso. Tuve otro secretario, le delegué muchas de las relaciones con el Congreso.
“Mirando hacia atrás, y eso es muy difícil por cierto, probablemente todos esos años después necesité trabajar un poco más en términos personales con el Congreso”, apuntó.
Durante su participación en el foro, Calderón también defendió que su partido suscribiera el Pacto por México impulsado por el gobierno de Enrique Peña Nieto. Acción Nacional, agregó, sigue un principio muy antiguo “que establece que el interés nacional es más importante que el interés del partido”.
Mencionó que el gobierno de Peña Nieto tiene una ventaja “que ninguno de nosotros tuvo en el pasado ni durante la era democrática de los presidentes mexicanos ni antes: el apoyo real y leal de los partidos de oposición, incluso del PAN”.
Añadió:
“Quería ser un expresidente muy prudente y eso incluye la idea de no dar muchas opiniones del nuevo gobierno, le deseo lo mejor, porque en verdad quiero lo mejor para el pueblo mexicano”.
Reforma migratoria
Exigen a Obama respetar a los migrantes.
Foto: Hugo Cruz
Foto: Hugo Cruz
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La iniciativa para una reforma migratoria ha sido presentada al Senado de Estados Unidos. Se trata de un largo documento elaborado por quienes se conocen como “la pandilla de los ocho”, cuatro senadores demócratas y cuatro republicanos. En el ambiente de extrema polarización que se vive desde hace años en el Congreso estadunidense, el documento bipartidista es visto como un logro excepcional. Algunas de las figuras más radicales del Tea Party, como Marco Rubio, senador por Florida, han dado todo su apoyo a la iniciativa. Aunque se esperan negociaciones difíciles, particularmente en la Cámara de Representantes, esos gestos conciliadores permiten albergar esperanzas de que habrá una salida a la situación irregular de 11 millones de trabajadores indocumentados en Estados Unidos, la mayoría (6.5 millones) de origen mexicano.
Hay muchos nudos que destrabar antes de que se pueda cantar victoria. Dentro de los más difíciles se encuentra la redacción final respecto a las condiciones, costos y tiempos que habrá que cumplir para obtener el permiso de trabajo y, al final, la ciudadanía; el número de visas para trabajadores temporales que se van a otorgar; los requisitos a cumplir para que se confirme la existencia de una “frontera segura”; los métodos para verificar el cumplimiento de la ley por parte de los empleadores.
El asunto es de enorme interés para entender los hilos que mueven la política interna en Estados Unidos. Salta a la vista que el elemento decisivo para dar vida a esta iniciativa ha sido la importancia del voto latino para la sobrevivencia misma de los republicanos en algunos estados. Conciliar o arriesgarse a quedar fuera del juego es lo que explica el cambio de ánimo en políticos de extrema derecha. Es un ejemplo por excelencia de la aseveración tan pertinente en Estados Unidos: toda política es local. El problema es que la migración es internacional, que el tema involucra necesariamente a un factor externo que en este caso se llama México y los mexicanos.
El proyecto de reforma migratoria ha sido redactado sin la menor consideración a la “buena vecindad”. Por el contrario, el eje central en torno al cual se han tejido compromisos es la Frontera Segura. La advertencia es enérgica; habrá reforma migratoria si se confirma que ni por los puertos de entrada ni en los miles de kilómetros entre un puerto y otro habrá cruces ilegales. Se asigna una suma millonaria, 6.5 mil millones de dólares en 10 años, para fortalecer aviones no tripulados, censores, vallas, Guardia Nacional. En otras palabras, que exista una espesa valla que separe a México y Estados Unidos.
La reforma migratoria tiene destinatarios muy bien identificados: los mexicanos. La manera en que afecte a México en su conjunto, las responsabilidades implícitas que se esperan de los gobiernos federales y estatales mexicanos, no han sido mencionadas. Quizás esto ocurra durante la visita de Obama a México, quizás esté ocurriendo en estos momentos en las pláticas de Chong con Janet Napolitano. Una cosa es cierta, esa reforma tan doméstica, tan determinada por necesidades electorales de corto plazo, no puede aplicarse exitosamente si no se cuenta con la colaboración del gobierno mexicano y, más aún, con la colaboración de los gobiernos centroamericanos.
Tres ejemplos pueden ilustrarnos respecto a esa inevitable conexión. El primero tiene que ver con la frontera misma. No se puede concebir la seguridad de una frontera tan transitada (con el mayor número de cruces en el mundo) sin que haya coparticipación de uno y otro lado. Además, ¿Cómo van a resolver el problema del envío de armas a México? Difícil aceptar que lo “seguro” es sólo para que no vayan trabajadores indocumentados hacia allá. La frontera segura es un asunto bilateral, como quiera que se vea.
El segundo problema son las visas para trabajadores temporales poco calificados, el contingente más numeroso de mexicanos deseosos de ir a Estados Unidos. El acuerdo logrado entre los sindicatos pertenecientes al AFLCIO y la Cámara de Comercio en Estados Unidos establece un mecanismo complicado para que éstas puedan oscilar entre 20 mil y 200 mil según las necesidades mayores o menores de la economía estadunidense. Será necesario precisar cómo se establecen esas necesidades y desde luego cómo es la situación de la oferta laboral en México. Contratar trabajadores mexicanos en cantidades significativas para conformar un flujo seguro que sea, asimismo, el aliciente para ir legalmente, no es tarea fácil. ¿Cuáles son las instituciones mexicanas que participarán? ¿Cómo se seleccionarán los estados expulsores?
El tercer problema, y el más difícil, es detener a los migrantes centroamericanos. El problema remite a la correlación entre frontera norte y frontera sur en México. El viaje de Obama de alguna manera evoca esa vinculación al hacer una visita a México y Centroamérica. La insistencia en la frontera segura no puede ignorar lo que ello significa para el gobierno mexicano, responsable no sólo de detener a sus propios nacionales sino a los que llegan del sur de la frontera. México se convierte para los centroamericanos en un largo túnel que desemboca en una fuerte valla en la que será más visible que nunca el lema “no pasarán”.
Dentro de unos días Obama visitará México. Es el momento de discutir cómo se pondría en práctica, en caso de ser aprobada, una reforma migratoria que involucra inevitablemente al gobierno mexicano. Saber identificar los problemas que se deben enfrentar es un reto para la nueva administración cuyos perfiles en cuestiones de política exterior son todavía tan inciertos.
Hay muchos nudos que destrabar antes de que se pueda cantar victoria. Dentro de los más difíciles se encuentra la redacción final respecto a las condiciones, costos y tiempos que habrá que cumplir para obtener el permiso de trabajo y, al final, la ciudadanía; el número de visas para trabajadores temporales que se van a otorgar; los requisitos a cumplir para que se confirme la existencia de una “frontera segura”; los métodos para verificar el cumplimiento de la ley por parte de los empleadores.
El asunto es de enorme interés para entender los hilos que mueven la política interna en Estados Unidos. Salta a la vista que el elemento decisivo para dar vida a esta iniciativa ha sido la importancia del voto latino para la sobrevivencia misma de los republicanos en algunos estados. Conciliar o arriesgarse a quedar fuera del juego es lo que explica el cambio de ánimo en políticos de extrema derecha. Es un ejemplo por excelencia de la aseveración tan pertinente en Estados Unidos: toda política es local. El problema es que la migración es internacional, que el tema involucra necesariamente a un factor externo que en este caso se llama México y los mexicanos.
El proyecto de reforma migratoria ha sido redactado sin la menor consideración a la “buena vecindad”. Por el contrario, el eje central en torno al cual se han tejido compromisos es la Frontera Segura. La advertencia es enérgica; habrá reforma migratoria si se confirma que ni por los puertos de entrada ni en los miles de kilómetros entre un puerto y otro habrá cruces ilegales. Se asigna una suma millonaria, 6.5 mil millones de dólares en 10 años, para fortalecer aviones no tripulados, censores, vallas, Guardia Nacional. En otras palabras, que exista una espesa valla que separe a México y Estados Unidos.
La reforma migratoria tiene destinatarios muy bien identificados: los mexicanos. La manera en que afecte a México en su conjunto, las responsabilidades implícitas que se esperan de los gobiernos federales y estatales mexicanos, no han sido mencionadas. Quizás esto ocurra durante la visita de Obama a México, quizás esté ocurriendo en estos momentos en las pláticas de Chong con Janet Napolitano. Una cosa es cierta, esa reforma tan doméstica, tan determinada por necesidades electorales de corto plazo, no puede aplicarse exitosamente si no se cuenta con la colaboración del gobierno mexicano y, más aún, con la colaboración de los gobiernos centroamericanos.
Tres ejemplos pueden ilustrarnos respecto a esa inevitable conexión. El primero tiene que ver con la frontera misma. No se puede concebir la seguridad de una frontera tan transitada (con el mayor número de cruces en el mundo) sin que haya coparticipación de uno y otro lado. Además, ¿Cómo van a resolver el problema del envío de armas a México? Difícil aceptar que lo “seguro” es sólo para que no vayan trabajadores indocumentados hacia allá. La frontera segura es un asunto bilateral, como quiera que se vea.
El segundo problema son las visas para trabajadores temporales poco calificados, el contingente más numeroso de mexicanos deseosos de ir a Estados Unidos. El acuerdo logrado entre los sindicatos pertenecientes al AFLCIO y la Cámara de Comercio en Estados Unidos establece un mecanismo complicado para que éstas puedan oscilar entre 20 mil y 200 mil según las necesidades mayores o menores de la economía estadunidense. Será necesario precisar cómo se establecen esas necesidades y desde luego cómo es la situación de la oferta laboral en México. Contratar trabajadores mexicanos en cantidades significativas para conformar un flujo seguro que sea, asimismo, el aliciente para ir legalmente, no es tarea fácil. ¿Cuáles son las instituciones mexicanas que participarán? ¿Cómo se seleccionarán los estados expulsores?
El tercer problema, y el más difícil, es detener a los migrantes centroamericanos. El problema remite a la correlación entre frontera norte y frontera sur en México. El viaje de Obama de alguna manera evoca esa vinculación al hacer una visita a México y Centroamérica. La insistencia en la frontera segura no puede ignorar lo que ello significa para el gobierno mexicano, responsable no sólo de detener a sus propios nacionales sino a los que llegan del sur de la frontera. México se convierte para los centroamericanos en un largo túnel que desemboca en una fuerte valla en la que será más visible que nunca el lema “no pasarán”.
Dentro de unos días Obama visitará México. Es el momento de discutir cómo se pondría en práctica, en caso de ser aprobada, una reforma migratoria que involucra inevitablemente al gobierno mexicano. Saber identificar los problemas que se deben enfrentar es un reto para la nueva administración cuyos perfiles en cuestiones de política exterior son todavía tan inciertos.
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