¿Sólo queda resignarse?
Jorge Eduardo Navarrete /I
El viernes último la prensa dio prominencia a dos informaciones cargadas de malos augurios para los mexicanos, al menos para ocho o nueve de cada 10 de ellos. Aludían a acontecimientos recién ocurridos o continuados, que se presentaban como producto de la fatalidad: o no eran eludibles o serán inevitables. Recuérdense los encabezados con que aparecieron en La Jornada. Primera:
Bajo crecimiento económico y comercial en el mundo entre las causas /En el segundo trimestre se acentuó la desaceleración económica: BdeM. Segunda: “Continuarán los gasolinazos por lo menos hasta 2014, advierte Pemex /El país importa la mitad del combustible por falta de infraestructura para refinar el crudo”. El tono y la tonada de las informaciones y el contenido específico que se encuentra en las fuentes en que se originaron estimula la reflexión.
Minuta número 21de la reunión de 12 de julio de la Junta de Gobierno del Banco de México revela que la economía mexicana está sumida en una fase de desaceleración que se prolonga ya por un año: presente desde mediados de 2012,
parecería haberse acentuado en el segundo trimestre de 2013, por
una serie de choques adversos. En especial cuatro: i) una disminución de la demanda externa que, como la desaceleración misma, se enfrenta
desde la segunda mitad de 2012; ii)
la apreciación del tipo de cambio real, que se presentó hasta mediados de mayo del año en curso, afectó más la producción de bienes comerciables que la propia caída de la demanda externa; iii) el menor dinamismo del gasto público,
como parte del proceso de consolidación fiscal, contrajo tanto la demanda interna como el consumo y la inversión gubernamentales; y, iv) la evolución del sector vivienda
ha exacerbado la pérdida de dinamismo de la industria de la construcción.
Adviértase que el choque adverso iii fue producto de una decisión deliberada: perseguir la consolidación fiscal, en momentos de debilidad de la demanda externa y de los desajustes propios del inicio de una administración, fue el reflejo en México de las malhadadas medidas de austeridad que han extendido la recesión, el estancamiento o la atonía en casi todas las latitudes. Se optó por alinearse a favor del equilibrio presupuestal a ultranza y ahora se admite el costo, aún no cuantificado, en que se incurrió. Por su parte, el segundo choque adverso revela la carencia de una política cambiaria que hubiera evitado la sobreapreciación del peso mediante acciones oportunas de esterilización monetaria o desaliento impositivo de las entradas excesivas de fondos financieros, a menudo especulativos.
La
Minuta número 21enumera las muchas cuestiones que no marcharon bien en los últimos tres meses y en el año anterior: estancamiento de las exportaciones de manufacturas, tanto no automotrices como automotrices destinadas a mercados diferentes de Estados Unidos; trayectoria negativa de las ventas al mayoreo y menudeo de los establecimientos comerciales; estancamiento de la construcción por, entre otros, la pérdida de dinamismo de la construcción pública; en fin, el marasmo del gasto público.
¿Pudo haber sido de otro modo? El choque adverso i, debilidad de la demanda externa, pudo haber sido respondido con acciones de fomento exportador en mercados aún dinámicos y con el estímulo al consumo o uso nacional de bienes o insumos exportables. Un mercado nacional dinámico puede ofrecer alternativas de demanda que impidan o limiten la contracción de la actividad y, más allá, el cierre de capacidades productivas y la pérdida de empleos, con sus efectos multiplicadores negativos. Ya se ha hablado de una política cambiaria activa –en lugar de su ausencia absoluta, implícita en el concepto de libre flotación cambiaria–, no sólo para evitar revaluaciones dañinas sino para prevenir el riesgo de salidas súbitas y cuantiosas de capital golondrino, motor de los mercados financieros desregulados. Lo verdaderamente inconcebible fue, desde luego, que se procurase la consolidación fiscal cuando lo que se requería y pudo haberse hecho fue convertir al gasto público en el principal instrumento de estímulo de la actividad económica y el empleo. Con acciones oportunas y decididas, a favor del consumo y la inversión, pudo haberse combatido la atonía, desde mediados de 2012 hasta el segundo trimestre de 2013.
Sin embargo, como muestra la
Minuta número 21, las opciones de política ni siquiera se discuten. Se afirma que, en la reunión,
se llevó a cabo un nutrido intercambio de opinionesque se resume en el apartado 3. Su lectura muestra que los miembros de la Junta de Gobierno se limitaron a constatar los hechos presentados:
Todos los miembros de la junta concordaron en que la economía mexicana ha mostrado una desaceleración desde la segunda mitad de 2012, y la mayoría calificó dicha pérdida de dinamismo como importante. No se registra a lo largo del
nutrido intercambioninguna propuesta para contrarrestar, mitigar o superar esa desaceleración que todos consideran que existe y que, por lo menos una minoría no identificada, no considera importante, o preocupante. Nada para perder el sueño, pensará. Sin embargo, “[…] la mayoría de los miembros enfatizó que, en cualquier caso, un mayor crecimiento de Estados Unidos beneficiaría a la economía mexicana”. Para qué devanarse los sesos en el difícil diseño de una política de crecimiento, de un conjunto de medidas anticíclicas. Mejor esperar a que Estados Unidos crezca más, lo que en todo caso nos beneficiará.
Por lo pronto, la perspectiva inmediata no es alentadora, incluso en la visión de la Junta de Gobierno del BdeM:
Otro miembro mencionó que las perspectivas de crecimiento económico para el país han empeorado, a lo que un miembro más añadió que se han revisado a la baja los pronósticos de crecimiento para 2013, aunque se han mantenido prácticamente sin cambio para 2014. Ahora, de acuerdo con la mayoría de las previsiones, el crecimiento económico de México en 2013 se situará por debajo de 3 por ciento, tasa evidentemente insuficiente en una situación en que –otra vez en palabras de la
Minuta número 21–
la tasa de desempleo continúa ubicada en niveles por encima de los observados antes del inicio de la crisis financiera globaly la pobreza afecta a un número mayor de mexicanos. Es difícil aceptar que sólo quede resignarse… o esperar a Estados Unidos.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
El narco-Helguera
Pobreza y más pobreza
Octavio Rodríguez Araujo
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) nos presenta datos alarmantes que ya sospechábamos: la pobreza ha aumentado. La explicación de este fenómeno es más sencilla de lo que se cree: la riqueza que se produce en el país no se distribuye bajo criterios de justicia social. ¿Será muy difícil lograr esta deseable distribución? No, en teoría.
Se dice que a mayor crecimiento económico menos pobreza. Esto no es cierto, todos sabemos que crecimiento sin distribución no es desarrollo, y lo que se requiere es desarrollo y no sólo aumentar el pastel de la riqueza nacional. Desde finales de los años 50 lo dijo el economista Charles Kindleberger, del MIT, quien nos advirtió de los riesgos de confundir crecimiento con desarrollo. La tesis del crecimiento del pastel, de la que todavía habló Robert McNamara cuando fue presidente del Banco Mundial (1968-1981), es muy engañosa: se aumenta el diámetro del pastel (se entiende que circular), por lo que las rebanadas también crecen, pero la parte más angosta del semitriángulo de una rebanada se reparte entre los pobres y la parte más ancha, al igual que antes, se reparte entre los ricos. A éstos, digamos, les toca 40 más pero a los pobres cinco más. Esto no es distribución, por lo que tampoco es desarrollo. Y, nos guste o no, el capitalismo siempre tiende a la concentración y centralización de la riqueza, no a su distribución. Está bien que crezca el pastel, pero cómo se corten sus rebanadas es especialmente importante. Es por esto que sólo las políticas de Estado pueden modificar esta condición, pero ello requiere voluntad política de los gobiernos que, obviamente, no existe. El problema es global y sistémico y no se resuelve con Oportunidades ni con Cruzadas contra el hambre. Bueno que existan, pero sólo servirán para medio contener la pobreza, no para solucionarla. Atole con el dedo, le llaman los científicos.
Con lo anterior no estoy sugiriendo que si Peña Nieto lee este artículo va a reflexionar y a buscar, con su gabinete económico, la forma de distribuir equitativamente la riqueza que se produce en el país. No, obviamente. El actual gobernante, como los anteriores, llegó apoyado por los llamados poderes fácticos, es decir, por las empresas nacionales y extranjeras más poderosas en México, y a ellas les tiene que responder, como bien lo dicta la lógica política, e incluso la formal.
No es de esperarse que el gobierno de un país capitalista actúe en contra del capital. Si no lo hubiera dicho Marx ya lo habríamos entendido simplemente usando el sentido común. Más todavía, no se ve en el horizonte social y económico por qué este u otro gobierno rectificarían sus políticas económicas para resolver el problema del crecimiento más allá de su contención. No hay, pese a la inconformidad que se percibe entre segmentos de la población, agrupaciones sociales/políticas que pudieran lograr suficiente presión para que el gobierno y los empresarios se sientan amenazados con inestabilidad suficiente para corregir sus políticas. Estamos, si no desarmados, escasamente organizados para jalarle las orejas a quienes gobiernan.
Por si no fuera suficiente, las formas que ha adquirido el capitalismo globalizado de inspiración neoliberal permiten a los empresarios buscar trabajadores y consumidores en cualquier otro país, si disminuyen en el propio. Se pierde Detroit, como se ha visto, pero no la industria del automóvil. Simplemente trasladan sus fábricas adonde mejor convenga, gracias a la distribución mundial del trabajo y a los desiguales salarios en el mundo. Hasta nuestros capitalistas más poderosos andan en busca de otros países para sus inversiones, pues lo que producen son mercancías y no satisfactores. ¿No hay mercado suficiente en México o en China, porque mis connacionales son pobres y no me pueden comprar?, pues exporto. ¿No conviene producir determinados productos en México, porque los salarios no son
competitivosy la tecnología es muy cara?, pues los importo. Al final, si los pobres son tan pobres que ni producen ni consumen, pues los convierto en prescindibles, y para que no mueran de hambre les damos paliativos, aunque bien sepamos que no combaten la pobreza sino sólo la contienen.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
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