Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 5 de enero de 2012

El país, un rastro y una carnicería… el poder es el poder de matar

El país, un rastro y una carnicería… el poder es el poder de matar

Sección: Conjeturas
 
 
Aún en los países en guerra civil o intervenidos militarmente no han tenido, en 10 años de muertes, heridos, huérfanos, viudas y mutilados, los más de 50 mil homicidios que, en cinco años y meses, ha cosechado la “estrategia” de Felipe Calderón y sus militares para enfrentar la rebelión armada de los narcotraficantes y las delincuencias que no se rinden y tienen a la nación sembrada de cadáveres, degollados, descuartizados, es un espectáculo macabro semejante a un rastro con carnicerías, donde nadie se salva. “Daños colaterales”, llama Calderón a esos mexicanos asaltados en sus hogares sin orden de cateo, violados sexualmente o que, con su derecho al libre tránsito, pasan por las calles donde soldados, policías y marinos disparan a los delincuentes que tiran a discreción, incendian casinos, hogares… asaltan en las carreteras. Y como cualquiera puede comprar un arma (¡y alquilarla!) disparan contra restaurantes, todos con total impunidad.
Cuerpos colgados de puentes peatonales, cabezas degolladas; mujeres y hombres mutilados o pilas de seres humanos amontonados en las calles. Un rastro y las carnicerías son nada comparados con lo que pasa todos los días en todo el país. Militares, policías y marinos baleados, secuestrados y encontrados muertos… narcotraficantes que se matan entre sí y matan a inocentes, haciendo justicia por sí mismos. O espías de los narcos infiltrados en todas las instituciones, dan el “pitazo” para “venadear” a funcionarios. Y después, como en los casos Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, nos endilgan una información que nadie cree. Como nadie creyó las medias verdades y medias mentiras de Carlos Salinas de Gortari y sus fiscales en el caso de Luis Donaldo Colosio.
En un lustro del interminable sexenio calderonista, los mexicanos sobrevivimos en la constante alza de precios (empezando por los combustibles como gas, el Diesel y la gasolina, para uniformarlos a los precios internacionales… ¡en países donde los desempleados tienen seguro y los sueldos son cuatro y cinco veces más que aquí!). Más desocupados que se suman al desempleo, y más que ingresan al trabajo callejero, piratería, robos (donde cayó el helicóptero de Blake, son sembradíos de papa y nopal, en constantes hurtos hormiga). Y el poder del gobierno y el del narcotráfico, cumplen al pie de la letra lo de “el poder es el poder de matar”.
En este país ya no reina el imperio de la ley. Muertos de miedo vivimos –¿vivimos?– en un rastro humano con carnicerías, contando homicidios a diario. Para colmo, Marcelo Ebrard suelta a sus granaderos con la orden de reprimir a patadas, macanazos y golpes con sus escudos, a pacíficos trabajadores que se manifestaban en demanda de sus plazas laborales. Los desgobernadores se roban los dineros públicos, como el caso de los Moreira; atropellan indígenas como Juan José Sabines en Chiapas; y así, el país es un rastro calderonista y de los narcotraficantes. Y para sobrevivir a ambos, los mexicanos tienen que emigrar, exiliarse o morir resignadamente. ¿Hasta cuándo esta carnicería?
*Periodista
 

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