Los privilegios de la ultraderecha
ATENAS.- La reacción de la Unión Europea (UE) en 2000, cuando Jörg Haider, líder del ultraderechista Partido Austriaco de la Libertad, estuvo a punto de participar en un gobierno de unión nacional en su país fue virulenta.
Hoy es honda la preocupación de la UE ante la creciente evolución ultranacionalista del gobierno húngaro de Viktor Orbán.
En cambio, su silencio es total ante el nuevo gobierno griego de coalición integrado desde el pasado 16 de noviembre por los partidos Pasok (socialdemócrata), Nueva Democracia (derecha) y Reagrupación Popular Ortodoxa (Laos, por su acrónimo griego). Éste último, de claro corte ultraderechista.
Bastante explicable es su mutismo: fue bajo presión de la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) que Yorgos Papandreu cedió su puesto de primer ministro a Lucas Papademos, exgobernador del Banco Central griego y exvicepresidente del Banco Central Europeo. Y fue con el beneplácito de la misma Troika que Laos se integró a la coalición gubernamental griega.
“Es la primera vez desde la caída de la Dictadura de los Coroneles (1967-1974) que la ultraderecha está en el poder”, precisa Dimitris Psarras, periodista del diario progresista Eleftherotipia y autor de varios libros sobre el tema. Destacan los dos más recientes: una biografía de Georgios Karatzaferis, fundador de Laos (publicada en 2009) y un denso ensayo sobre el neofascismo griego (publicado en 2010) y cuyo título habla por sí mismo: Resurgimiento televisivo de la ultraderecha.
“El acrónimo Laos no fue escogido al azar, ya que esa palabra significa ‘del pueblo’ en griego”, recalca Psarras antes de lanzarse en la historia de ese partido, fundado en 2000, y en la de su líder.
Cuenta que Karatzaferis empezó su carrera política en el ala más derechista de Nueva Democracia. “Su papel en realidad era aglutinar e integrar a ese partido a sectores ultraconservadores que se encontraban esparcidos: monárquicos, neonazis, fundamentalistas de la Iglesia ortodoxa, adeptos nostálgicos de la dictadura militar”, precisa.
Karatzaferis logró su cometido, sobre todo a partir de 1990, cuando el primer ministro de derecha Konstantinos Karamanlis le permitió crear un verdadero imperio mediático. Le concedió licencias para explotar radioemisoras y canales de televisión que utilizó para difundir su ideología. Telegénico y buen orador, Karatzaferis se volvió popular y omnipresente en todos los medios del país.
Dos acontecimientos internacionales también favorecieron su “éxito”: Uno fue el derrumbe del exbloque soviético que provocó la llegada de miles de inmigrantes a Grecia. Fue un choque para los griegos. Karatzaferis aprovechó esa circunstancia para lanzar diatribas racistas y xenófobas.
El otro fue la división de Yugoslavia y la independencia, en 1991, de la entonces República Yugoslava de Macedonia. El hecho enfureció al Estado griego que revindica para sí el nombre de Macedonia. Karatzaferis no perdió esa oportunidad para multiplicar sus discursos nacionalistas.
En 2000 el magnate de la prensa salió de Nueva Democracia y fundó Laos, un partido de claro corte ultraderechista, pero al que su líder define como conservador.
“Amenaza con enjuiciar a quienes lo califican de ultraderechista o neofascista, pero a mí nunca me persiguió, a pesar de lo que afirmo en los dos libros que le dediqué”, enfatiza Psarras.
Doble rasero
El periodista insiste en la complejidad y ambigüedad de Laos. Explica que la meta de Karatzaferis es clara: busca legitimar a su partido y conquistar cada vez más cuotas de poder. Lo va logrando gracias a su participación en el actual gobierno. Y mientras más se agudicen las frustraciones sociales, la miseria y las humillaciones de los griegos, mayor eco tienen su voz y la de las organizaciones más reaccionarias que Laos.
“En realidad –explica Psarras–, Laos tiene un doble discurso: al participar en el gobierno actual, Karatzaferis parece renunciar a la soberanía griega y obedecer las órdenes de la Troika, lo cual es totalmente contradictorio con su ideología ultranacionalista. Semejante actitud le asegura el apoyo de los sectores ultraliberales de Grecia.
“Pero en los mítines con sus bases, los dirigentes de Laos dejan ver su verdadero rostro. Se desatan contra los inmigrantes, los judíos, los masones y los homosexuales.”
Precisa: “Tenemos pruebas de que parte de sus militantes colaboran con las milicias neofascistas de Chrysi Avgi (Alba Dorada) para agredir a inmigrantes y activistas de extrema izquierda. Circulan también videos en YouTube que muestran cómo estos mismos militantes provocaron la violencia durante las manifestaciones pacíficas de los indignados en la plaza Síntagma y cómo ayudaron a la policía a reprimir a los jóvenes”.
El perfil de dos de los cuatro ministros de Laos que integran el gobierno de Papademos no deja lugar a dudas:
En su juventud, Makis Voridis, actual ministro de Infraestructura y del Transporte, fue despedido de la Federación de los Sindicatos Estudiantiles por sus ideas fascistas. Antes de la creación de Laos militó en Unión Política Nacional, organización fundada por uno de los militares golpistas de 1967. Luego dirigió el Frente Helénico, homólogo del Frente Nacional Francés con el que mantenía relaciones estrechas.
Por su parte, Adonis Georgiadis, secretario de Estado de la Marina Mercante, es un neonazi declarado que editó en 2006 un libro incendiario: Judíos, toda la verdad.
“Ese libro es una auténtica apología de Hitler. Su autor, Konstantin Plevris, ideólogo de Laos, sólo critica al Führer por no haber exterminado del todo a los judíos”, recalca Psarros.
En 2009 Georgiadis acusó públicamente al primer ministro Yorgos Papandreu de haber “vendido Grecia a los judíos” y a la izquierda griega de haber “entregado el país a los musulmanes y a otros desechos (sic) de la misma índole”.
¿Qué diferencia hay entre ese tipo de discurso y los de Jörg Haider? ¿Por qué tolera hoy la UE lo que no aceptaba hace una década?
Psarras alza los hombros ante esa política de dos pesos y dos medidas.
“La UE finge creer que Laos se ha convertido en un partido conservador aceptable y que su participación en el gobierno amortigua su influencia en los sectores populares. Es absurdo. En realidad, al crear la ilusión de que es un partido como los demás, Laos acaba de tener una gran victoria. Ya es oficialmente parte del sistema político griego y es reconocido internacionalmente como tal.”
El investigador insiste: “Laos no salió de la nada. La ultraderecha siempre fue parte de las estructuras de nuestro sistema, pero después de la caída de la dictadura, todo mundo pensó que Grecia había quedado vacunada. Inclusive se dijo que la Dictadura de los Coroneles había sido un accidente histórico en Grecia, cuna de la democracia. El papel que juega actualmente Laos demuestra lo contrario. Ningún país queda vacunado contra el fascismo”.
Favoritismo
Psarras insiste también en la benevolencia con la que dos sectores sumamente importantes de la sociedad griega miran a Laos: el de los armadores y el de la Iglesia ortodoxa.
Ambos gozan de privilegios descomunales. Por razones históricas la Iglesia Ortodoxa es parte del Estado griego. Su clero –alrededor de 8 mil 500 sacerdotes y 82 obispos– depende del Ministerio de Educación Pública y de los Cultos y recibe salarios del erario.
Nadie ha podido evaluar el patrimonio total de la Iglesia griega. El Ministerio de Agricultura menciona 13 mil hectáreas de tierras cultivables. En 2010 los Servicios Centrales de los Asuntos Económicos de Grecia estimó un patrimonio de 700 millones de euros, lo que no incluía los bienes de las parroquias de las principales ciudades ni de los numerosos monasterios.
A lo largo de los años ese patrimonio se diversificó. Hoy incluye terrenos urbanos, hoteles, comercios y haberes financieros. Casi la totalidad de sus bienes están exentos de impuestos.
También los armadores griegos se benefician de un sistema fiscal alucinante. Se llevan tan bien con Laos que lograron que el Ministerio de la Marina Mercante estuviera en manos de Adonis Georgiadis.
Ada Psarra, periodista de Eleftherotipia y especialista en el tema, explica: “Los privilegios de los armadores son intocables porque están garantizados por el artículo 107 de la Constitución griega que detalla a lo largo de 52 puntos todas sus prebendas y exoneraciones fiscales. La Troika intentó cuestionar ese estatus. Fue en vano”.
La flota mercante griega es la más importante del mundo. Tiene 3 mil buques, controla la cuarta parte de los barcos petroleros del mundo y 15% del comercio marítimo internacional.
Psarra enfatiza: “En realidad existen dos flotas griegas. Una oficial con buques que enarbolan banderas helénicas, y otra con banderas de conveniencia. La primera actúa con todas las de la ley. Los armadores sólo pagan un impuesto proporcional al tonelaje del buque y nada sobre sus beneficios. La segunda es ilegal y deja la puerta abierta al contrabando”.
La Iglesia ortodoxa defiende sus privilegios afirmando que si se le cobran impuestos ya no podrá cumplir con su labor social, cada vez más intensa en la crisis actual.
Los armadores, que con el paso de los años se apoderaron de casi todos los medios de comunicación del país –solos o en sociedad con otros empresarios–, aseguran que emplean a miles de griegos, que su aporte a la economía del país corresponde a 6% del PIB y que son grandes filántropos.
Psarra refuta: “Hace dos años publicamos en nuestro diario un estudio que demostraba que los impuestos pagados por los inmigrantes integrados en Grecia aportaban más dinero al Estado que los armadores”.
Hoy es honda la preocupación de la UE ante la creciente evolución ultranacionalista del gobierno húngaro de Viktor Orbán.
En cambio, su silencio es total ante el nuevo gobierno griego de coalición integrado desde el pasado 16 de noviembre por los partidos Pasok (socialdemócrata), Nueva Democracia (derecha) y Reagrupación Popular Ortodoxa (Laos, por su acrónimo griego). Éste último, de claro corte ultraderechista.
Bastante explicable es su mutismo: fue bajo presión de la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) que Yorgos Papandreu cedió su puesto de primer ministro a Lucas Papademos, exgobernador del Banco Central griego y exvicepresidente del Banco Central Europeo. Y fue con el beneplácito de la misma Troika que Laos se integró a la coalición gubernamental griega.
“Es la primera vez desde la caída de la Dictadura de los Coroneles (1967-1974) que la ultraderecha está en el poder”, precisa Dimitris Psarras, periodista del diario progresista Eleftherotipia y autor de varios libros sobre el tema. Destacan los dos más recientes: una biografía de Georgios Karatzaferis, fundador de Laos (publicada en 2009) y un denso ensayo sobre el neofascismo griego (publicado en 2010) y cuyo título habla por sí mismo: Resurgimiento televisivo de la ultraderecha.
“El acrónimo Laos no fue escogido al azar, ya que esa palabra significa ‘del pueblo’ en griego”, recalca Psarras antes de lanzarse en la historia de ese partido, fundado en 2000, y en la de su líder.
Cuenta que Karatzaferis empezó su carrera política en el ala más derechista de Nueva Democracia. “Su papel en realidad era aglutinar e integrar a ese partido a sectores ultraconservadores que se encontraban esparcidos: monárquicos, neonazis, fundamentalistas de la Iglesia ortodoxa, adeptos nostálgicos de la dictadura militar”, precisa.
Karatzaferis logró su cometido, sobre todo a partir de 1990, cuando el primer ministro de derecha Konstantinos Karamanlis le permitió crear un verdadero imperio mediático. Le concedió licencias para explotar radioemisoras y canales de televisión que utilizó para difundir su ideología. Telegénico y buen orador, Karatzaferis se volvió popular y omnipresente en todos los medios del país.
Dos acontecimientos internacionales también favorecieron su “éxito”: Uno fue el derrumbe del exbloque soviético que provocó la llegada de miles de inmigrantes a Grecia. Fue un choque para los griegos. Karatzaferis aprovechó esa circunstancia para lanzar diatribas racistas y xenófobas.
El otro fue la división de Yugoslavia y la independencia, en 1991, de la entonces República Yugoslava de Macedonia. El hecho enfureció al Estado griego que revindica para sí el nombre de Macedonia. Karatzaferis no perdió esa oportunidad para multiplicar sus discursos nacionalistas.
En 2000 el magnate de la prensa salió de Nueva Democracia y fundó Laos, un partido de claro corte ultraderechista, pero al que su líder define como conservador.
“Amenaza con enjuiciar a quienes lo califican de ultraderechista o neofascista, pero a mí nunca me persiguió, a pesar de lo que afirmo en los dos libros que le dediqué”, enfatiza Psarras.
Doble rasero
El periodista insiste en la complejidad y ambigüedad de Laos. Explica que la meta de Karatzaferis es clara: busca legitimar a su partido y conquistar cada vez más cuotas de poder. Lo va logrando gracias a su participación en el actual gobierno. Y mientras más se agudicen las frustraciones sociales, la miseria y las humillaciones de los griegos, mayor eco tienen su voz y la de las organizaciones más reaccionarias que Laos.
“En realidad –explica Psarras–, Laos tiene un doble discurso: al participar en el gobierno actual, Karatzaferis parece renunciar a la soberanía griega y obedecer las órdenes de la Troika, lo cual es totalmente contradictorio con su ideología ultranacionalista. Semejante actitud le asegura el apoyo de los sectores ultraliberales de Grecia.
“Pero en los mítines con sus bases, los dirigentes de Laos dejan ver su verdadero rostro. Se desatan contra los inmigrantes, los judíos, los masones y los homosexuales.”
Precisa: “Tenemos pruebas de que parte de sus militantes colaboran con las milicias neofascistas de Chrysi Avgi (Alba Dorada) para agredir a inmigrantes y activistas de extrema izquierda. Circulan también videos en YouTube que muestran cómo estos mismos militantes provocaron la violencia durante las manifestaciones pacíficas de los indignados en la plaza Síntagma y cómo ayudaron a la policía a reprimir a los jóvenes”.
El perfil de dos de los cuatro ministros de Laos que integran el gobierno de Papademos no deja lugar a dudas:
En su juventud, Makis Voridis, actual ministro de Infraestructura y del Transporte, fue despedido de la Federación de los Sindicatos Estudiantiles por sus ideas fascistas. Antes de la creación de Laos militó en Unión Política Nacional, organización fundada por uno de los militares golpistas de 1967. Luego dirigió el Frente Helénico, homólogo del Frente Nacional Francés con el que mantenía relaciones estrechas.
Por su parte, Adonis Georgiadis, secretario de Estado de la Marina Mercante, es un neonazi declarado que editó en 2006 un libro incendiario: Judíos, toda la verdad.
“Ese libro es una auténtica apología de Hitler. Su autor, Konstantin Plevris, ideólogo de Laos, sólo critica al Führer por no haber exterminado del todo a los judíos”, recalca Psarros.
En 2009 Georgiadis acusó públicamente al primer ministro Yorgos Papandreu de haber “vendido Grecia a los judíos” y a la izquierda griega de haber “entregado el país a los musulmanes y a otros desechos (sic) de la misma índole”.
¿Qué diferencia hay entre ese tipo de discurso y los de Jörg Haider? ¿Por qué tolera hoy la UE lo que no aceptaba hace una década?
Psarras alza los hombros ante esa política de dos pesos y dos medidas.
“La UE finge creer que Laos se ha convertido en un partido conservador aceptable y que su participación en el gobierno amortigua su influencia en los sectores populares. Es absurdo. En realidad, al crear la ilusión de que es un partido como los demás, Laos acaba de tener una gran victoria. Ya es oficialmente parte del sistema político griego y es reconocido internacionalmente como tal.”
El investigador insiste: “Laos no salió de la nada. La ultraderecha siempre fue parte de las estructuras de nuestro sistema, pero después de la caída de la dictadura, todo mundo pensó que Grecia había quedado vacunada. Inclusive se dijo que la Dictadura de los Coroneles había sido un accidente histórico en Grecia, cuna de la democracia. El papel que juega actualmente Laos demuestra lo contrario. Ningún país queda vacunado contra el fascismo”.
Favoritismo
Psarras insiste también en la benevolencia con la que dos sectores sumamente importantes de la sociedad griega miran a Laos: el de los armadores y el de la Iglesia ortodoxa.
Ambos gozan de privilegios descomunales. Por razones históricas la Iglesia Ortodoxa es parte del Estado griego. Su clero –alrededor de 8 mil 500 sacerdotes y 82 obispos– depende del Ministerio de Educación Pública y de los Cultos y recibe salarios del erario.
Nadie ha podido evaluar el patrimonio total de la Iglesia griega. El Ministerio de Agricultura menciona 13 mil hectáreas de tierras cultivables. En 2010 los Servicios Centrales de los Asuntos Económicos de Grecia estimó un patrimonio de 700 millones de euros, lo que no incluía los bienes de las parroquias de las principales ciudades ni de los numerosos monasterios.
A lo largo de los años ese patrimonio se diversificó. Hoy incluye terrenos urbanos, hoteles, comercios y haberes financieros. Casi la totalidad de sus bienes están exentos de impuestos.
También los armadores griegos se benefician de un sistema fiscal alucinante. Se llevan tan bien con Laos que lograron que el Ministerio de la Marina Mercante estuviera en manos de Adonis Georgiadis.
Ada Psarra, periodista de Eleftherotipia y especialista en el tema, explica: “Los privilegios de los armadores son intocables porque están garantizados por el artículo 107 de la Constitución griega que detalla a lo largo de 52 puntos todas sus prebendas y exoneraciones fiscales. La Troika intentó cuestionar ese estatus. Fue en vano”.
La flota mercante griega es la más importante del mundo. Tiene 3 mil buques, controla la cuarta parte de los barcos petroleros del mundo y 15% del comercio marítimo internacional.
Psarra enfatiza: “En realidad existen dos flotas griegas. Una oficial con buques que enarbolan banderas helénicas, y otra con banderas de conveniencia. La primera actúa con todas las de la ley. Los armadores sólo pagan un impuesto proporcional al tonelaje del buque y nada sobre sus beneficios. La segunda es ilegal y deja la puerta abierta al contrabando”.
La Iglesia ortodoxa defiende sus privilegios afirmando que si se le cobran impuestos ya no podrá cumplir con su labor social, cada vez más intensa en la crisis actual.
Los armadores, que con el paso de los años se apoderaron de casi todos los medios de comunicación del país –solos o en sociedad con otros empresarios–, aseguran que emplean a miles de griegos, que su aporte a la economía del país corresponde a 6% del PIB y que son grandes filántropos.
Psarra refuta: “Hace dos años publicamos en nuestro diario un estudio que demostraba que los impuestos pagados por los inmigrantes integrados en Grecia aportaban más dinero al Estado que los armadores”.
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