Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 18 de enero de 2012

ONU: está el mundo al borde de otra recesión- CRISIS : SEÑALES DE ALERTA Y CAMBIO DE RUMBO- La trampa europea



 
Ninguna nación es inmune: BM
La crisis de deuda en la zona euro y el frágil desarrollo oscurecen el panorama
Las tasas de crecimiento podrían caer tanto o más que en 2008 y 2009, advierten

R. González Amador y Agencias
Las causas, crisis de deuda en Europa, medidas de austeridad y desempleo, afirma
El mundo está al borde de otra recesión económica, alerta ONU
América Latina y el Caribe crecerán 3.3% en 2012; México tendrá un avance moderado de 2.7%, prevé la Unctad
Sugiere un estímulo fiscal coordinado para crear más empleos
Notimex, Afp, Reuters y Dpa
Periódico La Jornada
Miércoles 18 de enero de 2012, p. 31
Ginebra, 17 de enero. La Organización de Naciones Unidas (ONU) advirtió que el mundo está al borde de otra recesión económica, principalmente debido a la deuda soberana europea, las medidas de austeridad y el aumento preocupante del desempleo, por lo que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) mundial para el presente año será de 2.6 por ciento y 3.2 para 2013. El informe Situación económica mundial y perspectivas para 2012 subrayó que la economía mundial se tambalea al borde de otra crisis importante.
Especialistas de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad) señalaron que, a pesar de que el mundo está al borde de otra recesión, se estima que el PIB de América Latina y el Caribe crecerá en 2012 a 3.3 por ciento y a 4.2 en 2013. Según la Unctad, México y América Central tendrán un crecimiento moderado del producto interno bruto (PIB) de 2.7 por ciento en 2012 y 3.6 por ciento en 2013, y la región caribeña crecerá 3.6 por ciento en 2012 y 4.3 por ciento el próximo año.
Hay un riesgo creciente de que los problemas de la deuda soberana europea y las medidas de austeridad se extiendan al resto del mundo este año y ocasionen así una recesión global comparable a la de 2008, destacó el estudio de la ONU. Los dos próximos años los países en desarrollo y las economías en transición “seguirán estimulando la economía mundial, pero su crecimiento será claramente inferior al alcanzado en 2010 y 2011.
Las economías desarrolladas están al borde de una espiral descendente representada por cuatro debilidades que se refuerzan mutuamente: la angustia de la deuda soberana, sectores bancarios frágiles, débil demanda agregada (asociada con alto desempleo y medidas de austeridad fiscal) y parálisis de medidas causada por un estancamiento político y dificultades institucionales, afirma.
Además, si los gobiernos de la Unión Europea y de Estados Unidos no se las arreglan para crear puestos de trabajo, tener bajo control la crisis de la deuda soberana y fortalecer el sector financiero, se estima que el crecimiento del PIB sería únicamente de 0.5 por ciento.
En 2010 el crecimiento mundial fue de 4 por ciento, y según los últimos cálculos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU cayó a 2.8 en 2011. En 2012 el crecimiento de los países en desarrollo alcanzaría 5.4 por ciento (contra 7.1 en 2010), y el de los industrializados quedará en 1.3 por ciento, como en 2011 (1.5 por ciento para Estados Unidos y 0.7 por ciento para la Unión Europea).
A una tasa de crecimiento tan baja, el ingreso medio mundial per cápita se reduciría, alertó el informe. Los problemas que aquejan a la economía mundial son múltiples y están interconectados, señaló el texto.
Indicó que algunos de los mayores desafíos serán luchar contra la crisis del desempleo, que constituye el tendón de Aquiles de los países desarrollados, pero por otro lado se deberá enfrentar el declive de las perspectivas de crecimiento del mundo en desarrollo. Precisó que una recesión en Europa o Estados Unidos no es suficiente para provocar una recesión global, pero el colapso de ambas economías seguramente sí la podría ocasionar.
Por ello que el informe insiste en que a corto plazo es necesario más estímulo fiscal coordinado internacionalmente para crear más empleos. Aseguró que los países desarrollados deben ser prudentes y no implementar medidas prematuras de austeridad, dados los bajos niveles de recuperación.
Para los economistas de la Unctad las medidas de austeridad aplicadas por algunos gobiernos europeos para contener la crisis creada por la deuda no son lo suficientemente efectivas.
Por otra parte, el informe consideró que los países en desarrollo, que se había recuperado fuertemente de la recesión mundial de 2009, podrían verse afectados a través de canales comerciales y financieros.
Países de Asia oriental podrían ver caer sus exportaciones, mientras las economías emergentes y los países de África, América Latina y Asia occidental se verían perjudicadas por los precios de productos básicos.
La ONU considera muy posible que la crisis de la deuda se extienda a las grandes economías europeas, lo que resultaría en una contracción del crédito mundial y una eventual caída de la bolsa.
Además, en Estados Unidos, una escalada de la disputa política entre demócratas y republicanos sobre el presupuesto podría dar lugar a medidas de austeridad que reducirían la confianza del consumidor, afectarían al mercado de la vivienda y darían lugar a nuevos riesgos para los bancos.
En el escenario pesimista, el contagio de la deuda soberana podría asfixiar el crédito en el mundo y provocar “un crash en los mercados financieros”, como ocurrió con el colapso de Lehman Brothers Holding, advirtió el informe divulgado en la sede de la ONU en Ginebra.
Atender el comercio sur-sur
Los precios de las exportaciones en América Latina todavía son buenos, indicó el experto de la Unctad Alfredo Calcagno, uno de los autores del informe Situación y perspectivas de la economía mundial para 2012.
Destacó que las exportaciones de materias primas y productos básicos de América Latina tienen precios adecuados, lo que da una base para que la región siga creciendo. Sin embargo, hay riesgos mayores de que esto no continúe si llega a ocurrir “un shock financiero en los países desarrollados, especialmente de Europa”, apuntó.
Consideró que ante esa situación Latinoamérica deberá depender menos de los mercados externos, por lo que deberá pensar más en mercados internos, en los regionales y en el comercio sur-sur, particularmente con Asia, valoró el experto. Esto podría compensar la falta de dinamismo de los mercados tradicionales como son Europa y Estados Unidos, sostuvo Calcagno.
Otra cuestión que debería evitarse, recomendó Calcagno, es la salida de capitales, ya que es paradójica la tendencia en la región de sacar el dinero de países donde las cosas están mejor, como los de América Latina, hacia aquellos que son el origen de la crisis como los europeos o Estados Unidos.

Crisis: señales de alerta y cambio de rumbo
La Organización de las Naciones Unidas advirtió ayer que el mundo se está tambaleando al borde de otra gran recesión, principalmente como resultado de la crisis de la deuda soberana de varios países europeos, del consecuente incremento en las medidas de austeridad impuestas por gobiernos nacionales de esa región y del aumento preocupante del desempleo en el viejo continente. A renglón seguido, el organismo indicó que, incluso si se logra controlar la crisis de la zona euro, en el año que corre la economía mundial tendrá un crecimiento raquítico de 2.6 por ciento.
En retrospectiva, la advertencia del órgano multinacional deja ver que el lapso transcurrido entre el término formal de la pasada recesión y el momento presente ha sido tiempo perdido: en estos años, a pesar de que el carácter insostenible del modelo económico vigente fue reconocido por la gran mayoría de las autoridades políticas y económicas de Occidente y por los organismos financieros internacionales, ni unas ni otros hicieron esfuerzos sustanciales para reconstruir la economía mundial sobre bases éticas y racionales, y para poner freno y control al apetito especulativo que corroe tanto a los países ricos como a las economías en vías de desarrollo.
La pretendida superación de la crisis que inició a finales de 2008 se limitó a una recomposición de los indicadores macroeconómicos, pero no tocó la inestabilidad intrínseca del modelo en vigor, y ahora, ante los desajustes surgidos en meses recientes en naciones europeas, las autoridades económicas nacionales e internacionales se han aferrado a la continuidad de los dictados de la ortodoxia neoliberal: sacrificio de las mayorías mediante políticas de austeridad draconiana, recorte de presupuestos públicos y de salarios, aumento a los impuestos, depredación de la propiedad pública y señales de tranquilidad para los capitales trasnacionales.
Por otra parte, si bien los barruntos actuales de recesión tienen su origen en la persistencia del modelo desestabilizador que causó la debacle financiera de 2008 y 2009, en la génesis de la actual problemática han de identificarse también algunos aspectos singulares. Tal es el caso de la incursión ilegítima y cada vez mayor del vasto poder fáctico de las calificadoras en las decisiones públicas: a estas alturas, resulta innegable que esas entidades privadas no sólo ejercen atribuciones indebidas en materia de orientación y definición de políticas económicas de los países en problemas –a contrapelo de las nociones más elementales de democracia y representatividad–, sino también que tal ejercicio de poder anómalo es un lastre fundamental para la reactivación de esas economías, toda vez que reduce su margen de maniobra para contratar créditos y las condiciona a la aplicación de las conocidas directrices del consenso de Washington.
Adicionalmente, así como la pasada recesión hizo visible un avance de la pobreza y las desigualdades sociales en países ricos, particularmente en la Europa comunitaria, los nubarrones actuales han puesto al descubierto la corrupción y la opacidad que campea en ese conglomerado de naciones, que hasta hace no mucho se presentaba como promotor mundial de la legalidad y la transparencia: los descalabros en Grecia, Portugal e Italia, así como las dificultades que enfrentan España y Francia, son atribuibles a la laxitud, la turbiedad y el descontrol con que las autoridades nacionales, las comunitarias y las propias calificadoras se condujeron en años previos frente al incremento de las deudas soberanas y el desorden fiscal de esos países.
Las estrategias anticrisis compartidas por la mayor parte de los gobernantes del mundo, por los organismos financieros y por los poderes fácticos no han sino profundizado la debilidad estructural de la economía planetaria y extendido la vida de un modelo generador de desigualdad social, concentrador de la riqueza y favorecedor de la especulación en detrimento de las actividades productivas. Ante los cada vez más inocultables avisos de desastre, es impostergable que los encargados de la conducción económica del país avancen en la dirección que tendrían que haber tomado hace casi tres años, pues de lo contrario podrían acelerar la configuración de un escenario de pesadilla mundial en lo económico, lo político y lo social.
La trampa europea
Luis Linares Zapata
No hubo escapatoria posible para los asuntos públicos europeos, en especial los de naturaleza financiera. Los acontecimientos han sido cruentos para los tomadores de decisiones: varios gobiernos de distintos países han caído y sus partidos enfrentan drásticas consecuencias, hasta de identidad ideológica. La dicotomía ha sido tajante y hasta presuntuosa: plegarse a los dictados de las calificadoras estadunidenses, a los organismos multilaterales y a los efectivos mercados, o irse por la libre y arriesgarse a una hasta ahora inasible ruptura de la zona euro. Uno tras otro, los estados asociados a la unión fueron aceptando los dictados emanados de los poderes fácticos. La fila ha sido enorme: Irlanda, Grecia, Portugal, España, Italia, Bélgica y, hasta en cierto sentido, la misma Francia han caído en turbulentas zonas especulativas. Alemania, que se consideraba fuera de la contienda por mantener su calificación crediticia, se tambalea. Finalmente observa cómo sus mercados de exportación, de los que depende gran parte de su actividad económica, se tambalean al entrar sus vecinos en marcadas recesiones.
Los distintos gobiernos, sin importar la orientación de sus postulados iniciales –ya fueran socialdemócratas, democristianos o socialistas–, han chocado con una realidad que parece rebasarlos, si no es que aplastarlos. Al menos así luce cuando tratan de llevar a cabo planes o programas que atiendan las necesidades de sus respectivos pueblos. El rasero ha sido implacable con todos. Simplemente han quedado subyugados a los extendidos y aceptados fantasmas, dogmas y creencias neoliberales. El dictado ha sido inapelable: sus estados de bienestar molestan, sobremanera, al gran capital trasnacional. Son, alegan hasta con donaire, imposibles de mantener. Demasiado costosos para los presupuestos nacionales. No hay alternativa, predicó con alevosía, soberbia y ventaja la premier inglesa Margaret Thatcher en su movido tiempo. Y poco a poco, paso a paso, dichos postulados se inscribieron como verdades en los distintos centros de poder europeos. Son ahora, y para todo menester, la ruta ineludible.
Y así, de esta drástica manera, se han tomando las decisiones que afectan las necesidades y aspiraciones de los distintos pueblos que conforman la comunidad europea. Ninguno se ha escapado. Todos, uno tras otro, han aceptado lo que consideran una pesada realidad que exige cumplimiento. La austeridad es absolutamente necesaria, se arguye con desplantes de estadistas decididos a enfrentar el destino. No cualquier plan es aceptado, sólo los más drásticos posibles: los que lleven a castigar con severas medidas el bienestar colectivo de las distintas comunidades. Ningún renglón ha de quedar impune a los recortes inducidos desde las altas esferas. Educación, seguros de desempleo, fondos de retiro, salud o vivienda e infraestructuras pasan en fila para recibir los tijeretazos. Se trata, al final, de poner a salvo suficientes recursos presupuestales para después acudir al rescate de las respectivas industrias bancarias en problemas. Ésa es la clave de todo el asunto. Claro está que, para consumo ciudadano, los matices y detalles se cubren con densas retóricas: es doloroso el camino, pero indispensable; al final se saldrá avante.
Ante una situación tan comprometedora es preciso apelar a la memoria, aunque sea la de corto alcance. Cuando reventaron las burbujas inmobiliarias en Estados Unidos, Irlanda y España, con las quiebras y el espanto concomitante, se habló de reformas urgentes. Se llegó a pronosticar el fin del modelo vigente. Todo el andamiaje se reformaría, gritaron innumerables enterados. Hasta los voraces banqueros fueron estigmatizados por sus dislocadas ambiciones y avaricia. Sus descomunales sueldos (y bonificaciones) se vieron como insostenibles, ofensivos, injustos. Después del sobresalto inicial todo ha vuelto a la normalidad anterior. El pensamiento y los métodos de operación conocidos reclamaron, y consiguieron, su lugar en esta pequeña historia. Los más altos niveles políticos del mundo cerraron filas con los banqueros de inversión, aseguradoras, y los fondos de riesgo retornaron a sus prácticas especulativas, de libre mercado las llaman. Todavía hoy en día no se sabe el monto que alcanzan en el mundo los llamados derivados, pero se calcula que superan, con creces, el PIB mundial.
Lo que se inició como una crisis bancaria se ha transformado, al menos en apariencia y retórica, en crisis de deuda soberana. Y uno a uno los países de la comunidad europea que tienen cuentas de difícil tratamiento han ido pasando a la báscula de los llamados rescates. Enormes sumas de recursos son transferidas para, en realidad, evitar que Grecia, España, Portugal, Italia o Irlanda entren en suspensión de pagos. La escalerita es corta y de inmediato llegaría a las aseguradoras estadunidenses e inglesas. Asunto de seguridad nacional, llaman a las urgencias de los capitalistas por sus abultados retornos. Las calificadoras entran en el juego y sus roles son cruciales, determinantes. Los mercados tiemblan cada vez que degradan los bonos de deuda de los países en problemas. Los líderes políticos respingan contra ellas, pero no separan los ojos y orejas de los vaivenes bolsísticos.
En el fondo va quedando al descubierto la estratagema financiera responsable de tan dolida dependencia de la especulación. El Banco Central Europeo no compra bonos de deuda. Los distintos bancos, en cambio, sí descuentan sus posiciones de la que le compran a sus respectivos gobiernos. Sólo que entre una y otra operación se quedan con al menos tres o cuatro puntos de diferencia. Una enorme millonada de euros que van, directamente, a reforzar los alicaídos balances de la banca a costa del sudor y las lágrimas de los contribuyentes. Ésa es la magra historieta que tiene a la entera comunidad europea al borde del colapso. De suceder tan infausta predicción, las repercusiones serán mundiales y se sentirán en carne viva.

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