Ninguna nación es inmune:
BM
La crisis de deuda en la zona euro y el frágil desarrollo oscurecen el panorama
Las
tasas de crecimiento podrían caer tanto o más que en 2008 y 2009,
advierten
Las causas, crisis de deuda en Europa, medidas de austeridad y desempleo,
afirma
El mundo está al borde de otra recesión económica, alerta
ONU
América Latina y el Caribe crecerán 3.3% en 2012; México tendrá un avance
moderado de 2.7%, prevé la Unctad
Sugiere un estímulo fiscal coordinado para crear más empleos
Notimex, Afp, Reuters y Dpa
Periódico La Jornada
Miércoles 18 de enero de 2012, p. 31
Miércoles 18 de enero de 2012, p. 31
Ginebra, 17 de enero. La Organización de
Naciones Unidas (ONU) advirtió que el mundo está
al bordede otra recesión económica, principalmente debido a la deuda soberana europea, las medidas de austeridad y el aumento preocupante del desempleo, por lo que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) mundial para el presente año será de 2.6 por ciento y 3.2 para 2013. El informe Situación económica mundial y perspectivas para 2012 subrayó que
la economía mundial se tambalea al borde de otra crisis importante.
Especialistas de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el
Desarrollo (Unctad) señalaron que, a pesar de que el mundo está al borde de otra
recesión, se estima que el PIB de América Latina y el Caribe crecerá en 2012 a
3.3 por ciento y a 4.2 en 2013. Según la Unctad, México y América Central
tendrán un crecimiento
moderadodel producto interno bruto (PIB) de 2.7 por ciento en 2012 y 3.6 por ciento en 2013, y la región caribeña crecerá 3.6 por ciento en 2012 y 4.3 por ciento el próximo año.
Hay un riesgo creciente de que los problemas de la deuda soberana europea y
las medidas de austeridad se extiendan al resto del mundo este año y ocasionen
así una recesión global comparable a la de 2008, destacó el estudio de la ONU.
Los dos próximos años los países en desarrollo y las economías en transición
“seguirán estimulando la economía mundial, pero su crecimiento será claramente
inferior al alcanzado en 2010 y 2011.
Las economías desarrolladas están al borde de una espiral descendente representada por cuatro debilidades que se refuerzan mutuamente: la angustia de la deuda soberana, sectores bancarios frágiles, débil demanda agregada (asociada con alto desempleo y medidas de austeridad fiscal) y parálisis de medidas causada por un estancamiento político y dificultades institucionales, afirma.
Además, si los gobiernos de la Unión Europea y de Estados Unidos no se las
arreglan para crear puestos de trabajo, tener bajo control la crisis de la deuda
soberana y fortalecer el sector financiero,
se estima que el crecimiento del PIB sería únicamente de 0.5 por ciento.
En 2010 el crecimiento mundial fue de 4 por ciento, y según los últimos
cálculos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU cayó a 2.8
en 2011. En 2012 el crecimiento de los países en desarrollo alcanzaría 5.4 por
ciento (contra 7.1 en 2010), y el de los industrializados quedará en 1.3 por
ciento, como en 2011 (1.5 por ciento para Estados Unidos y 0.7 por ciento para
la Unión Europea).
A una tasa de crecimiento tan baja,
el ingreso medio mundial per cápita se reduciría, alertó el informe. Los problemas que aquejan a la economía mundial son múltiples y están interconectados, señaló el texto.
Indicó que algunos de los mayores desafíos serán luchar contra la crisis del
desempleo, que constituye el
tendón de Aquilesde los países desarrollados, pero por otro lado se deberá enfrentar el declive de las perspectivas de crecimiento del mundo en desarrollo. Precisó que una recesión en Europa o Estados Unidos no es suficiente para provocar una recesión global, pero
el colapso de ambas economías seguramente sí la podría ocasionar.
Por ello que el informe insiste en que a corto plazo es necesario más
estímulo fiscal coordinado internacionalmente para crear más empleos. Aseguró
que los países desarrollados deben ser prudentes y no implementar medidas
prematuras de austeridad, dados los bajos niveles de recuperación.
Para los economistas de la Unctad las medidas de austeridad aplicadas por
algunos gobiernos europeos para contener la crisis creada por la deuda
no son lo suficientemente efectivas.
Por otra parte, el informe consideró que
los países en desarrollo, que se había recuperado fuertemente de la recesión mundial de 2009, podrían verse afectados a través de canales comerciales y financieros.
Países de Asia oriental podrían ver caer sus exportaciones, mientras las
economías emergentes y los países de África, América Latina y Asia occidental se
verían perjudicadas por los precios de productos básicos.
La ONU considera
muy posibleque la crisis de la deuda se extienda a las grandes economías europeas, lo que resultaría en una contracción del crédito mundial y una eventual caída de la bolsa.
Además, en Estados Unidos, una escalada de la disputa política entre
demócratas y republicanos sobre el presupuesto podría dar lugar a medidas de
austeridad que reducirían la confianza del consumidor, afectarían al mercado de
la vivienda y darían lugar a nuevos riesgos para los bancos.
En el escenario pesimista, el contagio de la deuda soberana podría asfixiar
el crédito en el mundo y provocar “un crash en los mercados
financieros”, como ocurrió con el colapso de Lehman Brothers Holding, advirtió
el informe divulgado en la sede de la ONU en Ginebra.
Atender el comercio sur-sur
Los precios de las exportaciones en América Latina
todavía son buenos, indicó el experto de la Unctad Alfredo Calcagno, uno de los autores del informe Situación y perspectivas de la economía mundial para 2012.
Destacó que las exportaciones de materias primas y productos básicos de
América Latina tienen precios adecuados,
lo que da una base para que la región siga creciendo. Sin embargo, hay riesgos mayores de que esto no continúe si llega a ocurrir “un shock financiero en los países desarrollados, especialmente de Europa”, apuntó.
Consideró que ante esa situación Latinoamérica deberá depender menos de los
mercados externos, por lo que deberá pensar más en mercados internos, en los
regionales y en el comercio sur-sur, particularmente con Asia, valoró el
experto.
Esto podría compensar la falta de dinamismo de los mercados tradicionales como son Europa y Estados Unidos, sostuvo Calcagno.
Otra cuestión que debería evitarse, recomendó Calcagno, es la salida de
capitales, ya que es paradójica la tendencia en la región de
sacar el dinero de países donde las cosas están mejor, como los de América Latina, hacia aquellos que son el origen de la crisis como los europeos o Estados Unidos.
Crisis: señales de alerta y cambio de rumbo
La Organización de las Naciones Unidas advirtió ayer que el mundo
se está tambaleando al borde de otra gran recesión, principalmente como resultado de la crisis de la deuda soberana de varios países europeos, del consecuente incremento en las medidas de austeridad impuestas por gobiernos nacionales de esa región y del aumento preocupante del desempleo en el viejo continente. A renglón seguido, el organismo indicó que, incluso si se logra controlar la crisis de la zona euro, en el año que corre la economía mundial tendrá un crecimiento raquítico de 2.6 por ciento.
En retrospectiva, la advertencia del órgano multinacional deja ver que el
lapso transcurrido entre el término formal de la pasada recesión y el momento
presente ha sido tiempo perdido: en estos años, a pesar de que el carácter
insostenible del modelo económico vigente fue reconocido por la gran mayoría de
las autoridades políticas y económicas de Occidente y por los organismos
financieros internacionales, ni unas ni otros hicieron esfuerzos sustanciales
para reconstruir la economía mundial sobre bases éticas y racionales, y para
poner freno y control al apetito especulativo que corroe tanto a los países
ricos como a las economías en vías de desarrollo.
La pretendida superación de la crisis que inició a finales de 2008 se limitó
a una recomposición de los indicadores macroeconómicos, pero no tocó la
inestabilidad intrínseca del modelo en vigor, y ahora, ante los desajustes
surgidos en meses recientes en naciones europeas, las autoridades económicas
nacionales e internacionales se han aferrado a la continuidad de los dictados de
la ortodoxia neoliberal: sacrificio de las mayorías mediante políticas de
austeridad draconiana, recorte de presupuestos públicos y de salarios, aumento a
los impuestos, depredación de la propiedad pública y señales de tranquilidad
para los capitales trasnacionales.
Por otra parte, si bien los barruntos actuales de recesión tienen su origen
en la persistencia del modelo desestabilizador que causó la debacle financiera
de 2008 y 2009, en la génesis de la actual problemática han de identificarse
también algunos aspectos singulares. Tal es el caso de la incursión ilegítima y
cada vez mayor del vasto poder fáctico de las calificadoras en las decisiones
públicas: a estas alturas, resulta innegable que esas entidades privadas no sólo
ejercen atribuciones indebidas en materia de orientación y definición de
políticas económicas de los países en problemas –a contrapelo de las nociones
más elementales de democracia y representatividad–, sino también que tal
ejercicio de poder anómalo es un lastre fundamental para la reactivación de esas
economías, toda vez que reduce su margen de maniobra para contratar créditos y
las condiciona a la aplicación de las conocidas directrices del consenso de
Washington.
Adicionalmente, así como la pasada recesión hizo visible un avance de la
pobreza y las desigualdades sociales en países ricos, particularmente en la
Europa comunitaria, los nubarrones actuales han puesto al descubierto la
corrupción y la opacidad que campea en ese conglomerado de naciones, que hasta
hace no mucho se presentaba como promotor mundial de la legalidad y la
transparencia: los descalabros en Grecia, Portugal e Italia, así como las
dificultades que enfrentan España y Francia, son atribuibles a la laxitud, la
turbiedad y el descontrol con que las autoridades nacionales, las comunitarias y
las propias calificadoras se condujeron en años previos frente al incremento de
las deudas soberanas y el desorden fiscal de esos países.
Las estrategias anticrisis compartidas por la mayor parte de los gobernantes
del mundo, por los organismos financieros y por los poderes fácticos no han sino
profundizado la debilidad estructural de la economía planetaria y extendido la
vida de un modelo generador de desigualdad social, concentrador de la riqueza y
favorecedor de la especulación en detrimento de las actividades productivas.
Ante los cada vez más inocultables avisos de desastre, es impostergable que los
encargados de la conducción económica del país avancen en la dirección que
tendrían que haber tomado hace casi tres años, pues de lo contrario podrían
acelerar la configuración de un escenario de pesadilla mundial en lo económico,
lo político y lo social.
La trampa europea
Luis Linares Zapata
No hubo escapatoria posible para los asuntos públicos europeos, en
especial los de naturaleza financiera. Los acontecimientos han sido cruentos
para los tomadores de decisiones: varios gobiernos de distintos países han caído
y sus partidos enfrentan drásticas consecuencias, hasta de identidad ideológica.
La dicotomía ha sido tajante y hasta presuntuosa: plegarse a los dictados de las
calificadoras estadunidenses, a los organismos multilaterales y a los efectivos
mercados, o irse por la libre y arriesgarse a una hasta ahora inasible ruptura
de la zona euro. Uno tras otro, los estados asociados a la unión fueron
aceptando los dictados emanados de los poderes fácticos. La fila ha sido enorme:
Irlanda, Grecia, Portugal, España, Italia, Bélgica y, hasta en cierto sentido,
la misma Francia han caído en turbulentas zonas especulativas. Alemania, que se
consideraba fuera de la contienda por mantener su calificación crediticia, se
tambalea. Finalmente observa cómo sus mercados de exportación, de los que
depende gran parte de su actividad económica, se tambalean al entrar sus vecinos
en marcadas recesiones.
Los distintos gobiernos, sin importar la orientación de sus postulados
iniciales –ya fueran socialdemócratas, democristianos o socialistas–, han
chocado con una realidad que parece rebasarlos, si no es que aplastarlos. Al
menos así luce cuando tratan de llevar a cabo planes o programas que atiendan
las necesidades de sus respectivos pueblos. El rasero ha sido implacable con
todos. Simplemente han quedado subyugados a los extendidos y aceptados
fantasmas, dogmas y creencias neoliberales. El dictado ha sido inapelable: sus
estados de bienestarmolestan, sobremanera, al gran capital trasnacional. Son, alegan hasta con donaire, imposibles de mantener. Demasiado costosos para los presupuestos nacionales.
No hay alternativa, predicó con alevosía, soberbia y ventaja la premier inglesa Margaret Thatcher en su movido tiempo. Y poco a poco, paso a paso, dichos postulados se inscribieron como verdades en los distintos centros de poder europeos. Son ahora, y para todo menester, la ruta ineludible.
Y así, de esta drástica manera, se han tomando las decisiones que afectan las
necesidades y aspiraciones de los distintos pueblos que conforman la comunidad
europea. Ninguno se ha escapado. Todos, uno tras otro, han aceptado lo que
consideran una pesada realidad que exige cumplimiento. La austeridad es
absolutamente necesaria, se arguye con desplantes de estadistas decididos a
enfrentar el destino. No cualquier plan es aceptado, sólo los más drásticos
posibles: los que lleven a castigar con severas medidas el bienestar colectivo
de las distintas comunidades. Ningún renglón ha de quedar impune a los recortes
inducidos desde las altas esferas. Educación, seguros de desempleo, fondos de
retiro, salud o vivienda e infraestructuras pasan en fila para recibir los
tijeretazos. Se trata, al final, de poner a salvo suficientes recursos
presupuestales para después acudir al rescate de las respectivas industrias
bancarias en problemas. Ésa es la clave de todo el asunto. Claro está que, para
consumo ciudadano, los matices y detalles se cubren con densas retóricas: es
doloroso el camino, pero indispensable; al final se saldrá avante.
Ante una situación tan comprometedora es preciso apelar a la memoria, aunque
sea la de corto alcance. Cuando reventaron las burbujas inmobiliarias en Estados
Unidos, Irlanda y España, con las quiebras y el espanto concomitante, se habló
de reformas urgentes. Se llegó a pronosticar el fin del modelo vigente. Todo el
andamiaje se reformaría, gritaron innumerables enterados. Hasta los voraces
banqueros fueron estigmatizados por sus dislocadas ambiciones y avaricia. Sus
descomunales sueldos (y bonificaciones) se vieron como insostenibles, ofensivos,
injustos. Después del sobresalto inicial todo ha vuelto a la normalidad
anterior. El pensamiento y los métodos de operación conocidos reclamaron, y
consiguieron, su lugar en esta pequeña historia. Los más altos niveles políticos
del mundo cerraron filas con los banqueros de inversión, aseguradoras, y los
fondos de riesgo retornaron a sus prácticas especulativas, de libre mercado las
llaman. Todavía hoy en día no se sabe el monto que alcanzan en el mundo los
llamados derivados, pero se calcula que superan, con creces, el PIB mundial.
Lo que se inició como una crisis bancaria se ha transformado, al menos en
apariencia y retórica, en crisis de deuda soberana. Y uno a uno los países de la
comunidad europea que tienen cuentas de difícil tratamiento han ido pasando a la
báscula de los llamados rescates. Enormes sumas de recursos son transferidas
para, en realidad, evitar que Grecia, España, Portugal, Italia o Irlanda entren
en suspensión de pagos. La escalerita es corta y de inmediato llegaría a las
aseguradoras estadunidenses e inglesas. Asunto de seguridad nacional, llaman a
las urgencias de los capitalistas por sus abultados retornos. Las calificadoras
entran en el juego y sus roles son cruciales, determinantes. Los mercados
tiemblan cada vez que degradan los bonos de deuda de los países en problemas.
Los líderes políticos respingan contra ellas, pero no separan los ojos y orejas
de los vaivenes bolsísticos.
En el fondo va quedando al descubierto la estratagema financiera responsable
de tan dolida dependencia de la especulación. El Banco Central Europeo no compra
bonos de deuda. Los distintos bancos, en cambio, sí descuentan sus posiciones de
la que le compran a sus respectivos gobiernos. Sólo que entre una y otra
operación se quedan con al menos tres o cuatro puntos de diferencia. Una enorme
millonada de euros que van, directamente, a reforzar los alicaídos balances de
la banca a costa del sudor y las lágrimas de los contribuyentes. Ésa es la magra
historieta que tiene a la entera comunidad europea al borde del colapso. De
suceder tan infausta predicción, las repercusiones serán mundiales y se sentirán
en carne viva.
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