Por Sanjuana Martínez
El ritual consistió en abrir el vientre a las siete embarazadas. Los paramilitares de “Máscara Roja” las mataron a todas a machetazos, luego exhibían a los no nacidos como trofeos de caza. También asesinaron a 15 niños, a otras 14 mujeres y 9 hombres; los 45, eran indígenas tzotziles. Sucedió hace catorce años y ningún mexicano debería olvidar el nombre de estos hechos ominosos: matanza de Acteal, crimen de lesa humanidad.
No todos los autores materiales de esta masacre fueron detenidos y sentenciados; algunos incluso fueron liberados. Tampoco los autores intelectuales y sus cómplices fueron llevados ante la justicia, todos gozan de libertad. La impunidad, la maldita impunidad, también cubre este horrendo crimen de Estado.
Su principal responsable, a los ojos de las víctimas, sus familiares, las organizaciones no gubernamentales que les arroparon desde entonces y un grupo de abogados locales e internacionales, es el ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.
El actual consejero del grupo mediático español Prisa, director del Centro para el Estudio de la Globalización de la Universidad de Yale, consultor de la Organización de Naciones Unidas y consejero de la Fundación Bill & Melinda Gates, del multimillonario Bill Gates; es nada menos, que un hombre cuestionado por un ignominioso crimen de lesa humanidad.
Qué tan grave será su responsabilidad en la matanza de Acteal que ha decidido defenderse reclamando su “inmunidad legal” ante la Corte Federal en Hartford, Connecticut en Estados Unidos, donde fue acusado por este delito, el pasado 19 de septiembre.
Pero a Zedillo le persigue su pasado. Tiene cuentas pendientes. Cuentas que debe saldar debidamente. Seis hombres y cuatro mujeres sobrevivientes de la matanza de Acteal, algunas viudas e hijos de las víctimas, cuyos nombres se mantienen bajo reserva, decidieron que ha llegado la hora de la verdad e interpusieron una denuncia ante los tribunales de Connecticut porque radica en New Haven, donde se desempeña como profesor de la Universidad de Yale.
Escudándose en su condición de ex presidente, Zedillo pretende eludir nuevamente su cita con la justicia, solicitando a los tribunales estadounidenses que desechen la demanda interpuesta por el despacho “Rafferty Kobert Tenenholtz Bounds & Hess”, con sede en Miami, Florida, que representa a las víctimas de Acteal.
La tesis principal de la demanda es brillante, aguda y apegada totalmente a la realidad. Sostiene que el señor Zedillo Ponce de León conspiró antes y después de la matanza de Acteal para ocultar el papel desplegado por el Ejecutivo federal antes y después de la masacre.
El ex Presidente ha invertido cantidades ingentes de energía y recursos para intentar ocultar su estrategia gubernamental dirigida a aplastar al movimiento zapatista surgido públicamente el 1 de enero de 1994. La matanza de Acteal, orquestada, diseñada y dirigida desde el gobierno de Chiapas en poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), está íntimamente ligada al llamado “Plan de Campaña Chiapas 94”, una estrategia de contrainsurgencia que pretendía acabar con los grupos disidentes que apoyaban al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Zedillo no solamente conspiró durante su mandato para intentar ocultar las consecuencias de la brutal represión en Chiapas convertida en guerra de baja intensidad que costó la vida a cientos de personas inocentes; también lo hizo después de dejar la Presidencia en el año 2000.
Para ello se rodeó de auténticos aliados, entre los cuales destacan Héctor Aguilar Camín, autor de tres textos que supuestamente desmontan las “mentiras” de Acteal publicados en su revista Nexos. Entre sus argumentos expresados en una entrevista que le hice hace cuatro años, asegura que luego de revisar minuciosamente abundante documentación sobre la matanza de Acteal, llegó a la conclusión de que en Chenalhó, Chiapas no había paramilitares.
El principal argumento del escritor Aguilar Camín es que los grupos paramilitares como “Máscara Roja”, en realidad eran grupos auto armados. Y de manera insólita sostiene que fueron los mismos indígenas los que hicieron una “cooperacha” para comprar el armamento que utilizaron en la matanza. Más aún, sostuvo de manera insistente que el proceso judicial de la matanza de Acteal estaba lleno de irregularidades con fabricación de muchos culpables por lo cual la mayoría de las 78 personas acusadas eran inocentes.
Zedillo y Aguilar Camín, no estuvieron solos, los acompañó el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) cuyo principal argumento para defender a los inculpados de la matanza de Acteal se basó en que todo fue un conflicto intercomunitario entre zapatistas y antizapatistas, sin la presencia de paramilitares.
Un grupo de abogados dirigido entonces por Ricardo Raphael logró en agosto de 2009 que la Suprema Corte de Justicia revocará 20 de las sentencias de los 34 detenidos y ordenara la liberación de 11 encarcelados por fallas en el debido proceso. El CIDE no inició nunca una investigación para intentar hacer justicia a las víctimas de Acteal. Su principal cometido fue liberar a los supuestos “inocentes”, pero lamentablemente no invirtieron esfuerzos a favor de la detención de los verdaderos culpables.
Catorce años después, hay suficiente bibliografía, expedientes e informes sobre la verdad de la matanza de Acteal. Los magníficos informes del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, A.C. que asumió la defensa de las víctimas son esenciales. En el documento: “Acteal ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación: la defensa de los paramilitares” esta organización no gubernamental sostiene que de los 80 sentenciados y presos por la masacre, el CIDE eligió a 12 para exponer las deficiencias del Sistema de Justicia de manera interesada: “El CIDE equivoca su análisis y su intención al escoger a los presos por la masacre de Acteal para su “litigio estratégico”, primero porque existirían muchos más casos que señalarían las mismas deficiencias y que a la vez constituirían agravios serios a la sociedad y a la democracia, baste pensar en Atenco y Oaxaca, por ejemplo; segundo, porque a pesar de las deficiencias, los 12 paramilitares presos son culpables, lo que implicaría, contrario a cualquier sentido ético, que estarían aprovechando las deficiencias del sistema de justicia para liberar a criminales”.
Paradójicamente, la defensa del CIDE a los inculpados que añadió más impunidad a la matanza de Acteal, ha servido para que una corte estadounidense abra el caso. Zedillo y sus aliados pretendían cubrir con un manto de olvido una de las peores masacres de indígenas de la reciente historia de México, pero la exculpación de la Suprema Corte de Justicia fue clave para que las víctimas sobrevivientes conocieran los detalles del encubrimiento y buscaran justicia en tribunales extranjeros al cerrarse la posibilidad de la justicia mexicana.
Las víctimas de Acteal acudieron en 2005 ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos para buscar justicia y reparación; un proceso largo que aún espera resultados. Pero la Alien Tort Claims Act o ATCA, conocida también como Ley de Protección a Víctimas de Tortura y la Ley de Protección y de Reclamos por Agravios a Extranjeros en Estados Unidos, que permite a ciudadanos de otros países el derecho de ejercer acciones legales en las cortes de Estados Unidos contra quienes radican en ese país, ha dado estupendos resultados y se ha logrado detener a diversos criminales latinoamericanos. El Center for Constitutional Rights ha asumido varios casos de manera exitosa.
A pesar de protegerse de manera vergonzosa con el estatus de ex presidente, no le será fácil a Ernesto Zedillo mejorar su imagen después de esto. Desde que dejó la Presidencia, ha sabido venderse como estadista, envuelto en la bandera de héroe democrático por la “histórica hazaña” de “permitir” el triunfo del Partido Acción Nacional. Sin embargo, su verdadero historial deja mucho que desear ante la comunidad internacional a pesar de que la mayoría del establishment prefiera cerrar los ojos frente a la abyección de su presunto delito.
Zedillo pretendía trascender. Quizá por eso forma parte del consejo ejecutivo de importantes empresas como Prisa, Procter and Gamble, Alcoa y Unión Pacific. Curiosamente, esta última es concesionaria de la compañía Ferromex (anteriormente llamados Ferrocarriles Nacionales de México) privatizados durante su mandato. No es ético ni moral servirse del poder para su beneficio. Tampoco ser señalado en una matanza como la de Acteal, un caso que ofende a toda la humanidad.
Tal vez, sus cómplices, aliados, amigos y compañeros de su prospera carrera de estadista mundial, deberían conocer la Comunidad de la Sociedad Civil de las Abejas en Acteal, su extraordinaria fortaleza, dignidad y lucha por la justicia. Tal vez, deberían conocer y no olvidar el testimonio de la indígena Micaela, recogido por Rosalía Aída Hernández Castillo autora del libro “La Otra palabra mujeres y violencia en Chiapas: antes y después de Acteal” que narra la forma en que actuaron los paramilitares financiados, estimulados y orquestados por el Estado bajo el mandato de Ernesto Zedillo Ponce de León:
“Desvistieron a las mujeres muertas, les cortaron los pechos, a una le metieron un palo entre las piernas y a las embarazadas les abrieron y sacaron a sus hijitos y jugueteaban con ellos, los aventaban de machete en machete”.
Zedillo y Calderón: anulación de la política por la guerra
Alvaro Cepeda Neri
Para Ernesto Zedillo Ponce de León y Felipe Calderón Hinojosa no es válido el principio de que “la guerra es la mera continuación de la política, por otros medios […] La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios”, que el militar prusiano Carl von Clausewitz (1780-1831), en su célebre libro De la guerra, plantea como el origen de su investigación. La nación mexicana ha padecido individuos carentes de capacidad para la política. Rara avis fueron: Juan Álvarez; Benito Juárez, por sobre todo; a la mejor, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles (con sus asegunes) y Lázaro Cárdenas. Los demás, del montón, pero sus abusos, ignorancia y raterías junto a sus grupos depredadores, hicieron que la nación, el Estado y sus gobiernos, como regla, sufrieran en manos de impolíticos (la excepción son los políticos natos).
Max Weber pintó a esos burros de la política. “Es peligroso y a largo plazo inconciliable con el interés de la nación el hecho de que una clase económicamente en decadencia detente el poder político. Pero todavía más peligroso es el hecho de que las clases hacia las cuales se desplaza el poder económico y con ello la perspectiva del poder político no están aún políticamente maduras para la conducción del Estado”. Cuando menos Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo y Carlos Salinas de Gortari, un cuarteto de bribones sin ninguna cualidad para la política (porque no se formaron como políticos), asaltaron el poder presidencial y corrompieron a los demás poderes del Estado, para que los mexicanos, ya sin dirigentes, estemos sumidos en todas las desgracias; y, desde el magnicidio de Luis Donaldo Colosio (1994), asediados en la guerra de baja intensidad de Zedillo a la “guerra” en toda su intensidad con Calderón, pasando por los crímenes de Salinas y las estupideces de Fox.
Matones, antes que aprendices de políticos, Zedillo y Calderón, incapaces e ineptos, eligieron los homicidios para imponer su autoritarismo militaroide al ejercer la brutalidad del poder, acorde con la máxima de que “el poder, es el poder de matar”. Por eso Zedillo, al ocupar la silla ensangrentada, echó mano de los militares para apaciguar los ánimos nacionales, cuando los mexicanos nos dimos cuenta de que el homicidio de Colosio fue una conspiración salinista en la que “mucho tuvo que ver” (remember!, al padre del sonorense) José María Córdoba Montoya, el franchute que tenía a Zedillo como suplente y éste a Liébano Sáenz, el güerito que hizo las veces de vicepresidente zedillista, porque a Zedillo le daba hueva atender los asuntos, no ya políticos, sino gubernamentales y se la pasaba en su bicicleta de montaña y su computadora haciendo malabarismos matemáticos y estupideces econometristas.
Si Calderón entró a tomar posesión por los túneles y puertas traseras del Congreso de la Unión, Zedillo lo hizo a través del cadáver de Colosio, en una maniobra que le salió mal a Salinas. Ambos terminaron, cárcel de por medio del “hermano incómodo”, enfrentados y Salinas hasta huyó al exilio dorado con sus millones, amigos a los que regaló empresas (remember! Carlos Slim), y su regreso publicando libros de un retrasado mental, atacando a diestra y siniestra como un maniático que busca meterse a Los Pinos de la mano de Enrique Peña Nieto, para continuar con sus locuras y sandeces… ¿Qué hacer… pero con Salinas? Tirarlo de a loco, como bufón del Partido Revolucionario Institucional-peñista.
Zedillo inició la guerra militar en Chiapas (en complicidad con Salinas, y ambos generaron la crisis económica que complicó y aceleró Fox, y sobre todo Calderón, con el pretexto de la epidemia gripal que inventó su secretario de Salud, José Ángel Córdova, ya precandidato a la gubernatura de Guanajuato, al estilo de la Cocoa Calderón). Se le llamó “guerra de baja intensidad”, pero llevó la semilla que dio frutos: 50 mil homicidios (para mí que van 60 mil, de acuerdo con los últimos datos de la criminalidad panista-calderonista). Pero Zedillo le prendió fuego a la represión vía militar.
Con el antecedente del abuso militar por parte del presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien usó a soldados y policías a partir de 1968, contra estudiantes universitarios, la nación padece actos belicosos gubernamentales desde Zedillo hasta Calderón, a quien Salinas echa porras, como que el salinismo, durante la campaña electoral, le jaló el gatillo a sus armas para matar a opositores (sin olvidar a Adolfo López Mateos, que arremetió militarmente contra obreros y dirigentes agrarios). El militarismo aumentó hace más de cuatro décadas, intensificándose a partir de 1994, para hoy estar de lleno en la “guerra” calderonista. Más que Augusto Pinochet, Muamar el-Gadafi y cualquier otro dictador actual. Ya el ejercicio de la política se canceló y los trogloditas, de quienes nos advirtió Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu (en su texto Cartas persas), nos desgobiernan.
Zedillo y Calderón deben ser llevados a los tribunales penales internacionales, pues en México les tiemblan las manos cómplices para sentarlos en el banquillo de los acusados para un juicio político y penal. Ambos presionaron a las instituciones a ser un decorado y la Constitución fuera convertida en una utopía total porque los funcionarios la marginan, desacatan resoluciones judiciales, roban y la impunidad los absuelve. Los empresarios coludidos (Televisa, Tv-Azteca) siguen pescando en el neoliberalismo económico para crear cada vez más pobres: 50 millones, la mitad de la población, y la otra mitad sobrevive con engaños del Seguro Popular, los salarios bajísimos, el desempleo creciente, millones de jóvenes echados a la calle porque no hay cupo en los centros de estudios superiores… pero sí en las cárceles.
Zedillo y Calderón llevaron al país a la actual situación de “guerra” porque, salvo su abuso autoritario, no tuvieron idea de la política democrática y republicana, de la laica ni de la económica y social para distribuir la riqueza concentrada en unos cuantos bribones.
(Y se aceptan todas las sugerencias)
Rechazada en las redes sociales, por arquitectos, por activistas, por ambientalistas, por gente de buen gusto y por políticos, la Estela de Luz que conmemoraría el Bicentenario ha abierto un debate: ¿Qué uso darle, para no tener que destruirlo cuando termine el sexenio?
Por su contexto histórico –después de los señalamientos de corrupción y ante la fatídica guerra de este gobierno que acumula más de 50 mil muertos–, las dos sugerencias más comunes son convertirlo en el “Museo de la Corrupción” o en un “Homenaje a los Muertos de la Guerra de Calderón”.
El monumento se entregó con un retraso de 15 meses; es decir, no hay prisa para renombrarlo.
Hemos recibido varias sugerencias; colocamos aquí las más comunes. Pero usted puede seguir sugiriendo, en los comentarios, qué uso se le puede dar a la Estela de Luz.
1. Monumento a la Corrupción
2. Monumento a los Caídos en la Guerra de Calderón
3. Monumento a la Suavicrema
4. Consola Gigante Para Torneos de Tetrix
5. Lanzallamas Gigante Para Combatir los Mosquitos del Bosque de Chapultepec
6. Reloj Digital Gigante Para Contar los Días que le Faltan a Cada Sexenio
7. Un Protestódromo
8. Poste Oficial de los Voladores de Papantla
9. Mirador para Mirar el Mirador de la Torre Latinoamericana
10. Pantalla Gigante Para Los Más Buscados por la PGR
12. Centro de Distribución de Marinela / Bimbo (por aquéllo de que la Estela parece la galleta Suavicrema)
13. Puesto Privilegiado para Francotiradores
14. Pista para Fiestas y Tardeadas Con Motivos de Discoteca
Sugerencia de lector: Pista de Baile Disco para el Hombre Araña
15. Paradero Oficial de Microbuses de Metro Chapultepec
16. Pantalla Gigante Pública Para las Finales del Futbol
17. Chimenea Gigante que Recuerde la Contaminación en las Plantas de Pemex
18. Homenaje Generoso (Pero Excedido) al Falo de los Mexicanos
19. Centro Ceremonial para Inmolar a Políticos que Instalan Monumentos Ociosos
20. Árbol de Navidad Postmoderno, Que Dura Todo el Año y no se Seca
21. Torre de Control y Faro Guía Para Evitar Accidentes Aéreos en Reforma
22. Pared Para Rapelear
23. Monumento Popular y Gigante para la iPad
24. Varita Mágica de Hada Madrina Para los Peques que Visitan Chapultepec
25. Colgar ahí de por vida a Javier Lozano y Felipe Calderón

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