Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 2 de abril de 2013

Las mazmorras del sexenio pasado- Con Bergoglio, la venganza de los jesuitas

Con Bergoglio, la venganza de los jesuitas
La primera misa del Papa Francisco en la Capilla Sixtina. Foto: AP
La primera misa del Papa Francisco en la Capilla Sixtina.
Foto: AP
A diferencia de Juan Pablo II, que defendió a ultranza a los Legionarios de Cristo y en especial a su fundador, Marcial Maciel, el nuevo pontífice ha empezado a emitir señales de que busca una Iglesia más cercana a los postulados de la Compañía de Jesús. Esta congregación históricamente ha sido relegada, hostigada y vilipendiada. Ahora parece que los papeles se invertirán y en el Vaticano ya se investigan a fondo las irregularidades y los escándalos de La Legión.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con la llegada al trono pontificio del jesuita Jorge Bergoglio, la Compañía de Jesús puede convertirse en la congregación religiosa más influyente dentro de la Iglesia católica, al grado de que su línea pastoral de la opción preferencial por los pobres también puede verse fortalecida, como lo perfilan los primeros mensajes del nuevo Papa que ponen énfasis en los “pobres” y en la vocación de “servicio” de la institución.
Así, el primer Papa jesuita puede poner fin al hostigamiento que ha sufrido esta línea pastoral en los últimos años, sobre todo durante el pontificado de Juan Pablo II, quien relegó a la Compañía de Jesús para darle impulso a los Legionarios de Cristo, hoy caídos en desgracia por los escándalos de pederastia de su fundador, Marcial Maciel.
Incluso algunos analistas consideran muy probable que el Papa Francisco “suprima definitivamente” o por lo menos ordene una “refundación” de los Legionarios de Cristo, luego de que Benedicto XVI los sometió a un proceso de reestructuración y castigó a Maciel.
El sacerdote Manuel Olimón Nolasco, especialista en historia de la Iglesia, dice con asombro: “Es completamente novedoso el hecho de que un jesuita sea Papa. Fue una de las grandes sorpresas que nos dejó el pasado cónclave. La Compañía de Jesús se fundó en 1534. De manera que tuvieron que pasar casi 500 años para que uno de sus miembros fuera Papa”.
–¿Los jesuitas siempre han asumido institucionalmente la opción por los pobres?
–Sí, siempre ha sido así. Aunque, claro, en diferentes contextos. Y en algunos casos esa opción la aplican de manera indirecta; formando a los dirigentes para que sean ellos quienes desde el poder apliquen la justicia social. Esto ha ocurrido a lo largo de la historia.
–¿Podría esperarse lo mismo del Papa Francisco?
–Sí, creo que se va a notar mucho esa línea durante su pontificado. De hecho él ya empieza a hablar sobre los pobres y el servicio a los demás. Lo está haciendo con sencillez y hablando directamente a la conciencia de los fieles. No dice impositivamente: ‘Tú tienes que hacer esto y tú lo otro’. No. Más bien deja que cada quien decida. Es muy común en los jesuitas recurrir al libre albedrío.
“Y el hecho de que se haya puesto el nombre de ‘Francisco’ también es muy significativo; se inspira en la figura de San Francisco de Asís que encarna la pobreza voluntaria, el cuidado de la naturaleza y la paz. Hay un adagio latino que dice nomen oneri est (el nombre es una carga). Para los papas el nombre es muy importante porque con él marcan el camino que planean seguir.”
Opción por los pobres
Desde que llegó al papado, el pasado miércoles 13, el jesuita ha venido recalcando la importancia de atender a “los pobres y los olvidados” y ha condenado la “sed de poder y de dinero”. En su homilía del Domingo de Ramos señaló que “el sudario no tiene bolsillos”, en alusión a la mortaja de Cristo.
Y el Jueves Santo pidió a los sacerdotes que salgan a “las periferias” y se acerquen al “sufrimiento” y a la “sangre derramada”. Por la tarde celebró una misa en la cárcel juvenil Casal del Marmo, en las afueras de Roma, donde le lavó los pies a un grupo de jóvenes detenidos. “Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago, es mi deber que me viene del corazón… Quien está en lo más alto debe servir a los otros”, dijo.
Bergoglio ha empezado a vestir una sencilla sotana blanca y a marcar distancia de las pomposas liturgias del Vaticano, concelebradas con cardenales de vestimentas carnavalescas, entre mármoles y ceremonieros.
Algunos teólogos de la liberación aprueban esas primeras señales, como el brasileño Leonardo Boff, quien dijo: “Francisco tiene en mente una Iglesia fuera de los palacios y de los símbolos del poder. Lo mostró al aparecer en público. Normalmente los Papas –y Ratzinger principalmente– ponían sobre los hombros la muceta, esa capita corta bordada en oro que sólo los emperadores podían usar. El Papa Francisco llegó sólo vestido de blanco”.
Agregó Boff –para el semanario alemán Der Spiegel– que el Papa Francisco “viene del Gran Sur, donde están los más pobres de la humanidad y donde vive 60% de los católicos. Con su experiencia como pastor, con una nueva visión de las cosas, desde abajo, podrá reformar la curia, descentralizar la administración y dar un rostro nuevo y creíble a la Iglesia”.
Por su parte Pedro Casaldáliga, obispo de los pobres en la selva amazónica, en una entrevista con el periódico brasileño O Globo, también elogió la simplicidad del nuevo pontífice y el simbolismo del primer gesto al inclinarse delante de la gente que lo aguardaba en la Plaza de San Pedro.
En El Salvador, el jesuita Jon Sobrino, cuyas obras teológicas fueron condenadas por el Vaticano, destacó que ha visto “signos pequeños pero claros” de la “sencillez y la humildad” del nuevo Papa, deseando que “crezcan como signos grandes”.
Y el actual superior general de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, le envió al nuevo Papa una misiva –fechada el jueves 14– en la que le dice: “El nombre de ‘Francisco’ con que desde ahora le conocemos, nos evoca su espíritu evangélico de cercanía con los pobres, su identificación con el pueblo sencillo y su compromiso con la renovación de la Iglesia. Desde el primer momento en que se ha presentado ante el pueblo de Dios ha dado testimonio de modo visible de su sencillez, su humildad, su experiencia pastoral y su profundidad espiritual”.
Estas muestras de apoyo al nuevo Papa contrastan con el hostigamiento que, hasta hace poco, todavía emprendía el Vaticano contra la Compañía y algunos jesuitas.
Por ejemplo cuando el sacerdote español Pedro Arrupe era superior general de la Compañía (1965-1983), le dio mucho empuje a los temas de justicia social e inculturación del evangelio, lo que le provocó críticas de los sectores tradicionales de la Iglesia que lo acusaban de ser muy permisivo. Ante esto Juan Pablo II le puso un interventor a la Compañía para que la vigilara.
En 2007 la Congregación para la Doctrina de la Fe condenó la obra de Jon Sobrino, uno de los principales impulsores de la teología de la liberación, porque “sus proposiciones no están en conformidad con la doctrina de la Iglesia”.
Entre otros jesuitas cuestionados o censurados por el Vaticano se encuentran Jacques Dupuis, Pierre Teilhard de Chardin, John Courtney Murray y Anthony de Mello.
Algunos jesuitas han sido asesinados por sus posturas revolucionarias y su defensa de los derechos humanos: En 1980 fue acribillado en Bolivia Luis Espinal Camps por el Servicio de Inteligencia del Ejército; en 1983, James F. Carney fue asesinado en Honduras por las fuerzas militares; en 1989, Ignacio Ellacuría y otros cinco jesuitas corrieron igual suerte a manos de la Fuerza Armada de El Salvador.
En México destaca el mártir jesuita Miguel Agustín Pro, fusilado durante la guerra cristera por el gobierno callista. Su proceso de canonización está en marcha y un influyente centro de derechos humanos mexicano lleva su nombre. Años después, durante el levantamiento zapatista chiapaneco en los noventa, se acusó a los jesuitas de estar instigando a los indígenas a levantarse en armas.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1900, ya en circulación)
 

Las mazmorras del sexenio pasado

Genaro García Luna, extitular de la SSP. Foto: Octavio Gómez
Genaro García Luna, extitular de la SSP.
Foto: Octavio Gómez
Brenda Quevedo Cruz, una de las personas acusadas por Isabel Miranda de Wallace del secuestro y asesinato de su hijo, Hugo Alberto Wallace, fue torturada en 2010, cuando estaba presa en el penal de las Islas Marías y, por lo tanto, bajo la custodia de la Secretaría de Seguridad Pública encabezada por Genaro García Luna. Un año después la CNDH evaluó a la mujer y, de acuerdo con los parámetros del Protocolo de Estambul, concluyó que había padecido castigos crueles, inhumanos y degradantes, un informe que la propia CNDH ocultó. Pero el historial de García Luna y su gente durante el sexenio pasado abarca otros casos de abuso de autoridad, maltrato y tortura.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El viernes 15 de marzo la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) interpuso ante la Procuraduría General de la República una denuncia penal contra Genaro García Luna y otros exfuncionarios de la desaparecida Agencia Federal de Investigación (AFI) por las violaciones a los derechos humanos de la francesa Florence Cassez.
Pero el caso de Cassez es sólo uno en el historial de García Luna. Bajo su mando, la AFI y la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal violaron de manera constante los derechos humanos. Han comenzado a documentarse abusos de autoridad y torturas en algunos complejos penitenciarios administrados por la SSP durante el sexenio pasado. Algunos ya están siendo investigados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Proceso tiene copia del resultado de la evaluación realizada a Brenda Quevedo Cruz –acusada del presunto secuestro y asesinato de Hugo Alberto Wallace– bajo los términos del Protocolo de Estambul (Manual de Investigación y Documentación Efectiva sobre Tortura, Castigos y Tratamientos Crueles, Inhumanos o Degradantes).­
El resultado –hasta ahora inédito– de la evaluación hecha por la CNDH en 2011 prueba que Brenda Quevedo fue brutalmente torturada en el complejo penal federal de las Islas Marías estando bajo custodia de la SSP.
Otro caso: en febrero de 2012 la familia de Javier Herrera Valles, excomisionado de la Policía Federal, principal crítico de la gestión de García Luna y quien fue encarcelado con base en testimonios falsos, presentó una queja ante la CNDH por la golpiza que asegura sufrió, meses antes de ser puesto en libertad, en el penal de máxima seguridad de Tepic, Nayarit, también bajo custodia de la SSP.
Aún más: Proceso recabó declaraciones de familiares de presos del Centro Federal de Readaptación Social número 3, Noreste, localizado en Matamoros, Tamaulipas, quienes se quejan de trato inhumano, vejaciones y abusos sexuales de custodios y comandantes contra presos durante el sexenio anterior (el penal de las Islas Marías, otras cuatro cárceles federales y un centro federal de rehabilitación psicosocial estaban bajo la administración, custodia y operación del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social, que dependía de la SSP, encabezada por García Luna).
Brenda Quevedo
 
En el complejo federal penitenciario de las Islas Marías –donde por ley sólo pueden estar presos los sentenciados–, Brenda Quevedo Cruz, acusada y aún no sentenciada por el presunto secuestro y homicidio de Hugo Alberto Wallace, estaba apartada del resto de la población femenil en un área conocida como La Borracha.
La madrugada del 13 de octubre de 2010 el comandante de custodios Javier Jiménez Santana y las custodias Verónica Chávez Rojas y Eneyda Pérez sacaron a Quevedo de La Borracha y la subieron a una camioneta.
El vehículo avanzó por una carretera que bordea la isla María Madre (la mayor del archipiélago y que alberga la prisión), según consta en la declaración hecha por Brenda el 30 de junio de 2011 en el consultorio del Centro Femenil Noroeste, en Tepic, durante la evaluación aplicada por la visitadora adjunta adscrita a la Tercera Visitaduría General de la CNDH.
Fue ese día cuando la CNDH pudo entrevistar directamente a Quevedo y escuchar su denuncia. Ahí se corroboró la tortura de la que fue víctima la joven, cuando la SSP, con García Luna como titular, era responsable de la administración y manejo del centro penitenciario. La directora del anexo femenil del penal de las Islas Marías era María Teresa López Aboites.
Brenda, expareja de Jacobo Tagle, fue extraditada de Estados Unidos el 26 de septiembre de 2009 acusada del secuestro y homicidio de Hugo Alberto Wallace, quien según su madre, Isabel Miranda de Wallace, ocurrió el 11 de julio de 2005. Miranda de Wallace acusa a Quevedo, Tagle, César Freyre, Juana Hilda González y a los hermanos Tony y Alberto Castillo de haber hecho desaparecer a su hijo.
–¿A dónde me llevan? –preguntó Brenda.
–No tienes derecho a decir nada, sabes que estás en un caso muy fuerte y unas personas quieren hablar contigo.
–No me dejen sola…
–Nadie va a tocarte 
–dijo Jiménez Santana. Esa promesa no la cumplió.
La dejaron sola en una casa en obra negra donde había muchas ratas. La metieron a un cuarto pequeño donde no había muebles, sólo una cobija en el suelo. La puerta no tenía cerradura.­
Hacia la una de la tarde del 14 de octubre de 2010 llegó al lugar una camioneta de la que bajaron cinco o seis hombres encapuchados con pantalones de mezclilla y camisas blancas.
–¡Chingaste a tu madre otra vez!, ¡creíste que no nos volverías a ver! –gritó uno de ellos al entrar al cuartito.
Le vendaron los ojos, la envolvieron con una cobija a la altura del torso y la ataron con cinta para inmovilizarla. La tiraron al piso boca arriba, le quitaron los zapatos y las calcetas y le pusieron en el dedo gordo de un pie un alambre. Le echaron agua en la cara; sin poder moverse Quevedo sentía que se ahogaba. También mojaron la cobija.
–¡Ahora sí pides perdón, perra! Vamos a hacerte respetar a la gente –le dijo uno de los hombres.
La golpearon con los codos en el pecho, le pegaron en las orejas y la amenazaron con dañar a su madre, la señora Enriqueta Cruz, y a su hermano.
–Te crees edecán pero eres una prostituta. Un perro vale más que tú –la insultaban.­
Uno de los hombres le bajó el pantalón, le separó las piernas y le metió el puño en la vagina. Lo hizo varias veces.
–¿Qué se siente? –le preguntaba mientras repetía la acción.
Después le dieron toques eléctricos con el alambre que le pusieron en el pie.
–Vas a sentir como que te vas quemando poco a poco –le dijo uno de ellos.
El propósito de la tortura era obligarla a confesar que había participado en el secuestro y homicidio de Hugo Alberto Wallace. La madre de éste, María Isabel Miranda, excandidata del PAN a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, era muy cercana al entonces presidente Felipe Calderón y al titular de la SSP, Genaro García Luna. Quevedo no confesó y en todo el proceso se ha declarado inocente de los cargos que se le imputan.
La tortura duró cerca de tres horas. Después los encapuchados la desataron y se fueron. Brenda Quevedo se quedó hasta la madrugada del 15 de octubre en esa casa. Al amanecer de ese día Jiménez Santana fue por ella y la llevó de regreso a La Borracha.
Ningún médico certificó el estado de salud de Brenda Quevedo pese a que estaba visiblemente lastimada, tenía sangrado vaginal y un absceso en el seno derecho. Estuvo incomunicada de su familia durante un mes, hasta que finalmente pudo hablar con su madre, Enriqueta Cruz, quien recurrió a la CNDH. Brenda actualmente está recluida en el penal federal de Tepic.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1900, ya en circulación)

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