La oposición oficial como sarcasmo del sistema
La posesión del poder daña inevitablemente  el libre juicio de la razón
Immanuel Kant, Sobre la paz  perpetua
¿Cuándo fracasa la razón?… [Los  socialdemócratas] eran parte del aparato del poder, cada uno de ellos  representaba un trocito de poder. Sus conciencias estaban divididas   [entre] la papeleta del sufragio y el “cuarto de las bofetadas”. A ellos  les habían encomendado proteger el orden no sólo de los criminales, sino  también  de los perturbadores, de los agitadores. ¿Cómo reaccionarán cuando el  régimen  reaccionario lo oponga a los perturbadores del orden público?  ¿Cumplirán con su  “deber” como manda la ley? El poder [es como] la marihuana:  el hacer uso de él  implica el abuso
Ernst Fischer, Recuerdos y  reflexiones
La nación atraviesa actualmente una situación  económica y sociopolítica singular,  extraña.       
Por un lado, las mayorías padecen la resaca del  retorno del partido único-hegemónico a la Presidencia de la República con  Enrique Peña Nieto y la oligarquía a horcajadas sobre su lomo –ésta  última, experta en la equitación política, ni siquiera tuvo que tocar  piso para pasar del jamelgo panista al tricolor–. Soportan el martirio  de  la tonificada momia priísta que regresó como figura principal al  proscenio del antiguo régimen presidencialista, que poco se modificó en su  esencia autoritaria durante su ausencia, bajo los cánones diabólicos del   haiga sido como haiga sido salinista-calderonista, envuelto en su rancio  tufo de ilegitimidad. Carencia que, sin embargo, debe reconocerse, ha logrado  subsanar gradualmente en el mundo de las apariencias mediáticas, al explotar  con  relativa habilidad la disolvente crisis intestina cuyo ascenso provocó  entre la  oposición electoral adocenada de la extrema derecha clerical y la  irreconocible  izquierda leal por difuminada, arrojándole diminutos y  artificiales espacios de  participación. Mendrugos para mendigos de la elitista  “Cruzada Nacional contra  el Hambre” partidaria que, en su delirio por la  pérdida de identidad y el  extravío de la brújula política, las  organizaciones damnificadas  enaltecen, como si con ellos se les reconociera su  valía, se les considerara  dignos interlocutores y se les compartiera realmente  el ejercicio del poder  político y el destino “modernizador” de la nación.
En su pragmático oportunismo, a la oposición  no le importa tratar de compensar su quiebra electoral y su   naufragio poselectoral al convertirse en la “quinta columna” del peñismo  neoliberal-autoritario. En el desesperado esfuerzo por tratar de alcanzar un  lugar privilegiado en los reflectores del furgón de cola del sistema y  de  obtener alguna ventaja dentro del enclaustrado pactismo por México –en  marzo, a  puerta cerrada, el perredista Jesús Zambrano (criticado por el líder  escenográfico de su partido, Alejandro Sánchez, quien le exige inútilmente su  renuncia al puesto que asume al margen de su organización) sustituye al panista  Gustavo Madero en la presidencia de su consejo, bendecido por Miguel Ángel  Osorio y Luis Videgaray, el Chicago Boy consiliario del príncipe–, no le  quita el sueño realizar el trabajo sucio de un programa sexenal cuya agenda y  linderos son fijados por la elite dominante, que ofrece mezquinas   zanahorias como limosnas a sus adherentes y magnánimos garrotazos a sus  detractores. Que con esos bastardos acuerdos excluyentes, la   tragicómica parodia de los que en su momento impuso despóticamente el   sátrapa Carlos Salinas, rebajen el papel de los “representantes  populares” del Congreso de la Unión al simple papel de levantadedos que  convertirán en leyes las iniciativas de Enrique Peña –“las que México  necesita”,  con algunas irrelevantes modificaciones de los pactistas–,  negociadas al margen  de ellos, y que en el proceso legislativo sólo se les  concederá la oportunidad  de plasmar algunos matices cosméticos, a menudo  verdaderas insensateces  jurídicas.
Al cabo ya están acostumbrados a escenificar  la degradada postura de bufones de la corte, asignada por el viejo  autoritarismo y la “moderna” democracia tropical, a cambio de premiarlos   jugosamente con el oscuro (¿corrupto?) manejo del presupuesto que  se les asigna. Recién, Juan Manuel Portal, auditor Superior de la Federación,  criticó a los eunucos de los siete grupos parlamentarios por su voraz falta de  transparencia y rendición de cuentas en el manejo de las subvenciones  recibidas,  cuyo monto entre septiembre de 2012 y febrero de 2013 ascendió a  660.3 millones  de pesos, contra los 481.2 millones recibidos entre marzo y  agosto del año  anterior.
A los dirigentes del Partido Acción Nacional  (PAN), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y demás partidos no les  preocupa que al apoyar el pacto le otorgan a Peña Nieto y al Partido  Revolucionario Institucional (PRI) la legitimidad que no obtuvieron a través de  las elecciones. Les permiten presentar a la sociedad como propios los frutos de  las contrarreformas neoliberales impuestas, “consensuadas” con los pactantes,  hecho que los fortalece política y electoralmente, a diferencia de la  oposición,  que no ha logrado sacar provecho ante la opinión pública de los  supuestos logros  y les da la oportunidad de diluir entre los adherentes los  costos y el malestar  social que generan, para que su imagen absorba la suciedad  ante la  población.
El PRD, por ejemplo, tiene que soportar y  asumir las consecuencias de la contrarreforma educativa, ya que las  legítimamente irritadas movilizaciones de los maestros se concentran en los  estados que son sus feudos, así como su incapacidad para atender  políticamente las demandas de los docentes y tratar de encontrar una salida  negociada que le permita revolver la contradicción insalvable: quedar bien con  el dios Peña y el diablo del pueblo. El PRD está escindido y es víctima  de sus compromisos encontrados. Está atrapado en la pegajosa telaraña del  pacto que no desea abandonar para que no lo cataloguen de desconfiable e   “incivilizado”, y los intereses de quienes votaron por éste al considerarlo como  una opción social y antineoliberal. Por ello ha actuado tragicómicamente.  Zambrano dijo que “son extrañas las movilizaciones cetegistas” (de la  Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero), sin explicar  por qué lo son, sin desenmascarar a los grupos tenebrosos y sus razones  que, según él, manipulan a los cándidos maestros. Entre la atención de las  exigencias de éstos y “el cumplir con su ‘deber’ tal y como lo manda la ley”,   como diría Ernst Fischer, el gobernador perredista del estado impuso la ley de  la brutal represión, con lo cual acrecentó el desprestigio de su mandato y del  PRD.
El PAN no tiene ese dilema. Como parte de la  derecha cavernícola exige a sus pares Enrique Peña-PRI que apliquen la   mano dura. La represión sin concesiones ni contemplaciones. Están  convencidos que se tiene que sofocar con la violencia a quienes se alzan en  contra del orden establecido. “Se tiene que demostrar lo más claramente posible  el principio del poder: que la derrota del enemigo ponga ampliamente de  manifiesto su impotencia” (Fischer). No tienen las dudas de un Hamlet. Se  volvieron insensibles después de 6 años de baños de sangre y de montones  de cadáveres sobre los que se asentó la “democracia” despótica-clerical del  calderonismo. De hecho siempre lo han sido. Siempre festejaron los torneos  deportivos del PRI, cuando salía alegremente a cazar mexicanos, como  sucedió en 1968 o 1971. “Alabaron a los asesinos como a ángeles en momentos de  necesidad” (Fischer). El PRI y el PAN siempre han sido los guardianes del  orden,  bajo la lógica de cualquier sistema autoritario.
A los partidos de oposición de derecha y los  que antaño se decían de izquierda electoral no les inquieta que el  fortalecimiento de Peña Nieto-PRI sea a costa de ellos. Que tienen que acepar  sumisamente un pacto que justifica las políticas neoliberales y el ejercicio  del  poder antisocial del peñismo. A costa de su conversión en organizaciones  testimoniales, espectrales. Con las derrotas que sufrirán en las  elecciones de julio comprobarán las secuelas de su error táctico. Su presencia  política se deteriorará aún más. En 2018 se lamentarán todavía más.
Mucho menos les interesa que la base social  del sistema esté crispada; que su rencor y su malestar social se agudicen con  las políticas que aprueban y que la crucifiquen como a un anticristo, como es  el  caso de la contrarreforma laboral.
El PAN no ha tocado el fondo de su  crisis y descomposición. A la pérdida de la Presidencia de la República, las  fracturas, la defección de militantes convencidos y de aventureros –como  Vicente  Fox y Marta Sahagún–, el ajuste de cuentas, el reagrupamiento, la  disputa  carroñera por los pedazos de poder dentro del partido y el  sistema,  tendrán que agregar una mayor pérdida de ascendencia entre los  votantes, la  reducción de puestos de elección popular y, lo más importante, de  subsidios  públicos asociados. No le quedará más que reasumir el viejo puesto  que tenía  asignado en el antiguo régimen: el de apéndice del priísmo, en el  cual, por  cierto, no se sentía incómodo.
Lo más llamativo es el travestismo político de los partidos de la “izquierda” oficial encabezada por el PRD y sus  ocurrentes dirigentes. Por ejemplo, Jesús Zambrano declaró hace poco al diario   El País que “el pacto por México es un logro de la izquierda, que escribe  una nueva forma de hacer política sin reeditar la lógica de confrontación”; su  partido “se ha fortalecido con el pacto”; que “es que el PRI ha reconocido en  su  regreso a la Presidencia que solo no puede [y] que el centro de gravedad del  país se desplazó hacia la izquierda”; que “el pacto se sustenta en la gran  pluralidad política que se ha asentado en el país”; que el PRD ya no quiere  situarse como una simple oposición.
El cinismo de Zambrano es monumental, como la  famosa Estela de Luz calderonista. Asume para su partido la agenda del pacto  impuesto por las elites dominantes, así como su contenido neoliberal, auténtica  maquinaria trituradora de las mayorías. El acuerdo palaciego antisocial lo  truca  como plural. La claudicación la arropa con la mentira de la negociación.  La  postura de “izquierda bien portada” trata de diferenciarse del  lópezobradorismo  calificado como “rijoso”. El pozo de la derecha en que  se hundieron trata  de deslizarlo patéticamente a la izquierda. La derrota  quiere mostrarla como  triunfo.
La declaración de Zambrano no es más que la  reiteración de la emasculación que hace tiempo se realizaron los dirigentes del  PRD. Al decidir avanzar por la autopista electoral llevaron al  autobús  de su partido al precipicio, en lugar de al poder. Reemplazaron  la lucha de  clases por el juego lujurioso de manitas sudadas de las  clases y aceptan  que Peña Nieto los lleve al despeñadero.
Sustituyeron la política del cambio y la  ideología de izquierda, la organización y la movilización de las masas por la  retórica hueca al mejor postor, el oportunismo electorero, el parlamentarista  paralizante, la desmovilización de sus militantes y simpatizantes, y  convirtieron a los eventuales ciudadanos en simples votantes. Se extraviaron en  el laberinto del Minotauro y se ahogan en la fetidez de sus despojos.   Plegaron las velas y se hundieron en la vergonzosa capitulación.  Sucumbieron en su fascinación por los supuestos juegos de poder donde sólo  ocupan el papel de sombras.
En lo único que tiene razón Zambrano es que el  PRD dejó de ser oposición y opción de izquierda, ya no digamos anticapitalista.  Esos conversos a la derecha que predican las virtudes progresistas, practican  otro vicio y la virtud: la seducción por dinero público de los partidos  paraestatales y los puestos administrativos del sistema capitalista-autoritario  al que ya no desplazan, sino mejoran su eficiencia. Por desgracia, esa nueva  era  es compartida, con sus diferencias, por Andrés Manuel López Obrador,  ausente de  las luchas sociales. El movimiento que organiza no aspira a  desbordar los  linderos del sistema. Su búsqueda por el registro como partido  implica ceñirse a  los mismos. La fragmentación de esos grupos redundará en  beneficio del priísmo y  el sistema.
En ese sentido, la reforma electoral iniciada  por el sistema en 1977, anunciada simbólicamente por su artífice Jesús Reyes  Heroles en el estado de Guerrero, entidad donde habían surgido los movimientos  campesinos y armados más importantes, como los de Genaro Vázquez y Lucio  Cabañas, ha sido exitosa hasta el momento. Ha desarticulado y desvanecido a la  izquierda oficial.
Estamos ante “el proletariado sin cabeza”,   como diría hace tiempo José Revueltas. Se tendrá, por tanto, que construir una  nueva izquierda que retome los principios anticapitalistas.
*Economista
Fuente: Contralínea 332 / abril  2013 
Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/04/28/la-oposicion-oficial-como-sarcasmo-del-sistema/
Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/04/28/la-oposicion-oficial-como-sarcasmo-del-sistema/
Chayogate

Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/04/22/chayogate/
Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/04/22/chayogate/

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