MEXICANOS QUE EXIGEN UN MÉXICO MÁS JUSTO
Por: Martha Patricia Montero - mayo 22 de 2013 - 0:00INVESTIGACIONES, Investigaciones especiales - 3 comentarios
Aunque la cifra es terrible por sí sola, dentro del mismo informe se destaca que un total de 20 millones 507 mil 937 delitos no se denunciaron; es decir, 91.6% de las víctimas prefirió no denunciar. Que un país tenga estas estadísticas significa que sus ciudadanos tienen poca credibilidad en su sistema de justicia y, aún más, que éste no funciona.
Pero esto no es nuevo. Hace cerca de 20 años, un grupo de abogados en Monterrey, Nuevo León, conscientes del mal desempeño del sistema penal en el país, decidió emprender acciones para contribuir a mejorarlo.
“Dado el tamaño del problema, pensamos que la mejor manera de iniciar nuestros trabajos era enfocándonos a ayudar a reos de escasos recursos que estuviesen sufriendo una injusticia. Considerábamos que como el sistema se movía con dinero, influencias, etcétera, pues los de menos recursos, los pobres, eran los que peor sufrían los vicios del sistema”, comenta el abogado Ernesto Canales Santos, Presidente del Patronato de la Fundación Renace, organización con una amplia trayectoria, y que prevalece en la opinión pública, entre otras cosas, por su participación en la realización del documental Presunto Culpable.
La práctica diaria en la revisión y servicios jurídicos a una gran diversidad de casos, los hizo tomar consciencia de las grandes fallas que presentaba el sistema, mismas por las que las injusticias continuarían presentándose como una constante.
Un paso firme que logró, en marzo de 2008, que se aprobara la Reforma Constitucional de Seguridad y Justicia, que se publicó en junio de ese mismo año en el Diario Oficial de la Federación.
Impulsada por ciudadanos, se trata de una de las reformas de mayor envergadura en la historia de México, que permitiría dejar atrás el viejo modelo judicial inquisitorio para transitar al modelo denominado acusatorio, basado en el régimen de derechos humanos.
Como se explica en el “Cuaderno de Apoyo” editado por el Centro de Documentación e Información de la Secretaría de Servicios Parlamentarios, con esta Reforma se espera revertir el hecho de que “la procuración e impartición de justicia, lejos de satisfacer las necesidades de los sujetos que intervienen en su sustanciación, se ha visto rebasada por prácticas de corrupción e inequidad, provocando que víctimas y acusados padezcan, indistintamente, la incertidumbre jurídica e impunidad que caracteriza al sistema”.
Ya que el cambio radical que se pretende es estructural y cultural, a la Federación y a los estados se les otorgó un plazo de ocho años para implementarla; es decir, hasta 2016. Sin embargo, a menos de la mitad de que este plazo concluya (estamos a tres años y siete meses), hay estados que, como dice Ernesto Canales “prácticamente no han hecho nada, no han tomado ninguna reforma legal, y dentro de estos está el Distrito Federal y el Gobierno Federal”.
EL SISTEMA ACTUAL
De acuerdo con Edgar Cortez, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, AC (IMDHD), el sistema inquisitorio actual “trata mal a todo mundo, y dentro de esto hay grupos especialmente maltratados. Uno que hemos venido constando son las mujeres, ya que es un sistema básicamente organizado por hombres, con la mentalidad masculina, y eso hace que sus derechos se vuelvan muy difíciles. Oyes testimonios de mujeres que van a denunciar abusos sexuales o violencia por parte de sus parejas, y con lo primero que se encuentran es que el Ministerio Público no les cree, desconfía de ellas, duda. En su mentalidad creen que las mujeres tienen la culpa de que eso haya pasado. Ese tipo de problemas. O que en caso de violencia, muchas veces se niegan a recibirles su denuncia, y se los dicen: ‘es que al rato usted ya se habrá contentado con su marido y me va a hacer trabajar de balde’. No las motivan, al contrario. No hay una perspectiva de que están frente a mujeres que están siendo víctimas de violencia en una sociedad enormemente inequitativa en relación a las mujeres”.
Cuestionado sobre si los mexicanos conocemos nuestros derechos en materia de justicia, el especialista del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, responde enfático:
“No, creo que no. Creo que la cultura jurídica ciudadana; es decir, saber básicamente nuestros derechos y una cierta noción de cómo funciona el sistema, es muy pobre, y en la mayoría de los casos inexistente. En parte porque el sistema de justicia penal ha funcionado históricamente de manera opaca, de que no sabemos qué pasa, cómo suceden las cosas. Considero que la gente que llega ahí, ya sea a presentar una denuncia o acusado como posible responsable de haber cometido un delito, se siente en un sistema hostil, desconocido, difícil de entender para la mayoría de los ciudadanos; eso también hace que la corrupción sea muy alta, porque al estar ahí y sentirte intimidado lo que uno trata de hacer es salir de ahí lo más rápido, como sea. Se piensa: ‘De entrada la corrupción no está bien, pero mejor me voy de aquí’. Dicho en términos muy coloquiales es un sistema inquisitorio o también se le llama persecutorio, porque antes de la Reforma se hablaba de que el objetivo del sistema penal era perseguir los delitos. Y si quieres, de una manera muy coloquial puedes decir si es un sistema qué persigue, quién va a ser el perseguido. Esa es como la lógica más básica, más fundamental, y así ha venido funcionando el sistema, desafortunadamente”.
Por su parte Margarita Gresbach, Fundadora y Directora de la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia, AC (ODI), comenta: “Históricamente, las reformas que se han propuesto y llevado a cabo en México para atender los problemas de justicia, de corrupción y de ineficiencia en la justicia, se atienden cambiando a la gente: nuevas escuelas para policías, nuevas escuelas para Ministerios Públicos, mejores mecanismos de confianza… Cuando realmente, gran parte del problema que encontramos con respecto a la justicia en México no tiene que ver con la gente sino que tiene que ver con el sistema en sí y esto tiene sentido. Los derechos no deberían depender de qué tanto puedes confiar en una u otra persona porque son tus derechos, y esto significa dos cosas: que el sistema mismo debe promover el apego al estricto derecho, que sea un proceso que esté construido para facilitar y fomentar que las cosas se den como se deben hacer; pero también que ese mismo proceso haga más fácil la detección de irregularidades y el poder fincar responsabilidad. Adecuados procedimientos te sirven para ambas cosas. Hoy por hoy, lo que pasa con los sistemas de justicia cuando son una caja negra, es que cuando suceden irregularidades el quién lo hizo, cómo lo hizo, dónde está la irregularidad, son muy difíciles de detectar para poder fincar una responsabilidad clara”.
Con una sólida trayectoria de 10 años, la ODI surgió por dos razones claras: primero, porque no existía en México una instancia de asesoría y apoyo jurídico para la defensa de derechos de la infancia y, segundo, porque en muchos sentidos la infancia funciona como una población icónica en el ámbito de los derechos humanos en general. Con base en esta experiencia, Margarita Gresbach explica: “Todos requerimos de asistencia para el ejercicio de nuestros derechos, es decir, todos requerimos de un médico para hacer efectivo el derecho a la salud, todos requerimos vías de comunicación para hacer efectivo nuestro derecho a la libertad de tránsito… Sin embargo, en el caso de los niños es necesaria la asistencia que todos tenemos, más la mediación de un adulto para poderlos ejercer. El hecho de que, históricamente, la infancia sea vista como propiedad privada, como objetos y no tanto como sujetos, nos hace pensar que para ejercer nuestros derechos todos los adultos necesitamos un Estado –con sendos servicios especializados y diversos– y que los niños necesitan un DIF, pero el DIF no hace las veces de un Estado. Hasta hace muy poco, incluso, la justicia para adolescentes dependía directamente del Ejecutivo; esto es, cuando se era menor de edad y estabas en conflicto con la ley no necesitas un poder independiente como el poder judicial, sino que el propio Ejecutivo se hacía cargo, lo cual es una aberración absolutamente insostenible”.
Hace una década, cuando inició la ODI, “era impensable solicitar que un juez le diera un trato diferente a un niño que el que se le da a un adulto. De hecho plantear el tema era casi impensable, y cuando lo hacíamos las respuestas que recibíamos eran de mucho escepticismo. Hoy por hoy, la Suprema Corte ha publicado un protocolo para la atención especializada a niños y a niñas víctimas o testigos del delito, es claramente reconocido que un niño necesita una atención diferenciada y especializada en un juicio, y ese mismo reconocimiento derrama hacia otros grupos titulares de derechos especiales, y un ejemplo de ello son las publicaciones que a partir del protocolo de infancia la Suprema Corte está haciendo en otros temas –indígenas, mujeres–. Es básicamente el trabajo que hacemos, y en ese trabajo de litigar casos concretos, reales, familiares, penales, lo que ha sido evidente son las deficiencias propias del sistema, y la enorme necesidad de hacer un cambio de sistema y no solo de gente”, agrega Margarita.
LA REFORMA PENAL
Ernesto Canales Santos afirma que se trata de una transformación estructural, y pasa a explicar los cinco cambios que le parecen más significativos:
Otros puntos importantes de la Reforma implican procesos de investigación y seguimiento de los casos, porque actualmente el número de averiguaciones previas no corresponde con la cantidad de delitos que se registran, o como indica Edgar Cortez, del IMDHD: “Se calcula que de los delitos denunciados en alrededor de 94% no se logra completar una investigación, se queda ahí en el camino la denuncia, porque lo que también sucede es que en los hechos quien tiene la carga de la prueba, es decir de aportar pruebas, elementos… es la persona que denuncia, lo que muchas veces las desalienta. La investigación tendría que estar a cargo el Ministerio Público, pero no tienen el tiempo ni la capacidad ni los recursos”.
Como se puede observar, la Reforma Penal implica un cambio de paradigma, una forma radicalmente diferente de ejercer la justicia en el país, procurando que sea más clara y expedita, de ahí que especialistas como Edgar Cortez estén dedicando tiempos y esfuerzos importantes a labores de difusión y capacitación:
Y así es, a pesar de que se estableció un plazo de ocho años, Ernesto Canales externa: “Hay estados que ya la han implementado de forma total, o que la han implementado de forma gradual, como Nuevo León, pero hay entidades que prácticamente no han hecho nada, no han tomado ninguna reforma legal, y dentro de estos está el Distrito Federal y el Gobierno Federal; con lo que nos debemos cuestionar, por ejemplo, si los ciudadanos del Distrito Federal tienen menores derechos que los estados donde sí hay Reforma”.
CAMPAÑA CIUDADANA POR UN MÉXICO JUSTO
Lo cierto es que el tiempo se agota y puede derivar en: a) una improvisación de la Reforma Penal y las consecuencias que ello implica –ya que en el plazo estipulado también se prevén periodos de prueba y perfeccionamiento de los procesos–, y b) que llegue 2016 y exista en el país una impartición inequitativa de la justicia, de acuerdo con la entidad donde se localicen las víctimas y/o acusados.
Por ello, tres organizaciones civiles –el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia y la Red por los Derechos de la Infancia en México– sumaron esfuerzos para crear la campaña “Reforma Penal Mx con un Click” (www.reformapenalmexico.org), que tiene dos grandes objetivos:
1. Difundir los contenidos y beneficios de la Reforma Penal, a fin de que la ciudadanía se sensibilice sobre las implicaciones favorables que este cambio de cultura implica para una aplicación correcta de nuestros derechos y un sistema de justicia más transparente y eficaz.
2. Motivar la participación de la sociedad –y en especial la de los jóvenes– en el envío de una serie de cartas (preparadas previamente), que llegan directamente a los correos oficiales de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tanto de la Federación como de cada uno de los estados, donde se presiona para que manifiesten públicamente su compromiso por la Reforma Penal y para que agilicen todos los procesos que esto requiere.
En el sitio online de esta campaña ciudadana puede apreciarse un mapa de México donde, como indica Margarita Gresbach, hay un código de colores para indicar el avance de los estados en el tema de la Reforma Penal: “Muchos estados han decidido implementar por regiones; entonces idealmente éstos también tendrían mucho que se les pudiera exigir y presionar, pero la campaña tiene que ser simple para que sea algo funcional en el público amplio, entonces lo que se decidió es que todo estado que ya ha tenido un juicio oral cuenta como que ya lleva un buen avance y ya está en este proceso de que se irá perfeccionando, entonces están en verde; los amarillos son los que han empezado a dar algunos pasos y los rojos son los que no han hecho nada, por decirlo más fácilmente. Y curiosamente, digamos, Oaxaca que es un estado problemático en términos de los índices de educación, pobreza, etcétera, es uno de los estados que ya está implementando la Reforma; otros estados que uno esperaría que lo pudieran hacerlo no lo han hecho, como por ejemplo el Distrito Federal. Los avances no necesariamente se correlacionan con las dificultades que presentan. Es más bien de voluntad e interés político”.
A partir de un video que prepararon a modo introductorio (https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=NlqumtIoc4c), la campaña tiene un sistema de monitoreo que les permite saber, con exactitud, cuántas cartas se logran enviar y a qué destinatarios; así como conocer si existen respuestas directas. Por ejemplo, el pasado 18 de marzo, el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Nayarit realizó un pronunciamiento público en el que se comprometía a implementar con prontitud la Reforma Penal; mientras autoridades de otros estados, como Quintana Roo, han expresado su molestia por recibir este tipo de peticiones.
Esta campaña ciudadana cuenta también con un soporte en Facebook y en Twitter, donde informa con claridad cuáles son los avances –por mínimos que puedan parecer– que cada entidad registra. Pero trascendiendo las cuestiones jurídicas, el mayor objetivo es que los mexicanos de todas edades, géneros, condiciones socioeconómicas o culturales, estén más concientes de sus derechos y de cómo opera el sistema de justicia en nuestro país, y tener así las herramientas correctas para exigir su buen funcionamiento.

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