Una gran epopeya cubana
Ángel Guerra Cabrera/II
La gesta alfabetizadora cubana constituyó uno de los movimientos de
masas más abarcadores y promotores de la educación política de un pueblo que se
hayan llevado a cabo. En un estimado conservador puede afirmarse que algo más de
65 por ciento de la población estuvo estrechamente vinculada de una u otra forma
a la Campaña Nacional de Alfabetización (CNA). Es muy fácil comprenderlo si a
las cifras expuestas en la primera parte de este artículo añadimos las decenas
–o cientos– de miles de activistas de las Comisiones de Alfabetización en las
instancias nacional, provincial y municipal. Eran miembros de la Asociación de
Jóvenes Rebeldes, las organizaciones estudiantiles, femeninas, campesinas,
barriales, profesionales, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de las
Organizaciones Revolucionarias Integradas, nombre que recibía entonces el
partido dirigente de la revolución. Debe considerarse, además, la absorción por
sus compañeros de las labores que dejaban en los centros de trabajo los 15 mil
brigadistas obreros Patria o Muerte movilizados como refuerzo en los tres meses
finales de la campaña. Fidel Castro, estratega de todos los grandes movimientos
de masas de la revolución cubana y sistemático impulsor de la campaña de
alfabetización, afirmó:
No hacían falta tantos recursos económicos, muy pocos recursos económicos. Hacían falta recursos humanos, y las naciones tienen grandes recursos humanos, pero sólo las revoluciones pueden movilizar todos los recursos humanos de un pueblo.
La revolución cubana alfabetizó hasta diciembre de 1961 a 807 mil 212
ciudadanos pues 100 mil ya habían sido liberados de ese flagelo durante la
guerra de liberación y los años 1959 y 1960, como señaló entonces el ministro de
Educación Armando Hart Dávalos en el informe final de la CNA. Hart supo
interpretar cabalmente las concepciones de Fidel y de Martí sobre la educación y
las aplicó y desarrolló con enorme creatividad. Fue el artífice de la gran
revolución educacional y cultural que se venía gestando desde enero de 1959 en
el ministerio a su cargo. Tuvo la visión de reunir en torno suyo a los más
capaces y experimentados educadores de Cuba, promover el debate entre ellos para
llegar a las mejores síntesis en la práctica y la teoría pedagógicas.
Acostumbraba aplicar los proyectos casi siempre de modo experimental y sólo se
generalizaban una vez puestos en práctica y analizados los resultados, desde la
comprensión de que toda idea o método envejecen por mejor formulados que sean.
Pude participar de esta práctica pedagógica con mucha frecuencia junto a Raúl
Ferrer, uno de aquellos pedagogos, viejo militante comunista además de líder
magisterial, poeta de raigal cubanía, muy identificado con las ideas de Hart y
Fidel. Recuerdo también con afecto y respeto a Abel Prieto (padre), José
Aguilera Maceiras, Gaspar Jorge García Galló, Juan Mier, Dulce María Escalona y
Cordelia Navarro. Ellos encarnaban las tradiciones patrióticas, rebeldes e
innovadoras de la escuela cubana surgida junto a (y forjadora de) la
nacionalidad, desde comienzos del siglo 19. Abrevaron del ideario pedagógico de
Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José María Mendive, José Martí y
Enrique José de Varona: profundamente anticolonialista, antirracista,
antimperialista e inspirado en muy diversas corrientes del pensamiento
humanista. Entre ellas el marxismo, presente en la educación cubana desde el
primer cuarto del siglo 20 y de la que la Universidad Obrera fundada por Julio
Antonio Mella es un alto exponente. También cabe recordar los esfuerzos
educativos gestados desde fines del siglo 19 y principios del 20 por los
sindicalistas anarquistas. La lucha por la educación popular ha estado plasmada
en los programas revolucionarios cubanos de todas las épocas.
Uno de los grandes méritos de la revolución cubana en sus primeros años es
haber sido capaz de conducir simultáneamente la alfabetización y, en perfecta
sincronía con ella, otros grandes movimientos de masas como las trasformaciones
agrarias, la organización y funcionamiento –sin refacciones– de la industria
socialista y la creación de un gran ejército popular capaz de derrotar y
disuadir al enemigo imperialista. Estudiar cómo esto fue posible en las
difíciles condiciones de penuria de cuadros calificados, constantes agresiones
terroristas y bloqueo yanqui puede aportar valiosísimas claves para realizar con
éxito las transformaciones que actualmente implementa Cuba.

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