Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 17 de abril de 2012

Argentina: golpe de timón- Seguridad energética- De la fantasía a los hechos- Repsol: expropiación y vergüenza

Argentina: golpe de timón
Seguridad energética
Víctor Bronstein*
Foto
Los ministros españoles José Manuel García Margallo, de Asuntos Exteriores, y José Manuel Soria, de Industria, criticaron en Madrid la medida anunciada por ArgentinaFoto Reuters
      La lógica repercusión del anuncio presidencial sobre el nacimiento de una nueva YPF puso en segundo plano el concepto político fundamental del proyecto de ley que establece como objetivo prioritario del país el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos con el objetivo de garantizar el desarrollo económico del país.
Cuando se crea YPF, en 1922, nuestro país no contaba con una ley de hidrocarburos y el objetivo fundamental entonces fue tener una herramienta para defender el recurso petrolero de la avidez de las grandes empresas extranjeras y evitar el monopolio en la comercialización de combustibles. En 1923, Mosconi define un plan estratégico para la empresa con tres objetivos fundamentales: 1) hacer de YPF una empresa integrada con producción, destilación, transporte, almacenamiento y distribución; 2) actuar como regulador del mercado, bajando los precios a niveles convenientes a los intereses nacionales, arrastrando en ese movimiento a las empresas privadas; 3) lograr el autoabastecimiento. Este último punto fue el gran fracaso de Mosconi y marcó la historia del petróleo en nuestro país, donde sólo en breves periodos este objetivo fue cumplido.
Sin embargo, en aquel entonces el mundo contaba con grandes reservas de petróleo y, por lo tanto, la búsqueda del autoabastecimiento tenía fundamentalmente un objetivo económico, ya que provocaba un déficit importante en nuestra balanza de pagos.
Ese fue el escenario de los noventa, donde se implementaron en nuestra región las políticas de reforma del Estado y de integración energética impulsadas por Estados Unidos. En ese momento se consideraba que el petróleo no tenía valor estratégico y que era una commodity más.
Hacia finales del siglo pasado comienza un nuevo escenario generado por el ingreso de China e India a la civilización industrial y porque los recursos petroleros convencionales comienzan a dar síntomas de agotamiento. Por primera vez en la era del petróleo, la oferta tiene dificultades para satisfacer la demanda. Ante esta situación, la búsqueda del autoabastecimiento trasciende la cuestión económica para instalarse como un objetivo político fundamental. Así lo entienden los países desarrollados y también China, que buscan garantizar su suministro energético a partir de tomar posiciones geopolíticas agresivas y, simultáneamente, buscar acuerdos con los países que tienen más reservas de hidrocarburos.
En este contexto, América Latina tiene una situación particular, ya que tiene los recursos para autoabastecerse energéticamente. Por lo tanto, debemos ampliar el concepto de autoabastecimiento al de seguridad energética regional.
* Director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Argentina)
Diario Página 12

Safari en Madrid-Hernández
Argentina: golpe de timón
De la fantasía a los hechos
Martín Granovsky
      Hace varios años que la restatización del petróleo figuraba en la fantasía del gobierno y de varios de sus miembros, la presidenta incluida. Y un secretario de Estado con acceso privilegiado a Cristina Fernández de Kirchner y antes a Néstor Kirchner, a quien llamaba el más díscolo de todos nosotros, a veces hasta se animaba a deslizar esa fantasía como un plan a cumplir.
Es que la sigla YPF reaparecía con frecuencia en boca de vecinos o amigos. En abril de 2006, el ministro Julio de Vido y una reducida comitiva viajaron a La Paz para negociar el precio del gas boliviano y un gasoducto para el noreste argentino. En ese momento ocupaba el Ministerio de Hidrocarburos Andrés Soliz Rada, un viejo nacionalista de izquierda a quien un entonces y actual funcionario argentino había guarecido en su casa durante la dictadura. En su mensaje de bienvenida, lo primero que hizo Soliz Rada fue recordar que Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia, YPFB, se había fundado en 1936 siguiendo la idea argentina de YPF. Pero aquella YPF comenzada por Hipólito Yrigoyen e impulsada por Marcelo Torcuato de Alvear junto con un ingeniero militar a cargo de la empresa estatal, Enrique Mosconi, ya no existía en 2006. Había sido privatizada, atomizada y provincializada durante el gobierno de Carlos Menem entre 1990 y 1992. Y en enero de 1999 la sociedad anónima ya había quedado bajo el control mayoritario de la española Repsol.
En Brasil el Consejo Nacional de Petróleo había sido fundado en 1939, bajo Getulio Vargas, con YPF como una de las referencias. Era una instancia de regulación. YPF terminó de ser el modelo inicial de Petrobras, fundada en 1953 durante otro mandato de Getulio.
En 1939, el presidente Lázaro Cárdenas creó Petróleos Mexicanos. Cárdenas también había tratado con Mosconi, que según el investigador y diplomático Carlos Piñeiro Iñíguez fue quien presentó a otro oficial, Juan Perón, ante el presidente de México.
Cada país ensayó, en los años 30 y después, distintas experiencias con el petróleo. Hubo etapas más estatistas y etapas más flexibles frente al capital privado, como la que protagonizó el propio Getulio mientras negociaba inversiones siderúrgicas de Estados Unidos en Brasil.
Pero el único país que rompió el molde del todo fue la Argentina, a comienzos del primer gobierno de Carlos Menem y a fines del segundo. Lo hizo, inclusive, yendo más allá de otras gestiones neoliberales como las de los brasileños Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso o el mexicano Carlos Salinas de Gortari. Hasta superó a la dictadura de Augusto Pinochet, que reprivatizó sólo parcialmente el cobre nacionalizado por el gobierno (1970-73) del socialista Salvador Allende.
Tal vez por eso ayer la iniciativa de Cristina Fernández de Kirchner de restatizar YPF fue recibida con alaridos en España pero, en cambio, mereció un tono informativo y neutro, por ejemplo, en dos webs ligadas al mundo de los negocios de Brasil, propiedad una del diario Estado de Sao Paulo y la otra de Valor Económico.
En la mayoría de Sudamérica, con excepción de Chile, hoy no pesan las opiniones que cuestionan el papel del Estado, y menos las críticas que apuntan como negativo el manejo de los hidrocarburos bajo responsabilidad de los gobiernos.
En realidad tampoco deberían pesar, honestamente, en Europa occidental. En octubre de 2008, un mes después de la caída de Lehman Brothers, el ministro del Tesoro de Gran Bretaña, Alistair Darling, anunció que el Estado compraría hasta 60 mil millones de dólares en acciones de cuatro bancos británicos. Es decir, una nacionalización parcial. ¿O sí pesan las opiniones más rígidas en una Europa del sur menos flexible y por lo tanto más débil estos días frente al huracán de la crisis mundial? Las decisiones sobre Repsol, como sobre Aerolíneas u otros compañías, fueron compartidas entre la derecha del Partido Popular y la socialdemocracia del PSOE en periodos históricos distintos. Por eso la solidaridad con Mariano Rajoy, ayer, del candidato socialista vencido en las últimas elecciones, Alfredo Pérez Rubalcaba. Una solidaridad que quizás tenga una dosis de dogmatismo compartido frente a la ortodoxia de mercado que ya destruyó Grecia y va por más.
El anuncio de Cristina abre una discusión interesante y sin límites, incluso sobre si Santa Cruz no pudo, no supo o no quiso oponerse en su momento a la atomización de Menem o sobre las debilidades de la política petrolera desde 2003 hasta aquí.
Pero más allá del debate histórico sobre realidades frescas o más lejanas, que no parece preocupar el gobierno, el envío del proyecto de ley y la intervención de Repsol son hechos. Y los hechos en política, y más en política petrolera, provocan realineamientos, abren la etapa de las disputas concretas, generan peleas descarnadas y ponen la agenda en el futuro. Ayer Rajoy estaba furioso y Pino Solanas contento.
Diario Página 12

Rajoy en México-Rocha
Repsol: expropiación y vergüenza
       El titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, calificó ayer de muy poco responsable y muy poco racional la decisión de la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, de enviar al Congreso de su país un proyecto de ley de expropiación de la empresa petrolera YPF, filial de la transnacional de origen español Repsol, en un esquema que distribuye la propiedad de la compañía en 51 por ciento para el gobierno federal y el 49 por ciento restante para las provincias productoras de hidrocarburos.
Con esas palabras altisonantes, contrarias a los usos diplomáticos y notoriamente improcedentes, el político mexicano da un paso más en sus expresiones de malestar ante la actitud soberana del gobierno de Buenos Aires en su confrontación con Repsol. Ya en días pasados, en territorio argentino, y con el evidente telón de fondo de la pugna entre el país anfitrión y la transnacional referida, Calderón había arremetido contra el intervencionismo estatal y las expropiaciones que han tenido lugar en diversas naciones del continente.
No debiera omitirse el dato de que el presidente español, Mariano Rajoy, y otros integrantes de su gobierno –que actúa más como defensor de los intereses empresariales que como representante de todos los españoles–, han montado en cólera por el ejercicio de soberanía efectuado por Argentina y que, como parte de sus acciones para impedir la expropiación, pidieron a Calderón Hinojosa que interviniera en el conflicto.
Otro aspecto que debe mencionarse es el sostenido apoyo que la administración calderonista ha brindado, en forma difícilmente explicable, a la transnacional energética: el actual gobierno federal mexicano le ha otorgado contratos multimillonarios que resultan lesivos para el interés nacional, le ha dado múltiples concesiones para la explotación petrolera, en contravención de los términos del artículo 27 constitucional; ha involucrado a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en adquisiciones masivas de electricidad producida por esa y otras corporaciones extranjeras, en detrimento de los consumidores, y recientemente comprometió a Pemex en la adquisición de paquetes accionarios de Repsol, adquisición que tuvo visos de ser una suerte de rescate de la empresa, y que generó pérdidas considerables para el erario mexicano.
A la espera de conocer los compromisos ocultos –porque no están a la vista– que haya contraído el calderonismo con Repsol, y que han llevado a la actual administración federal de México a comportarse como su defensora oficiosa y su gran benefactora, es importante señalar que la decisión tomada por la Casa Rosada es una acción acorde con las necesidades de desarrollo del país austral, una aplicación legal y legítima del principio de soberanía y una decisión responsable, en la medida en que la filial argentina de Repsol había venido disiminuyendo año con año su producción de gas y petróleo y había forzado al país a realizar importaciones crecientes, que el año pasado ascendieron a más de nueve mil millones de dólares.
Con esas consideraciones en mente, es deplorable y vergonzoso que el gobierno mexicano, en vez de comportarse en forma solidaria con una nación hermana, haya optado por alinearse con el capital transnacional, haya transgredido las formas y las maneras de la diplomacia y se arriesgue incluso a provocar un incidente diplomático con tal de cuidar los intereses de un corporativo que tantas pérdidas ha causado a las finanzas públicas de México
 

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