“La Gaviota” para Presidenta
Angélica Rivera, esposa del candidato priista a la Presidencia, Enrique Peña Nieto.
Foto: Miguel Dimayuga
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (apro).- “¡Gaviota para Presidenta! y Enrique Peña Nieto de consorte”. Esto es lo que el candidato del PRI a la Presidencia de la República ha proyectado. Finalmente ni una ni otro han dado muestras distintas de que su interés es sólo proyectar una cara bonita.
Aunque el comentario pudiera parecer un lugar común, lo cierto es que eso fue la parte visible de los tres primeros días de campaña del “bombón”, Peña Nieto. Y si no, aquí una muestra:
Su inicio de campaña arrancó con frases tan vagas que cualquier persona, “La Gaviota”, Angélica Rivera, su esposa; Luis Videgaray, su jefe de campaña o el señor de la factoría de jugos de cualquier ciudad del país, puede ofrecer:
Acabar con la inseguridad, la pobreza, mejorar la educación y generar un mayor crecimiento económico, fueron los compromisos firmados ante notario por Peña Nieto.
Nunca dijo cómo lo hará, simplemente, lo prometió. En Ciudad Juárez, la urbe más abatida, descompuesta, dividida y descuartizada por el crimen organizado y por los pésimos desempeños de los gobiernos federal, estatal y municipal, “el bombón” ofreció como fórmula para recuperarla crear policías regionales.
Si alguien que no haya vivido en ella los últimos doce años de su vida llega a Ciudad Juárez y ve la desolación de sus calles, el coraje y tristeza de su gente; el dolor de los padres de familia, y ve cuántas casas están en venta, cuántos establecimientos cerrados –gran parte de ellos tapizados con hojas en blanco tamaño oficio en donde aparece una jovencita, una niña o una mujer madura que desde hace tres, cuatro o seis años desapareció–, puede darse cuenta que no es ofreciendo una regionalización de policías como se abate el crimen organizado ni se recupera una ciudad o una hija perdida.
La ridícula propuesta de Peña Nieto no la escucharon con atención ni los juarenses que fueron obligados a ir al evento en la principal plaza. Y para muestra de esto ahí están algunas pocas crónicas que dieron cuenta de cómo se fue vaciando el lugar cuando “el bombón” hablaba de su gran fórmula contra el crimen organizado.
Otro ofrecimiento absurdo: más dinero para el combate. ¿Qué acaso Peña Nieto no escuchó o leyó que el gobierno de Felipe Calderón ha sido el que más ha invertido, al que el Congreso de la Unión más dinero le ha autorizado en toda la historia del país y ha sido cuando el crimen se ha vuelto más violento?
Cualquiera que haya estado en el gobierno, que sea un negociador, un político serio, no un simulacro ni una cara bonita de televisión, sabe que no es con más dinero como se abate el crimen. Claro que es una parte, pero no es con más dinero ni más armas como se puede aminorar la violencia y crimen.
Las propuestas de Peña Nieto son, hasta ahora, tan huecas como los pequeños videos que “La Gaviota” ha subido a la red social.
Lo que sí hay que reconocer es que Angélica Rivero ha desarrollado su mejor papel como actriz: ha podido recoger en Guadalajara, Ciudad Juárez, Comitán, Hermosillo y Veracruz, lo que durante años cosechó en la pantalla de Televisa después de que ganó el certamen de El Rostro, que patrocinaba un diario capitalino ya desaparecido. En cada ciudad recibe muestras de cariño; su presencia genera bulla, llama a sacar la foto del recuerdo.
El grito que más se escucha es el de ¡Gaviota, Gaviota! Mientras que el de Peña Nieto es débil, apenas perceptible.
Sin duda La Gaviota tiene arrastre y es el mejor haber que trae “el bombón” en su campaña. Ella sí jala gente, ella sí provoca porras, ella sí quiere ser tocada, sobada por su público. Incluso, hasta el empresario de Minsa que lo recibió en sus instalaciones de Guadalajara le reprochó que no la haya llevado, pues no solo querían escuchar las propuestas de “el bombón”, sino también ver y tomarse la foto con La Gaviota.
Pero algo sí se le debe reconocer al “bombón” priista: su pegue con las mujeres; con ellas sí que tiene presencia. El único evento real, de corazón, fue el que tuvo con las mujeres en Tlaquepaque, fuera de ahí, todos han sido una ilusión óptica, un acarreo de los estados y ciudades para llenar plazas que terminan escuchando las huecas palabras del candidato.
Peña Nieto es, sin duda, una cara bonita que cuando improvisa puede ser hasta irónico y mofarse de sí mismo, como sucedió con los empresarios de Guadalajara cuando se refirió al traspié que tuvo en la Feria Internacional del Libro. Si quiere el PRI mejorar su campaña debe dejar suelto a Peña Nieto, quitarle siempre el telepromter y que se atreva a despeinarse un poco, los pocos actos en que lo hizo, lo hizo bien.
Dicen que los poderes fácticos lo adoran, da rating. A la Iglesia le da reformas, a la televisión, rating; y a sus contrincantes les da materia para hacer escarnio de él y sus propuestas. Y el Ejército le da guaruras: tres altos fornidos y malencarados militares que hoy están de permiso son parte de su equipo de seguridad. Regalo de su general Miranda, quien sigue acariciando la idea de ser el próximo secretario de la Defensa Nacional. Sí, el mismo general Miranda que se hizo cargo de la XI Zona Militar y que comprende los estados de Chihuahua y Coahuila.
Lo cierto de todo es que en este arranque de campaña los resultados no son buenos para “el bombón”, a menos que pretendan seguir auto engañándose con los mítines pagados y obligados de “su militancia”.
Si a todo esto se le suma el rumor de que Peña Nieto también anda un poco enfermo, pues habrá entonces que meterle propuestas y más cercanía –de verdad— con la gente. No vaya a ser que lo enfermen antes de que concluya la campaña.
Dato:
El Lunes, el juez Felipe Consuelo que lleva el concurso mercantil de Mexicana de Aviación rechazará a White & Case como interventor, su problema es que tiene conflicto de interés, pues esta misma empresa asesora a Aeroméxico y su abogado, Vicente Corta, ya estuvo antes en Mexicana cuando estaba a cargo del gobierno. El martes, 10 Jorge Gastelum Miranda, quien tiene en su poder las acciones de Mexicana anunciará si las vende o no.
Y el gobierno de Felipe Calderón, en tanto, deberá dar una explicación de por qué esta obstaculizando la venta de la aerolínea.
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx
Josefina, la conferencista
JVM. Mensajes motivacionales.
Foto: Octavio Gómez
Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F.(apro).- Bernardo Luis López Artasánchez, el escultor que diseñó la polémica estatua de Vicente Fox derribada en Boca del Río, Veracruz, comió en junio de 2009 con Josefina Vázquez Mota. Me contó:
“Traté de hablar con ella de algún tema intrascendente, pero me fue imposible. No sé si no hubo clic; no me considero monedita de oro, pero me he sentado toda mi vida con personas a comer y platicar de temas intrascendentes”.
El fundador de Proceso, Julio Scherer García, relata en su libro Historias de Muerte y Corrupción (Grijalbo, Mondadori, 2011) otro encuentro fallido con la ahora candidata del PAN a la presidencia de la República. Vázquez Mota citó al periodista en un comedor de la Secretaría de Educación Pública, cuando la panista era titular de la dependencia. Scherer recuerda una cita tensa, anodina:
“A punto de las ‘buenas noches’, le dije a la señora, de mal humor: ‘Aún tiene tiempo, señora. Sálgase. Esto no va a ninguna parte”.
Estos dos episodios describen a una mujer con problemas para relacionarse con los demás, como si tuviese temor a lo desconocido, a decir lo que verdaderamente piensa.
Distinta es la cara de Josefina Vázquez Mota cuando está en confianza. En una conversación que difundió el portal La Silla Rota entre la candidata y Agustín Torres, su operador en redes sociales, se muestra suelta, dicharachera:
— ¡Mi Agus, vamos a ganar!, y luego, ¿qué vamos a hacer?
— Pues no sé, ya a ver qué hacemos.
— No, claro que sí.
— Ganarle a Peña, ganarle a Peña.
— Claro, eso vamos a hacer mi Agus.
En esta parte de la charla, que ocurrió durante la contienda interna del PAN, la candidata revela su asombro ante su posible triunfo, además de su incertidumbre por qué hacer después. En esta conversación Vázquez Mota se muestra nerviosa, sin tener claro cuál es su proyecto para gobernar este país.
Pareciera que este es uno de los problemas más grandes que arrastra la candidata, su ceguera por sólo ganar, como si fuera un capricho del ego. ¿Por qué Josefina refleja poca autenticidad?, ¿por qué emana un aire de falsedad y acartonamiento?, ¿por qué sus problemas para sostener una charla común y ordinaria? Una hipótesis personal es que, en el fondo, no tiene sustancia con qué soportarlo. Como ella misma lo dice, “y luego, ¿qué vamos a hacer?”.
En su presentación ante la organización SOS, dirigida por el empresario Alejandro Martí, Vázquez Mota estuvo a punto de desvanecerse. Se le cortó la voz, sufrió vértigo y se vio obligada a continuar su discurso sentada. Aunque fue evidente su problema, cuando le ofrecieron un vaso de agua simple, respondió molesta: “¡No, no, gracias, estamos muy bien!”.
Para contrarrestar este episodio, días después Vázquez Mota se subió a una bicicleta elíptica y ofreció una breve entrevista a Milenio Televisión. La candidata quiso aprovechar la oportunidad para rechazar problemas de salud:
— Yo estoy bien, es un mito, es falso que tenga un problema alimenticio, de anorexia, de bulimia, si lo tuviera lo diría para ayudar a alguien más, como bien, ¿ayer qué tal nuestra langosta?
— Sí, pero apenas probó la langosta, lo que vi que se comió fue el flan.
— (risas incómodas) ¡ya me delató con mi langosta!
Estas dos escenas reflejan a una candidata que pretende negar la realidad en público, y a una mujer que finge, intentando engañar: “¿qué tal nuestra langosta?”.
Su equipo también se identifica con este estilo. Vázquez Mota alegó que su episodio en la organización SOS se derivó de ingerir medicamentos antigripales; al día siguiente, Augusta Valentina Díaz de Rivera, vocera de su campaña, informó que se trató de un problema de presión.
Lo cierto es que la candidata no es hábil para engañar, característica que sí han desarrollado algunos otros políticos; tampoco tiene el don de la empatía, cualidad básica en un candidato a un puesto de elección popular. Por el contrario, pareciera que Josefina Vázquez Mota padece la campaña. No en pocas ocasiones ha recordado en algunas entrevistas, con nostalgia, su época como conferencista y autora de libros de superación personal. Y es que actúa más bien como eso, como un orador impostado que tomó cursos de lenguaje corporal, imagen y modulación de voz para hablar con seguridad ante su auditorio.
En la introducción a su libro Dios mío hazme viuda por favor Vázquez Mota habla de la importancia de la autenticidad:
“Esta lectura nos llevará a enfrentar uno de los desafíos más trascendentes en la vida del ser-humano: construirnos como un original, únicos e irrepetibles” (sic).
La candidata del PAN refleja que ni siquiera puede honrar sus propias enseñanzas. En realidad, sus actos de campaña la han exhibido como una conferencista empecinada en ganar, en vencer un obstáculo, como si fuera un necio reto de superación personal. La única diferencia es que su ambición incide en todo un país.
Contacto: www.juanpabloproal.com
“Traté de hablar con ella de algún tema intrascendente, pero me fue imposible. No sé si no hubo clic; no me considero monedita de oro, pero me he sentado toda mi vida con personas a comer y platicar de temas intrascendentes”.
El fundador de Proceso, Julio Scherer García, relata en su libro Historias de Muerte y Corrupción (Grijalbo, Mondadori, 2011) otro encuentro fallido con la ahora candidata del PAN a la presidencia de la República. Vázquez Mota citó al periodista en un comedor de la Secretaría de Educación Pública, cuando la panista era titular de la dependencia. Scherer recuerda una cita tensa, anodina:
“A punto de las ‘buenas noches’, le dije a la señora, de mal humor: ‘Aún tiene tiempo, señora. Sálgase. Esto no va a ninguna parte”.
Estos dos episodios describen a una mujer con problemas para relacionarse con los demás, como si tuviese temor a lo desconocido, a decir lo que verdaderamente piensa.
Distinta es la cara de Josefina Vázquez Mota cuando está en confianza. En una conversación que difundió el portal La Silla Rota entre la candidata y Agustín Torres, su operador en redes sociales, se muestra suelta, dicharachera:
— ¡Mi Agus, vamos a ganar!, y luego, ¿qué vamos a hacer?
— Pues no sé, ya a ver qué hacemos.
— No, claro que sí.
— Ganarle a Peña, ganarle a Peña.
— Claro, eso vamos a hacer mi Agus.
En esta parte de la charla, que ocurrió durante la contienda interna del PAN, la candidata revela su asombro ante su posible triunfo, además de su incertidumbre por qué hacer después. En esta conversación Vázquez Mota se muestra nerviosa, sin tener claro cuál es su proyecto para gobernar este país.
Pareciera que este es uno de los problemas más grandes que arrastra la candidata, su ceguera por sólo ganar, como si fuera un capricho del ego. ¿Por qué Josefina refleja poca autenticidad?, ¿por qué emana un aire de falsedad y acartonamiento?, ¿por qué sus problemas para sostener una charla común y ordinaria? Una hipótesis personal es que, en el fondo, no tiene sustancia con qué soportarlo. Como ella misma lo dice, “y luego, ¿qué vamos a hacer?”.
En su presentación ante la organización SOS, dirigida por el empresario Alejandro Martí, Vázquez Mota estuvo a punto de desvanecerse. Se le cortó la voz, sufrió vértigo y se vio obligada a continuar su discurso sentada. Aunque fue evidente su problema, cuando le ofrecieron un vaso de agua simple, respondió molesta: “¡No, no, gracias, estamos muy bien!”.
Para contrarrestar este episodio, días después Vázquez Mota se subió a una bicicleta elíptica y ofreció una breve entrevista a Milenio Televisión. La candidata quiso aprovechar la oportunidad para rechazar problemas de salud:
— Yo estoy bien, es un mito, es falso que tenga un problema alimenticio, de anorexia, de bulimia, si lo tuviera lo diría para ayudar a alguien más, como bien, ¿ayer qué tal nuestra langosta?
— Sí, pero apenas probó la langosta, lo que vi que se comió fue el flan.
— (risas incómodas) ¡ya me delató con mi langosta!
Estas dos escenas reflejan a una candidata que pretende negar la realidad en público, y a una mujer que finge, intentando engañar: “¿qué tal nuestra langosta?”.
Su equipo también se identifica con este estilo. Vázquez Mota alegó que su episodio en la organización SOS se derivó de ingerir medicamentos antigripales; al día siguiente, Augusta Valentina Díaz de Rivera, vocera de su campaña, informó que se trató de un problema de presión.
Lo cierto es que la candidata no es hábil para engañar, característica que sí han desarrollado algunos otros políticos; tampoco tiene el don de la empatía, cualidad básica en un candidato a un puesto de elección popular. Por el contrario, pareciera que Josefina Vázquez Mota padece la campaña. No en pocas ocasiones ha recordado en algunas entrevistas, con nostalgia, su época como conferencista y autora de libros de superación personal. Y es que actúa más bien como eso, como un orador impostado que tomó cursos de lenguaje corporal, imagen y modulación de voz para hablar con seguridad ante su auditorio.
En la introducción a su libro Dios mío hazme viuda por favor Vázquez Mota habla de la importancia de la autenticidad:
“Esta lectura nos llevará a enfrentar uno de los desafíos más trascendentes en la vida del ser-humano: construirnos como un original, únicos e irrepetibles” (sic).
La candidata del PAN refleja que ni siquiera puede honrar sus propias enseñanzas. En realidad, sus actos de campaña la han exhibido como una conferencista empecinada en ganar, en vencer un obstáculo, como si fuera un necio reto de superación personal. La única diferencia es que su ambición incide en todo un país.
Contacto: www.juanpabloproal.com
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