Se vuelcan los alemanes sobre el Códice Maya
El Códice Maya en Dresden.
Foto: Yetlaneci Alcaraz
Foto: Yetlaneci Alcaraz
Una gran expectativa ha causado en Alemania la exposición del Códice Maya de Dresden, del cual se ha generado la interpretación de que este año se acabará el mundo. La muestra, titulada precisamente 2012, ¿el fin del mundo?, es aprovechada por sus anfitriones de la Biblioteca de la ciudad de Dresden para refutar la superchería y adentrar al público en el entendimiento profundo de la ancestral cultura mesoamericana.
DRESDEN, ALEMANIA (Proceso).- – La imagen en el Códice Maya de Dresden es clara y no deja dudas:
Debajo de las dos hileras de jeroglíficos de la parte superior del papiro, se despliega el cuerpo de un dragón-cocodrilo celestial. De sus fauces sale un torrente de agua que corre a lo largo del pliego de amate. Debajo del dragón, los símbolos de dos eclipses de sol arrojan también chorros fluviales. En el centro de la ilustración, la imagen de la diosa Chak Chel vacía un cántaro lleno de agua sobre la tierra. Y debajo de ella, un dios del inframundo, representado en color negro, recibe o da un par de lanzas a una mano que se desprende del torrente. Sobre las aguas del cántaro que sostiene la diosa aparece clara la referencia a la fecha 5EB del calendario sagrado maya Tzolkin. El significado: una gran catástrofe podría presentarse en tal fecha.
En ésta última página del códice –según los seguidores místicos de la cultura maya– estaría plasmada parte de las predicciones sobre el anunciado y muy comercializado fin del mundo, previsto para el 21 de diciembre de 2012.
Justamente esta expectativa colectiva –generada tanto por las películas de Hollywood y medios de comunicación que hacen eco del catastrófico fin– sirvió como pretexto para que la estatal Biblioteca de Dresden (SLUB) presentara la exposición 2012, ¿el fin del mundo? y mostrara en todo su esplendor el códice maya que desde hace 273 años forma parte de su patrimonio.
“Utilizamos este alboroto en torno al supuesto fin del mundo con el propósito de atraer a la gente y luego mostrar el verdadero contenido de la escritura, con todas sus partes, y dejar claro que no se trata de una predicción catastrófica que anuncia el fin del mundo y que tampoco está relacionada con el año 2012”, explica en entrevista con Proceso Susan Steinert, quien –junto con Katrin Nitzschke– fue curadora de la exposición.
Un códice “alemán”
Luego de la conquista española, sólo tres códices mayas quedaron a salvo del fuego y destrucción que implicó la evangelización de los pueblos. Los tres se encuentran en Europa: uno en la Biblioteca Nacional de París, otro en el Museo de América de Madrid y el tercero en la Biblioteca de la ciudad de Dresden.
Este último es el mejor conservado, el más importante por lo completo de su contenido y el único que está en exhibición al público. Desde el pasado 24 de febrero y hasta el próximo 12 de mayo la exposición 2012, ¿el fin del mundo? explica a los visitantes el contenido de este valioso documento y su historia en Alemania.
“Se trata de un escrito en el que los sacerdotes que lo elaboraron plasmaron calendarios de rituales, predicciones, cálculos de las fases de Venus, eclipses de luna y sol e instrucciones para los lugares de estancia del dios de la lluvia”, explica Steinert.
Así, el Códice Maya de Dresden contiene, por ejemplo, un capítulo dedicado a Venus, estrella que dentro de su cosmovisión representaba a un dios agresivo. En él aparecen previstas las fechas en las cuales sería visible en el cielo, y la predicción –siempre dentro de una visión cíclica del tiempo– de que para esas fechas se presentarían posibilidades de guerra o desgracia.
“Venus no era una estrella del amor, sino un dios agresivo y cuando aparecía en el cielo como estrella de la mañana consideraban los mayas que era tiempo propicio para la guerra”, refiere Steinert.
Otro capítulo, el introductorio, presenta a los 20 dioses mayas más importantes y en él se hace su descripción y se explican sus atributos. Según refiere la propia exposición, gran parte de los 305 símbolos usados en el códice se han podido descifrar y la mayoría de ellos consiste en frases cortas que hacen referencia a las imágenes que acompañan. Además contiene signos numéricos que constan de rayas, que representan el número cinco; de puntos, que equivaldría a una unidad, y de conchas estilizadas, cuyo significado sería el cero.
Otro apartado del códice está dedicado a la medicina. En él aparece repetidamente la diosa de la luna, Ixchel, representada por una mujer que carga sobre su espalda distintas aves. Ella, protectora de las mujeres, era la portadora de las curaciones pero también de las enfermedades y la muerte. Así, según el códice, las aves que porta sobre su espalda simbolizan distintas enfermedades, y el cráneo que carga en otra de las imágenes es, sin duda, la muerte.
El apartado que cierra el códice es el referente al dios de la lluvia, Chak. En él, se presentan los cálculos que hicieron los mayas para los periodos de lluvia y se describen además las diferentes manifestaciones de la deidad. Es justamente el cierre de este almanaque, y que coincidentemente es también la última página que se tiene del códice, el que predice una gran catástrofe natural por inundación.
“Esta página, que además es la única que presenta casi en su totalidad sólo dibujo, es la que señala que en determinado momento, específicamente en cada día 5Eb Tzolkin, hay un riesgo de inundación. Esta fecha no tiene relación alguna con el 2012 y es más bien una fecha periódica que se repite cada 260 días. Y en ese sentido, podemos decir que según este códice, existiría cada 260 días una posibilidad de inundación. No hay que perder de vista que los mayas planteaban su mundo en periodos cíclicos y este pensamiento apocalíptico del fin del mundo era extraño para ellos, hasta la llegada de los misioneros”, señala la curadora.
Su explicación coincide con la que ofrecieron los investigadores mexicanos Jorge Franco, Antonio Machuca y Erik Velásquez, quienes en estas páginas señalaron a la reportera Judith Amador que en sólo una de las 5 mil inscripciones jeroglíficas que se conservan de los mayas antiguos se menciona la fecha 21 de diciembre de 2012, pero que ésta no anuncia el fin de mundo y ni siquiera habla de un cambio de era (Proceso, 1843).
La curadora Steinert aclara que toda la información sobre el contenido del códice está basada en los estudios que desde el siglo XIX realizaron especialistas europeos. Los estudios continúan hasta la fecha. Los encabeza el investigador alemán Nikolai Grube, el especialista en escritura maya más reconocido en todo el mundo y catedrático de la Universidad de Bonn.
El pilón mexicano
El cómo esta escritura maya cruzó el Atlántico y llegó a este lado del mundo es todavía un misterio. De lo que sí hay certeza es de su historia en tierras germanas.
En 1739 el bibliotecario Johan Christian Götze partió a Italia y Austria para adquirir documentos y objetos de valor a fin de enriquecer el acervo de la Biblioteca del Príncipe elector de Dresden, Federico Augusto II de Sajonia. Fue en Viena donde Götze se topó con el escrito “mexicano”. El bibliotecario describe en sus cartas que luego de adquirir un lote importante de documentos, el hombre que se lo vendió le dio como obsequio o “pilón” esos papiros mexicanos. Ninguno de los dos tenían idea de qué época y cultura provenía el documento.
En la lista del inventario de adquisiciones que realizó Götze, cuyo original es mostrado en la exposición, aparece hasta el final, con el número 300, un “libro mexicano con figuras jeroglíficas, cuyo valor es inestimable”.
Se trataba de un pliego de tres metros con 56 centímetros de largo, con 39 páginas escritas por ambos lados y doblado a manera de acordeón. Pese a que se desconocía el origen exacto y su valor, el escrito fue puesto en exposición desde un principio. Alejandro von Humboldt conoció el extraño tesoro y solicitó copia de éste. Años más tarde publicó incluso esa réplica en su libro Vista de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América.
Fue hasta 1865, más de cien años después de su llegada a Dresden, que el bibliotecario sajón Ernst Wilhelm Förstermann comenzó a estudiar el escrito y él descubrió que se trataba en realidad de un códice maya. Para llegar a tal hallazgo se apoyó en el trabajo previo realizado por el obispo de Yucatán, Diego de Landa, quien en sus anotaciones de 1566 reconstruyó la escritura maya. Durante 22 años, Förstermann se obsesionó en conocer el contenido del escrito. Logró descifrar la parte relativa al calendario.
En la aventura lo acompañó su amigo Paul Schellhas, quien desde Berlín estudió y clasificó el Panteón maya y creó el catálogo de sus 30 dioses. Aunque ninguno de los dos conoció México, ambos se apoyaron en los documentos de alemanes e ingleses que viajaron a la zona maya durante todo el siglo XIX y con los otros dos códices mayas que se encontraban en París y Madrid.
Mediante las cartas de correspondencia en las cuales el tema principal era el documento maya –y cuyos originales también pueden ser vistos en la exposición–, se sabe que Schellhas encontró similitudes entre el signo del eclipse solar maya con el disco del sol egipcio.
Luego de todo este periodo en el que se investigó a profundidad el códice –en realidad todavía se trabaja en descifrarlo– se concluyó que este tesoro mexicano correspondió al periodo posclásico de la cultura maya, aproximadamente del año 1250 y que provenía del norte de Yucatán.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, el edificio donde se encontraba el códice –la biblioteca en el Japanisches Palais– fue dañado severamente. La caja de metal en la que fue metido para protegerlo de los bombardeos sufrió filtración y la humedad lo dañó.
Tesoros
Desde 2003 el códice se encuentra en el nuevo edificio del SLUB. Pero no en cualquier lugar, sino en el más importante dentro de la Cámara de los Tesoros. En esta sala, resguardada por paredes de acero blindadas y una impresionante puerta también de acero con repujado en oro, se conservan 50 riquezas de distintas culturas, algunas de ellas hasta de 4 mil años de antigüedad.
Los visitantes pueden admirar, por ejemplo, un documento con escritura cuneiforme de la cultura sumeria proveniente de la antigua Mesopotamia y que data del año 2100 a. C.; también se resguarda aquí el fragmento de un papiro griego del año 163 a. C. y un ejemplar del Corán del siglo XII.
Otro tesoro sumamente apreciado por los alemanes es un libro escrito por Martín Lutero, el padre del protestantismo, de la época en la que enseñó teología en la Universidad de Wittemberg, a principios del siglo XVI. También se pueden encontrar partituras originales de Johann Sebastian Bach, Antonio Vivaldi y Robert Schumann.
Al centro de esta cámara sobresalen los dos pliegos de escritura maya.
Hasta este sitio, desde el 24 de febrero y hasta el último día de marzo, alrededor de 4 mil personas –cifra insólita para el recinto– han llegado sólo para admirar el Códice Maya, así como una exposición alterna sobre el documento que se montó afuera de la cámara de los tesoros.
“Ha sido tanta la demanda de visitas que se ha tenido que contratar personal extra para recibirlos, que en su mayoría son alemanes sumamente interesados en la cultura maya y que, de alguna manera, vienen a aclarar sus dudas en torno a la falsa profecía del fin del mundo”, explica Steinert.
Visitar la exposición no tiene costo, pero para poder apreciar el Códice original –que por cierto permanece unido ya de por vida al cristal con el que fue cubierto en 1835 dado que los colores de la escritura quedaron pegados a él– se tiene que agendar una cita a fin de poder ingresar a la Cámara de los Tesoros.
“La exposición permanecerá hasta el 12 de mayo en la biblioteca, pero queremos que todo el contenido de ésta se aproveche y quizás planearemos una exhibición itinerante que llevaremos a escuelas y centros de estudio, para que los niños y jóvenes conozcan sobre la cultura maya. Es algo que todavía tendrá que afinarse y planearse, pero creo que valdría la pena”, anuncia la curadora alemana.
DRESDEN, ALEMANIA (Proceso).- – La imagen en el Códice Maya de Dresden es clara y no deja dudas:
Debajo de las dos hileras de jeroglíficos de la parte superior del papiro, se despliega el cuerpo de un dragón-cocodrilo celestial. De sus fauces sale un torrente de agua que corre a lo largo del pliego de amate. Debajo del dragón, los símbolos de dos eclipses de sol arrojan también chorros fluviales. En el centro de la ilustración, la imagen de la diosa Chak Chel vacía un cántaro lleno de agua sobre la tierra. Y debajo de ella, un dios del inframundo, representado en color negro, recibe o da un par de lanzas a una mano que se desprende del torrente. Sobre las aguas del cántaro que sostiene la diosa aparece clara la referencia a la fecha 5EB del calendario sagrado maya Tzolkin. El significado: una gran catástrofe podría presentarse en tal fecha.
En ésta última página del códice –según los seguidores místicos de la cultura maya– estaría plasmada parte de las predicciones sobre el anunciado y muy comercializado fin del mundo, previsto para el 21 de diciembre de 2012.
Justamente esta expectativa colectiva –generada tanto por las películas de Hollywood y medios de comunicación que hacen eco del catastrófico fin– sirvió como pretexto para que la estatal Biblioteca de Dresden (SLUB) presentara la exposición 2012, ¿el fin del mundo? y mostrara en todo su esplendor el códice maya que desde hace 273 años forma parte de su patrimonio.
“Utilizamos este alboroto en torno al supuesto fin del mundo con el propósito de atraer a la gente y luego mostrar el verdadero contenido de la escritura, con todas sus partes, y dejar claro que no se trata de una predicción catastrófica que anuncia el fin del mundo y que tampoco está relacionada con el año 2012”, explica en entrevista con Proceso Susan Steinert, quien –junto con Katrin Nitzschke– fue curadora de la exposición.
Un códice “alemán”
Luego de la conquista española, sólo tres códices mayas quedaron a salvo del fuego y destrucción que implicó la evangelización de los pueblos. Los tres se encuentran en Europa: uno en la Biblioteca Nacional de París, otro en el Museo de América de Madrid y el tercero en la Biblioteca de la ciudad de Dresden.
Este último es el mejor conservado, el más importante por lo completo de su contenido y el único que está en exhibición al público. Desde el pasado 24 de febrero y hasta el próximo 12 de mayo la exposición 2012, ¿el fin del mundo? explica a los visitantes el contenido de este valioso documento y su historia en Alemania.
“Se trata de un escrito en el que los sacerdotes que lo elaboraron plasmaron calendarios de rituales, predicciones, cálculos de las fases de Venus, eclipses de luna y sol e instrucciones para los lugares de estancia del dios de la lluvia”, explica Steinert.
Así, el Códice Maya de Dresden contiene, por ejemplo, un capítulo dedicado a Venus, estrella que dentro de su cosmovisión representaba a un dios agresivo. En él aparecen previstas las fechas en las cuales sería visible en el cielo, y la predicción –siempre dentro de una visión cíclica del tiempo– de que para esas fechas se presentarían posibilidades de guerra o desgracia.
“Venus no era una estrella del amor, sino un dios agresivo y cuando aparecía en el cielo como estrella de la mañana consideraban los mayas que era tiempo propicio para la guerra”, refiere Steinert.
Otro capítulo, el introductorio, presenta a los 20 dioses mayas más importantes y en él se hace su descripción y se explican sus atributos. Según refiere la propia exposición, gran parte de los 305 símbolos usados en el códice se han podido descifrar y la mayoría de ellos consiste en frases cortas que hacen referencia a las imágenes que acompañan. Además contiene signos numéricos que constan de rayas, que representan el número cinco; de puntos, que equivaldría a una unidad, y de conchas estilizadas, cuyo significado sería el cero.
Otro apartado del códice está dedicado a la medicina. En él aparece repetidamente la diosa de la luna, Ixchel, representada por una mujer que carga sobre su espalda distintas aves. Ella, protectora de las mujeres, era la portadora de las curaciones pero también de las enfermedades y la muerte. Así, según el códice, las aves que porta sobre su espalda simbolizan distintas enfermedades, y el cráneo que carga en otra de las imágenes es, sin duda, la muerte.
El apartado que cierra el códice es el referente al dios de la lluvia, Chak. En él, se presentan los cálculos que hicieron los mayas para los periodos de lluvia y se describen además las diferentes manifestaciones de la deidad. Es justamente el cierre de este almanaque, y que coincidentemente es también la última página que se tiene del códice, el que predice una gran catástrofe natural por inundación.
“Esta página, que además es la única que presenta casi en su totalidad sólo dibujo, es la que señala que en determinado momento, específicamente en cada día 5Eb Tzolkin, hay un riesgo de inundación. Esta fecha no tiene relación alguna con el 2012 y es más bien una fecha periódica que se repite cada 260 días. Y en ese sentido, podemos decir que según este códice, existiría cada 260 días una posibilidad de inundación. No hay que perder de vista que los mayas planteaban su mundo en periodos cíclicos y este pensamiento apocalíptico del fin del mundo era extraño para ellos, hasta la llegada de los misioneros”, señala la curadora.
Su explicación coincide con la que ofrecieron los investigadores mexicanos Jorge Franco, Antonio Machuca y Erik Velásquez, quienes en estas páginas señalaron a la reportera Judith Amador que en sólo una de las 5 mil inscripciones jeroglíficas que se conservan de los mayas antiguos se menciona la fecha 21 de diciembre de 2012, pero que ésta no anuncia el fin de mundo y ni siquiera habla de un cambio de era (Proceso, 1843).
La curadora Steinert aclara que toda la información sobre el contenido del códice está basada en los estudios que desde el siglo XIX realizaron especialistas europeos. Los estudios continúan hasta la fecha. Los encabeza el investigador alemán Nikolai Grube, el especialista en escritura maya más reconocido en todo el mundo y catedrático de la Universidad de Bonn.
El pilón mexicano
El cómo esta escritura maya cruzó el Atlántico y llegó a este lado del mundo es todavía un misterio. De lo que sí hay certeza es de su historia en tierras germanas.
En 1739 el bibliotecario Johan Christian Götze partió a Italia y Austria para adquirir documentos y objetos de valor a fin de enriquecer el acervo de la Biblioteca del Príncipe elector de Dresden, Federico Augusto II de Sajonia. Fue en Viena donde Götze se topó con el escrito “mexicano”. El bibliotecario describe en sus cartas que luego de adquirir un lote importante de documentos, el hombre que se lo vendió le dio como obsequio o “pilón” esos papiros mexicanos. Ninguno de los dos tenían idea de qué época y cultura provenía el documento.
En la lista del inventario de adquisiciones que realizó Götze, cuyo original es mostrado en la exposición, aparece hasta el final, con el número 300, un “libro mexicano con figuras jeroglíficas, cuyo valor es inestimable”.
Se trataba de un pliego de tres metros con 56 centímetros de largo, con 39 páginas escritas por ambos lados y doblado a manera de acordeón. Pese a que se desconocía el origen exacto y su valor, el escrito fue puesto en exposición desde un principio. Alejandro von Humboldt conoció el extraño tesoro y solicitó copia de éste. Años más tarde publicó incluso esa réplica en su libro Vista de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América.
Fue hasta 1865, más de cien años después de su llegada a Dresden, que el bibliotecario sajón Ernst Wilhelm Förstermann comenzó a estudiar el escrito y él descubrió que se trataba en realidad de un códice maya. Para llegar a tal hallazgo se apoyó en el trabajo previo realizado por el obispo de Yucatán, Diego de Landa, quien en sus anotaciones de 1566 reconstruyó la escritura maya. Durante 22 años, Förstermann se obsesionó en conocer el contenido del escrito. Logró descifrar la parte relativa al calendario.
En la aventura lo acompañó su amigo Paul Schellhas, quien desde Berlín estudió y clasificó el Panteón maya y creó el catálogo de sus 30 dioses. Aunque ninguno de los dos conoció México, ambos se apoyaron en los documentos de alemanes e ingleses que viajaron a la zona maya durante todo el siglo XIX y con los otros dos códices mayas que se encontraban en París y Madrid.
Mediante las cartas de correspondencia en las cuales el tema principal era el documento maya –y cuyos originales también pueden ser vistos en la exposición–, se sabe que Schellhas encontró similitudes entre el signo del eclipse solar maya con el disco del sol egipcio.
Luego de todo este periodo en el que se investigó a profundidad el códice –en realidad todavía se trabaja en descifrarlo– se concluyó que este tesoro mexicano correspondió al periodo posclásico de la cultura maya, aproximadamente del año 1250 y que provenía del norte de Yucatán.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, el edificio donde se encontraba el códice –la biblioteca en el Japanisches Palais– fue dañado severamente. La caja de metal en la que fue metido para protegerlo de los bombardeos sufrió filtración y la humedad lo dañó.
Tesoros
Desde 2003 el códice se encuentra en el nuevo edificio del SLUB. Pero no en cualquier lugar, sino en el más importante dentro de la Cámara de los Tesoros. En esta sala, resguardada por paredes de acero blindadas y una impresionante puerta también de acero con repujado en oro, se conservan 50 riquezas de distintas culturas, algunas de ellas hasta de 4 mil años de antigüedad.
Los visitantes pueden admirar, por ejemplo, un documento con escritura cuneiforme de la cultura sumeria proveniente de la antigua Mesopotamia y que data del año 2100 a. C.; también se resguarda aquí el fragmento de un papiro griego del año 163 a. C. y un ejemplar del Corán del siglo XII.
Otro tesoro sumamente apreciado por los alemanes es un libro escrito por Martín Lutero, el padre del protestantismo, de la época en la que enseñó teología en la Universidad de Wittemberg, a principios del siglo XVI. También se pueden encontrar partituras originales de Johann Sebastian Bach, Antonio Vivaldi y Robert Schumann.
Al centro de esta cámara sobresalen los dos pliegos de escritura maya.
Hasta este sitio, desde el 24 de febrero y hasta el último día de marzo, alrededor de 4 mil personas –cifra insólita para el recinto– han llegado sólo para admirar el Códice Maya, así como una exposición alterna sobre el documento que se montó afuera de la cámara de los tesoros.
“Ha sido tanta la demanda de visitas que se ha tenido que contratar personal extra para recibirlos, que en su mayoría son alemanes sumamente interesados en la cultura maya y que, de alguna manera, vienen a aclarar sus dudas en torno a la falsa profecía del fin del mundo”, explica Steinert.
Visitar la exposición no tiene costo, pero para poder apreciar el Códice original –que por cierto permanece unido ya de por vida al cristal con el que fue cubierto en 1835 dado que los colores de la escritura quedaron pegados a él– se tiene que agendar una cita a fin de poder ingresar a la Cámara de los Tesoros.
“La exposición permanecerá hasta el 12 de mayo en la biblioteca, pero queremos que todo el contenido de ésta se aproveche y quizás planearemos una exhibición itinerante que llevaremos a escuelas y centros de estudio, para que los niños y jóvenes conozcan sobre la cultura maya. Es algo que todavía tendrá que afinarse y planearse, pero creo que valdría la pena”, anuncia la curadora alemana.
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