Desde 2002, la Cofepris autorizó el consumo humano de MON 603, el maíz que causó tumores y muerte prematura a ratas alimentadas con este transgénico. Sin estudios especializados, la dependencia asegura que la población mexicana puede consumir la semilla sin riesgos para la salud. La declaratoria de inocuidad coloca en situación de riesgo la vida de los mexicanos y pone en vilo su cultura. El MON 603, propiedad de Monsanto, está a la espera de ser cultivado por esa trasnacional en Sinaloa, y por Pionner Hi-Bred en Tamaulipas, en más de 1 millón de hectáreas
De 1995 a la fecha, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ha entregado 112 autorizaciones a trasnacionales para que sus organismos genéticamente modificados sean consumidos por la población mexicana.
La dependencia asegura que el maíz, jitomate, papa, algodón, soya, arroz, canola, remolacha azucarera y alfalfa de Monsanto, Pioneer Hi-Bred, Syngenta, Bayer, Dow AgroSciences, Zeneca, Calgene, DNA Plant y AgrEvo Mexicana pueden ser consumidos sin riesgos para la salud.
La declaratoria de inocuidad de la Cofepris incluye al maíz MON 603, semilla con la que el biólogo molecular Gilles-Eric Sèralini y un equipo de científicos alimentó a 200 roedores durante 2 años.
Los hallazgos de los expertos de la Universidad de Caen y Verona, Francia, publicados en la revista Food and Chemical Toxicology, revelaron que los roedores desarrollaron tumores, malformaciones, problemas hepatorrenales y muerte prematura.
No obstante que los resultados de la investigación, dados a conocer en septiembre de 2012, tuvieron implicaciones internacionales y colocaron en entredicho la inocuidad de los transgénicos –Rusia suspendió toda importación de semillas de ese maíz bajo el principio de precaución, mientras que el gobierno socialista francés encomendó a la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria una evaluación del trabajo de Sèralini y su equipo– el gobierno de Enrique Peña Nieto podría conceder cinco autorizaciones para la siembra masiva del grano tóxico.
A petición de Semillas y Agroproductos Monsanto, SA de CV; Monsanto Comercial, SA de CV, y Pioneer Hi-Bred, a través de su filial PHI México, SA de CV, en Sinaloa y Tamaulipas se podría sembrar a escala comercial maíz MON 603 en, al menos, 1 millón 400 mil hectáreas.
México, centro de origen y diversidad del maíz
Con 59 razas clasificadas y miles de variedades nativas distribuidas a lo largo y ancho del territorio nacional, México es cuna del maíz (el segundo cereal más importante en el mundo), centro de origen, diversificación y reservorio genético global del grano.
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), el maíz es el alimento más importante de la dieta mexicana: cada individuo consume en promedio 328 gramos diarios, lo que le provee el 39 por ciento de las proteínas, el 45 por ciento de las calorías y el 49 por ciento del calcio diariamente requerido.
Octavio Rosas Landa, profesor de economía política en la Universidad Nacional Autónoma de México, refiere que el pueblo mexicano se construyó históricamente a partir de la siembra del maíz, no sólo porque lo consume como alimento, sino porque es el eje de la cultura de los indígenas y campesinos: “todos los pueblos indígenas de México tienen al maíz como centro de su cultura. No hay uno sólo que no reconozca en el maíz el eje de todo su desarrollo civilizatorio”.
La Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, en vigor desde 2005, reconoce la importancia de los centros de origen y centros de diversidad genética. En su artículo 1, fracción 1, señala: “…La nación mexicana es poseedora de una biodiversidad de las más amplias en el mundo, y en su territorio se encuentran áreas que son centro de origen y de diversidad genética de especies y variedades que deben ser protegidas, utilizadas, potenciadas y aprovechadas sustentablemente, por ser un valioso reservorio de riqueza en moléculas y genes para el desarrollo sustentable del país”.
Dicha ley mandata, además en sus artículos 86 y 88 la protección de las especies nativas y las áreas que las contienen de los organismos genéticamente modificados e impide que en los centros de origen y de diversidad de especies animales y vegetales se permita la liberación de transgénicos que pongan en riesgo la salud humana o a la diversidad biológica.
Aunque la Conabio ha comprobado que México en su conjunto es centro de origen y diversificación del maíz y sus parientes silvestres, el 2 de noviembre de 2012 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Acuerdo por el que se Determinan Centros de Origen y Centros de Diversidad Genética del Maíz.
En el documento –que lleva las firmas de Juan Rafael Elvira Quesada, entonces titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, y de Francisco Javier Mayorga Castañeda, quien encabezaba la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación– se excluye como centro de origen y diversidad a una amplia franja a lo largo de la frontera Norte de México y a múltiples áreas insertas en los polígonos delimitados.
Las regiones excluidas abarcan el 38.2 por ciento del territorio del país, estima el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam).
Con ello, asegura Catherine Marielle, coordinadora del Programa Sistemas Alimentarios Sustentables del Grupo de Estudios Ambientales, se justifica “un supuesto potencial para la siembra de maíz transgénico en el Norte, Occidente, Sur y Sureste del país”.
Contaminación transgénica inminente
Instituciones, investigadores, organizaciones sociales y expertos han expresado el riesgo que significaría para el maíz y sus variedades nativas la siembra masiva del organismo modificado, por el inminente contagio de las razas originarias.
“Por ser el maíz una especie de polinización abierta, la información genética de los maíces cultivados en México está en constante intercambio, y el uso de maíces genéticamente modificados no sería la excepción”, argumentó la Conabio en el documento Base sobre solicitudes de liberación comercial de maíz genéticamente modificado, dado a conocer en octubre de 2012.
En el impreso, luego de que se publicaran las cinco solicitudes de las trasnacionales Monsanto y Pionner para sembrar su maíz patentado en Sinaloa y Tamaulipas, la Conabio expresó su cautela en la liberación al ambiente de maíz genéticamente modificado.
En el estudio Recent longdistance transgene flow conforms to historical patterns of gene flow in wild cotton (Gossypium hirsutum) at its center of origin, elaborado en 2011 por Wegier A, Piñeyro-Nelson A, Alarcón J, Gálvez-Mariscal A, Álvarez-Buylla E R, Piñero D, del Molecular Ecology, se demostró la capacidad de flujo génico del algodón transgénico cultivado en el Norte del país, cuyos genes aparecieron en poblaciones de algodón silvestre en Oaxaca y Chiapas. El descubrimiento revela la imposibilidad de controlar lo que pasa con una planta mucho menos “promiscua” que el maíz.
“Resultaría técnicamente imposible mantener un cerco en torno a las múltiples áreas dejadas en blanco en el mapa. Tampoco sería factible tener la capacidad técnica (ni financiera) para monitorear el flujo génico hacia todas las zonas circundantes donde prevalecen las semillas nativas, pues la contaminación transgénica avanzaría irremediablemente hacia todas las zonas libres del país. Mucho menos habrá capacidad para reparar los daños”, advirtió Catherine Marielle a Alfonso Carballo Pérez, entonces director general de Mejora Regulatoria, en sus comentarios al Anteproyecto del Acuerdo por el que se Determinan los Centros de Origen y los Centros de Diversidad Genética del Maíz en el Territorio Nacional, publicado el 17 de noviembre de 2011.
La policía genética exige regalías
Según información de la organización no gubernamental Centro para la Seguridad Alimentaria (CFS, por su sigla en inglés), con sede en Washington, Monsanto cuenta con su propia policía genética, que se encarga de vigilar las cosechas y detectar cualquier contaminación de genes patentados.
“Si se autorizan las siembras, los agricultores podrían encontrarse violando las patentes sobre maíz transgénico sin saberlo; sus parcelas podrían contaminarse inadvertidamente y la trasnacional podría acusarlos de usar genes patentados y obligarlos a compensar a los dueños de las patentes, como ocurre en Estados Unidos y Canadá”, denuncia Grupo ETC, en el documento Masacre del maíz mexicano: trasnacionales preparan asalto a uno de los cultivos alimentarios más importantes del mundo.
Protocolos y secretismo
La investigación del profesor Sèralini y su equipo de colaboradores en el seno del Comité de Investigación e Información Independiente sobre Ingeniería Genética (Criigen, por su acrónimo en francés) es la primera de largo aliento sobre organismos genéticamente modificados.
El proyecto inició en 2009 para hacer lo que los gobiernos, las trasnacionales y los órganos internacionales no han hecho: medir, a partir de un grupo de científicos independientes, sin conflictos de interés, la toxicidad de los organismos genéticamente modificados más allá de la experimentación por un par de meses.
Para ello, la muestra de 200 ratas debía ser alimentada durante toda su vida (2 años) con la semilla genéticamente modificada. Monstanto avaló su producto tras únicamente 3 meses de estudios. Al cuarto mes, los cuerpos de las ratas de Sèralini comenzaron a mostrar daños severos, lo que hace pensar a investigadores y expertos en todo el mundo que la trasnacional sí conoce de los riesgos para la salud que representa el consumo de su producto.
Con ventas por más de 7 millones de dólares y una participación en el mercado mundial del 27 por ciento en la comercialización de semillas, Monsanto es la empresa de semillas, biotecnología y agroquímicos más grande del mundo.
Estima el Grupo ETC que las empresas de semillas del sector privado suministran alrededor de dos tercios del total de la venta de semillas de cultivo a nivel mundial. “La participación en el mercado mundial de las tres empresas de semillas más grandes (Monsanto, DuPont, Syngenta) pasó de 20 por ciento del mercado de semillas patentadas en 2002 a 53 por ciento en 2009”.
Por sus características e implicaciones globales, la operación se llevó bajo estricto sigilo. Tal como lo documentó el semanario francés Le Nouvel Observateur, Sèralini y el equipo debieron conseguir clandestinamente las semillas de maíz transgénico NK 603, propiedad patentada de Monsanto, a través de una escuela de agricultura en Canadá, y transportarlas de la misma forma a Francia, codificar las comunicaciones telefónicas y los correos electrónicos entre los miembros del equipo, mantener en secreto sus conclusiones y poner en marcha un estudio señuelo.
Pese a su impacto, la investigación encabezada por el biólogo molecular analiza apenas una de las líneas transgénicas que se siembran, cosechan y consumen en el globo terráqueo con la venia de las autoridades.
De acuerdo con Antonio Turrent, presidente de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), a la fecha existen 36 secuencias transgénicas de maíz a nivel comercial.
En el ámbito experimental es difícil conocer el número de secuencias transgénicas. Catherine Marielle dice a Contralínea que en Estados Unidos incluso se siembra maíz biorreactor, que produce fármacos, plásticos y sustancias industriales. En México no se permite la siembra de estas líneas.
“Cada transgen tuvo su evaluación por separado. Pero nunca se analizó la combinación de éstos dentro de un mismo organismo, su interacción con el medio ambiente ni sus efectos en la salud.”
La experta señala que hay plantas con secuencias transgénicas acumuladas. Es el caso del SmartStax, grano de maíz producido a partir de una colaboración entre Dow AgroSciences y Monsanto. Dicha semilla contiene ocho rasgos transgénicos combinados: seis para la resistencia a insectos y dos para la tolerancia a herbicidas.
En 2010 la Cofepris aprobó las importaciones de grano de maíz SmartStax, producido y sembrado en Estados Unidos y Canadá. Además de México, el grano es importado a Japón, Corea, Taiwán, Australia y Nueva Zelanda, entre otros países.
México no evalúa impacto de transgénicos en la salud
El 7 de julio de 2002 la Cofepris autorizó para consumo humano el maíz MON-00603-6, también conocido como MON 603, propiedad de Monsanto.
La dependencia encargada de evaluar el riesgo sanitario de la semilla únicamente puede liberar permisos luego de una investigación. Los resultados de ésta no son de carácter público. Tampoco el del resto de las especies transgénicas que aprobó para su consumo y el de aquellas líneas que se siembran de manera experimental o piloto.
La Comisión Nacional para el Conocimiento y el Uso de la Biodiversidad (Conabio) se pronunció al respecto: “…Hasta donde sabemos los resultados no son públicos, por lo que en opinión de esta Comisión Nacional es imposible pretender que diferentes sectores de la sociedad sean partícipes de la Consulta Pública a la que invita la autoridad competente, y que le marca la LBOGM [Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados] como obligatoria si no se brindan los elementos mínimos necesarios para verter una opinión informada, al no haber acceso a la información resultante de las liberaciones previas”.
La Red en Defensa del Maíz, la Vía Campesina, la UCCS, Greenpeace, el Grupo ETC, el Grupo de Estudios Ambientales, la Asamblea de Afectados Ambientales, el Ceccam, Green, Al Poder del Consumidor y Al Consumidor son algunas organizaciones que han declarado su preocupación frente a la siembra de maíz transgénico en el país.
De manera enérgica exigen al gobierno mexicano promover exhaustivas, transparentes y públicas pruebas de riesgo para la salud y el ambiente, así como promover la revisión de las líneas transgénicas que se solicita plantar y del proceso regulatorio que ha llevado a su aprobación.
Denuncian a coro que auspiciados por el gobierno, en México no se ha hecho un solo estudio para saber si hay daños a la salud por el consumo de ningún tipo de transgénico. “México toma las pruebas de inocuidad de Estados Unidos que son bastante débiles y eso es lo que utiliza de criterio para aprobar [la siembra, comercialización y consumo]”.
Cuestionado sobre el tema, Antonio Turrent se pregunta por qué el gobierno no hace una convocatoria a investigadores nacionales sin conflictos de interés para que investiguen, en vez de aprobar de facto. Y se responde: “Porque no lo quieren hacer. Idealmente tendrían que hacerse experimentos de cada línea aprobada. Son estudios costosos, pero desde el punto de vista de un gobierno que está velando por la salud de los ciudadanos, lo tendría que hacer; 112 millones de habitantes tenemos derecho a que gasten 50 millones de pesos en nuestra salud. Que fueran 100 o 500 millones de pesos tendría sentido; se gastó más en la Estela de Luz de la corrupción”.
Salud en decadencia
Sinaloa es el primer productor nacional de maíz y el principal distribuidor del grano. Cosecha 5 millones de toneladas. El maíz producido en el estado llegará, sin etiquetar, a las principales ciudades del país, Monterrey y el Distrito Federal entre ellas (Contralínea 312).
De aprobarse las solicitudes, en los próximos meses la población comenzará a consumir ese maíz de manera directa: como tortilla, atole, tamales, pozole, etcétera; o de modo indirecto: en la variedad de alimentos procesados que contendrían como edulcorante, emulsionante o excipiente al gen responsable de la tumoración y muerte de ratas alimentadas con el producto.
Octavio Rosas Landa expresa que a la fecha “no se ha demostrado la inocuidad de los transgénicos”, por lo que ni las trasnacionales ni el gobierno pueden afirmar que el maíz no va a generar daños a la salud.
El también integrante de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, y la bióloga Alma Piñeyro coinciden en que, una vez que los mexicanos comiencen a ver afectada su salud, las causas le pueden ser atribuidas a cualquier cosa, puesto que al no estar etiquetado el alimento no hay manera de responsabilizar a sus autores. “No se les pueden fincar responsabilidades”. Y por supuesto los gastos en atención médica correrán a cargo del Estado o de los pacientes. “Las ganancias son para las trasnacionales, los costos, para la población”, remata Piñeyro.
Destrucción cultural del país y regreso al latifundio
Frente a la problemática, Rosas Landa plantea dos escenarios posibles: que los mexicanos consuman el maíz y enfermen o que dejen de consumirlo. Sin embargo, considera que obligar a los pueblos campesinos e indígenas a dejar de consumir maíz porque está envenenado es igual a un genocidio: “la destrucción cultural del país, un crimen mucho más grave que cualquier otro crimen que podría cometer el gobierno mexicano”.
Luego de 6 años de gestión, “Felipe Calderón dejó una estela de sangre, de destrucción ambiental de las aguas, la erosión de los suelos, la contaminación del aire y la contaminación del organismo de los mexicanos; [pero la autorización de siembra de maíz transgénico] es quizá el mayor crimen que podría cometer un gobernante en un país como México”.
Agrega Rosas Landa que la autorización de estas siembras, además de impulsar el acaparamiento de tierras y por tanto el regreso al latifundio, es un acto de destrucción. “Destrucción de la diversidad genética de los maíces pero también de la salud. Un arma de destrucción masiva. El maíz transgénico se convierte en un acto de invasión del territorio nacional y de la soberanía del Estado mexicano. Un crimen realizado con premeditación, alevosía y ventaja. Un atentado contra la humanidad, contra uno de los cultivos centrales en la alimentación de todos los pueblos del mundo. Están destruyendo a uno de los patrimonios de la humanidad para beneficio de dos empresas”.
Por este crimen, el gobierno de Felipe Calderón, el mismo expresidente, así como quienes fueron sus secretarios de Agricultura y Medio Ambiente deben ser juzgados, considera.
El catedrático explica que la aprobación de las siembras de maíz transgénico tiene un impacto político y de seguridad nacional. Prevé a largo plazo la pérdida de productividad agrícola, mayor dependencia alimentaria y tierras yermas. “México será absolutamente dependiente en términos de su alimentación y un pueblo que es dependiente, que no puede producir ni siquiera la comida que necesita para su subsistencia, es un país condenado a la subordinación”.
Transgénicos, sin ventajas para el consumidor y el clima
Tras la decodificación completa del mapa del genoma humano en 2001, las ciencias de la vida se revolucionaron. El conocimiento del hombre sobre la genómica y su convergencia con tecnologías, como la informática y la nanotecnología, posibilitaron la transformación de la información genómica en bienes y servicios.
Desde entonces, los transgénicos han sido promocionados como una tecnología capaz de generar plantas resistentes a los efectos nocivos del cambio climático. En este caso, resistentes a suelos salinizados, la sequía, falta de agua o heladas.
Para Alma Piñeyro, integrante de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, la biotecnología aplicada a cultivos agronómicos y en manos del interés privado, hasta el momento, no han traído ventajas agronómicas ni sociales que puedan compensar los costos.
“A manos de las corporaciones, la ingeniería genética no ha hecho al mundo menos inseguro alimentariamente, no ha alimentado a los pobres, no ofrece respuestas a los retos que tienen que ver con una población creciente o con el cambio climático, ni para el consumidor, puesto que a éste último el alimento modificado no le ofrece más proteínas, más vitaminas o más minerales”.
Piñeyro afirma que hasta ahora la ingeniería genética no ha logrado crear organismos resistentes a la sequía o a las heladas, porque el conocimiento se encuentra todavía en un nivel básico. “Actualmente no existe ninguna que tenga esta cualidad”.
La bióloga atribuye la falta de éxito a que la resistencia no se basa solamente en un gen sacado de un organismo y metido a otro, sino de muchos genes en acción concertada. “[Se] requiere aproximaciones que son mucho más complejas que las que son utilizadas para hacer transgénesis tradicional y eso todavía no lo han podido hacer”.
Antonio Turrent, investigador nacional emérito del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, subraya que tan sólo el maíz contiene 50 mil genes y estima que la respuesta de la planta a la sequía involucra de 500 a 1 mil genes.
A falta de recursos, dice el también presidente de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, la biotecnología introduce a los organismos un gen de otra especie con la idea de que va a movilizar toda la maquinaria genética. “Eso es lo mismo que creer que un gen puede sustituir el trabajo de 500”, pero eso, asegura, es lo único que puede hacer la ingeniería genética: “hasta ahora no puede hacer más”.
Turrent ejemplifica con la extremófila, llamada así porque vive en condiciones extremas. Un ejemplo es una planta australiana que puede reverdecer y crecer luego de haber perdido hasta un 85 por ciento de humedad. “De ella se ha sacado el gen responsable de esta característica y se introduce con la idea de darle al maíz resistencia a la deshidratación”.
Moratoria
En 1999, la Comisión Nacional de Biodiversidad Agrícola de México estableció una moratoria sobre las pruebas de maíz y su siembra comercial debido a que México es centro de origen y diversidad genética de este grano.
Aunque las condiciones que la motivaron prevalecen, en 2009 el gobierno de Felipe Calderón rompió arbitrariamente la moratoria. Desde entonces la Comisión de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados ha autorizado 177 pruebas de maíz transgénico a cuatro empresas trasnacionales: Dow Agrosciences, DuPont, Monsanto y Syngenta.
El relator especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier De Schutter, visitó México en 2011 y presentó ante el Consejo de Derechos Humanos, en su 19 periodo de sesiones, un informe en el que advertía de los riesgos del cultivo de maíz transgénico en el país, pero el gobierno mexicano rechazó la recomendación.
Contralínea solicitó entrevista con Sol Ortíz García, entonces directora de Información y Fomento a la Investigación de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados, integrada por los titulares de las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación; Medio Ambiente y Recursos Naturales; Salud; Educación Pública; Hacienda y Crédito Público, y Economía, así como por el director General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. El órgano del Poder Ejecutivo federal se encarga de establecer las políticas relativas a la seguridad de la biotecnología respecto del uso de los organismos genéticamente modificados. Sin embargo, hasta el cierre de administración del gobierno federal, que encabezó Calderón Hinojosa, no se obtuvo respuesta.
Cofepris “justifica” permisosRespecto de los permisos para la siembra del MON?603, Contralínea solicitó entrevista con Mikel Andoni Arriola Peñalosa, entonces titular de la Cofepris. Rosalba Villanueva, jefa de Prensa, envió un documento con logotipos oficiales en el que se expresa:El “evento” NK 603 fue aprobado por la Cofepris, ya que expresa en el maíz la proteína CP4 EPSPS, la cual no presenta ni toxicidad ni alergenicidad, según la comparación de las secuencias homólogas con proteínas conocidas de toxinas y alergenos.Asimismo, no resultaron efectos adversos en pruebas de toxicidad aguda con animales (50 machos, 50 hembras) recibiendo dosis por arriba de 400 mg/kg de proteína CP4 EPSPS.Una vez revisado el artículo, se puede decir que éste tiene varias fallas metodológicas que plantean serias dudas sobre la conducción del estudio.La propia autoridad europea desestimó el estudio al que hacen referencia y citó al investigador para que aclarara públicamente varias dudas.Fuente: Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios
DefinicionesCentro de origen: Área geográfica del territorio nacional en donde se llevó a cabo el proceso de domesticación de una especie determinada.Centro de diversidad genética: Es aquella área geográfica del territorio nacional donde existe diversidad morfológica, genética o ambas, de determinadas especies, que se caracteriza por albergar poblaciones de los parientes silvestres y que constituye una reserva genética.Fuente: Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados
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Fuente: Contralínea 315 / diciembre de 2012
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