Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 20 de diciembre de 2012

Estados y municipios priistas en quiebra por compra de votos para Peña: AMLO- Amenaza autoritaria-La mano extendida y el puño tras la espalda-

Estados y municipios priistas en quiebra por compra de votos para Peña: AMLO

Andrés Manuel López Obrador. Foto: Miguel Dimayuga
Andrés Manuel López Obrador.
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (apro).- El dirigente del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, aseguró que el endeudamiento que asfixia actualmente a diversos municipios y estados del país se debe a la masiva compra de votos durante los pasados comicios presidenciales para apoyar a Enrique Peña Nieto.
Como ejemplo puso los casos de Tabasco y Chiapas. En el primero, dijo, ni siquiera hay dinero para comprar oxígeno en los hospitales, mientras que en el segundo retomaron el cobro de la tenencia y quitaron el apoyo a los ancianos.
“Por usar el presupuesto para comprar votos, ahora en Tabasco no hay medicinas y ni siquiera para el oxígeno en hospitales”, denunció en su cuenta de Twitter @lopezobrador:
Y agregó: “En Chiapas sucedió lo mismo, traficaron con la pobreza de la gente y regresó el cobro de la tenencia y quitaron apoyo a los ancianos.”
Chiapas fue gobernado por Juan Sabines Guerrero, quien llegó al poder con el apoyo del PRD.
Ayer, en un mensaje más largo pidió a sus simpatizantes seguir concienciando a la gente para construir, paso a paso, “aquí en la tierra, el reino de la justicia”.
Anunció el esquema general para la campaña nacional de concienciación para informar, organizar y actuar mediante “medios alternativos o grupos de reflexión”, las redes sociales y el trabajo artístico y cultural.
Conminó a sus simpatizantes a leer el periódico Regeneración y ayudar a difundirlo; buscar la colaboración de ciberactivistas en Facebock, Twitter, Youtube, blogs. Participar en el trabajo comunitario y social de Morena en pueblos, comunidades, colonias, barrios y municipios.
Asimismo, los exhortó a que impulsen el trabajo de colectivos artísticos y culturales (música, teatro, poesía, danza, artes plásticas, literatura, cinematografía, videos, entre otros), que mostró su potencial en la campaña pasada. Establezcan comunicación y relaciones de solidaridad con otros movimientos sociales, como ejercicio práctico de los principios que postulamos y defendemos.
“Y algo muy importante: darle continuidad al trabajo que hemos venido realizando desde hace seis años y, en particular, a la labor que llevaron a cabo, durante la campaña presidencial, muchos ciudadanos conscientes que en sus ámbitos de estudio y trabajo, destinaron tiempo de acuerdo a sus posibilidades y, con sus propios métodos, ayudaron a despertar y a convencer a millones de mexicanos. Por último, la información y los materiales que pueden utilizarse para llevar a cabo y participar en esta campaña nacional de concienciación, están disponibles en el sitio: http://www.morena.si”
Un día antes escribió que era “irrisorio” creer que Enrique Peña Nieto, titular del Ejecutivo, democratizará a los medios de comunicación, ya que un rasgo de la oligarquía es precisamente controlarlos, principalmente a la televisión.
“No debe pasar inadvertido el hecho de que la mayoría de los multimillonarios mexicanos que aparecen en la lista de Forbes, son dueños o consejeros de los medios de ‘comunicación’ más influyentes del país. Por eso, es irrisorio creer que Peña Nieto democratizará los medios de información como se ha difundido con bombo y platillo. Por desgracia seguirá el control hegemónico mediático que les permite tripular la mente de muchos y engañar al gran público. Sin embargo, no son infranqueables, la verdad siempre se abre paso. En específico, mañana hablaremos de cómo, entre todos, podemos enfrentar esta perversa manipulación”, concluyó.

Amenaza autoritaria

Manifestantes se enfrentan con policías durante la protesta previa al cambio de poderes. Foto: Alejandro Saldívar
Manifestantes se enfrentan con policías durante la protesta previa al cambio de poderes.
Foto: Alejandro Saldívar
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las caídas del Muro de Berlín, del régimen soviético y de las dictaduras militares crearon en el imaginario político la idea de que la era de los totalitarismos y de los regímenes autoritarios –una expresión mitigada del totalitarismo– terminó. Sin embargo, como lo ha mostrado Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo, ese tipo de soluciones “pueden muy bien sobrevivir a la caída de esos regímenes bajo la forma de fuertes tentaciones que surgirán cada vez que parezca imposible aliviar la miseria política, social y económica de una manera que sea digna del hombre”.
México, en los últimos seis años, ha ido generando muchos elementos que tienden a cristalizarse en ese tipo de regímenes: 1) la sobrepoblación y la expansión de los grandes capitales –sean legales o ilegales–; 2) el desarraigo social y el deterioro de la vida política que esas formas de lo económico generan en los tejidos sociales; 3) la corrupción y la impunidad; 4) la generalización de crímenes inimaginables que tienen que ver con lo que la propia Arendt llamó “el mal radical”, y 5) la ausencia de un consenso político de todos los sectores para enfrentar la grave situación del país.

En este sentido, y a pesar de las buenas intenciones políticas con las que en su discurso Enrique Peña Nieto abrió su mandato, a pesar del Pacto por México, controlar esos gérmenes sin caer, paradójicamente, en la solución autoritaria –es decir, sin caer en la restricción absoluta de las libertades y en el uso indiscriminado de la violencia para acallar incluso las voces disidentes– parece casi imposible.

Así lo hacen sentir la manera en que las fuerzas del orden enfrentaron la protesta de las organizaciones sociales que se manifestaron durante la toma de posesión de la Presidencia del propio Peña Nieto, la criminalización de algunos de sus integrantes, el uso autoritario que el mismo Peña Nieto hizo de las fuerzas del orden para reprimir las protestas del pueblo de Atenco cuando era gobernador del Estado de México, el pasado autoritario de muchos gobernadores del PRI, como Ulises Ruiz, y los intentos que ese mismo partido hizo para que antes de las elecciones se aprobara la Ley de Seguridad Nacional promovida por Felipe Calderón.

¿Habría que responsabilizar a Peña Nieto y al PRI de esta posibilidad que se anuncia? Decir que sí, como lo hace cierta izquierda que ha reducido la salvación del país al triunfo de su candidato, es no entender la dimensión del problema.

En realidad, la tentación autoritaria, al igual que los gérmenes que la hacen posible, ha sido responsabilidad, primero, de la clase política incapaz de asumir la emergencia nacional y de distanciarse, como el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) lo pidió varias veces, de los elementos criminales que hay en los partidos y en el Estado; segundo, de su incapacidad para crear una agenda de unidad nacional cuya prioridad fuera la justicia y la paz y no unas elecciones ignominiosas; tercero, de una nación incapaz de comprender que el horror que nos habita no es sólo culpa de la estrechez mental de Felipe Calderón, sino también de la corrupción de la clase política, de las partidocracias y del largo pudrimiento de las instituciones del Estado; de una nación que, por lo mismo, fue incapaz de usar su fuerza moral para no ir a las urnas a convalidar la lucha por el poder que, como lo dije en otro momento parafraseando a Clausewitz, es, en la profunda corrupción de las instituciones políticas, la continuación del crimen por otros medios.
Las consecuencias están allí: los gérmenes cada vez más hondos de los elementos que incuban a los totalitarismos y a los autoritarismos, y, en medio de las divisiones políticas, la tentación de erradicarlos mediante la solución autoritaria, que es tan espantosamente inhumana como los gérmenes que llevan seis años incubándola en nuestro país.

La fuerza de un Estado, como lo señaló Arendt en De la mentira a la violencia, sólo puede lograrse mediante la unidad de todos para realizar un proyecto común. Por desgracia, la corrupción de los partidos que, frente a la emergencia nacional, prefirieron la disputa al consenso, y las facciones políticas que la convalidaron en las elecciones, y la continúan después de ellas, la imposibilitaron, ahondando el camino del autoritarismo. Cuando un gobierno siente que el poder –que en la terminología de Arendt equivale a la capacidad de crear consensos– está a punto de escapársele, experimenta “siempre las más grandes dificultades para resistir la tentación de reemplazarlo por la violencia”. Todo debilitamiento del poder –y el poder del Estado en México está cada vez más debilitado– es siempre, como lo demostró el calderonismo, “una invitación manifiesta a la violencia”. Ese debilitamiento, con breves excepciones, lo hemos consentido todos. ¿Seremos capaces de articular una verdadera y real unidad nacional que tenga como ejes la justicia y la paz? Sin ella, la pérdida absoluta de nuestras libertades y el acallamiento de las disidencias terminarán, junto con los gérmenes totalitarios que se han apoderado de la nación, por destruir cualquier realidad vital y democrática.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a todos los presos de la APPO, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad, resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón y promulgar la Ley de Víctimas.

La mano extendida y el puño tras la espalda

Peña Nieto de gira en Tijuana. Foto: Xinhua / Guillermo Arias
Peña Nieto de gira en Tijuana.
Foto: Xinhua / Guillermo Arias
MÉXICO, D.F. (Proceso).- 1.Se trata de dos relatos paralelos. Uno luminoso. Otro una línea de sombra. Uno optimista. Otro ominoso. Uno que conquista los corazones de la mayoría con la evidencia de un futuro posible mejor. Otro que amenaza. Uno, el del nuevo PRI. Otro el del PRI viejo y tan odiado por tantos.
El primer relato arrancó con una campaña de spots que sembraron a la conciencia colectiva de imágenes perfectas para nuestro tiempo. En especial aquel donde un atleta vestido de Peña Nieto –traje, corbata, mocasines y pelo negro–, emprende una carrera de parkour por edificios emblemáticos de la capital. México es ese atleta, nos dice en imágenes el spot: en efecto, nuestro avance no es un día de campo, requiere esfuerzo y audacia, conlleva peligros continuos, podemos caer, pero hete acá que nos hemos preparado, no atravesamos el Infierno ni estamos ciegos, lo podemos lograr y en el trance disfrutar la gloria de la emoción.
Luego, vino la toma de posesión, ordenada si se compara con la de hace seis años. Luego el discurso inaugural del presidente en Palacio Nacional. Un discurso que sorprendió por romper de tajo con la tradición priista de la retórica almidonada y sembrada de acertijos, y entró sin disculpas al lenguaje del materialismo del siglo XXI. Sin lemas, sin fugas a la filosofía, sin patrioterismos y otras cursilerías, enumeró 13 ejes de gobierno. 13 metas factibles. 13 intenciones ambiciosas. Mismas que esa semana habrían de publicarse en inserción pagada y a plana completa en The Economist.
Si este gobierno cumple con la mitad de esas intenciones, al final de su mandato podremos asegurar que la democracia mexicana se ha vuelto un atleta del parkour triunfante.
Y por fin al día siguiente, el Pacto. Un pacto entre los tres partidos grandes del país que no es sino el acuerdo de cuáles problemas deben y pueden resolverse desde el Estado y cómo. Un pacto no distinto al que es usual en Alemania cada que un nuevo Canciller toma el mando y necesita asegurar una mayoría en el Parlamento para cumplir un proyecto. Un pacto que sin embargo en nuestro país, por inédito hasta hoy, resultó deslumbrante y culminó el optimismo que toda la estrategia priista buscaba.
2. Y ahora el relato ominoso que acompañó paso a paso al primero.
Horas antes de la toma de posesión en el Congreso, en sus alrededores se paseaban unos tipos uniformados con camisetas negras y pantalones caquis. Y tubos y cadenas. Y un puño enguantado en cuero negro. Se paseaban ante los policías federales, que no los abordaban, que no se sorprendían de sus guantes de cuero negro, ni del uniforme, ni de las cadenas y tubos. Lo muestran los videos que circulan en la red. Un silencioso acuerdo reinaba entre policías y enguantados.
Mientras Peña Nieto se terciaba la banda presidencial y extendía la diestra limpia para jurar por la Patria, en las calles aledañas se había desatado el caos. La violencia. La confusión. Los policías subían a vehículos a personas que asistieron para repudiar al nuevo presidente o simplemente a pasear o, como en un caso, a bolear zapatos para hacerse de algún dinero.
Cinco horas más tarde un director de teatro con el cráneo reventado ingresaba a un cuarto de cirugía y un estudiante a un hospital, con un solo ojo, y 69 personas eran distribuidas en cárceles. Eso en la capital de la República. De las trifulcas simultáneas en otras ciudades del país carecemos de saldos.
Días después del Pacto deslumbrante, 56 de los detenidos eran liberados, por no haber cargos concretos contra ellos, y sí en muchos casos pruebas, videos en su mayoría, de que no habían transgredido la ley.
¿Y los señores del guante negro, las cadenas, los tubos, el uniforme paramilitar?
De ellos hasta ahora nada sabemos. Se desvanecieron como el humo. La autoridad no se refiere a ellos. Pero en ellos está la llave del enigma de nuestro momento histórico.
3. Se trata de dos relatos inconexos, nos pide la autoridad creer. La memoria de lo que fue el PRI del siglo pasado nos obliga sin embargo a la duda y ensombrece nuestro optimismo. Ese viejo PRI que sabía tan bien contar el relato de las dos manos. Una mano extendida en franca actitud de generosidad. La otra mano hecha puño en la espalda, para golpear si fuera necesario.
En 1968 los estudiantes quisieron aprovechar la notoriedad que daban a México las Olimpiadas para exhibir su descontento con el régimen autoritario y forzarlo a reformas. El 2 de octubre, en el mitin de la Plaza de las Tres Culturas, se diseminaron entre los estudiantes provocadores que llevaban un guante blanco en una mano. Hoy se cree que no sólo incitaron la trifulca que derivó en una matanza de estudiantes. Historiadores del hecho aseveran que también dispararon pistolas contra los inermes estudiantes.
En la ceremonia inaugural de las Olimpiadas Díaz Ordaz extendió su mano limpia al mundo mientras en las cárceles eran torturadas las víctimas de las manos enguantadas del PRI.
En 1972 el doble relato se repitió de forma más concentrada y más tramposa. El presidente Echeverría Álvarez lanzó su promesa de llevar a México al liderazgo latinoamericano mientras lanzaba entre los estudiantes que protestaban a Los Halcones, una fuerza paramilitar. Una semana después, Echeverría prometió él mismo guiar la investigación de los hechos hasta dar con los culpables, mientras los intelectuales sagrados del momento coreaban en sus columnas: “Echeverría o el fascismo”.
La mano extendida y limpia, la mano en puño enguantada tras la espalda.
4. ¿Estamos ante ese vieja estrategia de un gobierno que usa dos manos?
Hay una sola forma, una sola, sólo una, de disipar la humareda de versiones. La verdad.
No es creíble que las policías no hayan detenido a ni uno solo de esos tipos enguantados, a menos que supieran quiénes eran. No es creíble que en varias ciudades del país hubieran ocurrido trifulcas muy similares. No es creíble que a una semana de los hechos la Secretaría de Gobernación no sepa quiénes los contrataron, quiénes diseñaron su plan y quiénes les pagaron y ahora los ocultan.
Si la nebulosa se instala como respuesta, sabremos qué doble relato hemos de vivir en adelante.

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