Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 20 de diciembre de 2012

EU: ¿hacia un control de armas?- Venezuela: que la victoria no nuble el análisis- Los bancos centrales al rescate

EU: ¿hacia un control de armas?
La Casa Blanca anunció ayer que Barack Obama comisionó a su vicepresidente, Joe Biden, para que coordine la presentación de varias propuestas legislativas orientadas a acotar la venta y la posesión irrestrictas de armas de fuego en Estados Unidos. De acuerdo con la información disponible, las medidas –propuestas en el contexto de la masacre perpetrada la semana pasada en la escuela primaria de Newtown, Connecticut, en la que murieron 20 niños y seis adultos– incluyen la prohibición de los fusiles de asalto, reducciones en la cantidad de munición autorizada a particulares y la verificación de los antecedentes penales y médicos de quienes pretendan adquirir armas de fuego. El grupo que coordinará Biden no sólo trabajará con el Congreso sino también con los gobiernos de los estados, vinculación fundamental por cuanto que recae en ellos una parte sustancial de la responsabilidad por la descontrolada proliferación de armas en los hogares estadunidenses. Desde el domingo pasado, Obama anunció su determinación de imponer controles al armamentismo de particulares, incluso por la vía de los decretos, en caso de no obtener una actitud de colaboración para este propósito en el Capitolio.
 
La tragedia ocurrida en Newtown ha socavado, así sea en forma coyuntural, la fuerza de los sectores reaccionarios del país vecino que han defendido el derecho a la posesión de arsenales por particulares, y les ha restado un significativo apoyo en la opinión pública. Tales sectores, representados principalmente por la Asociación Nacional del Rifle y generalmente adscritos al entorno político del Partido Republicano, se encuentran a la defensiva, al menos por ahora, y hasta esta asociación ofreció su colaboración para impedir que masacres como ésa sigan repitiéndose. Es posible, por añadidura, que el descalabro experimentado por los republicanos en la elección de hace unas semanas haya contribuido a debilitar a los defensores del armamentismo irrestricto.
 
Obama, por su parte, parece decidido a aprovechar el momento para intentar poner un mínimo de orden en el comercio interno de armamento, en lo que constituye un paso audaz que, hasta antes de los lamentables sucesos de Connecticut, parecía políticamente inimaginable. Cabe esperar que tenga suerte, no sólo por la seguridad de la población de Estados Unidos sino también por la mexicana, la cual ha padecido en años recientes el crecimiento desmesurado del poder de fuego de diversas organizaciones criminales, oportuna y abundantemente pertrechadas por la industria y el comercio de armas en el país vecino.
 
Es claro que el problema de la proliferación de armas de fuego en Estados Unidos no se origina únicamente en una legislación permisiva, sino que en él confluyen poderosos factores económicos (como los intereses de la industria de armamento y de las armerías), políticos (las ya referidas vinculaciones entre los grupos de poseedores de armas y las derechas partidistas) y culturales, por lo que es deseable que se acote el fenómeno en todos esos frentes. Por lo pronto, las regulaciones que propondrá el Ejecutivo son un primer paso.
 
Venezuela: que la victoria no nuble el análisis
Ángel Guerra Cabrera
La gran derrota de la oposición venezolana en las elecciones de gobernaciones y legislaturas estatales del 16 de diciembre confirma la raigal hegemonía política del chavismo en la sociedad venezolana y el insondable descrédito de sus adversarios. El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados le sacaron 14 puntos porcentuales de ventaja a nivel nacional a la llamada Mesa de Unidad Democrática (MUD) y le arrebataron cinco de los ocho estados que gobernaba, entre ellos el petrolero y populoso Zulia, el industrial Carabobo y el estratégico Táchira –los tres relevantes geopolíticamente–, así como Nueva Esparta y Monagas. En síntesis, el chavismo, con mayoría en la Asamblea Nacional, es gobierno ahora en 20 de los 23 estados de la república, además de haber ganado 22 de 23 legislaturas estatales, incluyendo mayoría absoluta en la de Miranda. En ese estado capturó deslucidamente la gobernación Henrique Capriles Radonski, quien ya la ocupara antes de su renuncia para abanderar la candidatura opositora a la presidencia. Ahora con mayoría chavista absoluta en el legislativo estatal, es de suponer que a Capriles se le exijan cuentas sobre las irregularidades y menosprecio por las necesidades populares observados durante su anterior gestión y que no pueda continuar despachándose a su antojo con el presupuesto. Una fuente opositora solvente me comentó que su relección con sólo 4 puntos de ventaja dista de ser un éxito personal y se debe al congénito antichavismo de segmentos poblacionales de Miranda.
 
A poco más de dos meses de la paliza recibida en los comicios presidenciales del 7 de octubre, la del 16 de diciembre pone en solfa al liderazgo actual de los partidos que representan al imperialismo estadunidense y a la oligarquía en Venezuela, que difícilmente puedan recuperarse del golpe a corto plazo sin realizar un cambio de personal en sus cúpulas y una reconsideración de sus métodos. La oposición se ve en pésima forma para cumplir su sueño de desplazar al chavismo del Palacio de Miraflores en caso que la salud del presidente Hugo Chávez obligara a convocar a nuevas elecciones, ya sea porque no pueda tomar posesión el próximo 10 de enero o porque no esté en condiciones de ejercer su mandato.

Son esclarecedoras las declaraciones de los directores de empresas encuestadoras Germán Campos y Oscar Schemel, que tienen en su haber los vaticinios más acertados en las elecciones venezolanas de los últimos años. La MUD –apunta Campos– no logró articularse, debe tener una lectura más matizada (respecto a esta elección) de la que tuvo el 7 de octubre pues en aquel momento hicieron un análisis equivocado al no comprender y desconocer la cultura política venezolana. Schemel es más puntual: “Hemos insistido en que la oposición venezolana carece de identidad, de visión, de propuesta. El chavismo, por el contrario, es una comunidad emocional, una identidad de clases y una cultura política…hay características que trascienden al hecho electoral y le proporcionan al chavismo una fortaleza social, política y cultural superior a la oposición”.
 
No obstante, el chavismo no debe confiarse pese a su resplandeciente victoria. La amenaza desestabilizadora yanqui está más viva que nunca pues, como lo indican las recientes declaraciones de Obama a propósito de la delicada salud de Chávez, Washington aprovechará la coyuntura para redoblar su proyecto de cambio de régimen en Venezuela. Los golpes de Estado en Honduras y Paraguay demuestran que también con Obama, continúa la sempiterna política estadunidense de únicamente respetar la institucionalidad democrática cuando favorece sus intereses.
 
Es obligado hacerse la pregunta de cuánto de esta victoria es fruto del estrechísimo lazo popular con el presidente, de la misma manera que merecen examen los reveses de las fuerzas bolivarianas. Tomemos el caso de Amazonas, el estado menos poblado pero de mayoría indígena, cuando éste es el primer gobierno en Venezuela que se ha ocupado de reconocer y salvaguardar los derechos de sus habitantes originarios, dándoles la representatividad que merecen en el gobierno y ocupándose de su bienestar. También convendría analizar las magras victorias en estados gobernados por el oficialismo, donde puede estar influyendo una deficiente gestión de gobierno. Como ha advertido el experimentado José Vicente Rangel: que el triunfalismo no contribuya a que el análisis y la autocrítica sean perturbados.
Twitter: @aguerraguerra
 
Los bancos centrales al rescate
Jorge Eduardo Navarrete
Se vive un fin de año colmado de presagios globales negativos para la economía (recesión o lento crecimiento, con alto desempleo), el comercio (políticas proteccionistas y a costa del vecino) y las finanzas (sostenida insuficiencia de crédito a actividades productivas y resurgimiento de las prácticas especulativas que provocaron la crisis). En medio de este horizonte sombrío, con un optimismo derivado de la temporada festiva, destaco un elemento de signo diferente. En la primera mitad de diciembre –mientras que en Estados Unidos menudeaban las admoniciones sobre los riesgos del acantilado fiscal (a los que se hizo referencia en este espacio el 6 de diciembre) y en Europa continuaban los inconclusivos debates sobre el futuro del euro, al tiempo que se esperó al último minuto para proporcionar a Grecia el auxilio financiero que evitará por unos meses más el default–, de manera simultánea, aunque en apariencia no concertada, los bancos centrales, por así decirlo, salieron al rescate. Por una parte, el Sistema de la Reserva Federal, al que por lo general se alude como la Fed, hizo un anuncio de política a favor de la expansión de la actividad económica y el empleo notable por la claridad de sus planteamientos, la extensión prevista para su implementación y el uso de parámetros cuantitativos, relacionados con objetivos en materia de empleo, que hasta hace poco tiempo hubieran sido considerados anatema. Hubo ecos importantes en el Banco Central de Canadá. Por otra, el Banco Central Europeo se manifestó dispuesto a instrumentar las medidas favorables a la reactivación económica y el empleo anunciadas en meses pasados (véase El eurohéroe, La Jornada, 13/sept/2012). Ambas instituciones, para recurrir a la manida metáfora de que corresponde a los banqueros centrales retirar la ponchera cuando va a empezar la fiesta, decidieron que, dado que ni siquiera se vislumbra el inicio de la fiesta, hay que dejar la ponchera en el centro de la mesa y preocuparse de que esté bien abastecida.
 
El anuncio de la Fed fue divulgado el 12 de diciembre mediante un comunicado de prensa del Comité Federal de Operaciones de Mercado Abierto, que anuncia también la continuidad y fortalecimiento de las operaciones de facilitación de liquidez (conocidas como quantitative easing). Sin embargo, su señalamiento central, que ha sido reproducido repetidas veces en numerosas lenguas, es del siguiente tenor: “Para apoyar la continuidad del avance hacia el máximo empleo y la estabilidad de precios, el comité espera que la política monetaria extraordinariamente expansiva seguirá siendo adecuada por un tiempo considerable después […] de que la recuperación económica se fortalezca. En concreto, el comité decidió mantener la tasa de fondos federales en el rango de 0 a _ por ciento y actualmente espera que este rango excepcionalmente bajo seguirá siendo apropiado por todo el tiempo en que la tasa de desempleo permanezca por encima de 6 por ciento. [Ahora es de 7.7 por ciento.] La inflación en los siguientes uno o dos años se proyecta en no más de medio punto porcentual por encima del objetivo de largo plazo de 2 por ciento establecido por el comité, al tiempo que las expectativas inflacionarias a más largo plazo se encuentran ancladas con firmeza” (énfasis añadido).

El presidente del Banco Central canadiense, Mark Carney –quien ya ha sido designado gobernador del Banco de Inglaterra, cargo que asumirá en julio próximo–, en una plática informal también el 12 de diciembre, parece haber dado inicio, en palabras del ministro de Finanzas británico George Osborne, a un debate internacional innovador sobre los nuevos objetivos que, más allá de las metas de inflación, puden asumir los bancos centrales. Carney sugirió la adopción de un objetivo de tasa de crecimiento nominal o de ampliación de la dimensión real de la economía, en lugar de la meta de inflación, como medio de subrayar la prioridad que la política monetaria, como parte del conjunto de la política económica, debe asignar a la expansión de la actividad y el empleo. Carney señaló que “… cuando las tasas de interés líderes son próximas a cero [como ocurre ahora en varias de las principales economías], puede resultar más favorable establecer objetivos relacionados con el producto interno bruto nominal [que con los niveles de inflación]. La naturaleza excepcional de la situación y la magnitud de las brechas existentes hacen de esta una política más creíble y más fácil de comprender” (Financial Times, 12/dic/2012).
 
Es difícil exagerar la importancia, para el actual debate global sobre la orientación de la política económica, de señalamientos como los de Bernanke y Carey. Habría que destacar, cuando menos, cuestiones como las siguientes: a) Es bien conocido el mandato dual que rige al Sistema de la Reserva Federal: asegurar la estabilidad de precios y promover los máximos niveles asequibles de empleo. Empero, en el pasado reciente –que se extiende al menos por tres decenios– no se había registrado una manifestación de prioridad tan clara a favor de la ocupación: la Fed habla de mantener las políticas monetarias expansivas el tiempo que sea necesario mientras el desempleo se sitúe por encima de cierta cota (6 por ciento) y acepta explícitamente que ello puede llevar a rebasar, en alrededor de medio punto porcentual, el objetivo inflacionario de 2 por ciento, considerado largo tiempo como sacrosanto. b) Queda claro, por otra parte, que el temor de un brote inflacionario en las economías centrales está por completo divorciado de la realidad. c) Al explorar la eventual sustitución de las metas de inflación por objetivos de crecimiento del producto nominal o de expansión del tamaño real de la economía, la prioridad se desplaza de los objetivos de equilibrios financieros a los relacionados con la economía real; con la producción de bienes y servicios, no con el velo monetario.
 
Sobre este trasfondo resulta muy difícil comprender que la propuesta de programa económico para México en 2013 establezca como principal objetivo la estabilidad macroeconómica. Al tiempo que se minimizan los riesgos recesivos presentes en la economía global y se reconoce que la mexicana se desaceleró en el tercer trimestre de 2012, se reitera el mandamiento de deficit presupuestal cero, anulando la posibilidad de instrumentar políticas anticíclicas que podrían tornarse necesarias en el curso del año. El Banco de México no prevé cambio alguno de política monetaria a menos que se comprometa la convergencia de la inflación al objetivo permanente de 3 por ciento. El crecimiento y el empleo aparecen como subproductos de circunstancias internas o externas sobre las que es imposible no digamos influir, sino incluso reaccionar de manera suficiente y oportuna.

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