Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 5 de abril de 2013

España: corona y designio de impunidad- Europa: ante el ajuste estructural, ecosocialismo- El Mediterráneo en llamas

España: corona y designio de impunidad
La Fiscalía Anticorrupción de España anunció ayer la presentación de un recurso de apelación ante la audiencia provisional de Palma de Mallorca –tribunal colegiado especializado en asuntos de corrupción– para suspender el interrogatorio que un juez ordenó aplicar a Cristina de Borbón, la hija menor del rey Juan Carlos de Borbón.
 
Cabe recordar que, en el marco de las investigaciones sobre la red de corrupción montada por uno de los yernos del monarca, Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina, el juez instructor de Palma de Mallorca, José Castro, citó a declarar a esta última en calidad de imputada. La determinación judicial derivó de las crecientes evidencias sobre la presunta participación de la integrante de la familia real en las actividades ilícitas de su marido, toda vez que su nombre aparece como el de vocal y administradora del Instituto Nóos, empresa pantalla creada por Urdangarín para conseguir fondos públicos mediante contratos celebrados con diversas autoridades y entidades turísticas y deportivas.

No son de extrañar las presiones ejercidas por el Palacio de La Zarzuela sobre las autoridades ministeriales y judiciales españolas para forzar el desistimiento de la imputación contra Cristina de Borbón, por más que la Casa Real está obligada a permanecer, en teoría, al margen de las pesquisas judiciales correspondientes. En cambio, resulta escandaloso que una institución del Estado español, supuestamente encargada de combatir casos de corrupción, pretenda impedir, mediante una maniobra judicial, el pleno esclarecimiento de hechos que involucran malos manejos financieros y desvío de fondos públicos.

Tal circunstancia hace suponer la existencia de un designio de impunidad de la familia real que resulta incompatible con la lógica democrática que se atribuye el Estado español contemporáneo; desacredita las afirmaciones oficiales de que el gobierno de Mariano Rajoy no hará nada para mejorar la imagen de la monarquía, y pone en entredicho la vigencia en ese país ibérico, del principio de igualdad de todos los individuos ante la ley: si la observación de dicho precepto resulta de suyo cuestionable a la luz de distorsiones contenidas en las leyes españolas –como la afirmación de que La persona del Rey de España es inviolable y no está sujeta a responsabilidad (artículo 56 de la Constitución) y las penas hasta de dos años de cárcel para cualquier calumnia o injuria contra la realeza (artículo 490.3 del Código Penal)–, posturas como la de la Fiscalía Anticorrupción reducen los principios democráticos a una mera simulación y exhiben el anacronismo, el atraso democrático y el espíritu de opacidad que imperan en la España del siglo XXI.
 
Por lo demás, la Fiscalía Anticorrupción hace un flaco favor a La Zarzuela al obstaculizar las pesquisas contra una de sus integrantes, en la medida en que alimenta la percepción generalizada de la culpabilidad de la infanta Cristina en las actividades ilícitas de su marido. Si tales señalamientos fueran infundados, la Casa Real tendría que ser la principal interesada en que se esclarecieran y se deslindaran las responsabilidades correspondientes. En cambio, los elementos comentados abonan al creciente descrédito que padece la corona española, alimenta su percepción pública como una institución medieval, frívola, antidemocrática y corrupta, y confirma el carácter insostenible del conjunto de la institucionalidad posfranquista y la necesidad de una reconfiguración política de gran calado en el país europeo.

Europa: ante el ajuste estructural, ecosocialismo
Víctor M. Quintana S.
Como las pestes del Medievo, los programas de ajuste estructural recorren el sur de Europa destruyendo economías familiares, atropellando derechos sociales, cerrando fuentes de trabajo, precarizando vidas. Sepultando también las expectativas de la población ante los partidos políticos que se rotan con iguales dosis de fracaso en los gobiernos. Ante la alternancia de derechistas y socialdemócratas pareciera que lo único que están decidiendo los electores de la Europa meridional es el ritmo y la forma como sus derechos sociales van a ser liquidados.
 
Ante esta situación, las izquierdas –llamadas por muchos las izquierdas radicales– están adoptando una nueva alternativa para responder a estos tiempos que amenazan la vida social, la integridad de las personas, el medio ambiente, la comunidad de los seres vivos: el ecosocialismo.

Fue presentado en el Congreso Nacional del Parti de Gauche (partido de izquierda), celebrado en Burdeos, Francia del 22 al 24 de marzo. Este conformó el Frente de Izquierda con el Partido Comunista Francés y otros pequeños, en 2012, con Jean Luc Melenchon como candidato a la presidencia y logró un histórico 11 por ciento de los votos en la primera vuelta.

Los ejes principales de la propuesta del Parti de Gauche, que ven con muy buenos ojos otros partidos europeos y del norte de África son: el ecosocialismo como objetivo; la planificación ecológica como programa y la revolución ciudadana como estrategia. El ecosocialismo busca superar los callejones sin salida del capitalismo productivista-consumista que lleva al planeta a la catástrofe ecológica y de la socialdemocracia que piensa que el problema de la justicia social, de la redistribución de la riqueza se va a solucionar incrementando la producción. O sea, el viejo señuelo de que para repartir el pastel es necesario primero hacerlo más grande.

Decimos callejones sin salida porque lo son para las mayorías, no para los grandes beneficiarios de este modelo excluyente, productivista, extractivista: el capital financiero internacional, los gobiernos sometidos a él, los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Central Europeo, y las empresas multinacionales.

El ecosocialismo no pretende ser sólo una utopía sino una alternativa concreta, radical al actual sistema económico y político vigente en Europa del sur.

Una alternativa humanista, sí, pero no sólo, porque la sobrevivencia de la especie humana depende de la sobrevivencia de todo el ecosistema donde somos interdependientes personas, animales, vegetales y todo el planeta. Es un planteamiento justiciero socialista, pero que hace a un lado la lógica productivista y contaminante del industrialismo de las experiencias del socialismo de Europa del Este. La renovación del pensamiento socialista lo basa en la emancipación de la persona, la democratización radical del poder y de la educación, una nueva forma de producir y de consumir.

La economía que plantea el ecosocialismo está dirigida a la atención de las necesidades humanas, opuesta a la política de la oferta, defendida por los neoliberales. No se trata de producir sin más, cualesquiera que sean los costos y luego promover el consumo inventando necesidades, sino de producir lo que las verdadera necesidades humanas demandan. Cuestiona la propiedad privada de los medios de producción y las relaciones de trabajo a la vez que propugna la apropiación social de dichos medios y el desarrollo de propuestas alternativas de economía social y solidaria desde experiencias autogestivas y cooperativas.
 
A contracorriente de las imposiciones de la troika del Banco Central Europeo, el FMI y la Comisión Europea (todos presididos por europeos del sur), el ecosocialismo defiende la soberanía de la política presupuestal, la nacionalización en materia de servicios bancarios. Cuestiona relanzar la economía como se pretende mediante la austeridad y en cambio propone relanzarla por medio de nuevas actividades económicas que tomen en cuenta la huella ecológica generada, que reduzcan emisiones, que descarbonicen la industria, que generen energías limpias. Es necesario también romper con los tratados de libre comercio que han propiciado el dumping de la mano de obra y de la naturaleza y puesto a combatir a los países a ver quién afecta más las condiciones de vida de sus trabajadores y destruye más sus recursos naturales.
 
Puesto que el ecosocialismo es un proyecto de urgente realización, dadas las catástrofes ambiental y económica social del capitalismo productivista y financiero, se requiere de un qué hacer inmediato. Debe construirse desde abajo, desde la convergencia de las diversas luchas de la gente concreta.
 
Se trata de actuar y convencer, no de darse la razón entre los ya convencidos. Se trata de desarrollar, retomar y multiplicar las iniciativas alternativas ya en curso, de defensa de los territorios, de los recursos naturales, de experiencias de economía social, de solidaridad, no violencia, de ayuda mutua.
 
Pero, sobre todo, se requiere la revolución ciudadana, no basta la alternancia electoral, los meros cambios de cúpula. Para contrarrestar el poder de las oligarquías se hace necesario construir en el día a día los contrapoderes y la soberanía populares en todos los aspectos de la vida social, en las luchas cotidianas de la gente. Señala muy bien las 18 tesis del manifiesto por el ecosocialismo: Ni vanguardia iluminada ni dictadura verde ni repliegue etnicista (sino) la vía democrática de la revolución ciudadana. El pueblo no es el problema, sino la solución a la crisis actual de la civilización humana.
 
Así planteado, el ecosocialismo es una alternativa radical y democrática a la crisis que afecta e indigna ahora a Grecia, Italia, España, Portugal, Irlanda, Chipre y un poco menos a Francia. Habrá que ver cómo puede conjugarse con las experiencias en marcha en América Latina, tanto las del buen vivir de las comunidades indígenas, como las del socialismo latinoamericano del siglo XXI y otras que puedan plantear otras comunidades, organizaciones y partidos de la Patria Grande.
 
El Mediterráneo en llamas
Boaventura de Sousa Santos*
 
Regresé de Túnez, donde participé en el Foro Social Mundial, convencido de que el Mediterráneo continuará haciendo justicia a la importancia que le atribuyeron Hegel y Fernand Braudel, aunque por razones diferentes. Si para Hegel el Mediterráneo fue el elemento unificador y el centro de la historia mundial, para Braudel fue la cuna del capitalismo. Ambos pusieron en valor el Mediterráneo a partir de Europa y de lo que entendían que era la superioridad de ésta. Yo veo en el Mediterráneo la premonición de un mundo diferente, no sé si mejor o peor, pero donde la Europa que esos autores imaginaron será un pasado cada vez más pequeño para poblaciones cada vez mayores en el mundo.
 
Puede parecer extraño que estos pensamientos se me ocurran en el momento en el que participo en una reunión de muchos miles de personas venidas de todo el mundo, unidas por la voluntad de luchar por un mundo mejor. Pero como sociólogo, no puedo huir de la magia de esta ciudad de Túnez, donde nació, en 1332, Ibn Khaldun, aquél que hoy considero que fue el gran fundador de las ciencias sociales modernas después de haber enseñado durante décadas que ese título correspondía a Max Webber, Émile Durkheim y Karl Marx.

En un libro espléndido, Ibn Khaldun aborda temas tan diversos como la historia universal, el ascenso y la caída de las civilizaciones, las condiciones de la cohesión y de cambio social, economía, teología islámica y teoría política. Me refiero a Muqaddimah, o Prolegomena, escrito en 1377.
Inmerso en el bullicio del comercio de Medina, o en la algarabía de la marcha monumental con la que abrió el Foro Social Mundial, releo de memoria el libro y entiendo por qué las dos orillas del Mediterráneo están en llamas. Al norte, los ciudadanos de países supuestamente democráticos asisten al secuestro de sus ahorros, de sus salarios y de su esperanza para satisfacer a los banqueros insaciables; al chantaje de sus gobiernos a los tribunales constitucionales, como si las constituciones fuesen tan descartables como la montaña de papel que queda de la comida macdonaldizada; a la pesadilla alemana que, después de destruir a Europa dos veces en un siglo, parece querer destruirla una tercera, siempre en nombre de la superioridad teutónica. Y todo esto pasa en las ciudades italianas otrora libres, y en países como Portugal y la España a la que Braudel confirió tanta importancia en el nacimiento del capitalismo moderno y que ahora, ninguna importancia consiguen conferir a la humillación a la que son sometidos.
 
Al sur, ciudadanos sedientos de democracia y de dignidad han concluido que han estado sujetos a dos dictaduras: a la de los dictadores y sus policías, y a la del capitalismo global.
 
Entre la sorpresa y la confirmación de tanta derrota histórica, verifican que sus vecinos del norte saludaron su libertad de la primera dictadura, pero que en ningún caso tolerarán que se libren de la segunda. Por el contrario, arrestan, matan o dejan morir a sus hijos que, desesperados, se lanzan al mar con la esperanza de una vida mejor llamada Isla de Lampedusa. Si con la democracia ven la miseria, no es difícil decretar la miseria de la democracia.
 
Y es aún más fácil si las dictaduras más retrógradas del golfo Pérsico vienen de un Islam agresivo que sabe explotar la piedad de los creyentes para bloquear el ímpetu democrático que, en caso de que el contagio funcionase, un día podría llegar a su tierra. ¿Qué le sucedería a los súper-ricos del norte si los súper-ricos del sur no pudiesen disponer de esas dictaduras para prosperar en sus negocios?
 
Ibn Khaldun no narra estos hechos, pero narra otros muy parecidos. Común a todos es la idea de que la civilización declina cuando las élites políticas que quieren servir al pueblo no lo pueden hacer y las que se quieren aprovechar del pueblo tienen el camino libre. En términos contemporáneos sería así. Los miembros de la clase política que se dedican al país lo hacen de forma que nunca podamos participar en la gobernanza. Todos los demás, la aplastante mayoría, gobiernan el país en función de sus carreras personales futuras, sea en las instituciones internacionales, como comentaristas políticos o colocados en multinacionales. Si esto no es el principio del fin, es el fin de todos los principios.
 
* Sociólogo y catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra en Portugal

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