La impunidad del Presidente
Enrique Calderón Alzati
El tráfico de seres humanos constituye hoy una de las conductas más
deleznables que difícilmente pueden ser consideradas por cualquier sociedad. En
México, esta vergonzosa y lacerante forma de actividad de explotación fue
condenada y abolida como concepto por Miguel Hidalgo y Costilla, el Padre de la
Patria, y esto es una de las primeras cosas enseñadas en las escuelas de todo el
país. Sin embargo, las noticias que escuchamos casi todos los días confirman
desde hace un año que ello constituye una práctica regular y masiva en perjuicio
de ciudadanos de países centroamericanos, sobre los cuales en la escuela se nos
enseña también que los debemos considerar hermanos, todo ello a partir de
aquella noticia que sacudió al país y al mundo entero sobre el descubrimiento de
una fosa en el estado de Tamaulipas con los cuerpos acribillados, unas horas
antes, de 78 personas.
Lo más ominoso del caso es que los individuos involucrados en estos hechos
criminales, son miembros del Instituto Nacional de Migración, cuya función
supuestamente es vigilar la entrada de migrantes de los países vecinos,
asegurando el respeto a sus derechos humanos, por lo cual reciben un salario
pagado por el Estado mexicano. Lejos de cumplir con su deber, su ocupación real
consiste en cazar esos migrantes, para luego transportarlos y venderlos como
mercancía a los grupos delictivos, los cuales deciden su futuro, bien sea la
muerte o su incorporación a las mismas fuerzas delictivas. Aunque terrible, la
conducta de estos criminales es consistente con todas sus demás acciones. La de
los agentes de migración es en cambio sorprendente y requiere una identificación
de las causas que la reproducen; ellas incluyen desde luego dos: la permisividad
en la selección de personal y la idea generalizada, en amplios sectores del
gobierno, y muy especialmente en los relacionados con la seguridad, que se
conoce como impunidad.
En esta semana, el presidente Felipe Calderón se refirió al tema de la
impunidad, como un problema grave y generalizado de México, al cual hay que
combatir y erradicar. En ello seguramente muchos estamos de acuerdo; sin
embargo, es importante señalar que este problema es en el gobierno donde está
enquistado, tanto o más que en los grupos delictivos. Entre los trabajadores,
los comerciantes, los mismos empleados de gobierno, las amas de casa, los
estudiantes, los profesionistas y demás sectores de la población, nuestra
conducta incluye el respeto a las leyes, y cuando infringimos alguna, sabemos
que estamos en riesgo de ser castigados, y que incluso el castigo puede ser
mayor del que nos imaginamos. Muchos delincuentes saben que este es su caso,
pero estando conscientes de este riesgo, lo toman, porque saben que no hay
marcha atrás y que los delitos anteriores ya no les permiten regresar a una vida
normal, por lo que no tienen otros caminos que entregarse a la justicia o seguir
delinquiendo.
Para los funcionarios de gobierno, y muy especialmente los de las fuerzas de
seguridad, su conocimiento de las redes de complicidad interna, que tienen su
origen en los puestos más altos, desde donde se extienden hacia abajo, los
integra a algo que podemos llamar
la cultura de la impunidad. Los ejemplos son observados todos los días, estudiados por ellos, comentados entre compañeros y alentando la posibilidad de réplica, generando las enormes e inadmisibles redes de corrupción que han llevado al país a su situación actual, constituyendo parte central de la tragedia y la violencia en la que estamos sumergidos.
No se requiere ser especialista en el tema para observar que la impunidad es
el factor principal que alimenta la corrupción, y que ésta siempre se inicia en
los niveles más altos de las estructuras administrativas, porque es en ellas
donde existen los mayores recursos para eludir las responsabilidades, sobre todo
en el caso de nuestro país, donde no existe caso alguno de funcionarios
removidos de sus cargos y sometidos a la justicia por conductas indebidas.
Algunos lectores podrían diferir de esta afirmación, señalando, por ejemplo, los
casos de Jorge Díaz Serrano o de Raúl Salinas de Gortari, pero resulta que esos
individuos, no obstante que efectivamente eran delincuentes, no fue por ello que
fueron castigados por la justicia, sino por vendettas en los círculos
de poder.
Adonde realmente quiero llegar es al hecho de que en nuestro país la
impunidad comienza en la cúspide del poder, en la misma Presidencia de la
República, y en las gubernaturas de los estados, de allí se radia a los
siguientes niveles de gobierno; pensemos por ejemplo en la imagen actual del
señor Vicente Fox, que sin reservas ha comentado sus fechorías, que vive como
príncipe en su castillo, que dio poderes absurdos a su mujer para que ésta y sus
hijos cometieran todo tipo de actos delictivos, incluyendo desde luego el
tráfico de influencias, y que se sabe intocable por la justicia. Del caso de
Salinas, ni para qué hablar, y pronto será el caso del mismo Felipe Calderón,
que lejos de sentirse responsable de sus actos debe estar planeando cómo va a
disfrutar de su retiro, sin ningún remordimiento de conciencia por los delitos
que ha permitido entre sus colaboradores cercanos y por sus propias acciones al
margen de la ley, los que en otros países lo llevaría a un tribunal, a responder
por sus actos de usurpación, de uso inconstitucional de las fuerzas armadas, de
la entrega de la soberanía nacional, con tal de lograr el reconocimiento del
gobierno estadunidense, y de alguna manera, por el baño del sangre en el que ha
sumido al país. Mientras los mexicanos sigamos permitiendo que la impunidad sea
el principal recurso que puede ejercer el Presidente de la República,
difícilmente las cosas van a mejorar.
Jugando ruleta rusa - Fisgón
Saldos de la represión política en México
Miguel Concha
El 13 de agosto de 2001 fueron detenidos ilegalmente y torturados en
la ciudad de México Alejandro, Héctor y Antonio Cerezo Contreras, estudiantes de
la UNAM, junto con Pablo Alvarado Flores, indígena vendedor en mercados
ambulantes. Esas violaciones a los derechos humanos, y el posterior
encarcelamiento de los detenidos en penales de máxima seguridad, fueron el
origen de la organización de derechos humanos Comité Cerezo México.
En un inicio su objetivo central fue demostrar jurídicamente la inocencia de
los detenidos, acusados, entre otros delitos, de terrorismo y delincuencia
organizada, y obtener su libertad. Fue en ese proceso de lucha por el
cumplimiento a cabalidad de la ley como los integrantes del comité aprendieron
la importancia de los derechos humanos y del marco jurídico nacional e
internacional que los protege, así como que éstos, con la documentación
responsable de los casos de sus violaciones, eran los instrumentos necesarios e
indispensables para defender los derechos de las personas injusta e ilegalmente
presas.
Lo que comenzó entonces como una lucha por cuatro presos, pronto se convirtió
en la lucha por obtener la libertad de todos los presos por motivos políticos y
de conciencia. Para ello el Comité Cerezo participó, con otras organizaciones,
en los años 2002 y 2003, en la Coordinación Nacional por la Libertad de los
Presos Políticos y de Conciencia, y hasta finales de 2006 en la comisión de
derechos humanos de la Promotora por la Unidad contra el Neoliberalismo, que ese
año impulsó la lucha por una ley federal de amnistía. En octubre de 2007 se
incorporó también al Frente Nacional Contra la Represión.
Fueron éstos años difíciles, pues a las limitaciones materiales se fueron
sumando las amenazas de muerte a sus integrantes (la primera en diciembre de
2001, hasta llegar a 13) y la estigmatización como terroristas o
fachadade grupos subversivos de los presos y de quienes luchaban por su libertad. Sin embargo la perseverancia tuvo buenos resultados: en marzo de 2005 Alejandro Cerezo Contreras obtuvo su liberación y salió de un penal de máxima seguridad, exonerado de todo delito. En agosto de 2006 Pablo Alvarado Flores fue también liberado y, por último, en febrero de 2009 Antonio y Héctor Cerezo Contreras salieron libres después de siete años y medio de permanecer presos en tres diferentes cárceles del país.
Este mes el Comité Cerezo celebra 10 años de actividades, y la lucha por la
libertad de todos los presos por motivos políticos sigue siendo un eje
fundamental de su trabajo. Por ello participaron en el Comité Libertad y
Justicia para Atenco y colaboraron en la elaboración del informe sobre ese caso,
realizando el Informe sobre las condiciones penitenciarias en los penales
del Altiplano y de Molino de las Flores (2010). Hicieron también este año
el Resumen del caso de Miguel Márquez Ríos, preso de conciencia del SME.
Sin embargo, al eje de la lucha por los presos por motivos políticos se han
agregado otros: la formación de defensores de derechos humanos, capaces de
identificar sus violaciones, de documentarlas y de acompañar a las víctimas en
su lucha por la verdad, la justicia, la reparación integral de daños y la
memoria.
Con ese objetivo, tan sólo en un año el Comité Cerezo ha impartido 22
talleres a diferentes personas y organizaciones, y de abril a julio del presente
año llevó a cabo la Escuela de Derechos Humanos por la Memoria, la Verdad y la
Justicia, en la cual se graduaron 23 personas. Otro eje de su trabajo es
fortalecer la cultura de la seguridad entre las organizaciones sociales y los
defensores de derechos humanos, para lo cual el comité ha impartido 26 talleres
de agosto de 2010 a agosto de 2011, e impulsado también a través de la
asociación civil Acción Urgente para Defensores de Derechos Humanos otros
mecanismos de protección para ellos.
Otro eje de trabajo son los informes: en 2010 el Comité Cerezo presentó el
informe La cárcel: una forma de criminalización de la protesta social en
México (2002-2008). Su objetivo era demostrar con datos duros que la cárcel
por motivos políticos existía en el país. Sin embargo, en ese informe ya se
planteaba someramente que la ejecución extrajudicial y la desaparición
forzada eran una forma de agresión a defensores que tendía a subir, y es este
precisamente el tema que toca de manera central el nuevo informe, Saldos de
la represión en México 2009-2010: una guerra contra el pueblo, que el
Comité Cerezo presentó el pasado 24 de agosto en el Centro Universitario
Cultural.
En dicho informe se plantea la tesis de que vivimos un proceso de
conformación de un Estado terrorista, aunque no exento de contradicciones,
avances y retrocesos debidos a las resistencias que le opone la sociedad
organizada, el que ha relegado casi por completo su función de promover y
garantizar los derechos humanos, y de investigar y sancionar las violaciones a
los mismos. Se puede o no estar de acuerdo con dicha tesis, pero en el informe
podemos encontrar datos duros que la sustentan: de 40 defensores agredidos entre
2009 y 2010, 18 (45 por ciento) fueron encarcelados, 15 (38 por ciento) fueron
ejecutados extrajudicialmente y siete (17 por ciento) fueron detenidos
y desaparecidos. Podemos identificar además que el número de presos y
ejecutados es casi el mismo, lo cual es grave. El informe es un intento
por explicar por qué fenómenos como la militarización, la paramilitarización y
la criminalización de la protesta social crecen y se arraigan lamentablemente en
la vida cotidiana de nuestra sociedad, en vez de disminuir. Sin embargo hay
esperanzas. Las que nacen de la lucha por la verdad, la memoria y la
justicia.
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