Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 26 de agosto de 2011

Violencia y barruntos de desestabilización

Violencia y barruntos de desestabilización
Con el ataque perpetrado ayer contra en una casa de apuestas en Monterrey, Nuevo León, cuyo saldo asciende hasta ahora a más de medio centenar de muertos y decenas de heridos, el país parece ubicarse en un nuevo peldaño de violencia y barbarie en el que las acciones atribuidas a la delincuencia organizada tienen el inocultable fin de crear estados de pánico y zozobra colectivos entre la población. En la misma lógica pueden inscribirse la balacera del sábado pasado en el estadio Territorio Santos de Torreón, Coahuila, donde se disputaba un partido de futbol, así como el asalto que tuvo lugar un día después en la Plaza las Américas de Morelia, Michoacán, sucesos ambos que se saldaron sin bajas civiles y sin arrestos, pese a ocurrir en ciudades con amplia presencia de efectivos policiales y militares.
En conjunto, estos episodios alimentan en la población una percepción de total orfandad y ponen en evidencia la dislocación del discurso oficial respecto de la realidad: a contrapelo de los tradicionales posicionamientos oficiales en el sentido de que se derrotará a los grupos criminales, los delincuentes pagarán sus crímenes, se restablecerá el estado de derecho y otros semejantes, es inevitable que los ciudadanos vean, a partir de episodios como los referidos, la manifiesta inoperancia de la política de seguridad y combate a la delincuencia en curso, así como la inutilidad de los aparatosos operativos policiaco-militares puestos en marcha por el gobierno federal en todo el territorio.
Pero más allá de la la pérdida de vidas, del colapso de la seguridad pública y de la confirmación cotidiana de que la ilegalidad campea en prácticamente todo el país, no puede pasarse por alto un rasgo particular de las acciones de violencia reseñadas: hasta donde puede verse, éstas escapan a la lógica tradicional de disputas territoriales, venganzas y ajustes de cuentas en el seno de la delincuencia organizada, así como de los enfrentamientos entre ésta y los elementos de la fuerza pública desplazados por el territorio. Tales particularidades hacen surgir la impresión de que el país asiste, más que a nuevos episodios de la violencia asociada al crimen organizado, a la puesta en marcha de operativos orientados principalmente a crear terror y alarma entre la población, y a la posibilidad de que el descontrol, la zozobra, el desgarramiento del tejido social y la pérdida abismal de paz pública no sólo sean consecuencia de la ineptitud en la aplicación de una política de seguridad o el mal diseño de ésta, sino también síntomas del éxito de un designio desestabilizador.
Un elemento de contexto insoslayable de esos hechos de violencia mencionados es la presencia y operación en el país –confirmada por autoridades nacionales– de estamentos pertenecientes a las agencias de seguridad e inteligencia de la Casa Blanca y de las fuerzas especiales del Pentágono, instituciones para las cuales no son ajenas las estrategias de desintegración, de descontrol y de zozobra colectiva fuera de territorio estadunidense. Desde luego, puede tratarse de una mera coincidencia e incluso de una relación causal inversa: que esas presencias de naturaleza indeseable para cualquier Estado soberano sean una expresión más de la situación de descontrol y desgobierno que se vive en México.
Frente a estas consideraciones, lo menos que podría esperarse del gobierno federal en estas horas amargas es una explicación puntual y verosímil sobre el recrudecimiento de una violencia que, a juzgar por el tono triunfalista del discurso oficial, no tendría razón de ser y que resulta difícilmente explicable si no es como signo de un rotundo fracaso de la actual política de seguridad pública o, peor aún, como resultado de un programa desestabilizador cuyos responsables y operadores permanecen por ahora en el misterio.
Casino Royale-Magú

Astillero
¡Aprobar la LSN!
Terrorismo decretado
Sincronías fogosas
Felipe, en campaña
Julio Hernández López
Foto
SALVAMENTO. Bomberos trabajaron durante horas para extinguir el fuego y rescatar a las personas que se encontraban en el casino atacado este jueves. Por la madrugada suspendieron actividades, ya que uno de los pisos del inmueble se vino abajoFoto Ap
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De pronto, territorios clave de los poderes estatales priístas comprometidos con el financiamiento y el apoyo electoral de la opción Peña Nieto han acabado coincidiendo en términos de violencia y pánico con el discurso del gobierno felipista que adjudica al cártel de los tres colores la mayor responsabilidad, cuando menos en términos territoriales, en la comisión de delitos relacionados con lo que llaman el crimen organizado.
Sincronía fogosa que cimbra al gobierno coahuilense de los Moreira (aunque el tripulante formal sea de manera provisional Jorge Torres) con el turbio episodio del ataque al estadio futbolero torreonense que a su vez da paso a la exacerbación programada del explosivo tema del sobrendeudamiento en aquella entidad y luego, ayer, entre el humo, los escombros y el asombro y la indignación nacionales por lo sucedido en un casino de Monterrey, al anuncio recalentado de que Hacienda ha pedido a la PGR actuar contra quienes resulten responsables de hipotecar a Coahuila incluso, según el señalamiento del gobierno calderonista, falsificando documentos para esas maniobras crediticias convertidas por el felipismo en presunta palanca infalible para desmontar al acorralado Humberto Moreira de la conducción nacional del PRI y abollar la parte superior del aparato de gobernadores y ex gobernadores que apoyan a Peña Nieto.
(Con los ojos puestos en Monterrey, poca atención tuvo la comparecencia del Cordero de las Dos Cachuchas para anunciar en su volátil condición de secretario de Hacienda la apertura del proceso de investigación y búsqueda de castigo contra el reino familiar de los Moreira, asunto que en otras circunstancias habría sido nota destacada en cuanto constituye una parte de la guerra electoral que Calderón ha declarado al PRI y que, según versiones de los pasillos de ese poder de blanco y azul, será cada vez más fuerte.)
Decenas de muertos (a la hora de cerrar esta columna se informaba oficialmente de más de cincuenta) en un casino de Monterrey al que voces conocedoras ligan con familiares y gente cercana a un ex presidente municipal de la capital neoleonesa, panista, es cierto, pero distanciado del poder calderonista e incluso objeto de rechazo en cuanto a él se le atribuye culpa en el proceso de divisiones internas que dificultó al calderonismo imponer a quien quería como gobernador de la emblemática entidad norteña. Probable cobro insatisfecho de deudas, o problemas de elite entre capos de cuello no tan blanco, o simple episodio sin mayor intencionalidad dentro del esquema de descomposición nacional que prohija barbaridades con o sin destinatario y mensaje políticos, pero lo cierto es que lo sucedido ayer en ese centro de juegos agrava la situación del deplorable mandatario priísta, Rodrigo Medina, permanentemente rebasado por la lucha entre cárteles que se da en su entidad, vecina de la exportadora Tamaulipas, y que tendrá como consecuencias inmediatas el incremento del rechazo social a la instancia gobernante priísta y el fortalecimiento oportuno de las voces que exigen más mano dura, en particular la aprobación de las reformas a la ley de seguridad nacional que abrirían la puerta, sin cierto resquemor jurídico actual, a la imposición de virtuales estados de sitio (afectación a la seguridad interior, es el eufemismo) en las zonas que a juicio de Los Pinos requirieran de intervención militar y federal directa.
La nueva marca nacional en cuanto a muertos en un mismo incidente relacionado con el crimen organizado consolida la noción social de que se está frente a actos de terrorismo, así no sea académicamente precisa la aplicación del término. Pero es el propio calderonismo el que se apresura a impedir que detalles conceptuales menores impidan a los mexicanos saber que ya han entrado a una fase superior del proceso de control social mediante el miedo. Terror dice con todas sus letras el vehemente vocero federal Alejandro Poiré a la hora de cumplir con la muy conocida rutina de expresar condolencias y condenas, prometer investigaciones a fondo y castigos justicieros, exigir con tono de civismo indignado que la sociedad participe más en el combate de la delictividad desbordada y, bueno, aprovechando la oportunidad, demandar que sean aprobadas las reformas propuestas por Calderón, quien también consideró oportuno pronunciar las palabras que podrían constituir el titulo de la siguiente tanda de Felipe en busca de no entregar el poder: Terror. Que nadie dude ni tenga confusión: el gobierno federal declara oficialmente instalada la temporada del terror, justamente cuando se angosta el callejón electoral, devaluando aún más las opciones de lo político y arrojando a los segmentos sociales de menor conciencia política y mayor domesticación televisiva a pedir y apoyar acciones autoritarias de mayor calado.
El tema de los casinos que se multiplican por el país pone de relieve, además, la sostenida desatención del calderonismo al flanco del lavado de dinero, concentrado en los hechos bélicos pero desentendido de lo que los especialistas internacionales consideran fundamental, como es el ataque a los instrumentos empresariales usados por los narcotraficantes para insertar al flujo económico legal sus ganancias y operaciones. No ha de olvidarse, además, que durante el foxismo, específicamente bajo la responsabilidad de Santiago Creel, entonces secretario de Gober- nación, se realizaron las operaciones legales y políticas adecuadas para dar permisos y reactivar otros relacionados con juegos y sorteos.
Felipe, en tanto, anduvo ayer en Morelia, haciendo campaña en favor de su hermana (a pesar de que había prometido que no visitaría esa entidad antes de los comicios fraternos). Cocoa respaldada y Mota Vázquez Josefina felicitada y bien despedida por Calderón para que deje San Lázaro y siga buscando la candidatura presidencial panista. El hermano de la hermana, por cierto, hizo apasionada defensa de sus políticas bélica y económica, llamando a darles continuidad en 2012. Y, mientras el periodista Humberto Millán ha aparecido asesinado en Culiacán, ¿feliz fin de semana?

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