Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 24 de septiembre de 2011

La cuestión palestina

La cuestión palestina
Es hora de vivir en una patria soberana: Abbas
Presenta solicitud oficial para la adhesión de un Estado palestino a la ONU
La política colonialista de Israel destruye los esfuerzos de paz, denuncia
Netanyahu responde que el final del conflicto no se logrará con resoluciones del organismo, sino mediante negociaciones
Ambos se extienden la mano
Foto
El presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, entrega al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, una carta en la que solicita el reconocimiento como EstadoFoto Reuters
Pl, Dpa, Afp y Xinhua
Periódico La Jornada
Sábado 24 de septiembre de 2011, p. 2
Nueva York, 23 de septiembre. El presidente palestino, Mahmoud Abbas, entregó este viernes la solicitud de adhesión a la Organización de Naciones Unidas (ONU) de un Estado palestino en un acto previo a su discurso. La hora ha llegado para que mi orgulloso y valiente pueblo, tras décadas de desplazamiento, ocupación colonial y sufrimiento incesante, viva como los otros pueblos de la tierra, en una patria libre y soberana, expresó Abbas, en cuyo rostro se notaba orgullo, tras entregar la carta de solicitud al secretario general del organismo, Ban Ki-moon.
Al iniciar su discurso ante la 66 Asamblea General de la ONU y luego de entregar formalmente la solicitud oficial para ser un miembro de pleno derecho en el organismo, Abbas fue recibido con más de un minuto de ovación, de pie, por la mayoría de las legaciones diplomáticas.
Durante su alocución, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) indicó que Israel ha destruido los esfuerzos para alcanzar un acuerdo de paz debido a la negativa a detener la construcción de asentamientos y a tomar como base para las conversaciones las fronteras del 4 de junio de 1967 (que reclaman para los palestinos Cisjordania, la franja de Gaza y Jerusalén Este como su capital), no obstante lo cual, apuntó, los palestinos están dispuestos a retomar las negociaciones.
Podemos regresar de inmediato a la mesa de negociaciones sobre la base de la legitimidad del Estado palestino; nuestros esfuerzos no están dirigidos a aislar a Israel, sólo queremos que sus asentamientos se consideren ilícitos, remarcó.
Agregó que en nombre del pueblo palestino extiendo la mano al pueblo israelí en pos de conciliar la paz (...) hasta ahora el fracaso de las pláticas es culpa de la política colonialista de Israel y de la ocupación militarizada de territorios palestinos. Apeló a construir puentes de diálogo en lugar de una muralla de división.
Abbas dio por ejemplo de esa política la construcción de asentamientos en Cisjordania (ocupada por más de 300 mil colonos israelíes), la negativa de permisos a los palestinos para construir en Jerusalén Este (anexada de facto por Israel y ocupada por 200 mil colonos israelíes), y los extensos puntos de revisión (más de 505 en Cisjordania en 2010), que limitan la libertad de movimiento de los palestinos , así como el bloqueo a la franja de Gaza.
Subrayó que la política israelí de crear colonias destruirá cualquier posibilidad de lograr una solución de dos estados, para la que hay consenso internacional, y denunció una política de limpieza étnica implementada por Israel.
Sacándonos de un territorio ancestral, la potencia ocupante sigue haciendo excavaciones en nuestros sitios sagrados, sigue acosando la ciudad sagrada con asentamientos, afirmó.
Tal ocupación, recalcó, “continúa reduciendo nuestras fronteras, desafía y socava la posibilidad real de un Estado palestino, y sigue imponiendo una guerra de agresión con la consecuente destrucción de escuelas, hospitales y mezquitas.
Las acciones criminales de los colonos se han intensificado con ataques directos contra nuestro pueblo, contra terrenos agrícolas, y a pesar de nuestras alertas, las autoridades israelíes no han retrocedido en sus propósitos ofensivos.
En un momento histórico que no se repetía desde que su antecesor, Yasser Arafat, compareció ante la ONU en noviembre de 1974, Abbas cerró su discurso de 40 minutos ante los 193 miembros de la Asamblea General diciendo que nadie que tenga un poco de conciencia puede rechazar la solicitud palestina, nuestro pueblo espera la respuesta del mundo.
Poco después fue el turno del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quien pidió a Abbas reunirse hoy mismo en Naciones Unidas para discutir los esfuerzos de paz en Medio Oriente, tras señalar que la base del conflicto con los palestinos es la negativa de éstos a reconocer al Estado judío y cualquier frontera.
Presidente Abbas, tenemos que dejar de negociar sobre las negociaciones. Negociemos la paz, apeló Netanyahu a su homólogo al iniciar el discurso.
La verdad es que Israel quiere la paz, la verdad es que yo quiero la paz. La verdad es que no podemos alcanzar la paz a través de resoluciones de la ONU, sino a través de negociaciones. La verdad es que hasta el momento los palestinos se han negado a negociar, señaló.
Si genuinamente queremos paz, ¿qué es lo que nos detiene?, preguntó Netanyahu, e hizo hincapié en las preocupaciones israelíes por la seguridad.
No son problemas teóricos, son muy reales, enfatizó, y repitió lo que ha venido diciendo a lo largo de la semana: que los mismos deben ser resueltos antes de declarar un Estado palestino. Aseguró: luego de una solución de paz seríamos los primeros en reconocer un Estado palestino.
Netanyahu ofreció a Abbas reunirse en Jerusalén, Ramalá o Nueva York, criticó la postura de la comunidad internacional hacia su país y dijo que desde su fundación Israel siempre ha estrechado la mano a otros en son de paz. Ofreció ese gesto en especial al pueblo palestino, con el que buscamos una paz duradera.
Se refirió al “extremismo islámico como el nuevo peligro tras la guerra fría”.
Los extremistas islámicos matan judíos, cristianos y hasta a musulmanes. Lo peor sería que puedan acceder a armas nucleares, y exactamente ésa es la amenaza en Irán, dijo el premier, quien pidió a los miembros de la Asamblea General detener los planes del presidente iraní, Mahmud Ajmadineyad.
Sobre el final, el premier israelí se dirigió al líder de la ANP y dijo: extiendo mi mano. Espero que usted la tome.
 

La cuestión palestina
En Jerusalén, plegarias y resignación
Robert Fisk
Allí estaba yo, en la Vía Dolorosa, por supuesto, conversando con un señor de edad mediana en playera, con apenas un asomo de barba y una alfombrilla para la oración bajo el brazo izquierdo. Le pregunté, como era de rigor, qué pensaba del discurso de Obama. Sonrió con sorna, como si adivinara que yo sabía lo que iba a decir. ¿Qué esperaba usted?, dijo. Correcto. Después de todo, Haaretz ya se había referido esta semana al presidente Barack Netanyahu, mientras el racista ministro israelí del exterior comentó que él habría firmado el discurso con las dos manos. Tal vez, reflexioné en Jerusalén este viernes, Obama en realidad busca ser relecto... al Knesset israelí.
Pero qué impactante fue este día en las calles de Jerusalén la sensación de resignación, de fatigada aceptación. Los periódicos israelíes habían advertido sobre actos de violencia, pero las multitudes que llegaron a Al Aqsa para la oración matutina sencillamente tendieron sus esterillas en la avenida, fuera de la Puerta de Damasco, o en las calles de atrás de la mezquita, y apenas si mostraron interés en hablar de Obama. Tal vez el veto de Estados Unidos en la ONU incite su pasión, pero tengo mis dudas.
Es un poco como la secuela de las fotografías de torturas en Abu Ghraib, cuando los estadunidenses restringieron el número de fotos que se podían publicar por temor de que enfurecieran a los iraquíes. Pero yo estuve en Bagdad ese día y nadie expresó particular indignación. ¿Qué esperaba yo? A final de cuentas, los iraquíes ya sabían todo sobre Abu Ghraib... ellos eran a quienes torturaban allí. Lo mismo pasó en Jerusalén este viernes. Los palestinos han observado a Washington aceptar sin críticas la ocupación israelí a lo largo de 44 años: la más larga en el planeta. Ya saben todo al respecto. Sólo los occidentales nos horrorizamos de las imágenes de tortura y de la hipocresía de Obama.
Los palestinos incluso aceptaron la regla israelí sobre la oración matutina. Ninguna persona menor de 50 años sería admitida para la plegaria en la explanada de Al Aqsa. Por eso los que no pudieron entrar extendieron sus tapetes en el pavimento o la grava de afuera, lo cual de hecho agrandó la explanada prohibida sobre calles y aceras. Hasta los guardias fronterizos y policías israelíes lo tomaron como rutina. Había, digamos, una atmósfera de normalidad, algún grito de un joven en la barricada de la avenida principal, muchos israelíes encogiéndose de hombros. Hasta unos caballos de la policía, bellamente arreglados, observaban con cansancio en sus grandes ojos.
En la barrera de hierro, el capitán de la policía no se molestó en pedir mi pase de prensa; sólo asintió con la cabeza e hizo a un lado la barrera. Los camarógrafos de la televisión filmaban obedientes a los israelíes con sus rifles de asalto y sus cachiporras. Y, como soy un creyente en las Verdades del Departamento del Interior, tengo que agregar que en otras naciones de Medio Oriente sería dudoso que los policías armados se mantuvieran tan indiferentes a las cámaras. Inútil es decir que los más agresivos de los colonos israelíes en Cisjordania no están tan ansiosos de que los filmen; por eso se cubren el rostro cuando atacan a los palestinos. Y pintar Mahoma es un cerdo en hebreo en la pared de la mezquita de Qusra, a 50 kilómetros de Nablus, no iba a servir para mejorar las relaciones entre árabes e israelíes. Los palestinos cubrieron es un cerdo con pintura, pero naturalmente dejaron intacto el nombre del profeta. Se pueden ver cosas parecidas en la colonia judía en Hebrón.
Pero también eso ha adquirido su propia normalidad, como el macizo muro israelí que domina el panorama arriba de Jerusalén: terrible y odiada cicatriz en la política del lugar, que debería herir los ojos de cada palestino o israelí que la mira. Extrañamente, los occidentales hemos dejado de hablar de él; tal vez por eso nos gusta llamarlo barrera de seguridad en vez de muro, un problema que deben resolver –para citar a Obama– las propias partes involucradas. Y este viernes hubo un pequeño incidente que ilustra bien lo que eso significa.
Había terminado la oración en la mezquita de Al Aqsa; la policía se disponía a marcharse y los tenderos reabrían sus puestos cuando una anciana palestina vestida de negro bajó cojeando algunos escalones con dos grandes cajas de cartón vacías. Eran las patas de una mesa en la que comenzó a poner ropa barata de niño y zapatos de plástico decorados con estrellas.
Un soldado le dijo que pusiera sus cajas un metro más allá. No había razón; tal vez estaba aburrido o tenía ganas de divertirse. Pero entonces la anciana se puso a gritar en árabe: todo ha terminado. Supongo que quiso decir que había terminado para los palestinos, o quizá para los israelíes, pero el soldado se echó a reír y repitió sus palabras en árabe. Sí, todo ha terminado, dijo; tal vez hablaba de la oración matutina.
Mientras el soldado seguía acosando a la anciana y pateando las cajas de cartón, una hilera de turistas procedente de la Vía Dolorosa subió serpenteando por el callejón. La mujer pegaba de alaridos y los turistas –de cabello rubio y ojos azules, que hablaban en alemán– se dieron cuenta de lo que ocurría.
Sus ojos se volvieron hacia donde la anciana gritaba y el soldado seguía pateando las cajas, pero no movieron la cabeza. Siguieron con la cara al frente, como si la escena fuera parte normal de la vida en Jerusalén. Estaba claro que no iban a intervenir; sólo se pasaron al otro lado.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

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