El narco mexicano contraataca
Cártel, la invasión que viene de la guerra contra las drogas de México, de Sylvia Longmire.
El gobierno de Barack Obama no sabe cómo acabar con las organizaciones procedentes de México enquistadas en el país. La casa editora Palgrave-Macmillan adelantó a Proceso un ejemplar del libro Cártel, la invasión que viene de la guerra contra las drogas de México, de Sylvia Longmire, que comenzará a circular en septiembre próximo. La autora enjuicia con severidad al mandatario mexicano: “La mayoría de los mexicanos podría decir que la vida no era perfecta ni pacífica antes de que Felipe Calderón asumiera la Presidencia, pero definitivamente era menos sangrienta (que hoy)”.
WASHINGTON (Proceso).- El contagio de la narcoviolencia de México en Estados Unidos es una realidad. No sólo eso: los narcotraficantes del país vecino comienzan a adueñarse de la producción de mariguana en más de una decena de entidades de este país, concluye Sylvia Longmire en su libro Cártel, la invasión que viene de la guerra contra las drogas de México.
El volumen, cuya copia fue adelantada a Proceso por la casa editora Palgrave-Macmillan, consta de 12 capítulos y 242 páginas, divididas en 12 capítulos, y comenzará a distribuirse en Estados Unidos a partir del 27 de septiembre.
La autora fue oficial y agente en el Departamento Especial de Investigaciones de la Fuerza Aérea, y durante cuatro años realizó análisis de información de inteligencia y fue experta en seguridad fronteriza para la Agencia de Manejo de Emergencias en California.
Así como abrimos los ojos al oscuro e inquietante mundo del terrorismo internacional después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, necesitamos comenzar a valorizar la amenaza que representan para nuestra seguridad nacional los cárteles de México que operan bajo nuestras narices, advierte en Cártel la también colaboradora de la revista especializada Homeland Security Today.
Para ella, la narcoviolencia en territorio estadunidense se puede palpar en las ejecuciones, secuestros y desapariciones de personas a manos de sicarios mexicanos; algunas veces ellos se enfundan en uniformes de policías locales para cometer sus fechorías:
Una de las actividades más alarmantes realizada por los cárteles mexicanos en Estados Unidos es el uso de sicarios vestidos con uniformes de policías estadunidenses para reclamar la pérdida de cargamentos de droga o de dinero.
En junio de 2008 varios hombres vestidos con uniformes del Departamento de Policía de Phoenix, Arizona, y usando las mismas tácticas y técnicas de un equipo especial de policía para derribar puertas, entraron a una casa en la ciudad de Phoenix. Por casualidad, policías auténticos se encontraban cerca del lugar donde ocurrió el incidente y escucharon los disparos.
Cuando los policías llegaron a la casa los atacantes habían desaparecido. A su paso dejaron el cadáver de un hombre y una casa destruida por más de 50 disparos.
Los pistoleros, según Longmire, eran operadores de uno de los cárteles de la droga más importantes y peligrosos de México, aunque omite mencionar su nombre.
Delitos transfronteras
Y aun cuando escribe que la narcoviolencia en Estados Unidos no alcanza los niveles que tiene en México, Longmire insiste en que las autoridades federales de su país deben poner más atención en este fenómeno social. Su mensaje es: los narcotraficantes mexicanos han dado muestras de estar dispuestos a asesinar a la gente como lo hacen en su país.
En relación con los secuestros, dice que, al igual que en el país vecino, en Estados Unidos esa actividad delictiva permite a los cárteles mexicanos obtener jugosas ganancias, que se suman a los millones que reciben por el trasiego de la drogas.
Y menciona cifras. En 2009, por ejemplo, en la ciudad de Phoenix se reportaron 318 plagios, mucho más del doble de los que se cometieron en 2000. “De acuerdo con el Departamento de Policía de Phoenix, la mayoría de estos secuestros estuvieron relacionados con el tráfico de drogas y con personas procedentes de México”, expone.
Longmire, quien se documentó ampliamente para escribir su libro, revela que cárteles mexicanos suelen enviar a pandilleros a Estados Unidos a secuestrar a pequeños y medianos empresarios de su país, por quienes exigen sumas que oscilan entre 30 mil y 1 millón de dólares. Relata:
Son las 7:15 de la mañana en un día soleado de otoño en la ciudad de Las Vegas, Nevada. Cole Puffinburger, un niño de seis años ya está vestido y listo para otro día de clases en la escuela primaria de Stanford.
La mamá de Cole y su prometido ya están despiertos y casi listos para irse al trabajo, era una mañana de rutina como cualquier otra hasta que tocaron a la puerta. Afuera se encontraba un hombre que se presentó como policía con una orden para que abrieran la puerta. Una vez que la puerta se abrió, tres hombres armados de origen hispano se metieron a la casa de Cole y le pidieron que les diera dinero.
Aterrados, la mamá de Cole y su prometido explicaron que no tenían dinero; rápidamente los intrusos los ataron de manos y les colocaron mordazas. Luego comenzaron a revisar y destruir la casa. Todo esto lo observó Cole, pero lo peor estaba por venir. Después de que los hombres revisaran toda la casa sin encontrar lo que buscaban; uno de ellos apuntó con su pistola a la cabeza de Cole y lo arrastró hasta un auto afuera de la casa, y así fue como Cole desapareció.
El incidente, ocurrido en octubre de 2008, tuvo un final afortunado. Después de cuatro días de búsqueda intensa por el territorio estadunidense para localizar a Cole, el menor fue identificado por un chofer de autobús a las 10:30 de la noche cuando caminaba en una avenida de la ciudad de Las Vegas.
Se descubrió que Cole fue secuestrado por integrantes de un cártel del narcotráfico de México debido a que su abuelo, Clemons Tinnenmeyer, estaba involucrado con el tráfico de metanfetaminas y le había robado varios millones de dólares a los narcotraficantes mexicanos, relata Cártel.
Dentro de los 50 estados de la Unión Americana, donde de acuerdo con el Departamento de Justicia hay presencia de todos los cárteles del narcotráfico mexicano, el de Arizona es uno de los más afectados por el contagio de la narcoviolencia, y en especial por los narcosecuestros. Longmire apunta que en esta entidad que colinda con la frontera norte mexicana, la policía (estatal) sospecha que muchos de los secuestros de personas ocurridos en el estado han terminado en el asesinato de las víctimas por medio de un tiro de gracia, para luego tirar sus cuerpos o enterrarlos en el desierto.
Cártel analiza también otro hecho por medio del cual se expone lo que Longmire califica como “la invasión que viene de la guerra contra las drogas de México”, y que se refiere a la gran inversión que están haciendo los narcotraficantes mexicanos en la siembra de mariguana en terrenos federales y estatales de Estados Unidos.
Los narcofeudos
En su libro, Sylvia Longmire sostiene que en 2003 las autoridades estadunidenses comenzaron a notar la participación del narcotráfico mexicano en la siembra de mariguana. Para 2006, escribe, había enormes sembradíos bajo el control de mexicanos y estadunidenses en California, Tennessee, Kentucky, Hawai, Carolina del Norte, Washington, Alabama, Virginia del Oeste, Georgia y Arkansas.
Hoy, la siembra clandestina abarca zonas alejadas de la frontera norte de México, como Colorado, Utah, Wisconsin y Michigan. En esas regiones, según el presidente Barack Obama, los narcotraficantes mexicanos y sus aliados estadunidenses producen mucha mariguana.
En julio de 2010 las autoridades (federales) descubrieron un sitio remoto escondido en el Parque Nacional de Chattahooche, a unas dos millas de la ciudad de Helen, en Georgia, donde había más de 26 mil plantas de mariguana con un valor estimado en 52 millones de dólares, que supuestamente eran cultivadas y protegidas por narcotraficantes mexicanos, destaca Cártel en el capítulo “Productores de mariguana en Estados Unidos”.
Y añade los siguientes datos:
–En 2006 autoridades federales y estatales decomisaron más de 550 mil plantas de mariguana con un valor estimado de mil millones de dólares en los condados de la zona conocida como la Appalachian, en el estado de Kentucky.
–A principios de junio de 2010 agentes antinarcóticos del estado de Arkansas encontraron 97 plantas de mariguana con un valor de 100 mil dólares que presuntamente cultivaban narcotraficantes mexicanos en un parque público cerca de la ciudad de Fayetteville.
–En septiembre de 2009 agentes antinarcóticos de Tennessee cortaron 151 mil plantas de mariguana sembradas cerca del parque estatal Indian Mound, en la frontera con el estado de Kentucky.
La autora de Cártel sostiene que la participación de los narcotraficantes mexicanos en la siembra de mariguana en Estados Unidos se explica por dos razones básicas: porque es aún la droga con más demanda en el mercado local, y porque en algunos estados ya es legal su consumo por prescripción médica. Esto hace que la hierba que se cultiva en el país se esté convirtiendo en una competencia muy importante para la que proviene de México.
Longmire asegura que la siembra de estupefacientes en Estados Unidos se realiza con métodos muy sofisticados y costosos, y advierte que los 640 guardabosques habilitados en 2010 en todo el país eran insuficientes incluso para vigilar las 773.53 millones de hectáreas de los parques nacionales y estatales. Y eso lo aprovechan las organizaciones que trasiegan las drogas.
Información de inteligencia sugiere que los cárteles más importantes de México están directamente involucrados en gran parte de la siembra de mariguana que se realiza en terrenos públicos. Sin embargo, ha sido muy difícil para el gobierno de Estados Unidos comprobar esta conexión, en parte porque los individuos que cultivan las plantas no tienen idea de para quién están trabajando y por ello dan muy poca información cuando se les arresta, explica la exoficial de la Fuerza Aérea.
Dice también que otro de los elementos sobre el contagio de la narcoviolencia en Estados Unidos es la creciente presencia de narcolaboratorios para la producción de drogas sintéticas. Todos ellos son manejados por organizaciones mexicanas:
Para demostrar qué tan profunda es la infiltración de los cárteles mexicanos en el corazón de Estados Unidos sólo hace falta mirar hacia el estado de Iowa, escribe Longmire.
En ese estado, las autoridades federales calculaban en 2004 que cada mes se creaban 20 laboratorios. De ahí que a Iowa se le conozca como “la capital mundial de las metanfetaminas”.
Por ello, en 2005 el gobierno federal prohibió la venta de precursores químicos para evitar la producción de seudoefedrina. Tras la caída en la producción de drogas sintéticas en Iowa, los cárteles mexicanos comenzaron a establecer laboratorios clandestinos para producir crystal, otra droga sintética. En 2008, las autoridades locales descubrieron 35 laboratorios.
Reclutando jóvenes
Sylvia Longmire afirma que en Estados Unidos el contagio de la narcoviolencia de México tiene elementos socioeconómicos. Sabedores de la pobreza que afecta a entidades como Arizona, los narcos mexicanos comenzaron a reclutar a jóvenes estadunidenses. Escribe:
(Arizona) es un estado que sufre de una alta tasa de desempleo, razón por la que muchos ciudadanos estadunidenses en su desesperación por la necesidad de empleo y de dinero se están involucrando en este negocio.
Los encargados de reclutar a personas para los cárteles regularmente ofrecen manojos de dinero en efectivo a los nuevos reclutas que son contratados para pasar drogas, dinero y armas por varios puntos de la frontera México-Estados Unidos.
Los capos mexicanos insisten en introducir al mercado estadunidense cargamentos de cocaína procedentes de Sudamérica a través de aviones ultraligeros que tiran su carga en el desierto de Arizona, narra Longmire en su libro:
En tan sólo seis meses entre octubre de 2009 y mediados de abril de 2010, las operaciones aéreas y marinas de la Oficina de Aduanas y la Patrulla Fronteriza (CBP) en Riverside, California, detectaron 193 incursiones sospechosas y confirmaron el cruce de 135 aviones ultraligeros.
En mayo de 2010 el Comando de Defensa Aérea de la Frontera Norte ordenó a dos aviones caza F-16 interceptar un avión ultraligero que cruzaba por la frontera sur de Arizona. Los cazas lo persiguieron por un espacio de 30 minutos antes de que éste volara de regreso a México… Tanto las consideraciones humanitarias como las legales han prevenido que el gobierno de Estados Unidos derribe durante sus vuelos a los aviones ultraligeros, lo que hace todavía más difícil su captura.
Las conclusiones de Longmire son crudas y contrastan con las que esgrime el presidente de México, Felipe Calderón. Según ella, no hay ninguna duda de que los cárteles mexicanos se transformaron en un ejército de “narcoterroristas”. La manera en que matan, secuestran y se defienden del Ejército mexicano, dice, es prueba fehaciente de que en México ya hay narcoterrorismo:
Muchos de estos actos (de violencia de los cárteles) son similares en su naturaleza a aquellos que cometen las organizaciones terroristas como Al Qaeda, las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC) y el Ejército Republicano Irlandés (ERI), e iguales sus intenciones,
… Las decapitaciones y el desmembramiento de cuerpos son actos típicos para algunas de estas organizaciones y que ahora se han convertido en una marca de los cárteles (mexicanos) cuando quieren enviar un mensaje fuerte al gobierno o a sus rivales.
Y suelta un dato revelador: En 2008 fuentes del gobierno de Estados Unidos involucradas en la lucha antiterrorista reportaron que el cártel del Golfo en ese momento era incapaz de enfrentarse directamente con el Ejército mexicano. Por esta razón, el liderazgo del cártel del Golfo decidió usar tácticas insurgentes en contra el Ejército porque les daría una ventaja sobre éste, y estuvieron en lo correcto.
Para la exoficial y analista de información de inteligencia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, el problema de la narcoviolencia y narcoterrorismo que generó en México la lucha militarizada de Calderón es un callejón sin salida.
El diagnóstico de Longmire es lapidario: La guerra mexicana contra las drogas no se podrá ganar… La mayoría de los mexicanos podría decir que la vida no era perfecta ni pacífica antes de que Felipe Calderón asumiera la Presidencia (el 1 de diciembre de 2006), pero definitivamente era menos sangrienta.
WASHINGTON (Proceso).- El contagio de la narcoviolencia de México en Estados Unidos es una realidad. No sólo eso: los narcotraficantes del país vecino comienzan a adueñarse de la producción de mariguana en más de una decena de entidades de este país, concluye Sylvia Longmire en su libro Cártel, la invasión que viene de la guerra contra las drogas de México.
El volumen, cuya copia fue adelantada a Proceso por la casa editora Palgrave-Macmillan, consta de 12 capítulos y 242 páginas, divididas en 12 capítulos, y comenzará a distribuirse en Estados Unidos a partir del 27 de septiembre.
La autora fue oficial y agente en el Departamento Especial de Investigaciones de la Fuerza Aérea, y durante cuatro años realizó análisis de información de inteligencia y fue experta en seguridad fronteriza para la Agencia de Manejo de Emergencias en California.
Así como abrimos los ojos al oscuro e inquietante mundo del terrorismo internacional después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, necesitamos comenzar a valorizar la amenaza que representan para nuestra seguridad nacional los cárteles de México que operan bajo nuestras narices, advierte en Cártel la también colaboradora de la revista especializada Homeland Security Today.
Para ella, la narcoviolencia en territorio estadunidense se puede palpar en las ejecuciones, secuestros y desapariciones de personas a manos de sicarios mexicanos; algunas veces ellos se enfundan en uniformes de policías locales para cometer sus fechorías:
Una de las actividades más alarmantes realizada por los cárteles mexicanos en Estados Unidos es el uso de sicarios vestidos con uniformes de policías estadunidenses para reclamar la pérdida de cargamentos de droga o de dinero.
En junio de 2008 varios hombres vestidos con uniformes del Departamento de Policía de Phoenix, Arizona, y usando las mismas tácticas y técnicas de un equipo especial de policía para derribar puertas, entraron a una casa en la ciudad de Phoenix. Por casualidad, policías auténticos se encontraban cerca del lugar donde ocurrió el incidente y escucharon los disparos.
Cuando los policías llegaron a la casa los atacantes habían desaparecido. A su paso dejaron el cadáver de un hombre y una casa destruida por más de 50 disparos.
Los pistoleros, según Longmire, eran operadores de uno de los cárteles de la droga más importantes y peligrosos de México, aunque omite mencionar su nombre.
Delitos transfronteras
Y aun cuando escribe que la narcoviolencia en Estados Unidos no alcanza los niveles que tiene en México, Longmire insiste en que las autoridades federales de su país deben poner más atención en este fenómeno social. Su mensaje es: los narcotraficantes mexicanos han dado muestras de estar dispuestos a asesinar a la gente como lo hacen en su país.
En relación con los secuestros, dice que, al igual que en el país vecino, en Estados Unidos esa actividad delictiva permite a los cárteles mexicanos obtener jugosas ganancias, que se suman a los millones que reciben por el trasiego de la drogas.
Y menciona cifras. En 2009, por ejemplo, en la ciudad de Phoenix se reportaron 318 plagios, mucho más del doble de los que se cometieron en 2000. “De acuerdo con el Departamento de Policía de Phoenix, la mayoría de estos secuestros estuvieron relacionados con el tráfico de drogas y con personas procedentes de México”, expone.
Longmire, quien se documentó ampliamente para escribir su libro, revela que cárteles mexicanos suelen enviar a pandilleros a Estados Unidos a secuestrar a pequeños y medianos empresarios de su país, por quienes exigen sumas que oscilan entre 30 mil y 1 millón de dólares. Relata:
Son las 7:15 de la mañana en un día soleado de otoño en la ciudad de Las Vegas, Nevada. Cole Puffinburger, un niño de seis años ya está vestido y listo para otro día de clases en la escuela primaria de Stanford.
La mamá de Cole y su prometido ya están despiertos y casi listos para irse al trabajo, era una mañana de rutina como cualquier otra hasta que tocaron a la puerta. Afuera se encontraba un hombre que se presentó como policía con una orden para que abrieran la puerta. Una vez que la puerta se abrió, tres hombres armados de origen hispano se metieron a la casa de Cole y le pidieron que les diera dinero.
Aterrados, la mamá de Cole y su prometido explicaron que no tenían dinero; rápidamente los intrusos los ataron de manos y les colocaron mordazas. Luego comenzaron a revisar y destruir la casa. Todo esto lo observó Cole, pero lo peor estaba por venir. Después de que los hombres revisaran toda la casa sin encontrar lo que buscaban; uno de ellos apuntó con su pistola a la cabeza de Cole y lo arrastró hasta un auto afuera de la casa, y así fue como Cole desapareció.
El incidente, ocurrido en octubre de 2008, tuvo un final afortunado. Después de cuatro días de búsqueda intensa por el territorio estadunidense para localizar a Cole, el menor fue identificado por un chofer de autobús a las 10:30 de la noche cuando caminaba en una avenida de la ciudad de Las Vegas.
Se descubrió que Cole fue secuestrado por integrantes de un cártel del narcotráfico de México debido a que su abuelo, Clemons Tinnenmeyer, estaba involucrado con el tráfico de metanfetaminas y le había robado varios millones de dólares a los narcotraficantes mexicanos, relata Cártel.
Dentro de los 50 estados de la Unión Americana, donde de acuerdo con el Departamento de Justicia hay presencia de todos los cárteles del narcotráfico mexicano, el de Arizona es uno de los más afectados por el contagio de la narcoviolencia, y en especial por los narcosecuestros. Longmire apunta que en esta entidad que colinda con la frontera norte mexicana, la policía (estatal) sospecha que muchos de los secuestros de personas ocurridos en el estado han terminado en el asesinato de las víctimas por medio de un tiro de gracia, para luego tirar sus cuerpos o enterrarlos en el desierto.
Cártel analiza también otro hecho por medio del cual se expone lo que Longmire califica como “la invasión que viene de la guerra contra las drogas de México”, y que se refiere a la gran inversión que están haciendo los narcotraficantes mexicanos en la siembra de mariguana en terrenos federales y estatales de Estados Unidos.
Los narcofeudos
En su libro, Sylvia Longmire sostiene que en 2003 las autoridades estadunidenses comenzaron a notar la participación del narcotráfico mexicano en la siembra de mariguana. Para 2006, escribe, había enormes sembradíos bajo el control de mexicanos y estadunidenses en California, Tennessee, Kentucky, Hawai, Carolina del Norte, Washington, Alabama, Virginia del Oeste, Georgia y Arkansas.
Hoy, la siembra clandestina abarca zonas alejadas de la frontera norte de México, como Colorado, Utah, Wisconsin y Michigan. En esas regiones, según el presidente Barack Obama, los narcotraficantes mexicanos y sus aliados estadunidenses producen mucha mariguana.
En julio de 2010 las autoridades (federales) descubrieron un sitio remoto escondido en el Parque Nacional de Chattahooche, a unas dos millas de la ciudad de Helen, en Georgia, donde había más de 26 mil plantas de mariguana con un valor estimado en 52 millones de dólares, que supuestamente eran cultivadas y protegidas por narcotraficantes mexicanos, destaca Cártel en el capítulo “Productores de mariguana en Estados Unidos”.
Y añade los siguientes datos:
–En 2006 autoridades federales y estatales decomisaron más de 550 mil plantas de mariguana con un valor estimado de mil millones de dólares en los condados de la zona conocida como la Appalachian, en el estado de Kentucky.
–A principios de junio de 2010 agentes antinarcóticos del estado de Arkansas encontraron 97 plantas de mariguana con un valor de 100 mil dólares que presuntamente cultivaban narcotraficantes mexicanos en un parque público cerca de la ciudad de Fayetteville.
–En septiembre de 2009 agentes antinarcóticos de Tennessee cortaron 151 mil plantas de mariguana sembradas cerca del parque estatal Indian Mound, en la frontera con el estado de Kentucky.
La autora de Cártel sostiene que la participación de los narcotraficantes mexicanos en la siembra de mariguana en Estados Unidos se explica por dos razones básicas: porque es aún la droga con más demanda en el mercado local, y porque en algunos estados ya es legal su consumo por prescripción médica. Esto hace que la hierba que se cultiva en el país se esté convirtiendo en una competencia muy importante para la que proviene de México.
Longmire asegura que la siembra de estupefacientes en Estados Unidos se realiza con métodos muy sofisticados y costosos, y advierte que los 640 guardabosques habilitados en 2010 en todo el país eran insuficientes incluso para vigilar las 773.53 millones de hectáreas de los parques nacionales y estatales. Y eso lo aprovechan las organizaciones que trasiegan las drogas.
Información de inteligencia sugiere que los cárteles más importantes de México están directamente involucrados en gran parte de la siembra de mariguana que se realiza en terrenos públicos. Sin embargo, ha sido muy difícil para el gobierno de Estados Unidos comprobar esta conexión, en parte porque los individuos que cultivan las plantas no tienen idea de para quién están trabajando y por ello dan muy poca información cuando se les arresta, explica la exoficial de la Fuerza Aérea.
Dice también que otro de los elementos sobre el contagio de la narcoviolencia en Estados Unidos es la creciente presencia de narcolaboratorios para la producción de drogas sintéticas. Todos ellos son manejados por organizaciones mexicanas:
Para demostrar qué tan profunda es la infiltración de los cárteles mexicanos en el corazón de Estados Unidos sólo hace falta mirar hacia el estado de Iowa, escribe Longmire.
En ese estado, las autoridades federales calculaban en 2004 que cada mes se creaban 20 laboratorios. De ahí que a Iowa se le conozca como “la capital mundial de las metanfetaminas”.
Por ello, en 2005 el gobierno federal prohibió la venta de precursores químicos para evitar la producción de seudoefedrina. Tras la caída en la producción de drogas sintéticas en Iowa, los cárteles mexicanos comenzaron a establecer laboratorios clandestinos para producir crystal, otra droga sintética. En 2008, las autoridades locales descubrieron 35 laboratorios.
Reclutando jóvenes
Sylvia Longmire afirma que en Estados Unidos el contagio de la narcoviolencia de México tiene elementos socioeconómicos. Sabedores de la pobreza que afecta a entidades como Arizona, los narcos mexicanos comenzaron a reclutar a jóvenes estadunidenses. Escribe:
(Arizona) es un estado que sufre de una alta tasa de desempleo, razón por la que muchos ciudadanos estadunidenses en su desesperación por la necesidad de empleo y de dinero se están involucrando en este negocio.
Los encargados de reclutar a personas para los cárteles regularmente ofrecen manojos de dinero en efectivo a los nuevos reclutas que son contratados para pasar drogas, dinero y armas por varios puntos de la frontera México-Estados Unidos.
Los capos mexicanos insisten en introducir al mercado estadunidense cargamentos de cocaína procedentes de Sudamérica a través de aviones ultraligeros que tiran su carga en el desierto de Arizona, narra Longmire en su libro:
En tan sólo seis meses entre octubre de 2009 y mediados de abril de 2010, las operaciones aéreas y marinas de la Oficina de Aduanas y la Patrulla Fronteriza (CBP) en Riverside, California, detectaron 193 incursiones sospechosas y confirmaron el cruce de 135 aviones ultraligeros.
En mayo de 2010 el Comando de Defensa Aérea de la Frontera Norte ordenó a dos aviones caza F-16 interceptar un avión ultraligero que cruzaba por la frontera sur de Arizona. Los cazas lo persiguieron por un espacio de 30 minutos antes de que éste volara de regreso a México… Tanto las consideraciones humanitarias como las legales han prevenido que el gobierno de Estados Unidos derribe durante sus vuelos a los aviones ultraligeros, lo que hace todavía más difícil su captura.
Las conclusiones de Longmire son crudas y contrastan con las que esgrime el presidente de México, Felipe Calderón. Según ella, no hay ninguna duda de que los cárteles mexicanos se transformaron en un ejército de “narcoterroristas”. La manera en que matan, secuestran y se defienden del Ejército mexicano, dice, es prueba fehaciente de que en México ya hay narcoterrorismo:
Muchos de estos actos (de violencia de los cárteles) son similares en su naturaleza a aquellos que cometen las organizaciones terroristas como Al Qaeda, las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC) y el Ejército Republicano Irlandés (ERI), e iguales sus intenciones,
… Las decapitaciones y el desmembramiento de cuerpos son actos típicos para algunas de estas organizaciones y que ahora se han convertido en una marca de los cárteles (mexicanos) cuando quieren enviar un mensaje fuerte al gobierno o a sus rivales.
Y suelta un dato revelador: En 2008 fuentes del gobierno de Estados Unidos involucradas en la lucha antiterrorista reportaron que el cártel del Golfo en ese momento era incapaz de enfrentarse directamente con el Ejército mexicano. Por esta razón, el liderazgo del cártel del Golfo decidió usar tácticas insurgentes en contra el Ejército porque les daría una ventaja sobre éste, y estuvieron en lo correcto.
Para la exoficial y analista de información de inteligencia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, el problema de la narcoviolencia y narcoterrorismo que generó en México la lucha militarizada de Calderón es un callejón sin salida.
El diagnóstico de Longmire es lapidario: La guerra mexicana contra las drogas no se podrá ganar… La mayoría de los mexicanos podría decir que la vida no era perfecta ni pacífica antes de que Felipe Calderón asumiera la Presidencia (el 1 de diciembre de 2006), pero definitivamente era menos sangrienta.
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